3-De regreso al Imperio de los Incas

- Tú habías muerto. – Decía Ely llorando y abrazando a Juan en el momento en el que Èliàn y su tía entraban en la habitación. – Te vi morir y estás aquí.

- Y tú pretendías dejarte morir por mí. – Ella soltó y se secó las lágrimas. – No te lo habría perdonado.

- Pero…

- No tiene justificación. – Juan parecía realmente molesto. – Pero no tendremos esa discusión ahora. Nos compete sólo a ti y a mí. – En ese momento él estaba agachado y se sentó en la cama y la abrazó.

- Que bueno que estés bien. – Le dijo Jessica a la muchacha. – Estábamos muy preocupados por ti.

- Así es. – Dijo Edward.

- Pero ahora podemos ver que no sucedió nada y que todo está bien. – Èliàn se acercó y se agachó junto a la muchacha.

- Nos preocupamos mucho por ti. – Dijo Ricardo. – Desapareciste y no supimos donde buscarte.

- Lo se. – Dijo Ely. – Me oculté hasta que todos se fueron y volví a buscar a Juan. Pero no encontré nada. – Luego miró a Juan. – Aún tengo una pregunta.

- ¿Cuál?

- ¿Por qué volviste? – Juan la miró. – Es decir, no había nada ahí, ¿Por qué volviste?

- Bien, - Juan rió. – Esperaba a que alguien hiciera esa pregunta. – Juan se levantó y fue a buscar un morral que había dejado sobre una mesa, cerca de la puerta. – Ese edificio era un museo. – Dijo mientras buscaba en el bolso. – En ese museo exhibían muchas cosas de la edad de piedra, incluso cosas de los Incas.

- ¿A dónde quieres llegar?

- A algo que Anny dejó olvidado antes de irse. – Àhlian dio un paso hacia adelante y Èliàn se levantó. – Creo que esto les será de gran utilidad. – Y para sorpresa de todos, Juan sacó un libro dentro de una caja de cristal, se veía desgastado, pero parecía ser de un metal precioso.

- Es… - Comenzó Èliàn y su tía le interrumpió.

- ¿Qué es?

- El libro de Noha – Dijo Neithan acercándose y tomando la caja de cristal. – La reliquia de las galaxias gemelas.

- ¿Cómo sabías que era una reliquia? – Le preguntó Èliàn a Juan.

- No lo se. – Dijo el muchacho y fue a sentarse de nuevo junto a Ely. – Sólo lo intuí.

- Sólo nos hace falta la otra reliquia de esas galaxias.

- ¿Tiene dos? – Preguntó Jessica.

- Así es. – Dijo Àhlian. – Se les llama galaxias gemelas por parecerse mucho, lo que las hace diferentes es que, a cierta distancia, el centro de una de ellas es azul y el de la otra es morado.

- ¿Cuál es la otra reliquia? – Preguntó Edward.

- El cetro. – Dijo Neithan. – El que vinimos a buscar.

- Y el cual conseguiremos con la ayuda de Ely.

- ¿Mi ayuda?

- Así es. – Dijo Jessica y la puso al tanto de todo. pasaron varias horas hablando hasta que todos comenzaron a salir de la habitación dejándolos solos.

- Bien. – Dijo Ricardo tomando a Alanna de la mano. – Creo que es momento de descansar.

- Mañana arreglaremos todo lo referente a las reliquias. – Dijo Neithan.

- Si. – Dijo Àhlian. – Esa muchacha necesita descansar, igual que nosotros.

- ¿Crees que Mordana venga por el cetro?

- Mató a Lìhan. Debe estar preparándose. – Dijo Àhlian y Neithan bajó la mirada. – Dudo que quiera decirle algo a la Emperatriz. Pasará algún tiempo antes de que se de cuenta de que aún no tiene respuestas. – Sonrió. – Aún tenemos tiempo. Que descansen. – Y fue a su habitación.

