Capítulo 2: Katherine

Me dirijo a la oficina de papá y, cuando por fin llego, noto que la puerta está entreabierta y se pueden escuchar algunas voces; al parecer mi padre esta con algún un cliente. No puedo evitar acercar mi oreja a la puerta para escuchar bien lo que dicen.

—He oído que sus aviones son de los  más seguros de Estados Unidos, señor Manson, además de que sus pilotos son de primera calidad.—La voz del futuro cliente pertenece a un hombre.

—Así es, mis aviones son los más seguros del negocio y mis pilotos están altamente calificados, pero somos una compañía familiar bastante pequeña.

—Esa precisamente es la razón principal por la que los he elegido a ustedes para hacereste viaje.

De pronto noto preocupada que Peguie empieza hacer unos  ruidos con el hocico.

—Shh, cállate Peguie, nos van a descubrir —le susurro, pero ella no me obedece y sigue haciendo ruidos, además ahora empieza a moverse inquieta.

Veo que está intentando atravesar la puerta y trato de detenerla agarrándola, pero es inútil, es bastante fuerte para su menudo tamaño y me arrastra hacia dentro de la oficina con ella.

—¿Pero qué...? —Mi padre me mira estupefacto mientras intento ponerme de pie y calmar a Peguie al mismo tiempo—. ¿Se puede saber qué estás haciendo Kat?

—Hola papá. Yo... eh... es que vine a buscarte; la puerta estaba abierta y Peguie se puso como loca... —balbuceo.

—Ya basta, sabes que tienes que controlar a ese cerdo si quieres conservarlo —espeta mi padre—. Mira, te presento al señor Taylor Evans, nuestro nuevo cliente.

Por un momento me olvidé comentarte de que tenemos público presente; me giro para enfrentar al hombre con toda la dignidad que pude acumular desde de lo sucedido, con Peguie más calmada entre mis brazos, y la apariencia del nuevo cliente me dejó atónita y sin palabras.

Ese hombre es sin duda alguna la personificación de un dios griego con traje de etiqueta. Lo veo reírse, de seguro por mi humillante entrada a la oficina, mostrándome sus perfectos dientes blancos como la nieve. Es casi tan alto como mi padre, tiene el pelo oscuro y ondulado, solo un poco más corto que el mío, posee una nariz romana y los ojos negros y profundos. Es verdaderamente encantador y en definitiva el hombre más guapo que he visto en toda mi vida.

En ese momento mi Amelia imaginaria hace acto de presencia en mi mente y me mira con el ceño fruncido, obviamente indignada por mi reacción ante el señor dios griego, es decir, Taylor Evans.

—¿Quién es esta pequeña niña traviesa? —dice divertido haciendome levantar una ceja. Ahora el dios griego ya no me parece tan encantador.

«¿Cómo qué pequeña niña? Para empezar, yo no soy ninguna niña, misionero soy tan baja como para parecer una; bueno talvez si soy más baja que todos mis hermanos, pero soy más alta que Stephanie.»

—Ella es mi hija menor, Katherine Manson —responde mi padre.

Veo como el dios griego idiota acerca su mano para saludarme y en ese instante, antes de que yo pudiera o quisiera evitarlo, Peguie le clava sus afilados dientes en los dedos. Él emite un gemido de dolor y retira su mano del hocico de mi cerda mientras yo intento no estallar de la risa, ¡te lo mereces!

—¡Kat saca a ese cerdo salvaje de aquí! —grita mi padre.

«¿Por qué nadie entiende que es una hembra?»

—Lo siento, no sé qué le pasa —mentí parcialmente.

«En realidad, no sé qué le pasa a Peguie, pero no lo siento en absoluto.»

Me voy al otro extremo de la habitación y comienzo a acariciar a Peguie tratando de ubicar el problema y después de unos minutos doy con él; una diminuta y regordeta garrapata está atormentando al pobre animal. Busco un poco de papel para no tocarla con mis manos, la arranco de la piel de Peguie y siento cómo se relaja en mis manos; exprimo el desagradable parásito en vuelto en la servilleta y lo tiro al bote de basura. Suelto a Peguie y me voy al servicio a lavarme las manos. Cuando regreso a la oficina el dios griego ya no está.

