Capítulo 1 Nos volvemos a encontrar.

“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”.

Reinhold Niebuhr (1951)

9 meses después

Milán.

   Diego como gerente del Gym Warriors del hotel Larsson Milán tenía años, ganaba muy bien, tenía un departamento en una buena zona, incluso había participado en torneos que le dejan buen dinero, lo que nunca imaginó es que sería víctima de sus antiguos demonios, pensó que un trago de vez en cuando no era nada, en cuanto la tentación por otras sustancias se hizo más fuerte, comenzó a apostar en casinos para distraerse, pronto también se hizo una necesidad y ambas hicieron de su vida un desastre que terminó con él siendo explotado en New York. Su única amiga en el mundo, también era su jefa y dejó todos sus compromisos por ir a buscarlo, le devolvió su empleo y aquí estaba de nuevo en Milán, tratando de vivir un día a la vez. El teléfono celular suena dentro de su bolsillo y Diego lo ve haciendo un mohín y contesta sin mucha convicción.

   —Brenda, ¿acaso no tienes algo más de que encargarte? —dice Diego de mala gana, aunque se arrepintió, le debe mucho a Brenda.

   —¡Uff!..., de un montón de cosas, pero llamarte una vez al día suena en recordatorios de mi teléfono —dice su mejor amiga con su acostumbrado cinismo.

   —Todo está bien jefa, el Gym está genial y yo estoy sobrio y trabajando —le respondió Diego con fastidio.

   —¿De verdad estás bien?, ¿cómo manejas la sobriedad?

   —Ya tengo un padrino que se encarga de esas cosas y no eres tú, puedes dejarme en paz y encargarte de tu pequeño hijo, de tu grandulón esposo  y el resto de tus gimnasios y fundaciones en el mundo, no dejes que un solo infeliz como yo te acapare.

   —Me preocupo por ti, imbécil, no puedes nombrarme tu hermana y luego no aguantar lo sobreprotectora que soy con mi familia.

   Diego pasó su mano por su cabello, arrepentido de su odiosidad, pero es que se sentía muy avergonzado con Brenda y su esposo por su conducta autodestructiva.

   —Perdoname Brenda, pero de verdad estoy bien —Diego calló un instante para luego decir abochornado—, gracias por preocuparme por mí y considerarme tu familia.

   —No seas tonto, no dejas de ser mi familia por meter la pata. Y hablando de familia, Rebeka empieza hoy como gerente del hotel.

   —Voy a la reunión de personal —respondió Diego como si nada—, y estoy llegando, hablamos mañana cuando te avise tu recordatorio —le dijo Diego cortante.

   Rebeka Larsson se miró una última vez al espejo, su vestido, divino, lo había comprado ayer mismo, justo para la ocasión, entallado por encima de la rodilla y muy formal, aun cuando no escondía la exuberancia de su cuerpo, justo como lo planeó, respiró profundo  «Lo harás bien», hoy sería su primer día como gerente en este, el hotel Larsson Milán, uno de los hoteles de la cadena de cinco estrellas propiedad de su tío, Rebeka consiguió el puesto después de rogarle a su tío y primo, al principio no querían dejarle esa responsabilidad, pero ella sabía cómo salirse con la suya y aplicó todas sus tácticas de manipulación aprendida desde que tuvo uso de razón, había estudiado administración de empresas, idiomas y había crecido en estos hoteles, trabajar en Milán la ponía más cerca de su novio, un empresario italiano, el único inconveniente, es que años atrás, el gerente del gimnasio en este hotel había sido para ella una ilusión pasajera e infantil, ¿hay algo peor que tu crush te recrimine por ser una buscona y te aconseje no hacerlo? Diego, había marcado un antes y un después en su forma de ver a los hombres.

   En la oficina de gerencia del hotel la esperaba su tío Bernhard, y ya habían llegado los demás gerentes del hotel.

   Diego observó a Rebeka después de siete años, ahora era mayor de edad por supuesto, y aún más bella; le daba la espalda mientras conversaba con su tío y otros gerentes, para nada era una niña, eso era muy obvio.

 «La tentación ahora tenía forma de mujer».

     —Es para mí un inmenso placer presentarles a la nueva gerente del Hotel Larsson Milán, Rebeka Larsson —dijo Bernhard Larsson patriarca y jefe principal de los majestuosos hoteles Larsson.

   Todos aplaudieron de manera educada, Rebeka no podía quitar la mirada de su tío Bernhard que le daba esta gran oportunidad, sabiendo que si veía al frente, entre todos los gerentes del hotel, se conseguiría con la mirada de él, Diego Aguirre.

 «mi ex-crush el sexi Loky»

   —Muchas gracias, tío —Rebeka sonrió y todos le respondieron con una sonrisa, menos Diego, él solo la miraba como si compartieran un secreto, Rebeka tuvo que desviar la mirada de él y con el corazón acelerado continuó—, este es un negocio familiar y mi condición de sobrina del dueño no será la importante en mi desempeño, espero que podamos llevarnos bien y que entre todos podamos mantener la excelencia de hotel Larsson Milán.

   —Entonces no me queda más nada que decir —expresó Bernhard, sonriendo orgulloso de Rebeka—, como ha dicho mi sobrina consentida, mantengamos la excelencia.

