Capítulo 5.

Maxine.

Me levanto muy temprano a pesar de que anoche las pesadillas no me dejaron dormir, cuando bajo a la cocina ya lista para irme, Harvey y mi madre ya están allí tomando café.

–¡Max, que madrugadora! – me saluda mi padrastro.

Yo le sonrío y le doy un beso en la mejilla – sí, es que decidí irme ahora temprano.

–¿No tenías el vuelo en la noche? – gruñe mi madre entre dientes.

–Si, pero iré al aeropuerto para ver si puedo cambiarlo a uno más temprano – respondo.

–¿Quieres un poco de café?

–Si, claro – le respondo a Harvey.

Me siento en la barra de la cocina de mármol frente a mi madre.

–No tienes que irte ahora – susurra, no sé si lo dice de dientes para afuera, pero de lo que si estoy segura es que le esta costando sacar las palabras de su boca. Conozco a Rachel Prior y sé que cuando se siente herida puede ser un poco orgullosa, es uno de los defectos que heredé de ella.

–Pensé que ya no querías tenerme aquí.

Ella rueda los ojos y deja la taza de café sobre la isla – ¡Deja de decir estupideces!

–Lo digo por lo que veo – levanto los hombros y Harvey se aclara la garganta con clara incomodidad.

–Tu café, Max – el hombre pone una taza frente a mi y me alcanza el azúcar, la canela y una cucharita para revolver.

–Gracias.

–Yo voy a ir a organizar unos documentos, pero vendré a despedirme antes de irme a la oficina, ¿Ustedes van a estar bien? – pregunta, como si de repente mi madre me fuera a asesinar. Aunque sinceramente en este momento si tiene cara de poder hacerlo.

–Si, estaremos bien – suspira y yo me llevo la taza de café a la boca.

Harvey nos dirige una miradita rápida a ambas, pero termina saliendo de la cocina de todas formas, creo que ya está acostumbrado a estos encontrones de nosotras dos.

–Escucha mamá… – comienzo a hablar.

–No, escúchame tu a mí, Maxine – me interrumpe – no voy a disculparme por lo de anoche, no voy a fingir que fue un error o que no lo repetiría, porque me conozco y sé que si pudiera volver a darte la oportunidad de anoche lo haría sin pensarlo, no voy a retractarme de haberle pedido a Harvey que llamara a Thomas, pero…

–¿Pero…?

–Pero ya eres una mujer adulta – ella suelta un suspiro – y no puedo obligarte que a que tomes un trabajo si no quieres hacerlo, ya no estás en la primaria, no tengo que obligarte a ir a la escuela. Tu misma debes tomar tus decisiones y debes vivir con ellas y sus consecuencias, si no quieres venir a Washington, está bien, olvidemos que la cena de anoche sucedió y prometo que jamás voy a volver a tocar el tema, pero deberás vivir con eso en la conciencia.

–Lo sé y queria pedirte una disculpa, creo que me sobreactué con respecto a todo esto.

–¿Tú crees? – abre los ojos.

–Está bien, estoy segura – bufo.

–¿Qué es lo que pasa en tu relación con Trevor? ¿Por qué tienes tanto miedo de venir a Washington?

Me muerdo el labio inferior y quisiera tener una taza más grande de café para poder ahogarme con la bebida, por desgracia el café ya se está acabando.

–No pasa nada, solo no creo que seamos capaces de sobrellevar una relación a distancia.

–¿Y no estás dispuesta a averiguarlo? Ni siquiera por algo tan importante como esto.

–Pues creo que en realidad si estoy dispuesta, anoche le envié algo de mi trabajo a Thomas, utilicé tu computadora, por cierto.

Mi madre sonríe y se le ilumina la mirada – ¿Eso quiere decir que vendrás a Washington?  

–Eso quiere decir que voy a pensarlo.

Ella se queda en silencio unos minutos y me mira fijamente, como si estuviera tratando de asegurarse de que la persona frente a ella si es su hija.

–Debiste haberte visto anoche, Max. La forma en la que hablabas con Thomas, te veías tan segura de ti misma, debatiste con propiedad, anoche me sentí muy orgullosa de ti.

–¿A pesar de todo?

–A pesar de todo – ella asiente con la cabeza y yo quisiera que pudiera darse cuenta de lo mucho que sus palabras me alivian, de todas las personas en el mundo a quien menos espero defraudar es a ella.

Agarro la mano de mi madre y siento el contacto cálido.

–Ahora solo resta esperar una respuesta de Thomas.

–Ese hombre se quedó maravillado contigo, estoy segura de que no dudará en darte una oportunidad – asegura y yo le creo, por primera vez en mucho tiempo siento que estoy saliendo de la brecha en la que estaba metida, y me alegra compartir este momento con la única persona que ha estado a mi lado toda la vida.

