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—Esto es increíble –sonrió Andrés apuntándole a Rubén en el centro del pecho. Él empezó a moverse poco a poco. Si seguía con Emilia en los brazos y él disparaba, podía darle a ella, así que muy despacio empezó a bajarse hasta poder apoyarla en el suelo—. ¡Esto es increíble! –volvió a decir Andrés entre risas.

Rubén lo miró fijamente, aunque estaba un poco a contraluz. Andrés no parecía el mismo. De hecho, tuvo que mirarlo fijamente tratando de reconciliar esta imagen con la del joven estudiante guapo y alegre que una vez fue. Estaba demasiado delgado, moreno por el sol, como si llevase mucho tiempo a la intemperie, sus dientes estaban manchados, como si no hubiese parado de fu

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