Hace 4 años

Llegué a una residencia de clase media. La casa era blanca, aunque su pintura se mostraba un poco desgastada. Subí las escaleras que conducían a la puerta y di tres toques. Entonces la puerta fue abierta por un hombre joven muy parecido a mí. Sus ojos grises del mismo tono que los míos me evaluaban, yo también hice lo mismo. Y tras una sonrisa preguntó:

—¿Ethan Donovan?

Fruncí el ceño, se suponía que cualquiera que fueran las personas que vivían aquí, no deberían conocerme y, sin embargo...

—Sí —respondí sin demostrarle mi desconcierto.

El chico se recargó en el marco de la puerta, sonrió y luego me miró de arriba abajo sin ninguna vergüenza. A leguas se le notaba que era un cínico.

—Si estás aquí —cruzó sus brazos—, es porque ya sabes la verdad, ¿o me equivoco? ¿He hablado de más?

También lo miré de arriba abajo, me molestó saber que el único ciego e ignorante sobre mi procedencia era yo.

—No. ¿Quién eres tú? —le pregunté entrecerrando los ojos.

Él soltó una carcajada, su cabello casi del mismo tono que el mío, me erizó la piel. Por primera vez en mi vida notaba el parecido que los familiares tienen unos con otros, esa especie de sello de herencia familiar que nunca tuve con los Donovan y que jamás tomé en cuenta. Era, abrumador…

—Soy tu hermano —dijo sonriendo, aunque luego frunció el ceño y se corrigió—, medio hermano en realidad. Pero todavía nos parecemos mucho. Los genes Carter, por parte del padre de mamá son… fuertes. Pasa, la volverás loca. —Se hizo a un lado para dejarme entrar. Inmediatamente, pensé que lo hablador lo debió de haber sacado por parte de su padre.  Doy un paso hacia él, no obstante, antes de poder cruzar el umbral, colocó su mano en mi pecho deteniéndome—. Solo te advierto que, si has venido a juzgarla y a portarte como un idiota, ni te molestes en entrar. A menos que quieras que te eche a patadas. —Sonreí al mismo tiempo que negué con la cabeza de un lado a otro, tenía agallas el niñito.

No, no venía a nada de eso. El día que creí que moriría por una bala en la frente, fui rescatado por un grupo de policías que iban tras la detención de mis secuestradores. Casualmente, ellos iban por el cargamento de droga que mantenían almacenada en los sótanos del edificio. Los habían estado vigilando desde hace más de cuatro meses esperando la oportunidad apropiada para detenerlos. Si sabían o no de que estaba secuestrado nunca lo sabré, ellos no lo mencionaron.

Cuando mi captor iba a detonar su arma sobre mí, un policía que, entró a la habitación en ese momento, le disparó en la sien… O eso fue lo que manifestaron. Yo había cerrado los ojos, y al sonido del disparo me desmayé. Demasiado débil por la inanición a la que me habían sometido luego de seis meses de estar secuestrado.

Cuando desperté, lo hice en un hospital con una esposa en mi muñeca derecha que me mantenía atado a la camilla. El policía que era mi guardia asignado se acercó a mí y luego llamó a alguien. Minutos más tarde, un agente de policía entró y me explicó mi precaria situación.

Yo era el dueño del cargamento de droga, yo era el líder de una de las organizaciones de la delincuencia organizada más grandes del país, mis empresas se dedicaban al lavado de dinero. Había estado siendo investigado por el FBI, desde hace un año. Me mostraron fotografías, llamadas y mensajes telefónicos míos y de mi familia, así como correos electrónicos personales y de las empresas; fotos y el expediente médico de Elena donde se exponía su deterioro físico y mental, sobre mis padres y hermana también había información personal y bancaria, sabían de mi relación con Caroline; por supuesto mi verdadero origen no les faltó. Toda mi vida estaba en un expediente.

Pero mi secuestro, y el que dentro de las llamadas telefónicas no hubiera nada que me culpara, les hizo ver que yo solo había sido un chivo expiatorio. Aunque los interrogatorios sobre si acepté ser un prestanombre para los verdaderos líderes de la organización fueron intensos y hasta abusivos, no obtuvieron nada de mí que no fuera la verdad. Yo no sabía nada. Obviamente, como abogado, tenía el suficiente autocontrol para no ceder a sus insinuaciones. Mi familia estaba buscándome, me lo dijeron, no obstante, ellos no les informaron de mi paradero y tampoco les pedí que lo hicieran. Corrían un gran peligro y ellos tenían la intención de ofrecerme un trato. Dos meses después, me convirtieron en testigo en cubierto. Para atestiguar en contra de Jonathan Wood, ya que él había estado presente durante mi tortura y creían que era el cabecilla de la organización o, por lo menos, uno de los principales.

Al ver mi acta de nacimiento, la verdadera, decidí que quería llamarme Anthony, como el padre de la mujer que figuraba como mi madre, en mi acta de nacimiento original, el apellido lo eligieron ellos, Hyde. La mujer que hacia los registros tenía la pinta de alguien a quien le gusta la literatura y tras echarme un vistazo de arriba abajo, se decidió por el nombre de un personaje oscuro. ¡Y vaya que me siento como uno!