   Diego escuchó la amenaza implícita del jefe “mi sobrina consentida”, esa que todos deben consentir si no quieren problemas. Todos los gerentes le dieron la mano a Rebeka, Bernhard le dió un beso en la mejilla y le hizo un guiño para darle confianza y todos fueron saliendo de la que de ahora en adelante será su nueva oficina, Diego, se quedó rezagado.

   —Princesita, nos volvemos a encontrar…

    Diego quería ver su reacción, habían pasado años y aquello era un cliché de dama y vagabundo que no tenía idea por qué le atraía tanto, quizás es por qué era prohibida y él no se resistía a los retos, aunque fueran autodestructivos.

   A Rebeka le latió el corazón acelerado, no podía evitarlo, pero ella había soñado con este momento de reivindicación, se paró cerca de él erguida, mostrando seguridad al verlo directo al rostro.

   «Idiota, disfruta burlarse de mí»

   —Cómo estás, Diego, ¿necesitas decirme algo en calidad de gerente del gym? —ella se quedó callada y Diego solo sonrió, ella no lo hizo—. Te agradezco que te dirijas a mí como Rebeka, o señorita Larsson.

   —Es que a veces me gusta ser nostálgico —le contestó Diego con la misma risita irónica que ella recordaba cuando hirió sus tiernas ilusiones adolescentes.

   —Por favor Diego; ¿en el gym te han dado muchos golpes en la cabeza o qué? —dijo Rebeka indiferente, dando la vuelta al escritorio para tomar su lugar, se sentó y dijo con ligereza—. Cualquiera pensaría que fuimos novios o algo parecido y nada más lejos de la realidad.

   —Tienes razón… —Diego se acercó y puso las palmas de las manos en el escritorio,  sus brazos desarrollados y que ahora lucían llenos de tatuajes tensados, él bajó el rostro para acercarlo a ella —. Pero no porque no quisiéramos —le dijo en voz baja.

   —Pues ahora tengo novio, Diego —respondió Rebeka mirando sus ojos café con hastío, demostrándo que ahora ella no es la misma niña atolondrada que hace 7 años babeaba por él.

   Diego sonrió y miró esos ojos azules que hace años lo desquiciaba, pero entonces debió rechazarla, ella era menor de edad, la consentida de sus jefes, de haberle arrancado su linda virginidad lo hubieran matado los Larsson, sin embargo, ahora ella era una mujer, pero de otro hombre, algún imbécil riquillo, le molestaba, para que negarlo a sí mismo.

   —Ah… princesita, siempre supe que no podía ser yo —Diego se acercó aún más hasta que ella sintió su aliento a canela— ese novio, ¿sabe como llevarte al éxtasis? —Rebeka no podía contestar, estaba hechizada y la boca de Diego muy cerca.

    El teléfono fijo de la oficina sonó causando que Rebeka diera un respingo.

   —Bueno Diego, puede ir a trabajar, yo también debo hacerlo —expresó con autoridad.

   Diego se irguió e hizo un asentimiento respetuoso con la cabeza, se retiró sin mirar atrás. 

  Rebeka contestó a su secretaria Fiorella que le indicó que la llamaba Luciano De Luca,  «Luciano es el hombre que me llevará al extasis»

   —Mia bella.

   —Hola Luciano —dijo Rebeka sonrojada, se sentía culpable, negó con la cabeza, porque en realidad no pasó nada con Diego, su novio era un bellísimo italiano, cariñoso, lo conoció en New York, en la semana de la moda el año anterior, Rebeka trabajaba con su papá y nunca tenía tiempo para estar con Luciano que era un hombre muy ocupado y sus negocios estaban en su mayoría en Italia y el resto de Europa, solo por teléfono, no era suficiente.

   —Rebeka debes acostumbrarte al italiano ahora que estás aquí.

   —Lo sé Luciano, se me olvidó —y era cierto, de hecho se sentía aún nerviosa.

   —¿Te llegó mi obsequio? —preguntó Luciano emocionado.

   En ese momento Fiorella tocó la puerta, venía acompañada de un empleado con un enorme arreglo de flores con un oso de peluche esponjoso y enorme de la altura de un niño de 5 años.

   —Que bello, Luciano —dijo emocionada Rebeka, asumiendo como un hecho que ese era un regalo de Luciano, él se caracterizaba por estos regalos exagerados y vistosos, terriblemente caros—, me encanta, no te hubieras molestado, es demasiado.

   —No te gustó... —susurró apenas audible y triste al otro lado de la línea.

   —Claro que me encantó —se apuró a decir Rebeka—, las flores son bellísimas y al peluche puedo abrazarlo y dormir encima de él.

   —Eso quiero que lo hagas conmigo —dijo él seductor y a Rebeka se le erizó el cuerpo y mordió su uña perfectamente pintada del dedo índice—. Ahora que estás en Milán y estamos más cerca, quizás pueda persuadirte para que de una vez pases conmigo un fin de semana ¿qué te parece Capri?

   —Me encanta —dijo de inmediato Rebeka.

   —No puedo esperar y los días se me harán eternos, te necesito, te amo y estoy loco por ti —Rebeka sonrió totalmente conmovida—, cena conmigo, para darte la bienvenida.

   —Está bien, nos vemos en la noche.

   —Ciao mio amore.

   Rebeka pensó que esta era la noche en la que se entregaría a un hombre por primera vez y sería Luciano, él había demostrado que merecía que ella le entregara su virginidad.

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