Capítulo VI: Ruiseñor

Los problemas en la casa cada vez tomaban más peso, empezaban a ser parte de mi vida cotidiana; era como cargar con un costal de piedras, cada vez se llenaba más, me era más difícil avanzar y estar de pie. No tardé mucho para que la situación en la que me encontraba comenzara a ser cada vez más evidente, se reflejaba en mis calificaciones, en mi humor e inclusive, en mi rostro. Tampoco había necesidad de que yo escuchara por otra persona lo que ya sabía, verme todos los días en el espejo y saber que no había aprendido a vivir casi nada para empezar a sentirme cansada. 

—¿Podría cambiar de cara? —me pregunté mientras tocaba mi mejilla con mis dedos. Noté que debajo de mis ojos habitaban unas enormes ojeras; mis ojos estaban caídos, mi semblante era de una chica seria y amargada —Si yo preguntara ¿Qué edad me calculas? ¿qué me responderían las personas? —me asusté al pensar la respuesta —No estoy tan vieja.

—Pero pareces —pensé

Una chica entró al baño de la universidad. Mis impulsos querían hacerle esa pregunta, pero tenía miedo de no oír lo que quería y decidí salir de ese lugar. Pensé que los problemas estaban consumiendo mi juventud y que podía verme más vieja de lo que soy. 

—Alanna ¿estás bien? 

Pegué un brinco. 

—¡wow! Alanna ¡te ves fatal! —mencionó Liam

—Gracias por eso —caminé hacia el aula. Liam corrió tras de mí. 

—No me malinterpretes Alanna. Lo que quiero decir es que te ves enferma ¿te sucede algo?

—¿Tan así me veo? 

—Liam, quiero preguntarte algo 

—Dime, ¿qué pasó?

—Responde con toda la sinceridad posible ¿está bien?

—Sí

—¿De qué edad me veo? 

Liam se quedó callado por unos segundos y luego soltó una risa. 

—¿Qué es tan gracioso? —pregunté molesta

—Alanna ¿en serio te preocupa eso?

—Olvídalo —caminé molesta

—¡Te ves de 30! —gritó

Yo me detuve, no sabía si había escuchado bien o si mis presentimientos malos habían sido confirmados. Voltee hacía Liam y estaba riendo. 

—¡Tú me preguntaste! —gritó

Yo seguí caminando. Liam corrió a mí y se puso enfrente, yo trataba de esquivarlo, pero él me impedía el paso. 

—¡Liam ya! 

Liam me abrazó y luego susurró —Era broma —se apartó de mí —No pensé que te molestaras por mi comentario solo quería que rieras un poco, me preocupo por ti y tu salud Alanna, últimamente no eres tú. 

—Sonreiré si me dices de que edad me veo 

—Te ves de 19 

—No está mal, un año menos de los que en realidad tengo —pensé

—¿No bromeas de nuevo?

Liam me miró fijamente

—No. 

Mi sonrisa no duró más de cinco segundos. Atrás de Liam se encontraba Iker y su amiga viéndonos. No sabía cuánto tiempo llevaban allí y si había presenciado todo, aunque no haya hecho nada malo sabía que a Iker no le caía bien Liam y que a Liam tampoco le caía bien mi novio. 

Liam se percató de mi cambio y volteó; Iker solo caminó molesto hacia los escalones. 

—Alanna no vayas —mencionó Liam

—Tengo que hablar con él

Dejé a Liam y me dirigí hacia Iker, sabía que no era buena idea, que debía esperar, pero ya había esperado demasiado, tenía que saber si esto era amor o costumbre. 

—¡Iker! —grité —¡Iker espera!

Iker se detuvo y volteo hacía mí

—Alanna qué quieres 

—Quiero hablar contigo —hice una pausa. Su amiga estaba al lado de él, viéndome. Quería romperle la cara, patearla y agarrarla de los cabellos hasta dejarla pelona, estaba solo a centímetros de mí, era cuestión de estirar mis manos, pero me controlé —A solas —Iker tomo mi mano y me jaló hasta llegar casi a la salida. 

—Bien ahora dime que quieres 

Tomé valor para decir lo que una vez temí —Iker, lo nuestro ya no está funcionando, pienso que...

—Alanna perdóname —interrumpió —Sé que últimamente he estado distante contigo, pero tengo problemas con mi padre y he estado ocupado con eso. Yo te amo Alanna y sin ti no sé vivir, quédate conmigo, te necesito Alanna. 

—¿Y qué hay de tu amiga?

—Es solo mi amiga, tú eres mi novia; a ti te amo. Prometo pasar más tiempo contigo.

