A la Deriva 29

 

                      A la Deriva 29

Más aún Jorge que por un momento, pese al recuerdo amargo de su hermano estaba muy feliz de ver a su sobrino muy alegre en tanto tiempo… 

Así pasaron la noche tranquilamente relajados. 

—capitán acá está su ropa— dijo Francis pasándole unas camisas a Theo. 

—dejá en el camarote nomas, ahora si tenés mi permiso de entrar jaja— contestó él alegremente mientras tomaba mate. 

—bueno capi que el mate no es micrófono eh—dijo Osvaldo haciéndole señas para que le pase el mate. 

—¡no! Dame la pava, voy a disfrutar solo de este mate mientras puedo, ustedes tienen todo el tiempo, yo no sé—

—¡¿qué?! Pero hay una sola bombilla—

—¡definitivamente son unos pelotudos! Estamos en la concha de la lora y a ustedes se les ocurre fabricar una sola bombilla—se quejó Theo. 

—bueno nené calmate, de seguro algo se va a poder hacer con lo de tu gusto—

—pues si, tal vez algún tratamiento estaba pensado—dijo Carl pensativo. 

Con un suspiro de queja Theo le pasó el mate a Osvaldo. 

En tanto Francis entró al camarote a dejar la ropa. 

La dobló cuidadosamente y la dejó en la silla de siempre. Iba a salir cuando un tenue destello de luz azul que provenía de una mesita que estaba junto a la cama llamó su atención. Era el hermoso dije de aguamarina de Laurine. 

—definitivamente es hermoso, no sabía que está piedra emanara estos destellos— dijo Francis tomándolo en sus manos y viendo más a detalle el colgante. 

Su luminiscencia era hipnótica. 

Dudosa se lo colocó. 

—será solo un momento— se dijo mientras terminaba de enganchar la cadena. 

Pero en el momento que la piedra tocó su piel comenzó a tener visiones fugaces… 

Todo era tan confuso, se estremeció al ver una densa negrura. ¿Qué era eso? El fondo del mar, el abismo… 

“Lau, Lau, Lau” no importa donde sea que estés, te encontraré”

Decía la voz como de un niño macabramente proveniente de algún lugar…

En ese momento Francis se quitó el colgante muy aturdida. Se sobresaltó más al oír entrar a Theo

quién despreocupadamente comenzó a buscar algo en un cajón. 

Ella suspiró profundamente y con las manos temblorosas dejó el colgante en su lugar. 

—¿qué onda vos? ¿Estás bien?— preguntó Theo acercándose. 

Ella asintió en silencio saliendo rápidamente.

—que raro, bueno ¿Dónde estaba esa pipa?— se dijo pensativo volviendo a buscar. 

Enseguida Theo salió con la pipa y encendiéndola comenzó a fumar amenamente.

Todos estaban muy tranquilos, a excepción de Francis que había quedado muy aturdida por la experiencia que había tenido con el colgante…

Así a la mañana llegaron al puerto de Londres.

Para su sorpresa Edgar los esperaba ahí. 

Bonnie bajó rápidamente con su tripulación y encogiendo nuevamente su embarcación se despidió de todos. 

—¡ey pará! ¿Qué onda? ¿Por qué te vas así?— gritó Theo bajando rápidamente y yendo tras ella. 

Bonnie se detuvo sorprendida. 

—si que eres un gilipollas— dijo ella con un suspiro. 

—tengo asuntos importantes que atender, ya nos veremos en algún momento—

—bueno pero al menos hacé lo mismo con mi barco—

—está bien, si ya sacaron todo lo necesario— dijo ella volviendo hacia donde estaban todos. 

—¡che saquen todo lo necesario, rápido!— gritó Theo corriendo hacia la fragata. 

Rápidamente todos corrieron hacia la embarcación a sacar las cosas. 

Nuevamente Theo volvió a confiarle el navío pequeñito a Francis. 

Ella asintió muy seria y segura dejando a un lado lo sucedido con el collar. 

—pues bien, nos veremos en algún momento, supongo— dijo Bonnie con una sonrisa forzada. 

