Capítulo 6

Justin podía leer a Hannah como si fuera un libro abierto. Lejos de sentirse asqueada o molesta por sus miradas cargadas de deseo, Hannah era receptiva, y en las profundidades de sus ojos se revalaban sus necesidades y deseos.

Estaba impaciente por estar a solas con ella, sentir su boca bajo sus labios, su cuerpo desnudo deslizándose sensualmente bajo el suyo, sus largas piernas rodeándole la cintura.

<<Basta>>, ordenó Justin a sus dísculos pensamientos,a la vez que sentía cómo su cuerpo se endurecía allí mismo, debajo de la mesa. Por unos segundos se imaginó corriendo por la tundra helada, temblando de frío, en un intento de controlar su ardor.

Momentos más tarde, los sonidos del grupo de música que estaba situado junto a la pequeña pista de baile que había en un extremo del amplio comedor privado lo sacaron de sus pensamientos.

Que típico de Mitch, pensó, contratar una orquesta para bailar después de la cena.

Sin pensarlo dos veces, Justin se puso en pie y rodeó la mesa hasta llegar junto a Hannah.

-Supongo que también tenemos que ensayar el baile que seguirá a la recepción de la boda -dijo él, extendiendo la mano a modo de invitación.

-Ahh... -respondió Hannah, la voz cargada de incertidumbre, reticente a dejarse llevar por él, y temorosa del contacto físico.

-Así es -dijo Maggie, riendo-. Queremos que todo sea perfecto.

Justin tuvo ganas de plantar un beso en la frente de su futura cuñada. En ese momento la adoró.Hannah suspiró, pero obedeció, y colocó la mano en la de Justin a la vez que se levantaba de la silla.

Justin sentía que el corazón se le iba acelerando a medido que llevaba a Hannah hacia la pista de baile. Aunque no iba a poder sentir su piel dedosa y desnuda deslizándose contra él, ni sus labios seductores en los suyos, ni el abrazo de sus esbeltas piernas, no pensaba dejar la oportunidad de sentir el fexible cuerpo femenino pegado al suyo.

No era exactamente el tipo de baile que Justin deseaba, pero de momento tendría que conformarse con eso.

Afortunadamente, el grupo de música estaba interpretando su canción favorita, una balada que sólo podía bailarse agarrado. Al llegar a la pista, Justin atrajo a Hannah contra su cuerpo y le rodeó la cintura con ambos brazos. A Hannah no le quedó otra alternativa que rodearle el cuello con los brazos. La sensación creada por el contacto del cuerpo alto y esbelto pegado al suyo superaba con creces cualquier otra sentida con anterioridad estando vestido.

Y no sólo vestido, se corrigió él para sus adentros.

Hannah deslizó la mano desde la nuca masculina hasta el centro del pecho, y Justin contuvo la respiración ante las sensaciones que recorrieron su cuerpo. Aunque sabía que la intención de Hannah era interponer algo de distancia entre ellos, Justin se vio obligado a reprimir un involuntario estremecimiento provocado por la ardiente sensación de la palma femenina en su piel, a través de la camisa.

-¿A qué tienes miedo? -preguntó él, en tono muy bajo, para que sólo ella lo oyera-. ¿No te gusta bailar?

Hannah levantó la cabeza para mirarlo. Una irónica sonrisa curvaba sus tentadores labios.

-No especialmente -dijo-. Y no necesito que me planchen el vestido, gracias -Justin se echó a reír y se contuvo antes decirle que pensaba plancharlse algo más que la ropa. Se contuvo por una razón: había escuchado el casi imperceptible tono de pasión bajo el tono burlón de las palabras femeninas. Decidiendo no precipitarse, se separó unos centímetros de ella,dejando un brevísimo espacio entre los dos-. Me alegro de que me encuentres tan divertida -dijo ella, manteniendo la mano firmemente apretado contra su pecho.

-Oh, te encuentro mucho más que divertida -dijo él, luchando contra el impulso de ser más explícito, de demostrárselo allí mismo, en medio de la pista de baile. Pero no. La sala estaba llena de gente, y la mayoría eran miembros de la familia. Si él se dejaba llevar por sus impulsos, sus hermanos no tardarían en echársele encima, y él no tenía el menor deseo de echarlos de allí a patadas delante de todas la familia. La idea lo hizo sonreír. Hannah se sentía... deslumbrada. ¿De dónde demonios había salido aquella pícara sonrisa casi adolescente?, se preguntó, sintiendo un calor hasta entonces desconocido en el corazón. ¿En qué diablos estaba pensado Justin para sonreír así?- Pareces pensativa -murmuró él, tratando de pegarla más a él, y cediendo ante su resistencia.