Algo me hacía dudar de esas últimas palabras, no podía creerle del todo y mi corazón sentía algo diferente por él, no sabía que era o que estaba sucediendo en ese momento. 

—Está bien... 

Iker me abrazó y luego me besó —Te amo Alanna —se dio la media vuelta y se fue corriendo. 

—Creo que también te amo... —No estaba segura de lo que estaba sintiendo en ese momento, me costaba trabajo creer que mis sentimientos hacia él habían cambiado. 

—Tal vez esto mejore con el tiempo —pensé

Había un poco de esperanza en mí, esperaba que con el tiempo esto mejorara o que saliera algo bueno de todo lo que estaba pasando. 

Llegando a casa, aventé mi mochila y caminaba de un lado a otro dentro de mi habitación, estaba desesperada; el ruiseñor me miró y me dejé caer en la cama, él voló a mí. 

—Aún no puedo creer que con tu ala lastimada hayas logrado volar ¿cómo le haces? —el ruiseñor cantó un poco —Ojalá pudiera entenderte o que tú pudieras hablar, mi vida sería mucho más fácil si así fuera —el ruiseñor subió a mí y me miró —¿Tienes algún consejo o secreto que desees compartir conmigo? —mi amigo voló hacia la ventana y luego salió de ella colocándose en un árbol que se encontraba a unos cuantos centímetros de la casa —¡Ah! ya entiendo, lo que necesito son alas para resolver mis problemas —quedé un momento en silencio —No tiene sentido. 

Escuché al ruiseñor cantar desde aquel árbol, pero no cómo cualquier otro día. El cantó que había soltado esta vez, tenía fuerza, era como el cargador que necesitaba para llenarme de energía. Rápidamente me levanté de la cama y me asomé por la ventana el ruiseñor estaba cantando; era hermoso escucharlo, me senté para poder contemplarlo, sus plumas hacían juego con su melodía, el aire rozaba su plumaje, el sol lo alumbraba de una manera tan magistral, parecía tener todo a su favor. En ese momento deseé ser un ave, pero no cualquier ave, sino un ruiseñor. 

Después de un rato mi pequeño amigo voló a otro lado, me levanté rápido, tomé una chamarra y bajé corriendo los escalones. 

—¡No tardo má! —grité, mientras abría la puerta y tomé mi bici.

—¡Ten cuidado Alanna! —escuché gritar a mi mamá. 

El ruiseñor estaba volando adelante de mí, me estaba guiando a algún lado. En ese momento no entendía que era lo que quería. 

—¡Espera! —decía mientras pedaleaba. No quería perderlo, trataba de ir a su vuelo; hasta que me llevó al bosque donde lo había traído por primera vez. Estaba agotada —¿cómo fue que te volviste rápido? —el ruiseñor descansó sobre la rama de un árbol, era el mismo bosque, pero el lugar era diferente. Tenía un pequeño lago que yo no había visto jamás, al rededor había pequeñas flores, yo estaba maravillada, el agua era cristalina, las piedras podían notarse, no había nadie allí, solo éramos el ruiseñor y yo. 

Mi pequeña ave voló hacia una flor, su centro era color café oscuro y sus pétalos eran amarillos, la intensidad en el color de sus pétalos hacían que fuera una belleza de admirar; el ruiseñor comenzó a picotear, me acerqué con él y miré que se estaba comiendo los gusanos que se alimentaban de las plantas pero entre tantas plantas era una especial en la que había muchos gusanos era como si esa pequeña flor tuviera algo para atraerlos, el ruiseñor se paró frente a la flor y comenzó a limpiarla de los insectos que la atacaban. Nos quedamos allí por mucho tiempo.

—Quisiera ser como tú; tener alas en vez de brazos, tener patitas en vez de pies, tener pico en vez de boca, poder ser libre, volar lejos y no estar encerrada en una jaula. Mi casa es la jaula, no puedo salir de allí, estoy encadenada, cargando con un costal de piedras sobre mi espalda, adentro de esa jaula donde vivo no hay comida, la comida representa el vacío que tengo dentro de mí. No hay quien me ayude a romper las cadenas, no hay quien me libere de esto, por eso deseo ser cómo tú. Parece que mi destino está escrito así: donde que no podré salir de allí; parece que no tiene fin. Ruiseñor, quisiera que me escucharas, quisiera escucharte, necesito que me ayudes a ser como tú, a ser fuerte, a volar sin alas, a levantarme estando lastimada, ayúdame a ser un ruiseñor. —pensé mientras lo miraba. Solo lo pensé. 

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