Capítulo 03.

Narra Bibiana.

Martes 22 de marzo 2022.

    La alarma suena insistentemente, me remuevo en la cama tapado mis oídos, aún no tengo disposición de levantarme. Estiro mis manos hacia la mesa de noche y tanteo para apagar la alarma de mi celular pero solo consigo que caiga al suelo, así que fastidiada decido ignorar el molesto sonido para continuar durmiendo.

¿Quién carajos pone alarma los fines de semanas? Hoy es domingo obviamente no tengo clases, y es mi día libre en el trabajo.

Cubro mi cabeza con la sabana con la intención de bloquear el sonido de la fastidiosa alarma, necesito conciliar nuevamente el sueño, pero tengo la sensación de que algo se me está olvidando.

Mis ojos se cierran poco a poco, y con mi respiración calmada siento cómo lentamente me estoy quedando dormida, pero el sonido de un objeto contundente proveniente de la planta baja me lo impide.

—¡Mami! —Grito saltando de la cama.

Con desesperación y mi corazón acelerado bajo las escaleras temiendo lo peor. Mientras desciendo aprieto la medalla de la virgen de la Guadalupe y le pido mentalmente que todo esté bien.

—¡Mami! —Vuelvo a gritar cuando termino de bajar las escaleras.

—¡Aquí! —Escucho que responde y me dirijo rápido a donde está.

Me detengo cuando la veo inmóvil viendo fijamente al suelo.

—Mamá… —La llamo captando su atención. Ella voltea su cara hacia a mí, pero no me mira a los ojos —Ma, ¿estás bien? —Inquiero colocando una mano en su hombro, mi madre se pasma por el tacto pero por lo menos no lo rechaza.

—Lo siento… —Balbucea señalando el suelo.

Apenas dirijo la mira a esa dirección observo las pesas de manos tiradas y la cerámica un poco agrietada.

¡Carajos sabía que se me olvidaba algo!

Ayer acordamos que empezaríamos hacer ejercicios antes de desayunar, ahora recuerdo porqué activé la alarma.

—No te preocupes, mamá, todo es culpa mía —Le digo acariciando su espalda para reconfortarla. Necesito que se mantenga relajada para evitar una crisis.

Ella niega con la cabeza y da un paso  que intuyo es para que deje de acariciarla.

—Yo fui quien lo deje caer —Responde enojada. Ella odia las mentiras.

—Pero si yo me hubiese levantado temprano y te hubiese ayudado esto no hubiese pasado —Le explico, calmada.

Siento alivio cuando su rostro frustrado comienza a relajarse, le pido que se siente en el sillón mientras acomodo todo el desastre que ha hecho. Miro de reojo, me está mirando y cuando volteo a verla me evita la mirada. Espero algún día nuestras miradas conecten.

Mi madre me observa en silencio, cuando hace algo malo prefiere permanecer callada y pensativa. Me gustaría poder saber qué piensa cuando está así.

—Mami, ya está listo —Le informo cuando termino que acomodar todos los instrumentos de ejercicios en su lugar —Vamos —Le digo tomándola de las manos. Ella me suelta las manos y me manotea cuando intento tomarla de nuevo.

—Es hora del desayuno —Indica señalando el reloj de la sala, donde tiene su rutina representada por dibujos.

¡Rayos! arreglé todo por nada, el horario que establecimos para para ejercitarnos ya pasó.

Respiro resignada y la sigo a la cocina.

—Pensé que no había aguacate —Hablo cuando saca la fruta junto con otros ingredientes de la nevera.

—No había, fui a comprar… —Mis ojos se cristalizan, eso es una señal: está mejorando. Contengo mis lágrimas, respiro profundo y comienzo ayudar a mi madre a preparar el guacamole.

Mientras lo hago recibo un mensaje de Logan disculpándose y lo ignoro, como siempre. Me gustaría que las cosas con él fueran diferentes, pero en ocasiones siento que se toma atribuciones que no debe, debo ponerle límite.

Aprovecho que mi madre fue a buscar su medicina para observar mi teléfono, no le gusta que lo use mientras estoy haciendo otras actividades. Le doy like a la foto que ha publicado Noah, la descripción que ha colocado en ella me hace sonreír: “Con la princesita”. Noah es tan tierno y romántico. Sin embargo, mi sonrisa se desvanece cuando visualizo una foto de Peitton y Abigail, la foto se la tomaron hace dos semanas, lo sé, porque lucen la misma ropa que usaron la última vez que los vi en el bar y en el brazo de Noah se observa la pulsera que le regalé en su cumpleaños. El muy idiota de Peitton la recortó dejándolos solo a ellos.

