capitulo 4

—Me quiero ir —le digo, me giro para marcharme y lo miro, el ríe amargamente. — ¿De qué te ríes? —pregunto  molesta.

—De ti. —dice con descaro, lo miró sería —Hay muñeca —suspira con burla. 

Como si yo fuera un maldito payaso. 

—Me quiero ir a mi casa —digo segura y me giro. 

Abro la puerta y camino, pero no recorro ni siquiera un metro cuando me toma del brazo de manera fuerte. 

 Veo acercarse un auto con hombres armados.

— ¿Señor necesita ayuda? —Le preguntan a él, a mí ni siquiera me miran, como si yo no existiera.

 El niega.

— ¡Entra a la casa! —Me ordena gritando.

Me sobresalto ante sus gritos. Nunca había visto a una persona que un momento este calmada y luego grite de esa manera. 

—Yo no recibo ordenes tuyas, no soy tu títere —digo calmada y sin perder la compostura. Señalo a los hombres y me giro, me toma nuevamente del brazo con brusquedad,  trato de soltarme pero me carga como un bulto. Me lleva en su hombro con la cabeza abajo y yo le doy puñetazos en la espalda. — ¡Suéltame! —Le grito y me palmea el trasero fuerte —Eres un atrevido y un abusador ¡Animal! —le digo segura e indignada. 

Me lleva a la habitación y me tira en la cama como si de nada se tratara. 

— ¡Me estoy cansando de tus modales! —grita enojado y me mira mal, yo lo miro de la misma manera.

— ¡Sí estas tan cansado déjame ir! —le grito. Mi paciencia se está acabando. Yo trato de salir de la cama para pasar por la puerta. 

—No te vas. —Habla seguro y me da miedo ese tono tan amenazante. 

—Me quiero ir a mi casa —susurro intimidada. Se ríe y lo miró fijamente, no le tengo miedo.

—No seas idiota, sabía que no eras inteligente, pero esto,  juraba que las peli negras eran más inteligentes que las rubias. —Dice con burla — ¿Cuál casa? si no tienes. Tu padre te hecho, te recuerdo, por andar de perra y ramera —esas palabras saben a veneno, mi cordura se va. Me amenaza y lo abofeteó, le volteo la cara, me pesa la mano. Me agarra fuerte de las manos y me tira en la cama y se sube encima de mí. —Te vas cuando yo diga —dice amenazante. —Respiras si yo te lo ordenó, si no te asfixias —me dice amenazante. 

—Puede de que no tenga casa o familia o lo que sea pero yo me voy a otro lado ¡No quiero estar aquí! —Digo furiosa tratando de zafarme. —Y en tu vida vuelvas a llamarme perra —le digo furiosa. —Y me largo de aquí, no eres diferente, eres un maníaco —digo en su cara pero no me suelta.

— ¿Quién te está preguntando si quieres? ¡Nadie! —Me toma fuerte la cara. —A las buenas soy bueno, a las malas tu peor pesadilla. —Me agarra fuerte —Puedo ser un maldito maníaco, te juro que pudo hacer que conozcas el maldito infierno, porque yo soy el diablo —me asegura y tiemblo. 

—No le tengo miedo ni a ti, ni a nadie —digo golpeándolo y él se sube más arriba de mí inmovilizándome —déjame ir. Yo me iré lejos —le digo segura. 

— ¿¡Para donde!? ¿¡Para irte con él!? —me grita. 

—No tiene que importarte, tu no me conoces, no sabes quién soy, ni siquiera sé porque me ayudaste, tu y yo no somos nada —digo segura, el me mira mal y me da miedo, se ríe.

—Estas muy equivocada mamacita —me asegura, yo niego y junta mis brazos por encima de mi cabeza con una mano —Claro que importa, porque eres mía, y yo sé todo de ti, además tengo mis malditas razones para haberte ayudado —dice molesto —y no te vas a ir me amenaza. 

— ¿Qué quieres de mí? Para que me dejes ir —mira la posición en la que estamos, él por encima de mí. Y mira mi escote — ¿Te quieres acostar conmigo? —Hazlo pero déjame ir —suplico.

—Tú no entiendes —dice firme — ¡No te vas a ir! —Me mira a los ojos. —Y sí, me quiero acostar contigo —afirma sonriéndome de una manera asquerosa —desde que te vi. —Toca mis pechos. —Tenía la duda si eran operados. —Dice mientras toca mis senos por encima del vestido —Parecen operados, pero no lo son, son muy bellos —dice viéndolos. Maldito cerdo, trato de que me suelte. Me mira sin pudor y descaro. —Pero no estás aquí por ese solo motivo, aunque ese es uno muy fuerte, mírame a los ojos, así que hazte a la idea de que esta es tu casa. Yo te voy a tener cuando quiera y como quiera, porque tu eres mía y no te voy a dejar nunca —dice mirándome y dándome un beso a la fuerza.

— ¡Yo no te amo! —grito enojada y trató de quitármelo de encima, él se acerca más y yo lo miro con odio.

