CAPÍTULO III

-Estás preciosa. – Giré ante la voz de Ethan.

Solté un bufido, mientras mis pies se sentían incómodos sobre esa monstruosidad llamada tacón.

No me importaba mi aspecto, ni siquiera mi incomodes, solo me importaba lo que pasaría dentro de algunos minutos, cuando tuviese que bajar las escaleras tomada de la mano de Ethan, y con la mirada de todos sobre mi.

Miré hacia el suelo, rezando para que Ethan no adivinase mis pensamientos, - deberíamos bajar.

Los nervios parecieron acrecentar en mi vientre, mientras escuchaba esas palabras.

No estaba preparada. No quería escuchar sus críticas que me hacían sentir inferior.

No me malinterpreteis, amaba ser humana. Pero en este mundo era la presa fácil, y a nadie le complacía que la presa fuese reina en un futuro.

-Yo…, no estoy lista, - levanté mi mirada, encontrándome con un confundido Ethan.

Él avanzó unos pasos hacia mi, y yo no mostré la intención de retroceder, aunque por un momento quise hacerlo por instinto. Y ni siquiera sabía por qué. Era Ethan, ¡por Titania! Nunca tendría intenciones de lastimarme.

Su mirada se posó sobre mis temerosos ojos, dedicándome una sonrisa comprensiva, - amor, debes bajar conmigo. Serás la reina, y la reina nunca debe mostrar debilidad.

Parpadeé, sin comprender sus palabras.

Yo siempre mostraría debilidad, solo por el hecho de ser humana ya era un punto en mi contra. No era tan rápida, ni tan fuerte, y desde luego no tenía súper habilidades. Yo era débil en esos conceptos, así que lo que me pedía era imposible de conceder.

Además, estaba el hecho del constante recordatorio de que había muerto, advirtiéndome de que eso podría volver a suceder.

Y aunque supiese pelear cuerpo a cuerpo, eso no servía de nada si un fae utilizaba sus poderes contra mi. Así que, era débil en muchos sentidos, y ser reina solo sumaría enemigos que quisieran demostrar esa debilidad.

Pero, a pesar de eso, forcé una sonrisa en mis labios pintados de carmín, - si, es cierto, cariño. Perdón.

Rodeé su nuca con mis brazos, mientras le dedicaba una embelesada sonrisa con la finalidad de tranquilizarlo.

Él bajo su mirada a mis labios un instante, y dejó un casto beso en ellos, - resérvame un baile luego para acabar con esto, porque ahora mismo no debería bajar con los labios pintados yo también.

Reí ante el pensamiento de un Ethan con los labios pintados de carmín, pero rápidamente deshice esos pensamientos ante el sentimiento de culpa repentino.

Atacarán esta noche.

Recordé las serias palabras de la náyade llamada Aqua, pero también recordé el emisor de esos mensajes. La corte Oscuridad.

De veras que quise decirle a Ethan, pero no iba a arruinar esta reunión solo por las palabras de una náyade que ni siquiera pertenecía a esta corte. No iba a ser así de paranoica.

Ethan me miró con la pregunta escrita en sus facciones, y cuando le asentí, él tomó mi mano, y apretándola, salimos de la habitación.

Al salir nos encontramos con varios guardias, entre ellos Edward, a quien le dediqué una cordial sonrisa que por supuesto no respondió. No me resultaba extraño, Edward siempre había sido seco y profesional, y más aún si su rey se hallaba delante. Para él responderme una sonrisa era como besarme o algo así, cosa que nunca entendería.

Caminamos unos segundos más, hasta hallarnos en la cúspide de las escaleras, cosa que hizo revolver mi estómago como si estuviese en el pico de una enorme montaña mientras contemplaba las inmensas alturas.

Sabía que abajo nos esperaría Tyler, y que segundos después recibiríamos a la corte Oscuridad, cosa que aún tenía esperanza de que no pasase.

Bajé los escalones con el terror adherido en cada paso, recordándome lo que se avecinaba esta noche.

Nadie me quería con Ethan, nadie me quería siquiera viva. Y eso desde luego no era un gran consuelo.

Y aquí, con este vestido sumamente apretado, y estos tacones altísimos, me sentía como una vaca directa al matadero.

El ruido de mis tacones contra cada escalón resonó en mi cerebro incluso después de llegar al final de las escaleras, como un zumbido que me dispersaba de la realidad.

-¿Helena? – sacudí mi cabeza al escuchar una voz que por unos momentos pareció muy lejana, pero que sin embargo, era Tyler a apenas unos pasos de mi.

Vislumbré la preocupación pasar por su rostro, mientras Ethan me daba un reconfortante apretón en la mano.

-Si, estoy bien. Solo que la comida no me ha sentado muy bien.

Por la mirada que Tyler me dedicó, sabía que mentía. Sabía que yo ni siquiera había comido esta tarde.

Pero no me contradijo, mientras se colocaba al lado de Ethan, con una postura recta y majestuosa que sin duda demostraba que él era un fae, ya que la elegancia natural era parte de ellos.

Y antes de poder pensar más, o de incluso poder vomitar los restos de comida que quedaran en mi agotado organismo, las enormes puertas se abrieron por sí solas.

Tomé una respiración entrecortada, y aunque barajé la opción de fingir un desmayo, sabía que solo me ridiculizaría gratuitamente.

Y entonces, de la puerta aparecieron varias figuras, que indiscutiblemente eran faes.

La reina era fácil de distinguir, ella rezumaba arrogancia y poder. Su belleza era abrumadora, a pesar de que debía tener más de 40 años. Su vestido oscuro como el mismo anochecer se ceñía sobre ella casi como un manto estrellado, realzando su palidísima piel que parecía porcelana. Su largo pelo negro apenas se distinguía del vestido, así que no pude saber si lo que rozaba en suelo era un manto o un pelo realmente largo.

La princesa, a su lado, también fue fácil reconocerla, sobre todo por la proximidad a su madre.

Su largo cabello blanquecino caía sobre ella despreocupadamente, hasta terminar en su estrecha cintura, sus ojos azules eran tan claros que inclusive tenían toques blancos, cosa que me hizo dudar de que su visión fuese buena. Y además, para culminar, su delgado y esbelto cuerpo se tallaba por un hermoso vestido con toques azulados que parecía resaltar sus ojos.

M****a, ella sí parecía una jodida reina.

Pero antes de poder sentir la amarga sensación de celos resurgir de la boca de mi estómago, distinguí al heredero de Oscuridad.

Él me miraba. De hecho, él parecía ver a través de mi, mientras me analizaba con esos ojos tan oscuros como el carbón.

Por un momento me sentí cohibida ante su profunda mirada, pero antes de poder pensar en algo más, me fijé en su aspecto.

Su cabello azabache como el de su madre, parecía ser gemelo de sus ojos, y su bronceada piel hacía incluso resaltar más su belleza inhumana.

Me fijé en que algunas hebras de su cabello se contemplaban castañas, pero antes de poder seguir observando, una mirada más pesada cayó sobre mi.

-Así que tu eres el juguetito humano de Ethan, ¿Cómo te llamas, humana?

Alcé una ceja, sintiendo la rabia turgente en mi, mientras me giraba hacia la princesa de la corte Oscuridad.

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