Siento que mi estómago comienza a retorcerse al recordar cuando Abigail y Peitton salieron del bar un momento, no los vi, pero por la pintura corrida en los labios de la pelinegra y los restos de la misma en los de mi amigo, fue evidente que se besaron.

En los ojos de Noah pude ver el mismo dolor que yo estaba sintiendo en ese momento, el pobre no dijo nada cuando regresaron, solo tomó su bebida a fondo blanco.

Me considero una chica buena que le gusta ayudar a las personas que lo necesitan, a todas menos Abigail. La verdad creo que si ella estuviera al borde de la muerte haría dos cosas: terminarla de ayudar o ignorarla.

¡Pero qué estoy pensando! Nunca sería capaz de dañar a alguien.

Solo ella puede sacar lo peor de mí. ¿Con qué derecho se cree para jugar con mis amigos?

Se besó con Peitton pero terminó yéndose en la moto con Noah. Verla con esa sonrisa arrogante, montada en la moto de mi amigo me dio ganas de arrancarle cada una de las pestañas postizas que le lucen jodidamente naturales.

Por culpa de Logan no pude bajarme para regresar e irme con Peitton.

Será que gracias a él no te mataste por abrir la puerta cuando el carro estaba andado…

—¡Bibiana! —El grito de mi madre me devuelve al presente.

Me quedo paralizada cuando observo el trapo de la cocina en llamas, pero por fortuna mi madre reacciona tirándolo al suelo y pisándolo para apagarlo. Observo a mi madre, estoy aterrada por el fuego y temiendo que ella entre en crisis.

—¿Estás bien? —Cuestiona acercándose  a mí, pero manteniendo distancia. Distancia que corto con un abrazo. Aunque no me corresponde me reconforta que no me aleje, mi madre está mejorando y eso significa que todo va a ser como antes de que mi padre muriera.

Siento cómo el cuerpo de mi madre se tensa, al escuchar el sonido sorpresivo del metal, me alejo un poco de ella para observar su rostro.

—¿Estás bien?

Ella solo asiente.

La dejo en la cocina mientras voy corriendo a la calle.

—¡Chamacos del demonios no vengan a joder! —Les grito al verlos correr alejándose.

Recojo el palo de madera que uno de ellos ha dejado caer.

—Con esto le dieron a la reja… —Le informó a mi mamá, pero ella está colapsando —¡Mamá para! —Le ordeno para que deje de golpearse.

Desesperada tomo sus manos en vano. Su fuerza es mucho mayor que la mía y termina tirándome al suelo.

Una hora me costó calmar su ataque de pánico. La observo dormir por el efecto de los medicamentos, me frustra verla así, siento que me asfixio, necesito respirar.

Solo puedo recurrir a una persona.

Sin pensarlo tomo las llaves de la casa para salir aprovechando que mi madre está dormida.

—Hola… —Me saluda mi amigo con el rostro serio. Está en pijama con su dorso desnudo —Pasa —Me invita dejando la puerta abierta.

Muerdo mis labios al ver su espalda fornida.

Lo sigo a la sala en silencio por el tono de su voz al saludarme, sé que algo le ha pasado.

—¿Quieres algo de comer? —Inquiere cuando llegamos a la cocina

Observo detalladamente su rostro, y al darse cuenta él lo desvía.

Niego acercándome lentamente, para que no se altere.

—¿Qué te pasó? —Cuestiono intentando acercarme más, pero se aleja.

—Nada, solo fue un accidente…

Lo miro serio, él sabe que jamás creeré ese cuento. Voy a ser estudiante de psicología, es lo típico que dicen las personas abusadas físicamente.

El rubio se sienta en uno de las butacas, con sus hombros encorvados y mirada perdida.

—No te creo —Le digo sutilmente, acariciando sus manos.

Sin mediar palabra las lágrimas del rubio comienzan a salir partiéndome el corazón en mil pedazos. Me acerco a él para abrazarlo y hacerle saber que no está solo. Y así, aferrados a nuestros cuerpos, ambos soltamos toda la frustración y dolor que sentimos.

A ambos nos gustaría que nuestras vidas fueran perfectas y nuestros madres también, pero están muy lejos de serlo.