Había bajado la cabeza, y estaba acariciándole el lóbulo de la oreja con el aliento, despertando sensaciones de placer que iban desde la oreja hasta la base de la columna vertebral. Dos ideas contrapuestas se cruzaron en la menta femenina: desear que el baile terminara pronto y esperar que se prolongara eternamente.

Dejando la cautela a un lado, Hannah decidió mostrar su lado más ingenuo.

-Estaba pensando de dónde ha salido esa sonrisa, y a qué se debía.

Justin se echó a reír.

Maldita sea, Hannah deseó que no lo hiciera.

Aquella risa tenía en ella un efecto aún más intenso que su sonrisa. Era grave, contagiosa, relajada, y capaz de desencadenar una interminable suseción de chispas por todo su cuerpo.

Ahora él le sonrió.

-La verdad es que estaba pensando en echar a mis hermanos de aquí a patadas delante de todo el mundo.

Perpleja ante la respuesta,Hannah se le quedó mirando.

-Pero, ¿por qué?

Los ojos de Justin brillaron con picardía.

-En defensa propia, por supuesto. ¿Por qué si no?

En ese momento la música se interrumpió. Hannah intentó moverse, pero él no se lo permitió. Su brazo era inquebrantable. Hannah miró a su alrededor para ver si alguien los estaba mirando. En la pista había otras tres parejas: los padres de Justin, Mitch y Maggie, y Ben y Karla. Cada una de las parejas estaba demasiado absorda en sí misma para ocuparse de ellos dos.

Hannah estaba a punto de abrir la boca para protestar, cuando la música empezó de nuevo a sonar. Justin se movió por la pista, llevándola con él, y continuaron bailando.

Hannah suspiró, tan fuerte que era imposible que Justin no oyera, y no pudo evitar continuar preguntando:

-¿Por qué si puede saberse tenías que echar a tus hermanos de aquí a patadas?

-Porque seguro que se me echaban encima -respondió Justin, en un tono cargado de paciencia, como si la respuesta fuera más que evidente.

Hannah no sabía si golpearlo o gritarle. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Suspiró otra vez y entrecerró los ojos.

-Está bien, si quieres jugar, sigamos. ¿Por qué se te iban a echar encima?

-Porque quiero jugar -explicó él, con un divertido destello en los ojos.

-Justin...

La voz de Hannah estaba llena de paciencia.

-Está bien, pero tú misma lo has preguntado dijo él, encogiéndose de hombros-. Estaba pensando que si me dejara llevar por mis impulsos y te abrazara y te besara apasionadamente en la boca, Mitch y Adam podrían pensar que su deber era rescatarte de las garras de su hermano mujeriego -explicó él, en tono relativamente serio-. Y en ese caso, por supuesto, no me quedaría más remedio que barrer este establo con ellos.

¿Barrer este establo? ¿Establo? Hannah dirigió una rápida mirada por el elegante comedor privado, pero no cuestionó el comentario de Justin. Su atención estaba concentrada en otra palabra.

-¿Mujeriego?

Justin asintió con solemnidad, aunque inmediatamente arruinó el efecto de su seria expresión con otra de sus arrebatadoras sonrisas.

Hannah se detuvo tan bruscamente que el fuerte cuerpo masculino golpeó contra el suyo, dejándola casi sin respiración. Él la sujetó con más fuerza, ayudándola a recuperar el equilibrio, pero manteniendo sus cuerpos muy pegados.

-Me gusta -murmuró él, acariciándole la sice y los sentidos con su aliento.

-¿Eres un mujeriego? -le preguntó ella, sin pensar, en un tono casi de reproche.

-No, cielo -le aseguró él, con firmeza.

El apelitivo cariñoso despertó nuevas emociones en ella, a la vez que los labios masculinos se deslizaban sobre su piel, acariciándola levemente desde el lóbulo de su oreja a las comisuras de los labios.

-Pero has dicho... -empezó ella, moviéndose para interponer una mínima distancia entre ellos,aunque sin conseguirlo.

-Sé lo que he dicho -dijo él, apretando aún más los brazos a su alrededor-. No te muevas. Eres deliciosa -la boca masculina inició un erótico y lento recorrido sobre sus labios entreabiertos-. Sabes deliciosa. Podría darme un festín contigo.

De repente Hannah sintió el mismo deseo de él, y noyó una punzada de pánico. Temerosa de las desconocidas sensaciones que se arremolinaban en su interior, Hannah volvió la cabeza y la echó hacia atrás, alejándola de los labios masculinos.

-Te equivocas de mujer -dijo ella, logrando a duras penas dar un tono de amenaza y fuerza en su voz.

