Quiero conocerte

Con el corazón en la mano, me resigné a que no podía aspirar a un hombre como él. Me metí en la cama y me dormí.

Mi hermana estaba terminando de arreglarse cuando me desperté. Me metí al baño y al salir preparé el desayuno, nos sentamos en la mesa y ambas estaban deseosas de saber cómo conocí a Dorian. Les conté de nuestro primer encuentro y de los siguientes. Mi madre entusiasmada, ya pensaba en una boda… “Ni siquiera quiso besarme” me repitió mi conciencia. Elle se marchó y yo para matar el tiempo me dediqué a limpiar. Aún no podía tocar, por lo que sólo me senté a garabatear unas partituras. Llamaron a la puerta y fui a atender.

 —¿Señorita Samantha Clark? —preguntó un joven repartidor con la cara llena de granos y un olor a marihuana tremenda.

 —Sí, soy yo.

 —Esto es para usted. Firme aquí por favor —me entregó el recibo y unas cuantas cajas enormes. Rebusqué en el cajón por una propina, se la di y se marchó.

En la cima de la montaña de cajas de distintos tamaños, todas amarradas por un lazo rojo y un enorme moño, había una tarjeta.

“Después de vértelo puesto, no hay justicia en dejarlas en un maniquí. Úsalas para mí, pequeña.”

Dorian Archibald.

Revoleé los ojos. Era una locura. Me metí a la habitación, las cajas contenían los atuendos completos de la ropa que me había probado en la tienda donde me llevó Dorian. Además de los vestidos, tapado, zapatos y carteras, había unas cajas más pequeñas, que contenían conjuntos delicados y sexys de ropa interior, todos de encaje, y en diferentes colores.

No me lo podía creer, esto era demasiado.

Le mande un mensaje.

 Yo: ¿Te volviste loco?

 Dorian: ¿Qué sucede Sam? —contestó de inmediato.

 Yo: Me acaban de entregar varias cajas con una nota tuya.

 Dorian: Perfecto. Quiero que uses el vestido azul esta noche.

 Yo: No puedo aceptarlo.

 Dorian: No acepto devoluciones. Úsalo para mí, pequeña. Te veo esta noche.

Daban casi las 5pm y me metí a tomar una ducha y tentando mi suerte, me aventuré a rasurarme, por si corría con algo de fortuna. Sequé mi cabello y formé unos rulos con la plancha de pelo. Quería lucir lo mejor posible para él. Pinté las uñas de mis manos y pies de negro brilloso. Elegí uno de los conjuntos en negro, tenían portaligas y medias, me puse el vestido azul como él me pidió y unos bellísimos tacos negros con la punta fina y que apenas si sabía llevar. Hice mi mejor intento por maquillarme, jamás se me dio del todo bien. Pero logré poner algo de sobra en mis párpados, rímel, rubor en mis mejillas, y un labial rojo intenso en mis labios, recordaba bien, el comentario de Dorian, respecto a eso y quise sorprenderlo.

Elle llegó y al verme se quedó con la boca abierta.

 —¿Me veo ridícula no? —pregunté ruborizada.

 —Todo lo contrario, Sami. ¡Te ves increíble! —contestó.

 —Gracias Elle.

 —Sólo te hace falta algo. Aguarda —se metió al cuarto y salió al momento y me entregó unos preciosos aros de perlas y me los puse.

 —Gracias —el teléfono sonó, un mensaje de Dorian. “Estoy abajo”. Tomé el tapado y una pequeña cartera negra, metí mi celular, el labial, mi identificación, algo de dinero y las llaves. Bajé corriendo las escaleras y ahí estaba él, apoyado en su majestuoso auto. Se veía de ensueño. Pantalón de vestir negro, camisa negra con rayas bancas, al igual que los puños y el cuello, encima una campera de cuero. Su rubio cabello brillaba bajo la luz de la luna.

 —¡Diablos Sam!

 —¿No te gusta? —pregunté llena de temor.

 —Necesitaré todo mi autocontrol para no arrancarte la ropa y tomarte aquí mismo. Luces preciosa pequeña —mis mejillas se tornaron rojas y un calor me recorrió el cuerpo entero, sonreí nerviosa.

 —Gracias… —me tomó de la cintura y besó la comisura de mi boca, me escoltó hasta la puerta del acompañante y la abrió para mí, me subí e inmediatamente dio la vuelta y subió.

El radio estaba encendido y BB King comenzó a sonar. Lo reconocía fácilmente, mi madre amaba el blues. Estaba absolutamente nerviosa, tenía un nudo en el estómago. Y su comentario me había puesto mucho peor.

 —Relájate Sam —interrumpió Dorian

 —Estoy bien —contesté a la defensiva

 —Pequeña, eres trasparente como un cristal. Puedo ver lo nerviosa que estás. No es necesario, nada pasará entre tú y yo esta noche. Aún no.

 —¿No te gusto? —pregunté confundida. Daba señales de sentirse atraído por mí, y luego salía con estas cosas…

 —¿Gustarme? Samantha, ¿No te das cuenta qué estoy loco por ti?

 —¿Y entonces? ¿No creerás que soy virgen verdad?

 —No pequeña, no lo creo. Es sólo que… verás, no soy como la mayoría…

 —Eso lo tengo clarísimo Dorian —interrumpí su monólogo.

 —Bien, pero necesito que conozcas todo lo que soy. Y si estás de acuerdo, entonces sí, avanzaremos.

 —¿De acuerdo con qué?

 —La paciencia es una virtud Samantha.

 —Que carezco Dorian.

 —Aprenderás… relájate. La noche es larga y tengo preparada una sorpresa para ti.

Llegamos a un bello restaurante italiano en Soho. Tenía reservación por lo que inmediatamente nos llevaron a la mesa. Dorian pidió un vino blanco y el camarero se retiró. Charlamos de trivialidades. Me dijo que le gustó la película que vimos, pero que aun así prefería las suyas. Nos trajeron unas pastas deliciosas, lasaña para mí y canelones para Dorian. Todo estaba riquísimo.

 —¿Lista para irnos? No tomaremos aquí el postre —advirtió.

 —Claro, cuando quieras.

Manejó un rato hasta un oscuro y pequeño callejón de East Villaje.

 —¿Es aquí donde vamos? —pregunté insegura.

 —Sí pequeña. Mira necesito que lo tomes con calma, estarás absolutamente segura conmigo, abre tu mente y no temas ¿De acuerdo?

 —Estás asustándome.

 —No Sam, sólo quiero prepararte. Realmente espero que puedas entenderlo, sé que lo harás. Ven.

Tomó mi mano y bajamos del auto. Caminamos unos metros hasta una puerta grande de un gran edificio de ladrillos a la vista. Un enorme hombre custodiaba la entrada.

 —Buenas noches Señor. Es bueno tenerlo de vuelta —lo saludó amistosamente el portero.

 —Gracias Trístan —respondió Dorian dándole una palmada en el hombro mientras entrabamos.

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