Mi hermano me llevó hasta la sala y me señaló el sofá para que tomara asiento. Así lo hice, y sin decir nada más, sale de la habitación. Observé a mí alrededor, la casa era pequeña, los muebles estaban algo desgastados, el librero donde se encontraba la televisión tenía una fotografía que al instante llamó mi atención. Me puse de pie y fui hasta allí para tomarla entre mis manos. Era yo, en mi cumpleaños número seis. A mi alrededor estaban mis amigos del colegio; frente a mí, estaba un enorme pastel. Todos llevábamos puestos nuestros gorros de fiesta. Emma estaba detrás de mí, del lado derecho y Joseph del lado izquierdo. Quella se encontraba en brazos de mi padre. Todos sonreíamos.

—Cada vez que estaba a punto de salir por esa puerta, y correr hacia ti para decirte la verdad, miraba esa foto para convencerme de que eras feliz con tu familia y que hacía lo correcto —habló una mujer a mis espaldas.

Cuando me giré para enfrentarme a aquella persona, me quedé sorprendido al ver a Elizabeth. Era hermosa y mis facciones obviamente parecidas a las de ella. Su cabello negro y ojos grises, era nuestra característica particular.

Desde que se me permitió moverme a mi gusto, por decirlo así, no dejé de pensar en venir a esta ciudad y buscar a mi madre. Ellos tenían una foto y su nombre, los datos que yo nunca quise leer, pero, que, al no tener a donde ir hasta que encontrara la manera de darles las pruebas que necesitaban para detener a los verdaderos culpables, mi deseo por conocer a la jovencita que aparecía en la vieja fotografía en blanco y negro de su expediente, me persiguió hasta en mis sueños. Cuando decidí buscarla, pensé en un millón de cosas que quería saber o en lo primero que le diría. Sin embargo, nada de lo que creí que pasaría sucedió…

—Gracias. Por hacerte a un lado por mi propio bien y mi felicidad —sostuve entre mis manos la fotografía—. Fue una buena vida, una gran vida —al verla llorar, supe cuán difícil debió ser para ella haber renunciado a mí.

Ese fue el primer encuentro con la mujer que me dio la vida, pero fue el más significativo, porque aprendí que, si en verdad amas a las personas, debes hacer lo correcto dejando a un lado tu egoísmo.

La visitaba todos los viernes; ella me hablaba de su vida, de sus padres, sus amigos de la infancia, me contaba anécdotas y finalmente de mi progenitor, nunca supo más de él una vez que le confesó que estaba embarazada. Me mostró la única fotografía que tenía de ese hombre. Hoy doy gracias a la vida por no parecerme a él físicamente. En realidad, me parecía más a mi abuelo, Anthony, de ahí mi nombre, y aunque lo detesto por haberme abandonado en un orfanato, alejándome de mi madre Elizabeth, porto su nombre, porque fue mi madre quien me lo puso, para siempre tener algo que me ligara a ella a mi pasado. Me habló de su esposo, Evan Reader. El hombre que la ayudó a buscarme, el padre de Noah. Ella se lamentó que no estuviera vivo para verme.

Ella nunca me preguntó el por qué la había buscado, pero si había notado mi forma de actuar un tanto extraña. Siempre nervioso, mirando a través de las ventanas. Hasta que un día, al fin, me preguntó.

—Has mirado por esa ventana más veces hoy que otros días. ¿Quién está siguiéndote?

—Nadie —le respondí tajante, soltando la cortina para volver a sentarme frente a Elizabeth. Ella vestía un bonito vestido amarillo con pequeñas flores. Su cabello en una media coleta, era tan diferente a Emma, pero no menos hermosa. Mientras que Emma era toda elegancia, Elizabeth era delicada en sus maneras y muy bondadosa.

—Negar a los monstruos que atormentan tu alma no te servirá de nada. Solo vivirás aterrado el resto de tu vida —me dijo, y tenía razón. No podía pasarme la vida entera huyendo, porque ese no era yo.

—Hace dos años me secuestraron —le dije, decidiendo desnudar el alma, como lo hizo ella conmigo.

—Lo sé —respondió tranquila.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté aterrorizado de que la policía estuviera utilizándola para sacarme información.

Ella dejó su taza de té en la mesilla de centro, de la sala, luego se enderezo, su espalda recta, al parecer era tiempo de aclarar muchas cosas.

—Noah, tu hermano, trabaja en el departamento de policía. Tu comportamiento le extrañó, por lo que te investigó. Para todo el mundo tú estás desaparecido. También me dijo que te han dado la oportunidad de ser testigo encubierto, pero que no has conseguido lo que prometiste. Anthony —ella me llama por mi nombre falso—, has roto el trato de encubierto. Es cierto que no deberías estar aquí, pero…

—Lo siento. —Me puse de pie para marcharme, debí saber que era demasiado amable como para echarme de su casa. Estaba poniéndolos en peligro—. No debería estar aquí, yo… lo siento los he puesto en peligro y…—me sentía culpable, y no culpaba a Noah por investigarme cuando yo no les hablaba de mí.