-No, no me equivoco en absoluto -aseguró él, negando con la cabeza, pero relajando los brazos y permitiendo que ella retrocediera medio paso. Su sonrisa y sus ojos era casi tiernos-. Hannah, no soy un mujeriego.

Ella frunció el ceño.

-Entonces, ¿por qué has dicho que lo eras?

-Porque mis hermanos se meten con mi forma de vida cada vez que estamos juntos -explicó él-. De hecho, Mitch me llamó mujeriego presicamente el otro día -añadió con un suspiro-. Fue muy cruel por su parte. Me dolió profundamente.

-Sí, claro -dijo Hannah, arqueando una ceja incrédula-. Ya sé que no es asunto mió pero...

Hannah se interrumpió. Desde luego que sí era asunto suyo: Justin Grainger tenía planes evidentes con ella.

-¿Pero? -dijo él, instándola a continuar, arqueando una ceja a su vez.

-¿Cuál es tu forma de vida exactamente?

-Bastante aburrida -dijo él, soltándola cuando la música terminó-. Trabajo en el rancho, y no suelo ir al pueblo ni a la ciudad, a ninguna ciudad, con frecuencia.

-¿Has estado casado alguna vez? -preguntó ella.

-Sí, una. Llevo divorciado casi cinco años -dijo él, en tono duro y monótono-. Y no, no quiero hablar de ello. Quiero olvidarlo.

Sintiéndose rechazada, Hannah tensó la espalda.

-No recuerdo haberte pedido que hablara de ello ni de nada, ni tampoco que bailaras conmigo. Ahora, si me disculpas...

Y sin esperar respuesta se alejó de él, con la cabeza muy alta.

Un poco más tarde, aunque a Hannah le parecieron horas, la fiesta empezó a disolverse. <<Por fin>>, pensó ella, levantándose y sujetando su bolso.Desde su regreso a la mesa no había intercambiado ni una sola palabra con Justin, y ahora tampoco se despidió de él, evitando el contacto visual en todo momento.

Sintiendo una imperiosa necesidad de huir de allí, de huir de Justin, Hannah encontró a Maggie, que se estaba despiendo del resto de los invitados, y le murmuró al oído su intención de ir a buscar el coche.

Hannah vio los copos de nieve un momento antes de llegar a la puerta del hotel.

Afortunadamente, el suelo del aparcamiento estaba cubierto únicamente por una fina capa de nieve blanquecina. Pero lo que no advirtió fue la delgada capa de hielo que se había formado debajo de la nieve a causa de las bajas temperaturas.

Apenas había dado tres pasos en el exterior del hotel, y de repente sintió cómo el tacón del pie derecho resbalaba sobre el hielo. Intentó recuperar el equilibrio, pero supo con plena certeza que iba a caer y darse un buen golpe contra el suelo.

-La madre que... -empezó, echando los brazos al aire.

-Cuidado -dijo Justin, justo a su espalda. Sin detenerse a pensar, la sujetó con ambos brazos por las axilas y la ayudó a ponerse en pie-. Esa no es forma de hablar propia de una señorita -continuó él, girándola en redondo para mirarla a la cara.

-No me sentía precisamente como una señorita en ese momento -dijo Hannah, casi sin aliento por culpa del resbalón, y no por la cercanía del hombre, se aseguró para sus adentros.

-Entiendo perfectamente tu reacción. Ha sido por los pelos -dijo él, entre preocupado y divertido-. Lo único bueno es que yo estaba justo unos pasos detrás de ti.

-Gracias -dijo Hannah, temblando ligeramente, y haciendo un esfuerzo para mirarlo a los ojos.

-De nada.

La sonrisa masculina era un tormento casi insoportable, y sus ojos seguían teniendo el pícaro destello de antes.

Él estaba cerca, muy cerca. Hannah podía aspirar la fragancia que emanaba del cuerpo masculino, sentir su calor a través del abrigo.

-¿Me estabas siguiendo? -dijo ella, tratando de dar un paso atrás.

Justin la atrajó hacia sí.

-Sí -le confirmó sin tratar de ocultarlo, mientras le rozaba el lóbulo de la oreja con los labios y despertaba una cascada de sensaciones en su interior.

Un estremecimiento la recorrió de la cabeza a los pies. Hannah se dijo que era el frío de la noche, la sensación de los copos de nieve en las mejillas.

-¿Por qué me estabas siguiendo? ¿Qué quieres de mí?

Menuda pregunta, como si no conociera la respuesta.

Sin embargo, cuando la respuesta llegó, tan directa, tan segura, Hannah quedó estupefacta, y también mucho más que intrigada. La reacción de su cuerpo fue de deseo y excitación.

-Largas noches de amor apasionadas e interminables

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