Todos los demás se despidieron y Neithan se fue a su habitación, Èliàn se disponía a entrar a la suya cuando un golpe proveniente de la habitación de Neithan la detuvo.

- Neithan. – La muchacha llamó. La puerta estaba cerrada. - ¿Estas bien?

- No. – Dijo el muchacho. – Ayúdame. Me caí.

La muchacha abrió la puerta, pero para su sorpresa no había nada. Neithan no estaba en el suelo.

- Neithan.

La puerta se cerró y en el momento en el que ella se volvió él la besó sin darle la oportunidad de decir o hacer nada.

- Neithan espera. – La muchacha se soltó. - ¿Por qué hiciste eso? – La muchacha lo golpeó en el estómago. – Me asustaste.

- Sólo fue una broma.

- Ya lo veo.

- Quédate conmigo.

- ¿Qué?

- Quiero dormir contigo. – La tomó por la cintura. – Dormir, abrazándote. – Luego la besó. – Besándote – Ella lo abrazó.

- Neithan no se yo…

Y No me digas que no. – La miró y le acarició el cabello y pegó su frente a la de ella. – Por favor. Quédate conmigo. – Se miraron unos segundos y luego volvió a besarla y ella lo aceptó. Luego la cargó y la llevó a la cama, la acostó con ternura y no dejó de besarla.

A la mañana siguiente, todos se encontraban reunidos en la sala de control, utilizaban los mapas visualizados en la pantalla del tablero. Ricardo le explicaba a Àhlian y Neithan la ubicación de donde se había encontrado la pirámide Inca en el sur del reino, más de la mitad de Chile. Era el lugar exacto donde se encontraría el cetro.

- Ely se está recuperando. – Dijo Alanna. – Podremos salir mañana, ella tiene las fuerzas suficientes para hacer lo que le pedimos.

- ¿Estás segura? – Preguntó Èliàn. En ese momento Neithan la abrazó por la cintura y apoyó su barbilla en el hombro de la muchacha. – Recuerda que ha estado muy débil.

- Podrá viajar.

- No tenemos tiempo para viajes. – Dijo Àhlian. – Lo haremos igual que al principio. Nos apareceremos.

- Bien. Supongo que esta vez Edward si podrá ayudarte.

- Si. Ya me siento bien para poder transportarme, así podremos llegar al lugar específico lo más rápido posible.

- No pueden aparecer frente al cetro. – Dijo Ricardo.

- ¿Por qué? – Preguntó Jessica.

- Porque el poder del cetro es muy grande. Al accionarse crea un campo que evita que cualquier poder funcione, excepto por supuesto los de los caballeros de fuego. En este caso la dama de fuego.

- Entonces partiremos mañana. – Dijo Juan saliendo de la habitación.

- Si. – Dijo Jessica.

- ¿Cómo está Ely? – Le preguntó Main.

- Se encuentra mucho mejor. Aunque el paseo de esta mañana la agotó un poco.

- No creo que sea prudente hacerlo ahora. Ella está muy débil. – Dijo Èliàn.

- Lo hará. – Dijo Alanna. – Estará bien. Y si no lo hace, yo puedo brindarle parte de mis poderes.

- Si. – Dijo Jessica. – Lo importante es que todo salga bien y puedan irse antes de que Mordana decida venir.

Al día siguiente, todo estaba preparado para ir a Perú. Èliàn estaba en la habitación de Neithan, algo distraída cuando el muchacho entró sin que ella se diera cuenta.

- ¿Sucede algo? – Ella se sobresaltó.

- No. – Dijo y él se sentó y la abrazó. – Sólo pensaba.

- Y ¿En que pensabas?

- Hace algunos días tuve una conversación con Àhlian. – Dijo la muchacha. – Sobre mi madre.

- ¿Qué te dijo? – Èliàn bajó la cabeza y comenzó a llorar. – Hey. ¿Qué sucede? ¿Por qué llorar?

- Mi madre sufrió mucho Neithan. – Él la abrazó. – Lo hizo todo para protegerme, sufrió para mantenerme a salvo. Sufrió hasta morir.

