CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3

SUSURRO

- No se ve tan mal. Se nota que entrenas duro en el gimnasio ¿No? – Continuó acariciando mi rodilla con su dedo índice y empezó a subirlo hasta la mitad de mi muslo. Los escalofríos me recorrían. Levantó su mirada clavando sus ojos en los míos. – ¿Te puedo dar un beso? 

 Acto seguido sin responderle verbalmente, me agaché hasta ponerme a su altura y lo besé. Me sujetó las piernas para subirme arriba suyo, y continuamos dando rienda suelta a la pasión. Sin dudas química aquí no faltaba. Me tocaba entera, no me molestaba para nada y quería que siguiera. Yo le respondí haciendo lo mismo, luego nos desvestimos y tuvimos relaciones, en ese incómodo sofá. 

 Yo quedé exhausta. Lo despedí y me fui directo a dormir. Inmersa en un sueño profundo, volvió una pesadilla recurrente que hacía mucho no tenía. 

 Me encuentro en una cabaña, en algún lugar campestre. Hay muchos árboles alrededor, la paz está en el aire. Puedo vislumbrar un cerro en el horizonte. No sé que hago precisamente ahí, pero me dispongo a entrar. Siento que no estoy sola, hay alguien más. Definitivamente hay alguien más, pero no logro identificar de quién se trata. Creo que es un hombre. Éste sostiene una bolsa y no entiendo lo que me está explicando. Me la pone en la cabeza, y me quedo quieta. Me extraña porque no estoy completamente a oscuras, puedo ver algo de claridad. Y ahí observo que la bolsa que me puso no estaba vacía, sino que tenía un par de abejas adentro. Comienzo a gritar desesperada, ahora sí siento cómo me estoy asfixiando. ¡Necesito ayuda para sacarme esto o moriré!

 

Y despierto por la caída en el piso. No siempre termino en el suelo, es cuestión de suerte. La angustia que me deja esta pesadilla es muy fuerte, cuesta calmarla y conciliar nuevamente el sueño. Perdí la cuenta de las veces que soñé esto. Sin embargo, siempre es el mismo patrón. Me indigna no reaccionar o actuar de otra forma ¿Por qué debo quedarme quieta y someterme a que me coloquen una bolsa en mi cabeza? Amaría tener el control. Con estos sueños me sorprendo de lo que mi mente es capaz de hacer mientras duermo. No recuerdo haber visto una película de terror con semejante hazaña.

 Espero volver a conciliar el sueño, estando acostada. Sigo cansada, por lo que sin darme cuenta ya estoy dormida de nuevo. 

 Sonó el despertador y recordé la fogosa noche anterior, pero se vio interrumpida por un detalle: ¡Él auto! Tenía el número de teléfono del mecánico que me había pasado Marcos, pero preferí llamar al que ya conocía bien. Le marqué y fuimos a verlo enseguida. Me sentí una estúpida al ver cómo lo arrancaba sin dificultad alguna, mientras le juraba que no había tenido la misma suerte anoche. 

 Más allá de esto, lo bueno del día de hoy es que tengo día libre, para hacer ejercicio, ir a yoga, y mi preciada terapia. Pasó una semana desde la última sesión, y tengo novedades para mi psicóloga. Entré a la sala de espera con su estilo nórdico característico. Me siento en el sillón de un cuerpo con cómodo respaldo color azul, mientras contemplo los tres cuadros de hojas verdes con fondo blanco. Al lado tengo un hermoso ficus alojado en una maceta blanca con pies de madera de eucalipto. Salió el paciente anterior y espero a ser llamada.

- Hola Cele, pasá por favor – Abre la puerta y espera mi ingreso.

Entré y me acomodé en el sillón. Siempre huele muy bien su consultorio.

- ¿Cómo estás? Te veo distinta hoy.

- Bien, bien. Bah, pasaron algunas cosas.

- ¿Sí? ¿Qué cosas? – Se coloca los anteojos y abre un cuaderno.

- Volví a tener una pesadilla que hace mucho no tenía. 

- ¿Cuál? ¿La del hombre con sombrero o sobre la persecución? – Me es inevitable reírme al darme cuenta que esta mujer se acuerda de cada terror nocturno que le expresé alguna vez.

- No, ninguno de esos. La que es sobre asfixia y abejas. Esta vez me caí de la cama.

- Aaah, cierto. El de las abejas, qué feo. ¿Era igual que siempre?

- Sí. Siempre igual – Doy un suspiro.

- ¿Y a qué lo atribuís? ¿Qué hiciste esa noche antes de dormir? – Observa mi rostro atentamente, a la espera de mi respuesta.

- Salí a tomar con unos amigos. Compañeros de trabajo. Tomé bastante cerveza, supongo que puede haber sido el desencadenante.

- Es probable.

- También volví a casa con un compañero – Le confesé con una pícara sonrisa. – Me parecía muy atractivo y no podía creer que haya correspondido a mis deseos. Hacía mucho que no disfrutaba tanto de estar con alguien.

- Qué bien. ¿Y por qué te costó creerlo?

- Porque lo conozco hace poco. Es muy reservado. Tenía mis dudas. 

- Entiendo. Así que no lo conoces mucho. ¿Te dijo que estaba solo? – Escuché tales palabras y me quedé pensando por unos segundos…

- La verdad que no, no sé. No me di cuenta de preguntarle.