— ¿A quién le importa el amor? ¿Quién lo necesita? —me da un beso y  le muerdo el labio, él sonríe, al parecer eso le gustó. —Acostúmbrate, porque quieras o no, tú vas a ser mía —se levanta y me mira, yo lo miró con odio —compórtate bien y así te ahorras muchas cosas, y más te vale no hacer una escena como la de hace un rato —me mira y se ríe. 

Se pone de pie y lo veo salir cerrando la puerta. Trato de abrir la puerta pero está cerrada con llave, la golpeo con fuerza pero mi esfuerzo es inútil.

Me acuesto en la cama pensando ¿Cómo llegue a esto? ¿Cómo lo conocí? ¿Cómo llegue aquí?

Flashback.

—Muñeca —la miro y se ve muy linda en ese vestido Esmeralda —te ves guapísima —yo le sonrió a Tina, mi prima. La quiero mucho. 

—Tú también Tina, te quiero mucho —le acomodo su antifaz —pero deja de mirar a esos hombres así, pareces una desvergonzada. —Me quejo. —Una pervertida y una acosadora —digo y ella ríe.

—Mira a ese hombre guapísimo —me dice, yo lo miro y veo que es muy lindo, alto como de 1.99, fuerte, musculoso, se nota a pesar de su vestimenta fina. Y unos ojos penetrantes que se ven tan hermosos a través del antifaz que lleva. —No me parece que sea la gran cosa —digo mirándolo, no está mal — para nada mal, parece un dios griego, digo para mí misma. Pero yo no tengo ojos para nadie más que no sea mi Aron. 

—Como no, él es mío —asegura y ruedo los ojos —está mirando para acá —dice casi saltando. Lo miro y niego, y por un momento nuestras miradas se cruzan. Aparto mi mirada —pero no deja de mirarme. Es maduro, guapo, sexy y debe tener mucho dinero. Solo sonrío.

—Como sea, voy a buscar a mi padre —le digo, ella me mira y rueda los ojos.

—Organizan una fiesta por tu llegada y tú vas a hablar —dice aburrida. —Lo que soy yo paso la noche con este —dice —Él es el amor de mi vida —niego —dices eso de todos.

Busco a mi padre por todos lados y mi madre me hace saludar a personas que no conozco, sus nombres ni recuerdo, no me importan, lo único que quiero es hablar con mi papá.

Me escapo de mí madre y voy en busca de mi padre. 

Tropiezo con alguien.

—Lo siento —susurro y alzo la vista, me encuentro con los ojos penetrantes que me atrapan. El hombre del antifaz, aunque no me veo tan baja por los tacones altísimos que tengo, él es más alto que yo. 

—No se preocupe —es alemán, lo deduzco por su acento, me sonríe y veo que es muy guapo. No es mentira lo que dijo Tina, es realmente guapo, debe tener una cara hermosa.

—Disculpe —sonrío y me alejo. Siento su mirada detrás de mí. No encuentro a mi padre, pasan un par de minutos y le pregunto a uno de sus guardaespaldas personales y dice que está en su despacho.

Entro sin tocar.

—Señor Somerlanders —digo feliz, quitándome el antifaz, me doy cuenta que no está solo. Esta con el hombre del antifaz, tiene el antifaz en sus manos. Es él. —Puedo regresar después —digo apenada.

—No, mi muñeca —me mira, sonríe y yo también lo hago —ven quiero presentarte a alguien —miro al hombre, no me quita los ojos de encima y enmarca una ceja mirándome. Esta sentado con un vaso de whisky y un puro en su mano —quiero presentarte a  un socio y amigo mío —mira a al hombre y dice —ella es mi vida y mi orgullo, mi todo, mi hija —se sorprende y me mira.

—Mucho gusto, mi nombre es Michel Somerlanders —le tiendo la mano y me analiza tomando mi mano, yo sonrió.

—Brayiam Grosbfiab, el gusto es mío. Señor Somerlanders no sabía que tenía una hija y aparte que era tan bella —me sonrojo como siempre pero de inmediato miro a mi padre.

—La tenía lejos, estudiando, tu sabes de todo esto, pero término sus estudios y esta fiesta es para presentarla ante la sociedad, yo hubiera preferido que siguiera lejos pero cumplió la mayoría de edad y se apareció por aquí y como todo una Somerlanders hace lo que quiere  —los dos se ríen.

—Toda una Somerlanders —dice mirándome y yo asiento — ¿Cuánto tiempo afuera? —pregunta. 

—Ya era hora de regresar, tenía ocho años alejada de casa y cuando salí del internado lo único que quería era estar en casa con mi familia, pero ahora entre a la universidad y dije que en estas vacaciones no se salvaban de mí. —Le doy un beso a mi padre — ¿Cuánto tiempo papi que no estábamos así? —digo abrazándolo.

 —Ocho años, me debes muchos mimos.

—Y te los voy a dar todos —sonrío.

—Yo los dejo, fue un gusto conocerla señorita Somerlanders —me mira de una manera tan intensa. —Ya nos volveremos a ver —me asegura.

***

Y sí que nos volvimos a ver. Ahora estoy en su casa y no puedo regresar a la mía, mi vida es una m****a, siento tanta impotencia y odio ¿Por qué Aron? si yo te amaba, lo deje todo por ti y mira como me pagas, me dejaste sola y ahora estoy en un infierno.

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