- Tranquila. – Le dijo él y le besó la frente. – Ya no sufre más. – Se levantó y se sentó frente a ella. – Cuando amamos, no nos importa sufrir por aquellos a quienes queremos. Si para protegerlos debemos dar nuestra vida no lo dudamos. Tú mamá te amaba, ese fue el medio que utilizó para demostrarlo, aunque no fuera su intención, a ella solo le importaba protegerte.

En ese momento la puerta se abrió y Èliàn se secó las lágrimas. Era Jessica.

- Todo está listo. – Se percató de que la muchacha había llorado. - ¿Todo está bien?

- Si. – Dijo ella. – No te preocupes, ya salimos.

Jessica salió y cerró la puerta tras de si. En pocos minutos todos estaban reunidos.

- Bien. – Dijo Àhlian. – Tómense todos de las manos. - Àhlian y Edward estaba uno frente al otro, sus miradas estaban fijas en unos sobre el otro. Los ojos de Edward brillaron y todos desaparecieron. Aparecieron en un lugar repleto de árboles.

- ¿Dónde estamos? – Preguntó Èliàn.

En ese momento, Jessica se apartó y fue hacia unos arbustos y comenzó a apartarlos para dejar ver un sendero. La maleza había crecido desde la última vez que estuvieron ahí. Los árboles cercanos eran más altos y se filtraba poco el sol. Jessica dio unos pasos hacia lo que parecía ser una tumba a la que le había crecido flores y se hallaba al lado del sendero. La muchacha se agachó para mirar con nostalgia.

- Al menos tú estás muy lejos de todo esto.

En ese momento, Edward salió de entre los matorrales y ella se sobresaltó.

- Estaba buscándote. – Dijo asombrado y aliviado a la vez. - ¿Qué…? – Se interrumpió al ver la tumba. – Encontraste el sendero. – Dijo. Jessica sonrió.

- Había olvidado las señales que dejé antes de volver.

- ¿Señales? – Preguntó Edward desconcertado.

- Si. – Dijo ella. – Quería volver y mirar de nuevo la tumba de mi hermana. – Jessica se levantó y Edward la abrazó por la cintura.

- ¿Por qué no lo mencionaste?

- Durante el tiempo que estuve con Èliàn, había olvidado la pena que llevaba cuando creí que mi hermano había muerto y también este lugar. Luego, cuando pensamos que Neithan había muerto, cada una de nosotras lloraba sola. Ella por Neithan y yo por Juan hasta que continuamos lo que habíamos dejado de hacer, entonces, en mi mente, todas esas cosas estuvieron aguardando, esperando el momento de salir. Cuando tenía la oportunidad volvía a mi cabeza la forma en que murió Clair y luego Juan venía a mi mente, pero siempre logré evitar que las lágrimas salieran.

“Pero al llegar aquí, todos esos sentimientos salieron a flote y mi deseo de volver se intensificó. Cuando llegamos no recordaba las señales que había dejado hasta hace rato.”

Edward la abrazó y besó su frente.

- Iré a buscar a los demás. – Dijo y la soltó, luego se alejó por los matorrales.

En poco tiempo, todos comenzaron a subir por el sendero en dirección al lugar donde mucho tiempo antes se encontraban las pirámides. Llegaron a pocos pasos cuando Jessica se detuvo.

- Esperen. – Todos se detuvieron.

- ¿Qué sucede?

- Algo no está bien. – Instintivamente Alanna miró a Ricardo que la tomó por la mano y la abrazó. – Aquí hay algo más.

- Debemos apresurarnos Jessica. – Dejo Àhlian.

- Pero hay algo que no está bien. Si vamos… - Ricardo la interrumpió.

- Sabremos a que te refieres. Tranquila, estaremos preparados. – Ella lo miró y le sonrió, luego reanudaron la marcha.

Al llegar, todos pudieron ver como el cetro mantenía sellado el vórtice que había abierto los subyac hace mucho tiempo.