Después de desahogarnos unos momentos en la cocina, subimos a su habitación, para relajarnos en la cama. Con calma acaricio su cabello, bajando a su rostro, pasando las yemas de mis dedos por la parte afectada.

—Es un cobarde por hacerte eso.

Siento mi cuerpo erizarse cuando sus manos pasan por mi cintura acercándome más a él y las deja allí, acariciando mi cintura. Cómo me gustaría me acariciara más que eso…

Acerco mis rosto más al de Peitton, miro sus ojos opacos, y me transmite tanta tristeza. Cómo me gustaría que con mis caricias y besos se pudiera borrar esa tristeza. Suspiro, mi timidez no me permite besarlo, solo me limito a acariciar su rubia y suave cabellera. Necesito hacer algo para animarlo.

—¿Y si salimos? —Le pregunto entusiasmada —Necesitamos despegar nuestras mentes y sería…

—Sí —Responde sin dejar que termine de hablar.

Nos miramos fijamente, por un momento de impulsividad le doy un casto beso en la nariz. Cierro los ojos por la vergüenza, sé que todo mi rostro está rojo. Abro los ojos lentamente y me encuentro con una mirada cálida llena de ternura, mi corazón se derrite cuando acaricia mis mejillas y deposita un tierno beso en mi frente. Adoro estos momentos únicos con Peitton, donde él se deja querer, mimar y corresponde mis muestras de cariño. No entiendo cómo alguien pudo abandonar a un ser tan hermoso.

—¿Segura que todo está bien?

—¡Vamos, Bibiana! —Bufa mi vecina —Apenas acabas de irte ¿qué puede pasar en 10 minutos?

Con mi mamá muchas cosas…

—Gracias por siempre estar para ayudar, no sé qué haría sin usted —Mi voz se quiebra y carraspeo para evitar ponerme más nostálgica.

—Vamos pequeña, diviértete —Me pide finalizando la llama.

Realmente no sé qué haría sin la señora Claudia. No tengo familia a quien recurrir para que me ayude con mi madre. Gracias a Dios desde que nos mudamos hace 15 años a Australia la señora Claudia ha estado para nosotros, convirtiéndose en familia, ahora más que nunca que mi padre murió dejándonos solas en un país que, aunque también llevo raíces Australianas, en ocasiones me es extraño. Amo tanto a México, me gustaría volver allí, pero el solo pensar que tendría que empezar de cero me lo impide. Además mi madre no puede tener un cambio tan brusco.

Escucho la música a una cuadra de llegar. Sonrío emocionada al leer el Pacha, espero que esta noche sea única y especial.

Las agendas de mis amigos, sobre todo la de Logan y mía, siempre están colapsadas; debemos aprovechar los pocos momentos que podemos pasarla todos juntos. Cruzo los dedos para que ninguno de mis amigos arruine la noche con algún mal entendido, últimamente el humor de algunos está en modo dinamita. La tensión se siente ahora más con la presencia de Abigail.

Me gustaría que regresara por el mismo barco que llegó.

Lástima que no naufragó.

En ocasiones me asustan los pensamientos que esta chica me hace tener, pero lo ignoro mientras me adentro entre la gente al ritmo de la música electrónica para buscar nuestro lugar. Gracias a Noah y Peitton siempre tenemos un sitio privilegiado.

Logan me regala un sonrisa apenas me mira, yo forzó una y le correspondo el beso en la mejilla.

 ¿Por qué tenía que encontrarme con él primero? Es tan incómodo y no entiendo por qué.

—Ven —Me pide tomando mi mano para guiarme entre la multitud a nuestra mesa —¿Quieres algo de tomar?

—No, estoy bien —Respondo mirando sus ojos verdes y luego nuestras manos aún enlazadas.

—Eh… Lo siento —Se disculpa rascando su nuca.

—No te preocupes…

—Bibiana… —La voz de Peitton llama mi atención y por su tono siento que está molesto.

El rubio se acerca a mí ignorando al moreno y toma mi mano bruscamente para llevarme con él. Observo el rostro molesto de Logan y le hago una seña para que no intervenga. Yo sé cómo manejar la situación.

—¿Todo bien?

—Pensé que estaríamos solo nosotros… —Me reprocha, muy serio.

Sonrío, no puedo disimular mi alegría. Que esté celoso me llena de esperanza. No obstante, mi sonrisa se desvanece cuando detrás de él veo a Noah llegar de la mano con una persona indeseable.

Deseo que esta noche Abigail desaparezca de nuestras vidas.

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