«Perfecto, por fin sola con mi padre.»

—¿Y tu cliente ya se fue? —le pregunto fingiendo interés, en realidad espero no volver a verlo nunca.

—Sí, y diste una pésima primera impresión. —Mi padre me mira resignado y se sienta detrás de su escritorio. Yo hago lo mismo y me siento en la silla que antes ocupó el dios griego idiota frente a mi padre. 

—Bueno, ya está olvidémonos de eso. Padre, en este momento tenemos que tratar un tema mucho más importante para nosotros: mi futuro.

—¿Cómo que lo olvidemos, Kat? Tu cerdo casi le corta un dedo a ese hombre y pudimos haber perdido un gran negocio por ello —me grita enojado.

—¡Peguie es una hembra! Y no fue mi culpa, ni de Peguie tampoco, una garrapata la estaba mordiendo, además no le pasó nada al sujeto y tú pudiste cerrar tu grandioso trato —le digo haciendo gestos en el aire para dar por terminado el tema—. Y siguiendo con lo importante, ¿sabes qué día es hoy?

—Por supuesto que lo sé —dice mirándome tiernamente—, es el cumpleaños de mi amada princesa.

—No solo es mi cumpleaños papá, es mi cumpleaños número 21, ¿y sabes lo que eso significa? 

—La promesa que te hice hace diez años.

—Sí, exactamente eso, la promesa de que hoy me nombrarás miembro oficial de la flota de aviones.

—Así es hija, te lo prometí y pienso cumplir mi palabra. —Lo veo abrir un cajón del escritorio para sacar una llave.

«¡No lo puedo creer, las llaves de mi propio avión!»

Veo que las extiende hacia mí, estiro mis manos y cuando las contemplo emocionada... no son llaves de avión.

—Papá, estas son las llaves de la oficina —le digo mientras frunzo el ceño.

—Así es, ya no serás una simple ayudante de medio tiempo, ahora serás oficialmente mi secretaria y obtendrás un salario justo por tu trabajo —me dice con una sonrisa en los labios.

«¡¿Qué?! ¡Secretaria! ¿Todo mi esfuerzo, paciencia y dedicación para que me nombre su secretaria?»

Puedo oír el crujido de todos mis sueños cuando se rompen en mil pedazos y, como ellos, también mis ilusiones y esperanzas sufren el mismo destino. Pero no, ¡no lo acepto, no quiero aceptarlo y no pienso aceptarlo nunca!

—¡Pero tú me prometiste que me nombrarías piloto tal como lo hiciste todos mis hermanos! —Estoy consciente de que estoy gritando pero no me importa ¡Ya nada me importa!

—¡Katherine Mary Anne Manson, cuida el tono en el que me hablas, recuerdaque soy tu padre! —Odio que me llame por mi nombre completo—. Yo nunca dije que serías piloto, dije que serías un miembro más de la flota y eso es lo que serás. Yo siempre cumplo con mis promesas. —Ahora su tono es más calmado, hasta podría decirse que tierno, pero que ni piense que voy a ceder tan fácil a sus manipulaciones.

—¿Entonces para qué me enseñaste a volar si nunca pensaste en permitirme ser piloto? —lo digo tratando de fingir un sollozo, recurriré a la lastima si es necesario. 

—Bueno porque eres mi hija y volar está en tu sangre, pero una cosa es que vueles un avión bajo mi estricta supervisión y otra muy distinta es permitir que arriesgues tu vida volando sola. Además, hay algo que tú no sabes. —Lo veo tomarse de las manos nerviosamente mientras su mirada parece sumergida en el mundo de los recuerdos—. Antes de perder a tu madre para siempre, le prometí que nunca te pondría en peligro. Tú, tus hermanos y esa promesa son lo único que me queda de ella.

«No puedo creerlo, otra vez con eso.»

—Papá, deja de hablar de mamá como si estuviera muerta, sabes que vive en Boston con su nuevo esposo.

