Capítulo 4. Regresar a casa

MAXIMILIANO

Cierro la puerta doble de cristal detrás de mí, el corazón me martillea con fuerza a punto de salir de mi pecho. ¡Hemos hablado! La piel se me ha erizado cuando su mirada me siguió desde que me puse de pie hasta que llegué a ella en la barra.

¿En serio, Rogers? ¿Los mejores gofres? M****a, pude haber dicho más, Marco me espera en la acera, murmura algo en su manga del saco, se presiona el chícharo (Micrófono) que tiene discretamente en el oído.

—Señor Rogers, tenemos problemas—el maldice entre dientes por lo bajo, miro en su dirección, un auto blindado está estacionado en la esquina de la calle, hay un hombre de seguridad que espera afuera del auto, se inclina para escuchar algo y luego camina hasta nosotros.

—Buenas días, señor Rogers, el señor Davis quiere hablar con usted—me señala el auto y maldigo para mis adentros.

—No tengo nada de que...—el tipo me interrumpe.

—Insistimos. —maldigo de nuevo, Marco asiente y al irse el tipo hacia el auto estacionado, los hombres de seguridad que están protegiéndome como civiles dan señal.

—Listo, están en posiciones señor Rogers—asiento y lentamente camino hasta allá, pienso por un momento tomar mi bastón y caminar con el cuándo el dolor empieza aparecer, pero no quiero verme así, vulnerable enfrente de Raymond.

Llego al auto, se baja el vidrio tintado y me muestra en el interior a un hombre ya con varios años encima, las arrugas se han instalado por todo su rostro.

—Rogers—dice en forma de saludo, su quijada es tensa, y yo estoy igual.

—Señor Davis—digo intentando ser cortés.

— ¿Qué haces aquí? ¿Sabes que no estás cumpliendo la cláusula? —me lanza una mirada cargada de ira, pero no por eso voy a agachar la mira, lo miro y finjo no saber de qué habla.

—Solo he venido a desayunar, y hoy me he dado cuenta de que Mila es la dueña del restaurante—sigo mi intento de fingir en no saber absolutamente nada—Por eso he salido antes de tiempo, puedes m****r a unos de tus "perros" a cerciorarse que no me he terminado mi desayuno.

—Ya me han confirmado, pero no creo por nada del mundo que no sepas que es el restaurante de Mila, y no te creo nada de que no estés al tanto de lo que hace mi hija después de dos años.

—Bueno, no es mi problema si "usted" no me cree. —su mirada centella una ira contenida.

—Otra situación como esta, sabes que es lo que va a pasar, Rogers.

—Lo sé perfectamente desde que me hizo firmar esa maldita cláusula cuando estuve vulnerable en una puta cama de hospital.

— ¡No te atrevas a decir que no fue lo mejor! ¡Ella murió por unos minutos y como padre tenía que protegerla de ti, y lo sabes maldita sea! ¡Y no voy a tolerar que se repita esto! ¡Si vuelvo a verte merodeando de nuevo a mi hija, te voy a matar Rogers! ¡Te voy a matar maldito!

El vidrio se sube antes de que conteste algo, cuando estoy a punto de golpear el vidrio el guardaespaldas se interpone, y pone una mano en mi pecho, Marco lo manotea para que no toque.

Estoy que trino de la ira, pero sé perfectamente como ocultarla, el de seguridad camina rodeando el auto en dirección del lado del copiloto y después el auto empieza a moverse y antes de que se retire de la acera comienzo a agitar mis dedos en señal "Adiós hijo de puta" acompañado de una sonrisa mucho más sarcástica.

—Señor Rogers—meto las manos en mis bolsillos y me vuelvo hacia Marco quien está observándome.

—Sé que he ido lejos, pero para mí vale la pena, sabes lo que significa Mila en mi vida, Marco.

—Pero está arriesgando a que el señor Davis vuelva todo en su contra, perderá lo poco que ha obtenido, debe tener más cuidado.

Puedo notar su preocupación.

—No te preocupes, tendré más cuidado—el asiente, pero sé que no está tranquilo. Subo al auto y sin dejar de mirar el restaurante hasta perderlo de vista, me despido en silencio. Una despedida prometiendo acercarme más a ella sin meterme en problemas.

***

— ¡Vamos, Rogers! ¡Puedes dar más! —Timothy, mi entrenador personal está al final de la maquina donde estoy haciendo poco a poco de ejercicio de mis piernas, reforzando mi pierna. El recordatorio de todo lo que perdí, el recordatorio diario de que tengo que seguir luchando, de seguir intentando entrar en su vida y traerla de nuevo a mi lado.

— ¡Agrrrr! —gruño. Una última y estoy a punto de derrumbarme. El dolor se intensifica y estoy a punto de golpear todo lo que tengo a mí alrededor:

¡No es hora de rendirte Rogers, no es hora y nunca!