Delicadamente Edgar tocó su hombro para detenerla y muy amenamente dijo :

—Bonnie ¿Cuál es la prisa? Pueden quedarse en la mansión todo el tiempo que quieran—

—¡oh! ¡ ¡Válgame! Creí que seguías molesto conmigo y pues, bueno… 

Dijo ella mirando para otro lado. 

Ante eso Edgar lanzó una carcajada. 

—¿pero que dices? Si eres mi amiga, ya mejor vámonos—

Ella se sonrojó y asintió con una gran sonrisa. 

—bien damas y caballeros, para los que no me conocen soy Edgar Nevermore, se alojarán en mi mansión la cual está muy cerca de aquí, así que iremos caminando— dijo él muy tranquilo sonriendo, más al ver a Laurine. 

Todos asintieron en silencio. 

—además de ustedes también contamos con la presencia de la familia de Laurine y una amiga muy querida quien nos acompañará en la cena esta noche—

Todos se sorprendieron al oír sobre la familia de Laurine. 

—¿entonces los encontró? ¿Pudo dar con ellos?—preguntó Laurine nerviosa acercándose a él. 

—así es señorita, ellos se encuentran muy bien, estaban en Venecia, gracias a las influencias de mi padre dimos con ellos rápidamente y bueno están ansiosos esperándola—

—no puedo creerlo, no tengo palabras para tan gran gesto— dijo ella entusiasmada, él sólo sonrió viéndola fijamente. 

—que bueno eso che, es una gran noticia, me alegra saber que los voy a poder conocer—dijo Theo acercándose a ellos y entrelazando su mano con la de ella. 

Así todos miraban impresionados las calles de Londres. En fin era como les había contado Carl. 

Mucha gente caminando de aquí para allá, de todas las clases. Aristócratas muy bien vestidos luciendo sus trajes y sombreros de copa como Edgar, damas también muy elegantes con sus pomposos vestidos y bueno gente pobre en las veredas pidiendo limosnas y los infaltables carteristas a los cuales la policía trataba de no perder de vista, misión un poco difícil dado la cantidad de gente que se movía de un lado al otro sin parar por las calles un poco lodosas debido a la llovizna. 

—tipo ¿qué onda? el clima húmedo de m****a este—dijo Theo mirando al cielo arrugando la frente.

—es así todo el tiempo— dijo Edgar con una sonrisa. 

Lo mejor es por las noches cuando se levanta una densa neblina, especial para gente como nosotros— dijo Edgar mirando a Theo. 

Él solo lo miró muy molesto. 

—¡chales! Entonces ¿aquí nunca sale el sol?—preguntó Leo. 

—mmm algo así— dijo Edgar riendo nuevamente ante la pregunta. 

Así después de caminar unas 5 cuadras llegaron a la mansión de Edgar la cual ocupaba toda una manzana. 

Todos quedaron boquiabiertos al ver el lugar el cual contaba con un inmenso jardín lleno de rosas, camelias y otras flores de vivos colores.

En el amplio portón de rejas esperaban Sigmund y el mayor domo. 

—buenos días, sean todos bienvenidos a nuestro hogar— exclamó Sigmund con una cálida sonrisa. 

Todos saludaron y entraron caminando lentamente por el amplio camino hasta la entrada principal. 

—nunca pensé que estaría en un lugar como este en mi vida— dijo Osvaldo asombrado con los ojos abiertos como platos para no perder ningún detalle de lo que veía. 

—tal cual, osea la casa esa del Pietro era bastante lujosa también, pero esto peca de elegancia— dijo Joseph. 

—bueno che, disimulen un poco, que no se note tanto el crotaje— les retó Milton. 

Así entraron al inmenso living, donde quedaron aún más anonadados... 

Pero el asombro de todos fue aún mayor al ver bajar de las inmensas escaleras de mármol a una hermosa pareja seguida de 3 adolescentes y 5 niñas pequeños. 

Al verlos Laurine no pudo evitar asustarse y emocionarse al mismo tiempo, pero sin dudarlo corrió hacia ellos los cuales la recibieron con un muy cálido abrazo… 

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