 En el fondo alguna vez me lo había cuestionado, pero preferí no indagar al respecto. Sería un alivio saber que está soltero y una desgracia que esté en pareja, dado cómo se dieron los hechos y mis antecedentes amorosos. Además, había prometido no volver a salir con hombres comprometidos. Tampoco sabría con qué cara decirle a mi psicóloga que volví a tropezar con la misma piedra. Continuamos charlando.

- Sería importante saberlo ¿no? Al fin y al cabo, si trabajan juntos van a continuar viéndose seguido. Además, conocer las intenciones de ambos evitará malos entendidos a futuro.

- Sí, es cierto. Fue muy poco inteligente de mi parte cometer ese error. Ya buscaré el contexto más adecuado para hablar del tema. La pasé muy bien con él y si pudiera lo repetiría. Pero tampoco sé qué intenciones tiene él conmigo y debo ser precavida.

- Exacto. Tener en claro las intenciones de ambos es muy importante, aunque no siempre sea fácil hablarlo.

- Eso haré. 

 Salí de la sesión liberada por poder comentar lo que me estaba pasando, y por otro lado pensando más en Mark. Hasta decidí en mi mente comenzar a llamarlo así. 

 No tuve noticias de él en todo el día. Mi “ello” interior le hubiese escrito hace rato, de no ser por mi “súper yo”. Quise deducir qué significaría el hecho de que no se hubiese comunicado conmigo luego de haber estado juntos, pero no quería llevarme una decepción.

 Se hizo de noche y mis planes consistían en pedir una pizza de rúcula con jamón crudo, tomar una buena cerveza, elegir una película y, por qué no, de postre un helado de chocolate y frutos rojos. Tener compañía para hacer estas cosas me daba igual, porque estoy acostumbrada a vivir sola, lo disfruto y a veces, hasta necesito mi soledad. Me dispuse a marcarle a la pizzería cuando recibí un llamado sorpresa.

- ¿Hola?

- Hola Cele ¿qué estás haciendo?

- Estoy en mi casa, por pedir la cena. ¿Vos?

- ¿Estás sola? ¿Qué vas a pedir?

- Sí, estoy sola. Una pizza. – No quería sonar cortante, pero estaba sorprendida del llamado y algo molesta porque no había recibido ni un mensaje de él en el transcurso del día. Nada le costaba ser un poco cordial. Pero, al fin y al cabo, antes que termine el día me llamó y eso merecía ser valorado.

- Genial. Llevo algo para tomar. ¿Te parece? – Obvio que me parece.

- Bueno, sí. Te espero en casa entonces.

 Mi plan se potenció. Vino Mark y superó mis expectativas esa noche. Cenamos mientras veíamos una película de comedia, a la que poca atención le prestábamos ya que nos distraíamos con nuestra propia conversación. Estábamos en el sofá y no quería dejar pasar la oportunidad de charlar los temas importantes de los que hablé en terapia.

- Tengo que preguntarte algunas cosas.

- Bueno, te escucho – Respondió intrigado.

- El otro día te comenté de mí. Que estoy sola hace un tiempo. ¿Vos igual?

- Me observó por unos segundos como si quisiera adivinar cuál es la respuesta que yo estaba esperando, o deseando.

- Sí, igual. Hace tiempo que no tengo una relación seria. 

- Ah, bien. Qué bueno saberlo. Perdón por preguntar, pero creo necesario saber esas cosas.

- Y te doy la razón. Me gustaría seguir viéndote, siempre y cuando vos también quieras, por supuesto. – Contemplé la forma en que me hablaba, y cada vez me podía más. 

- Ok, entonces continuemos viéndonos. – Me rodeó con su brazo y me besó tiernamente.

 Esa noche dormimos juntos. Caí en cuenta de que me estaba enamorando de este hombre y poco miedo tenía de salir lastimada, porque estaba viviendo el presente sin pensar en el futuro. No sabía que tan peligroso era eso, y si iba estar dispuesta a afrontar las consecuencias en caso de que algo saliera mal. Aún era consciente de que poco nos conocíamos, y teníamos mucho por saber uno del otro. Pero preferí ir despacio. Lo más importante ya sabía: Está soltero y tiene intenciones de seguir saliendo.

 A mitad de la noche desperté porque oí algo extraño. Escuché a alguien decir mi nombre y no miré a mi lado, donde estaba Mark, porque era una voz suave y femenina. Media dormida notaba que aún había oscuridad, pero una luz tenue provenía del pasillo. Me levanté sin salirme de la cama para observar hacia el único sitio donde había claridad, y creí ver a mi abuela con su canoso pelo corto y camisón blanco con botones, contemplándome. Pero en mi parpadeo veloz se esfumó. Quedé un poco confundida y me recosté pensando si fue real lo que vi. Noté que me estaba durmiendo cuando sentí la misma voz susurrarme al oído: Cuidado. Mis ojos volvieron a abrirse, miré a mi izquierda, pero no había nadie. Mark aún dormía. Dudaba si había experimentado un hecho paranormal o una alucinación hipnopómpica. De esta última sé que se produce en el tránsito del sueño a la vigilia, porque la viví anteriormente cuando tenía quince años. En esa ocasión, me desperté mirando el techo muy asustada, porque vi cientos de arañas negras revoloteando en un rincón. Acto seguido me levanté a encender la luz y desaparecieron. A pesar de que parecen muy reales, es obra de nuestro talentoso cerebro.

 De todos modos, no podía dejar de pensar en la palabra que me susurraron, y si era mi abuela tratándome de decirme algo desde donde quiera que esté.

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