— ¡Deja de soñar despierto! ¡Tienes más fuerza de lo que tú crees, Rogers! ¡Dame cinco más! ¡Anda! —grita cerca de mí, Timothy sabe mi historia, sabe la historia de Mila y yo, sabe lo de hace dos años del accidente, sabe la frustración que siento sobre mi rodilla, pero, aun así, aquí está gritando que me levante. — ¡Cinco más! ¡Dame cinco, Rogers! ¿O quieres que ella mire el maldito bastón cuando regrese?

Eso me inyecta adrenalina, ira, frustración, pánico, coraje. Hago las cinco flexiones en un tiempo récord. Dejo caer la cabeza en el respaldo de la silla y cierro los ojos con la respiración agitada, sudor corriendo por todo mi cuerpo y siento el pulso a todo lo que da dentro de mi cabeza, el corazón agitado y quiero llorar.

Sí, quiero llorar. No he quedado bien desde el accidente, son dos años que intento recuperarme, pero por más que intento no.

— ¿Te sientes bien? —la voz con la que pregunta me irrita más y abro los ojos.

—Si. Es solo que me desespero que esta...—doy un manotazo a mi rodilla mala— ¡No queda! ¡Se aferra a quedar así! ¡Son dos putos años! ¡Dos putos años que estoy en esto de rehabilitación! ¿Cuándo veré los resultados?

Timothy pone sus manos en la cintura y me mira.

—Sabes que todo tiene su tiempo, tienes la cirugía y las has pospuesto por terco y cabrón. Si realmente quisieras recuperar tu rodilla, te someterías. No me mires de esa manera, sabes que tengo la puta razón, Rogers.

Camina hasta el mueble y toma dos toallas, una la tira en mi dirección y la tomo en el aire, él se seca con la otra, agarra dos botellas de agua y me lanza una.

—El que quiere, puede. —murmura y sé que lo dice para que lo escuche a propósito.

—Cinco cirugías en dos años, ¿Otra más? ¿Y si no queda? Otro calvario.

—Sería la última, lo sabes.

—No. Quiero que busques un mejor plan de entrenamiento, necesito...—Marco aparece detrás de Timothy del otro lado del vidrio, me hace señas de que necesita hablar conmigo. Le hago señas de que entre...

Marco entra y cruza sus brazos detrás de él.

—Señor Rogers, tiene visita. Está en el lobby esperando respuesta.

¿Visita? Abro los ojos de la sorpresa, no tengo ningún compromiso y tampoco espero a nadie y menos en mi espacio personal.

— ¿Quién es? —pregunto intrigado.

—La señorita Lauren Rogers—mi estómago se contrae por la sorpresa y el pánico.

— ¿Lauren? ¿Qué mierdas hace ella aquí? —pregunto empezando a enfurecerme.

—Solo ha pedido hablar con usted urgente, que no tardará mucho—eso es preocupante ahora. Lauren, mi hermana menor era una de las personas que apoyaba mi relación con Mila, un día para otro se puso en contra de nosotros, nunca pregunté el motivo, Mila y yo nos alejamos de las personas que querían separarnos, era lo mejor. Menos problemas y teníamos más tiempo para los dos. Aunque para Mila fue más doloroso ya que había encontrado en ella una amiga, de hecho, la única amiga que tuvo en ese tiempo.

—Qué suba y que me espere en el despacho, iré a ducharme rápido—Marco asiente y se retira. Timothy termina de recoger sus cosas y nos despedimos quedando para el día de mañana a la misma hora.

Entro a la ducha, me quedo un minuto o dos como mucho dejando que el agua caiga sobre mi nuca y el ruido contra las baldosas me relajen. Cierro los ojos, repaso las imágenes de hoy, como ella almorzaba con su padre, la sonrisa que le entregaba. Su cabello castaño ahora es su nuevo color, recuerdo que insistía en preguntas de que opinaba acerca de mudarse de rubio a castaño, solo sonreí: "De cualquier color de cabello te amaré igual" Ella ladeó el rostro y me dio esa sonrisa que solo es para mí, un guiño divertido y después de tocarnos, hicimos el amor, al terminar estaba boca abajo y desnuda entre nuestras sábanas. "Definitivamente un día me haré castaña, pero no sé cuándo, tal vez cuando sienta que necesite un cambio" Y efectivamente ha necesitado un cambio.

Me pongo un chándal, una camiseta de algodón blanca y descalzo abandono mi habitación, bajo las escaleras despacio y me dirijo nervioso hasta el despacho, encuentro a Marco afuera esperando con ambas manos enfrente de él.

—Está esperando—asiento, me abre la puerta y entro. Encuentro a una pequeña rubia de espaldas en un vestido color melón y en unas zapatillas de tacón de aguja altas.

— ¿Qué hace aquí, Lauren Rogers? —pregunto cuando la puerta se cierra a mis espaldas, ella se gira y nos miramos en silencio.