- Siempre pensé que las reliquias tenían un gran poder. Eso las hace especiales, y eso es lo que protege a las galaxias. – Dijo Èliàn. En ese momento Àhlian miraba hacia el cielo, como en espera de algo.

- Bien – Dijo Ely, - no perdamos más tiempo.

La muchacha dio un paso adelante y se quedó observando el cetro sobre la cúpula, específicamente la roca que se encontraba en este.

- Jessica. – La llamo. - ¿Crees que puedas hacer el ojos azul y ponerlo en mi mano?

- ¿QUE? – Todos estaban sorprendidos ante la petición de Ely.

- ¿Estás loca? – Preguntó Juan. – Eso nos mataría a todos.

- No creo que sea buena idea – Dijo Èliàn mirando de reojo a su tía.

- Yo creo que si. – Dijo Àhlian y Èliàn la miró sorprendida. – Pero lo haré yo. – Dio un paso adelante. – Yo te daré el ojo azul.

- Bien.

Àhlian cerró la mano derecha en un puño y esta comenzó a brillar con un color azul muy débil, ella levantó la mano y le tendió el brillo a Ely, la muchacha lo recibió y durante unos segundos se quedó observando la piedra que estaba sobre el cetro. Un viento extraño comenzó a emanar de no se sabe donde y los ojos de Ely se transformaron en dos pequeñas esferas de fuego. Su cabello, que se levantaba con el viento, se confundía con el fuego y todos tuvieron que alejarse pues emanaba calor. Ely soltó la esfera azul de su mano y esta fue en dirección al cetro. En cuanto la esfera hizo contacto con la roca, el brillo se intensificó y en cuanto se desvaneció ya no había nada, ni centro, ni vórtice.

- ¿Dónde está?

- Esperen. – Àhlian dio un paso adelante. – Esto no está bien.

- ¿Qué sucede? – Los ojos de Ely volvieron a la normalidad y el viento desapareció.

- AL SUELO. – Gritó Àhlian. Tomó a Ely por el brazo y la obligó a agacharse justo en el momento en que una esfera de fuego salía de entre los árboles en dirección a ellas.

La esfera se mantuvo suspendida en el aire unos segundos y luego comenzó a tomar la forma de un humano, sin tener contacto con el suelo. El fuego desapareció dejando frente a todos un hombre vestido de negro con una capa abrochada al cuello de botas largas hasta las rodillas. Para sorpresa de todos, tenía el cetro en la mano derecha.

- Èliàn. – Dijo mientras descendía hasta posarse en el suelo. – Por fin puedo conocerte.

- ¿Quién eres? – Preguntó Èliàn.

- Es increíble que no lo veas. – Luego miró a Alanna. – Porque todos lo saben. – Comenzó a caminar en círculos. – No importa Èliàn. – Se detuvo y la miró. – No voy a enfrentarte ahora, porque no es el momento. – Luego miró a Àhlian. - ¿Tú?

- Acabas de decir que no la enfrenarás. – Dijo Àhlian. – Termina de irte y espera el momento.

- Tú no me darás órdenes. – Dijo el hombre, el cetro brilló y se transformó en una espada. – Esta vez voy a eliminarte. – el hombro corrió hacia Àhlian pero se detuvo al ver que Èliàn se atravesaba entre ambos y Àhlian no se lo impedía. – No te metas Èliàn. Ya te dije que…

- Se lo que acabas de decir. – Dijo Èliàn sin moverse. – Y se por qué no me atacas. – Èliàn rió con ironía. – Los dragones son leales a sus propias palabras. – El hombre dio un paso atrás. – No es el momento para ninguno. Si vas a atacarla, tendrás que pasar sobre mí.

El hombre no dejó de mirarla, luego rió con ironía y retrocedió.

- Muy bien Èliàn. – Dijo y se detuvo donde había estado el vórtice. Levantó la espada y la señaló. – Nos volveremos a ver. – Y se desvaneció.

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