Capítulo 5: Los Russo.

Han pasado cinco años desde que me sacaron de casa para traerme a este hogar.

Tal como lo dijo el señor Montes, sería difícil que me adoptaran por ser varón y la edad. Magaly fue adoptada un año después de que llegáramos aquí, me ha visitado cada semana, ya que sus nuevos padres la cambiaron a un colegio mejor.

En cambio, José y Gabriela se fueron a Santiago. A la Cabo Terner la ascendieron a sargento y la trasladaron a la capital. A pesar de eso, nos mantenemos en contacto a través de cartas. Recibo dos años mes, con fotografías de mis hermanos. 

Gabriela ya tiene seis años, crece hermosa y rebelde. José es muy ordenado, tiene casi diez años y me cuenta que le va muy bien en el colegio. Yo les respondo cada una de las cartas, contándoles de Magaly y de mis logros. He conseguido sacarme un par de fotos para enviarles, no quiero se olviden de mi rostro. 

Ya he perdido la esperanza de salir de este lugar, aunque no es malo. Me pude adaptar bien, tengo mucho tiempo para estudiar y prepararme para alcanzar mis metas. Ya tengo claro que al salir de aquí ya no tendré la ayuda que tengo ahora, deberé valerme por mí mismo, por esta razón sigo lustrando zapatos a la entrada del colegio y haciendo trabajos para otros compañeros.

Tengo una buena cantidad de ahorros para mantenerme por un tiempo, con mi inteligencia podré optar a todas las becas posibles y si consigo ser puntaje nacional en la prueba de aptitud académica, tendré ofertas de buenas universidades.

Me quedo pensando en todas las cosas que me han pasado aquí, entre ellas mi primer beso. Un día Claudia me besó en secreto y quedamos en ser novios a escondidas, pero al día siguiente su familia vino por ella, ya que su situación se había arreglado. Me prometió venir cada semana a visitarme, pero no lo hizo. Luego de esa promesa, nunca más supe de ella.

Los golpes suaves en la puerta abierta de mi habitación me sacan de otros recuerdos más alegres, me giro para encontrarme con la directora.

-Marco, cariño, sé que estás en lo tuyo, pero no sé a quién más recurrir. Los gemelos se cayeron otra vez del árbol y debo llevarlos al hospital para que los revisen, el subdirector está en otros asuntos fuera del recinto y la cocinera se quedará vigilando el patio. Acaba de llegar una pareja para conocer a los niños y no quiero que pierdan su cita, ¿podrías atenderlos tú?

-Claro, no hay problema.

-Gracias. Vamos a mi oficina, están esperando allí.

Caminamos en silencio por los pasillos, me arreglo un poco la camisa y al entrar veo a la pareja, se ve algo mayor pero no tanto. Les extiendo la mano de inmediato para saludarlos.

-Buenas tardes, bienvenidos.

-Señores Russo, él es Marco, quien los guiará por las instalaciones. Tiene tiempo aquí, así que conoce a todos los muchachos y cómo funciona todo en el hogar.

-Hola Marco, yo soy Greta – su acento es extranjero, pero habla muy bien el español -.

-Y yo soy George.

-Mucho gusto, por favor, síganme.

Les indico el camino y comienzo a mostrarles las inmediaciones. Los llevo al comedor, donde encontramos a unos cuantos chicos que comen y estudian a la vez. Luego los llevo a la biblioteca, en donde encontramos a cuatro muchachos, un poco menores que yo, metidos en gruesos libros.

-Aquí no se nos permite perder el tiempo. Siempre debemos estar activos, podemos estar leyendo, haciendo alguna tarea artística, estudiando o practicando alguna actividad física en el patio, pero jamás tirados en la cama sin hacer nada.

Les muestro la entrada al área de habitaciones, pero no ingresamos ya que está prohibido para personas ajenas al hogar. Finalmente los llevo al patio, donde vemos niños jugando, leyendo o practicando con sus instrumentos.

-Marco ¿a quién propondrías para ser adoptado? Buscamos un varón.

