Capítulo 5

El viernes llegó demasiado pronto para el gusto de Hannah. Aunque habían pasado los días hablan sin parar, a Maggie y ella aún les quedaban muchas cosas que contarse, y eso que ni una sola vez se habían quedadon sin nada que decirse.

El ensayo del día anterior a la ceremonia religiosa estaba programado para las cinco de la tarde en la pequeña iglesia situada a unas pocas manzanas de la enorme mansión victoriana familiar. La cena tendría lugar en el hotel Bullock inmediatamente después del ensayo.

A las cuatro de la tarde, Maggie era un manojo de nervios.

-¿Todo esto por el ensayo? -dijo Hannah, haciendo un esfuerzo para no soltar una carcajada-. Entonces no quiero pensar cómo estarás mañana. Seguro que hecha un flan. En lugar de caminar delante de ti, seguro que Karla y yo tenemos que ir detrás, por si acaso caes desplomada por el pasillo camino al altar.

-Ni loca -dijo Maggie, cuadrando la espalda y sacando el pecho-. Además, no olvides que recorreré el pasillo del brazo de Adam, el hermano de Mitch, y creéme, amiga mía, Adam tiene fuerza más que suficiente para sujetarme.

Las dos amigas se echaron a reír.

-¿Nos vamos? -preguntó Hannah.

-Supongo que sí, ya es hora -dijo Maggie. Riendo como adolescentes, las dos jóvenes bajaron corriendo las escaleras y fueron hasta el todoterreno alquilado de Hannah. Las máquinas quitanieves habían limpiado las calles y Hannah recorrió la breve distancia que las separaba de la iglesia en unos minutos. En el aparcamiento sólo había unos pocos coches-. Parece que no somos las últimas en llegar -dijo Maggie, su voz temblando a causa de la tensión.

-Sí, eso parece -dijo Hannah-. Pero, ¿quieres hacer el favor de tranquilizarte? Es sólo el ensayo.

-Lo sé... pero...

-Sin peros -la interrumpió Hannah, abriendo la puerta del coche-. Terminemos con esto de una vez, que tengo hambre y quiero cenar -dijo, sonriendo a su amiga, en un intento de relajar sus nervios.

El ensayo se desarrolló con absoluta normalidad, para todo excepto para Hannah. Al principio todo iba bien. Maggie la presentó a otros miembros de la familia de Mitch, entre ellos su hermano Adam.

Adam era tan alto y apuesto como sus hermanos, un poco mayor, pero muy agradable y encantador. Sus ojos, al contrario de los de Justin, eran cálidos y amables, y Hannah le tomó aprecio inmediatamente.

Hannah se sentía bien, relajada y contenta, hasta que empezó a recorrer el pasillo hacia el altar. El mero hecho de ver a Justin allí, de pie junto a Mitch al otro extremo del pasillo, le hizo contener la respiración.

Al contrario de Mitch, que llevaba un traje oscuro, camisa blanca y corbata de rayas, Justin llevaba un suéter de lana beige, pantalones de tela marrones y las mismas botas vaqueras que había llevado la primera noche al apartamento de Maggie.

Hannah no pudo evitar preguntarse si pensaba ponerse las mismas botas para la boda. Al menos, se dijo, las llevaba resplandecientes. Pero el motivo de la reacción femenina no fueron ni sus botas y su ropa. Fueron sus ojos, penetrantes como rayos láser. Tras recorrer lentamente todo su cuerpo de la cabeza a los pies, parecieron adentrarse hasta lo más hondo de su alma, de sus pensamientos, de sus emociones.

Y en ese momento las emociones de Hannah estaban totalmente desbocadas, agitando cada partícula de su ser.De repente se sintió nerviosa, excitada e incluso un poco asustada; con el cuerpo helado y ardiendo a la vez, como anticipando algo excitante a punto de suceder.

El tiempo pareció detenerse y acelerarse a la vez. De la misma manera que tardó lo que pareció una eternidad en recorrer la corta distancia del pasillo, tuvo la sensación de haber llegado al otro extremo demasiado pronto. Y allí estaba él, con su penetrante mirada gris clavada en ella, con destellos de promesas y placeres sugeridos, de un algo mistorioso que estaba a punto de suceder.

El calor que había detrás de los destellos dejaba dudas sobre la naturaleza del misterio.

Hannah respiraba entrecortadamente, casi con esfuerzo. Cuando por fin se hizo a un lado, fuera de su campo de visión, respiró aliviada. Durante el resto de la ceremonia, evitó su mirada en todo momento.

Después de eso, todo continuó sin incidentes hasta que llegaron al hotel.

La cena estuvo pefecta. El menú era excelente, la familia de Mitch amable y atenta, de fácil conversación y risa pronta; todos excepto Justin. Éste esperó hasta que Hannah se sentó, estaba seguro de eso, y entonces se sentó junto enfrente, renovando de nuevo el envío silencioso de mensajes visuales y de miradas que no dejaban lugar a dudas.

Por mucho que lo intentó, y lo intentó con todas sus fuerzas, Hannah le fue imposible malinterpretar sus intenciones.

No era una niña y tenía experiencia en los matices de las miradas y el lenguaje corporal. Aquellos mensajes silenciosos prometían muchos planes, los planes que Justin tenía para ambos. Y, tal y como ella había sospechado en la iglesia, todos y cada uno de los planes eran de naturaleza sexual.

Mientras la ardiente mirada de Justin revelaba sus pensamientos carnales a Hannah, sus comentarios, breves y escasos, eran sosos, casi banales.

Hannah no sabía si reír divertida o huir para salvar su vida.

Trató de asegurarse de que sus sentimientos estaban provocados por el rechazo a las casi imperceptibles insinuaciones masculinas, pero sabía perfectamente que se estaba mintiendo a sí misma. La verdad, que ella hubiera negado con todas sus fuerzas si alguien le preguntaba, era que sus sentimiento s nacían de la excitación que la embargaba.

Si algo temía era que sus sentimientos, la pasión que crecía cada vez más en su interior, se reflejaran en su cara o en sus ojos, y cruzó los dedos para que la imagen que presentaba ante todos los presentes fuera de fría y controlada compostura.

Especialmente ante Justin.

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