Capítulo 4

Me despido de los chicos en el restaurante y Stephen me detiene antes de que salga del restaurante

Me ofrece llevarme a casa, viendo que Jessie se ha quedado dormida y se me dificulta caminar con ella entre mis brazos.

Saben lo que me sucedió en la pierna durante el accidente. Algunos nervios no funcionan del todo y muy pocas personas han notado que cojeo de mi pierna izquierda.

Una de mis principales inseguridades.

- Puedo hacerlo. No te preocupes. Solo son dos calles – Me cuelgo la mochila en el hombro.

- Eres una necia, Ciara – Zaheera intenta arrebatarme a Jessie de los brazos para introducirla en el auto de Stephen.

- Los llamare cuando llegue a casa – No me espero para que me den una respuesta.

Salgo a la fría y oscura noche de noviembre. Mientras los escucho protestar a mis espaldas.

Los ignoro y camino por Greenwich, por la misma acera donde se encuentra el restaurante.

Jessie está agotada. Es pequeña, pero le ayudó a Elliot a servir los tragos de los clientes y él le ha dado una buena propina. Y ha caído profundamente dormida.

La abrazo, con fuerza y mi pierna comienza a doler.

No le prestó atención y sigo caminando.

No estamos solas. Nos tenemos la una a la otra.

Escucho pasos detrás de mí. No quiero alarmarme porque llevo a Jessie y claramente no puedo correr.

Me aferro a ella. Rezando que sea quien sea, pase de largo. Y así lo hacen un par de adolescentes, aparentemente ebrias, agarradas del brazo.

Respiro, tranquila y sigo mi recorrido hasta llegar a casa.

No es hasta cuando pasos firmes y fuertes vuelven a escucharse a mis espaldas. Se que esta mas cerca.

- Señorita – Me paralizo por un segundo al escuchar una voz masculina.

Aumento el paso y camino sin mirar atrás. Estoy a punto de despertar a Jessie y echarnos a corres

Pero un cuerpo se interpone en mi camino y choco contra él.

Arrojo un gritito. No importa si he despertado a Jessie.

M****a. Es el hombre del restaurante. Valentino.

- Permítame acompañarla hasta su casa – Dice sin más.

- No. Pero gracias. No falta mucho para llegar a mi casa – Rechazo su oferta.

¿Casi me mata del susto y quiere llevarme a casa?

No, gracias.

- Insisto. No debe estar en calle tan tarde y menos con su hija en brazos – Señala a una dormida Jessie.

Escuchar como él llama a Jessie, mi hija. Me hace sentir incomoda.

Definitivamente no tengo oportunidad con él.

Pero, ¿Por qué eso me preocupa?

Esta calle nunca me pareció peligrosa. Algunos comercios cierran hasta tarde. Pero hoy me lleve un buen susto.

Acepto su oferta. Valentino es un completo extraño y no puedo fiarme de él.

Pero por alguna extraña razón. Me hace sentir segura.

Subo con cuidado a su auto lujoso. Si mi visión no está mal, es un Ferrari. No creo que sea conveniente llevar a Jessie en mi regazo, al él no parece importarle.

- ¿Dónde vive? – Pregunta haciendo rugir el motor de su auto.

- En el 200 de Waberly – Le proporciono mi dirección. Un tanto insegura.

- No esta muy lejos – No dice más y comience a conducir por la calle.

Jessie se remueve y murmura:

- ¿Mamá? – Entreabre sus hermosos ojos azules. Y los vuelve a cerrar. Indicando que aún está dormida.

- Shhh … Duerme, Jessie – La estrecho más contra mi cuerpo y deposito un beso en su frente cubierta de castaños cabellos.

No taramos mucho en llegar a edificio y Valentino se baja para abrirme la puerta y ayudarme a cargar a Jessie para buscar las llaves en el bolsillo de mi saco.

- Gracias – Subimos la pequeña escalinata que da a la puerta principal del edificio. Meto las manos en ambos bolsillos y las localizo. Introduzco las llaves en la cerradura y esta se abre.

- Puedo acompañarla hasta su piso –

- No es problema. Con traernos hasta aquí es suficiente. Puedo encárgame – No quiero sonar borde, pero es lo que hago. M****a.

- Debe ser una gran responsabilidad – Creo que no se percata de mi tono de voz molesta o solo lo ha dejado pasar.

¿Por qué estoy molesta?

- Sí que lo es. Pero no que haría sin ella – Sonrío cuando me la entrega.

- Fue un verdadero placer, señorita. –

- Ciara – Me apresuro a decir. Me sorprendo al ser tan directa y fácil en decirle mi nombre y dirección a un completo extraño.

Me desconozco.

- Ciara. Que descanse – Su mano envuelve mi brazo cubierto de tela. Y esa sensación extraña y nueva para mí, vuelve a recorrer todo mi cuerpo.

- Igualmente, Valentino – Se vuelve a su carísimo auto. Se introduce en él y arranca alejándose del edificio y desapareciendo de mi vista.

Algo me dice que no es la última vez que veré a este hermoso hombre. 

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