34. Rachid, necesito que vuelvas a casa.

Rachid estaba sumido en sus pensamientos, mirando distraídamente las calles de Nueva York desde su ventana, cuando su teléfono comenzó a vibrar. El nombre de su padre apareció en la pantalla, y un sentimiento de ansiedad se apoderó de él. Con cierta renuencia, deslizó el dedo sobre la pantalla para responder.

—Hola, papá —saludó, intentando mantener su voz neutral.

—Rachid, necesito que vuelvas a casa —la voz de su padre era directa y con un tono que no admitía réplica—. Hay cosas que debemos discutir, y es mejor hacerlo en persona.

Rachid sintió como la desesperación lo llenaba todo al escuchar la solicitud de su padre. La idea de regresar y ver a Layla con su vientre creciendo, con sus hijos dentro de ella, sabiendo que no podía tocarla, era más de lo que creía poder soportar.

—Papá, ahora no es un buen momento —intentó argumentar—. Tengo asuntos que resolver aquí, y...

—No es una sugerencia, hijo. — lo interrumpió el patriarca de los Al- Farsi —Es una cuestión de familia y un asunt
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