—Vengo hacer las paces—intenta suavizar su rostro y las lágrimas comienzan a caer como si fuesen una presa que acaba de romper sus grandes muros, ella sonríe e intenta detenerlas, pero fracasa. Me conmueve, pero no lo muestro.

— ¿Hasta hoy es que quieres hacerlo? —Su rostro se transforma en uno cargado de culpa—Creo que es demasiado tarde, ¿No crees? Se aferraron en destruir lo que tenía con Mila y tú les ayudaste. Incluso cuando ella creía en ti, cuando te consideró la hermana que nunca tuvo.

Aprieto los dientes mientras digo esas últimas palabras. Cierro los ojos intentando no romper mi máscara, llegar a ella, tomar ambos brazos y agitarla hasta hacerla responder cada pregunta que siempre han rondado dentro de mi cabeza. Pero no, tengo que ser fuerte, por Mila y por mí, no quiero demostrarle absolutamente NADA.

—Sé que hicimos mal en separarlos, pero nuestra familia tenía que hacerlo, detrás de todo hay un por qué. No te cierres, me duele aún ver que nuestro distanciamiento se deba aún a lo de hace dos años, sabes...—La interrumpo llegando en grandes pasos hasta ella, la agarro de ambos brazos y la levanto un poco de su lugar, su mirada gris es de miedo, pero no me importa ser yo el quien lo provoque en estos momentos, tiene que saber que mi perdón nunca lo va a obtener, no hoy, ni mañana.

—Ella...—aprieto los dientes con ira, sus lágrimas siguen cayendo mientras nos miramos—...ella confiaba en ti. Eras su única amiga, Lauren. Eras parte de su vida y el apoyo que le demostrabas a ella le daba felicidad y se la arrebataste de un golpe. ¿Cómo crees que ella se sintió cuando la traicionaste? ¡Lloró! ¡Lloró encerrada en el baño! —aprieto un poco más mi agarre. Ella niega cerrando al mismo tiempo sus ojos.

— ¡Ella...Ella no te amaba! ¡Ella se veía con otro! ¡Yo lo vi con mis propios ojos! —Grita con sentimiento, del mismo llanto está hipando e intenta seguir hablando— ¡Ella no te merecía! ¿Por qué crees que toda la familia estaba en contra de ella? ¡Ella te era infiel! —La suelto de golpe y la tomo del brazo bruscamente cargado de ira, camino hasta la entrada, ella balbucea algo que no entiendo mientras tiro de ella hasta el elevador, presiono el botón bruscamente y las puertas se abren, al hacerlo la empujo al interior y ella se desvanece llorando en el suelo— ¡Yo solo lo hice por ti! ¡Entiéndeme! —grita entre llantos. Las puertas amenazan con cerrarse, con una mano detengo la puerta y desde mi lugar sin moverme me siento sobre mis talones evitando mostrar una pizca del dolor al hacerlo frente a ella, la miro con toda la ira que contengo.

—Ella me amaba como no tienes idea, hubiese dado la vida por mí si fuese necesario y yo por ella. —Ladeo el rostro y la miro mientras se limpia sus mejillas—Y es algo que nadie de ustedes dícese: FAMILIA, lo va a entender. Mucho menos tú que no sabes del significado del amor así que no me digas que te entienda, por qué lo que has hecho a mis espaldas, es: T R A I C I Ó N y tienes el título colgado en tu frente. Lo que según viste, fue una trampa por parte de su padre—ella abre los ojos de la sorpresa—Me has decepcionado, Lauren Rogers, como no tienes idea y créeme, no quiero volver a ver tu rostro de nuevo por aquí, ya que, desde esa vez, he dejado de tener...una hermana.

Ella suelta el llanto más fuerte al escuchar mis últimas palabras, me reincorporo y retiro la mano de las puertas del elevador cerrándose sin antes dejar una imagen de ella cubriéndose el rostro con ambas manos y llorando con más fuerza aún.

Me quedo de pie frente a las puertas metálicas. Suelto un puño en ellas y siento como mí corazón se estruja del dolor. Cierro los ojos e intento tranquilizarme.

— ¿Se encuentra bien, señor Rogers? — La voz de mi ama de llaves a mi espalda me hace abrir los ojos.

—Quiero que empaques todo lo que tengo, nos regresamos... no quiero más visitas de ellos, no quiero que nadie tenga esa ligera oportunidad de venir a mí. El resto solo cúbrelo de mantas, después veo que haré con el lugar.

—Sí, señor Rogers. En estos momentos empiezo a empacar. —Se escuchan sus zapatillas discretas retirarse.

— ¿Qué quiere que haga señor Rogers? —la voz de Marco llega a mí.

—Encárgate de la mudanza y de revisar los perímetros del otro lugar, quiero total seguridad y privacidad como antes, que el acceso a mi... nadie lo tenga.

—Sí señor Rogers, ¿Qué hará entonces en estos momentos? —pregunta cuidadosamente a mi espalda, me giro y lo miro detenidamente.

—Regresar a casa...

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