Capítulo XIV: Esperanza.
He permanecido en mi recámara está última semana. Mi padre a decido que saldré hasta la boda de mi hermana. Me dice: No quiere que comenta más imprudencias. Lo he obedecido, porque todavía siento culpa por todo lo que pasó.

Pero cada minuto que pasa me siento, más sofocada en verdad como: ¡Odio estar encerrada! Ya no puedo más.

Me levanto, y decido ir a cabalgar, son las 4:30 a.m. A está hora todavía no hay nadie en la caballerizas. Me cambio, y salgo.

Enseguida siento cómo el aire en mi cara me llena de energía y vitalidad. Llego a la caballerizas y veo a mi «Libertad», me acerco y le digo:

—Hola preciosa, perdón por no venir a verte, pero estoy encarcelada—sé que no me entiende, pero decirle porque no vine a verla, me hace sentir mejor, para mí esta yegua es muy especial.

Salimos, y cabalgo despacio no quiero que nadie se de cuenta que estoy aquí.

Cabalgo, y decido explorar un poco, ya que siempre cabalgo, por los mismos lugares. Pasan un par de minutos, y escucho un río, decid
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