—Espera… Anthony. No tienes a donde ir. Comienza una nueva vida, comienza aquí —me ofreció, y mi corazón sintió calidez por primera vez, después de casi un año de haber sido liberado.

Comencé a llorar; era cierto, nadie podía saber de mí y ella, mi madre, me abría los brazos para comenzar de nuevo y eso era... abrumador. Además, me sentía tan solo. Las pesadillas sobre el tiempo que fui torturado me persiguen en cada rincón oscuro.

—Tienes razón rompí el trato y…

—¿Sabes por qué no se han acercado a ti? —Negué con la cabeza y me senté de nuevo mientras limpiaba mis lágrimas con un pañuelo que ella me ofreció—. Noah ha pedido que lo dejen a cargo de tu caso, solo está esperando la autorización de los superiores. Eres un caso delicado y es obvio que quien estaba a cargo no quiere dejarte escapar. Pero Noah confía en ti, y por eso ha hecho la propuesta para reclutarte en su equipo como agente encubierto, durante el tiempo que dure tu caso, claro. Después volverás a ser testigo. No podrás volver a tu vida normal, pero podrás tener una vida tranquila. Noah no quería decirte nada hasta que tuviera el caso para él.

Esa tarde, cuando Noah llegó a casa, habló conmigo. Así fue como me convertí en Ethan Reader. Es el nombre del esposo de mi madre. Él la ayudó a encontrarme cuando tenía seis años. Luego de creerme perdido debido a mi adopción y gracias a sus esfuerzos logró encontrar a la familia Donovan, esa es la razón de la fotografía de mi cumpleaños número seis. Mi madre, mi verdadera madre, estuvo allí; y al ver el amor incondicional de Emma y el mío hacia ella, no tuvo corazón para destrozarme la vida.

Hoy en día, mis padres adoptivos utilizaron la información que Elizabeth dejó para mí, si algún día me enteraba de la verdad, para encontrar a Elizabeth y comparar las muestras de ADN de los supuestos yo en la morgue. Y pensar que la policía utilizó esa información para encontrarla. Pero dado a que no les convenía decirle al mundo que estaba vivo, no les dieron aviso a los Donovan de su paradero. Hoy tengo un nuevo hogar y agradezco a Dios por su misericordia.

El nombre de Anthony permanecería en anonimato, para cuando todo terminara y fuera libre. Únicamente teníamos que esperar a que Jonathan hiciera los movimientos legales para tomar las riendas de los negocios nuevamente, o, pusiera a otro en mi lugar.

Mi hermano Noah era un chico agradable, pero muy temperamental cuando se trataba de competir por el amor de nuestra madre. Celos, eso era lo que él me tenía y no lo culpaba. Alguna vez yo llegué a sentirlo por Quella, cuando éramos niños. No era lo mismo un hermano que una hermana, pero, aun así, he llegado a amarlo.

A través de Noah pude contactar a Gianni.

Durante los siguientes tres años que estuve lejos de Elena, Gianni, me envió fotografías en las que aparecía físicamente llena de vida, estaba hermosa, repuesta, pero su mirada aún era triste. Cada día que pasaba para mí era una tortura, muchas veces quise ir tras ella, pero el saber que podría perderla en manos de Jonathan o sus socios, me detenía en este lugar.

Por su bien y por el mío. Durante este tiempo trabajé en mi cambio de imagen, solamente por si era necesario acercarme a Elena o a los Donovan, o, por si algún día, me llegara a topar con alguien conocido. Me sometí a un cambio de imagen con un cirujano plástico para que realizara los cambios necesarios para parecer otra persona muy parecida a mi anterior imagen. Cuando estuve secuestrado rompieron mi nariz, por lo que mi estructura ósea se modificó. La cicatriz de mi ceja y otra de mi labio inferior también las dejaron. Aclararon mi cabello y, por último, tenía que utilizar lentillas cambiando el color de mis ojos. Ese fue el cambio físico, pero el emocional y mi comportamiento, fueron la transformación más difícil. Opté la personalidad inmadura, manías y lenguaje corporal de mi hermano Noah, dándole vida a Ethan, si no quería ser descubierto debía ser cuidadoso. Pero cuando Elena tuvo que volver y tomar las riendas de los negocios, temí por ella. Jonathan la había estado vigilando meses antes de que enviará a Nick para comunicarle sobre mi desaparición.

Pasó el tiempo y los negocios no podían seguir estancados, al fin, el día en que ella debía volver llegó. Elena debía parar mi búsqueda, tenía que tomar las riendas de su vida y de lo que ahora era suyo. Solamente esperaba que Jonathan la convenciera de venderle sus acciones, pero cuando se negó e hizo todo a través de Oliver, maldije. Elena no tenía idea a lo que se estaba exponiendo. Le pedí a Gianni que la mantuviera tanto tiempo como pudiera en Italia. Pero había contratos y firmas que solo dependían de mí o en su defecto ahora de ella. Así que, finalmente, Jonathan la hizo volver.

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