-Bueno, depende si quieren niños pequeños. Si ese es el caso, está Gilberto, es muy bueno con las matemáticas y tiene nueve años. Luego están Joaquín y Miguel, que son quienes están practicando violín y flauta, están en una orquesta y son realmente unos prodigios, ocho y diez años – les voy señalando a cada uno -. Si los quieren más grandes, está Mario, tiene trece y practica fútbol, es la estrella de su equipo.

-Y tú, Marco – me pregunta el señor Russo -. ¿Cuántos años tienes?

-Dieciséis, señor Russo.

- ¿No eres adoptable? -me pregunta la señora, con una mirada que me da cierta calidez -.

-No lo creo, ya estoy muy grande para eso. Nadie viene aquí a buscar niños casi adultos.

- ¿Qué te gusta hacer con tu tiempo libre? – ella no deja de mirar a Joaquín y Miguel mientras me pregunta, seguro uno de ellos se irá pronto con una nueva familia -.

-Estudiar. Cuando salga de aquí a los dieciocho quiero entrar a una buena universidad, con una beca por supuesto, porque me sería imposible pagarla.

- ¿Cómo te mantendrías? – pregunta el señor Russo, sin dejar de ver a Mario, que domina el balón y las chicas lo animan -.

-Con algunos ahorros y buscando un trabajo nocturno o algo así.

-Haz hecho muchos planes, sin pensar en la posibilidad de estar acompañado de una familia.

-Nadie quiere adolescentes, eso lo entendí hace mucho tiempo. Por lo mismo no me hago ilusiones – veo que dos de las chicas se están peleando y la cocinera trata de separarlas, sin éxito -. Disculpen, debo ir a separar a las chicas, seguro alguna le dijo a la otra uno de sus minúsculos defectos.

Me voy a apoyar a la cocinera, consiguiendo separarlas y calmarlas. Las tomo de la mano, porque ese comportamiento amerita un castigo, que es ir a la sala de conflictos a conversar. Veo a la directora con los Russo, lo que me extraña, porque debería estar en el hospital con los gemelos.

- ¿Peleando otra vez por sus pecas?

-Algo así – le respondo -. Las llevo a la sala de castigo.

-Me parece excelente, se encontrarán con los gemelos allí. Resultó ser una mentira lo del accidente, solo querían un paseo por la ciudad.

Me río, las ocurrencias de esos dos son tremendas. Dejo a las chicas en la sala, que está a unos pasos de dónde se quedan los adultos. Cuando me uno a ellos, extiendo mi mano a los Russo para despedirme de ellos.

-Ha sido un placer contarles cómo funciona el hogar y presentarles a los chicos que pueden ser adoptados.

-El placer ha sido nuestro Marco, porque al fin lo hemos encontrado – dice la señora Russo, tan solo por un segundo siento algo de envidia por el niño afortunado de irse con esta pareja tan amorosa -. ¿Te gustaría ser parte de nuestra pequeña familia?

- ¿Yo? Pero si ya estoy grande.

-Y eso es lo que buscamos, no estamos en edad de lidiar con aquello – señala la sala de castigo -. La directora nos dice que eres muy inteligente, el primero de tu clase y ayudas a todos los niños que lo necesiten en sus deberes escolares.

-Estaría feliz de pagar tu universidad para que seas un gran profesional, sin necesidad de que debas tener un trabajo por las noches o toques tus ahorros – agrega con una enorme sonrisa el señor Russo -.

- ¿Qué dices, Marco? ¿Te animas a intentarlo?

-Sí, me encantaría ser parte de su familia.

Y es totalmente cierto. De al menos una docena de niños con talentos especiales y más jóvenes que yo, ellos me eligieron a mí. Cuando ya me había resignado a salir en dos años más con una fiesta de despedida, unos pocos enseres, las buenas vibras y nada más.

Vamos todos juntos a la oficina, donde la directora nos cuenta cómo es el proceso ahora, luego me dice que ya puedo continuar con lo mío.

Al llegar a mi habitación salto de la alegría, respiro profundo y me meto en mis estudios otra vez. Ahora con mayor razón debo esforzarme, porque tendré padres a los que hacer sentir orgullosos de mis logros, lo que siempre quise.

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