—¡Y tienes que recordármelo! —inquiere con un tono molesto y cancino.

—Esto es inaudito —mascullo.

Me levanto del asiento y busco a Peguie con la mirada, quien estuvo dormida durante toda la conversación. Tomo a mi mascota entre mis brazos y antes de salir furiosa le dedico una última mirada a mi traidor padre.

—Serás una excelente secretaria hija —me dice con una nefasta sonrisa.

Me doy la vuelta y salgo de la oficina con ganas de matar a alguien.

—¿Puedes creerlo Stephanie? ¿Yo una secretaria? ¿Me imaginas como una secretaria? —le pregunto a mi mejor amiga.

—Pues la verdad es que no —responde ella desde su cama.

—¡Por supuesto que no! ¡Nadie puede!

—Kat, trata de calmarte y deja de comer pollo frito, vas a ponerte como una vaca.

Paro de caminar de un lado a otro por un segundo, miro a Stephanie como si hubiera perdido el juicio y me aferro a mi balde de Kentucky fried chiken, como si de él dependiera mi vida. Dudo mucho que engorde. Mi madre siempre me dice que tengo el don divino de comer montañas de comida y no engordar ni una libra, además es lo único que puede calmar mis nervios en este terriblr momento.

Stephanie como siempre está ahí para aguantar mis rabietas. Es mi mejor y única amiga, aunque al vernos nadie creería que eso sea posible porque somos como el agua y el aceite. Ella con su larga melena rubia, sus ojos azules y sus pomposos vestidos con diseños de flores, y yo con mi pelo negro, tan corto que ni siquiera puedo hacerme una coleta, mis ojos color ámbar y siempre vestida con blusas deportivas y jeans.

Nuestros gustos también son muy diferentes; ella adora las bandas de chicos, las películas románticas y las revistas de moda; yo prefiero los deportes, las luchas y el rock; cómo dije antes, somos cómo el agua y el aceite, pero nuestras diferencias nunca han sido un obstáculo para mantener nuestra amistad.

—Es que no puedo creerlo, en todo su matrimonio nunca se pusieron de acuerdo, pero cuando se trata de arruinarme la vida son como Batman y Robin —digo exasperada.

—Aun así debes tranquilizarte, dando vueltas por toda la habitación y comiendo pollo hasta la muerte no conseguirás nada. Mejor toma estos días que tu padre estará fuera para pensar mejor las cosas, talvez ser secretaria no será tan malo como piensas. —me dice Stephanie en su habitual tono dulce.

—¡¿Tranquilizarme?! No puedo tranquilizarme estoy furi... ―Me quedo paralizada con la frase inconclusa y un muslo de pollo suspendido en el aire, miro a Stephanie con el ceño fruncido―. Un momento, ¿cómo que papá estará fuera?

—Sí, mañana nuestros padres viajarán a Nueva York para la convención de pilotos cómo cada año lo hacen, ¿acaso lo olvidaste?

Claro, la convención ¿cómo pude olvidarme de eso? Papá estará fuera unos días, los suficientes para hacerle cambiar de opinión. Lanzo el balde ya vacío de pollo frito por los aires y corro a sentarme en la cama justo al lado de Stephanie con una sonrisa en mi rostro, ella al verme palidece al instante.

—No me gusta esa mirada —me dice temblando.

—Se me acaba de ocurrir una excelente idea —le digo con la sonrisa aún más amplia.

—No me gustan tus ideas, por lo general son muy peligrosas.

—Ésta te encantará, ¡es perfecto! Mientras papá esté fuera yo pilotearé uno de los vuelos programados y cuando vea el buen trabajo que hice abandonará esa absurda idea de hacerme secretaria y me hará piloto, ¡es brillante!

No puedo evitar chillar de la emoción, aunque Stephanie no se ve tan entusiasmada como yo y esto quizás se deba a que la mayoría de mis ideas nunca terminan bien.  Pero la ignoro y me paro de la cama de un brinco para hacer el baile de la victoria.

—¿Estás totalmente segura de que funcionará?

—Cien por ciento —le aseguro.

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