–Mamá, ¿Por qué no me dijiste que Ian habia llegado ya?

–¿Ian está aquí? – frunce el ceño y se amarra la bata de dormir sobre el vestido de seda rosa.

–Si, anoche me lo encontré aquí en la cocina.

–¿Y qué tal?

–¿Qué tal qué?

–¿Cómo te trato, Max? – pregunta con obviedad.

–Como un idiota, como siempre.

–Clásico de Ian – ella lleva las tazas vacías al fregadero – no sabía que estaba aquí, pero ya debería estar acostumbrada, Ian es del tipo de persona que hace lo que quiere cuando quiere, y no se molesta en avisar a nadie, ¡Es un poco molesto!

–Es como una borona en un brasier.

Mi madre suelta una carcajada y yo la sigo.

–Veo que ya han hecho las paces – asevera Harvey entrando nuevamente en la cocina con su blazer puesto y el maletín en la mano.

–Si – decimos ella y yo al unisonó.

–Sabía que esta pequeña guerra no duraría mucho – chasquea la lengua.

–Cariño, ¿Sabías que Ian estaba aquí? – cuestiona Rachel.

–De hecho, sí, me envió un mensaje ayer en la noche.

–¿Y porque no dijiste nada?

–Porque ustedes dos estaban muy tensionadas, no queria agregar más presión – se disculpa y mi madre lo mira con reproche mientras yo niego con la cabeza.

Harvey inspecciona su reloj – se me hace tarde – dice, intentando evitar los reproches de Rachel – Max, ¿Quieres que te lleve?

–¿Aun piensas irte ahora temprano? – me pregunta ella.

–Si, si todo sale bien estaré aquí mas tiempo del que ustedes dos van a querer, asi que creo que volveré a Flagstaff con Trevor, pero no necesito el aventón, Harvey, me tomaré una taza más de café – le sonrío.

–De acuerdo, entonces nos vemos después, Maxi – Harvey le da un beso en los labios a mi madre y después se despide de mi con un abrazo.

–Él es de los buenos – susurro viendo a mi padrastro salir de casa.

–Si... – responde Rachel de manera tonta.

Mi madre y yo nos quedamos un rato más hablando y comiendo pan, yo llamo desde casa al aeropuerto y adelanto el viaje, cuando por fin llega la hora de irme ella me acompaña hasta la puerta de casa en donde Cornell me espera para llevarme al aeropuerto.

–No olvides escribirme y avisarme de cualquier noticia que tengas de Thomas – me dice mi madre dándome un abrazo.

–Por supuesto que si – yo le doy un beso en la mejilla, me alejo de ella y espero hasta que ella vuelva a entrar.

Meto la maleta en el asiento trasero y estoy lista para irme.

–¿Necesitas un aventón? – me dice la voz ronca y recién levantada de Ian que se acerca a mí, aun usando la parte de debajo de la pijama, con el torso desnudo y una taza de lo que supongo es café en la mano.

–¿Crees que tengo instinto suicida? Ni en un millón de años dejaría que tu me llevaras a ningun lado, además, por si no te diste cuenta, tengo a Cornell – señalo al hombre que me sonríe con sus bigotes ligeramente blancos.

–Cornell, déjanos solos – pide después de una pausa.

Yo trago saliva y frunzo el ceño – no, Cornell, no nos dejes solos – le pido.

–¿Te da miedo estar a solas conmigo? – pregunta divertido.

–No, pero tengo afán.

–¿Por volver a ese pueblucho en el que vives?

–Por volver con mi novio – no sé porque, pero tengo la necesidad de que Ian sepa que tengo novio, no me gusta la forma en que se acerca a mí, mucho menos como me mira o se acerca a mi cuerpo, es atrevido, insinuante, de alguna forma me recuerda a…. Trevor, me recuerda a cuando Trevor y yo comenzamos a enamorarnos.

–¿Todavía sigues con Scott?

–Pues sí.

Ian suelta una carcajada que yo no sé cómo interpretar, lo único de lo que estoy segura es que debo irme ya o perderé el avión.

–Me gustas más con las bragas de Bob Esponja – suelta sin pudor alguno.

Cornell me mira con los ojos abiertos y yo siento que mis mejillas se ponen rojas de la vergüenza.

–No sé de qué estas hablando. Cornell, vámonos ya – le ordeno y el hombre se mete en el auto.

Yo hago lo mismo.

–Dale mis saludos a Scott – me pide con sarcasmo – nos vemos después, Maxine.

Cornell enciende el auto y yo no puedo despegar mis ojos de Ian si no hasta que lo pierdo de vista. ¿Por qué tengo el corazón tan acelerado? 

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