No es lo que parece

 —Despierta dormilona —la voz de Elle me trajo a la realidad

 —¿Qué hora es?

 —Las 6:45am, debo ir a trabajar, como me perdí el turno de anoche debo cubrirlo hoy.

 —De acuerdo, no te preocupes, ve.

 —Ya preparé el desayuno, mamá no se encuentra bien.

 —Yo me encargo, no te preocupes. Que tengas lindo día.

Tomé mi teléfono y vi que tenía cientos de llamadas perdidas. Marqué a July.

 —Al fin das señales de vida —me reprendió ni bien atendió.

 —Lo sé, lo siento, no imaginas todo lo que pasó —le conté con lujo de detalle todo, el hospital, la casa de Dorian, la pelea de él y Jason. Todo. Mi amiga jamás vio con buenos ojos a mi novio, lo conocía bien, y sabía que tenía un temperamento agresivo, más de una vez, se puso violento conmigo, nunca me puso una mano encima, pero sí, gritarme, insultarme o tomarme con fuerza y July no lo soportaba. Volvió a repetirme una vez más que debía dejarlo, que seguir con él era perder el tiempo, que tarde o temprano se volvería físico. Le dije que hablaría con él. Me despedí de ella y llamé a mi jefe.

 —Señor Peter, soy Samantha Clark.

 —Samantha ¿Cómo te encuentras?

 —No muy bien Señor. Los calmantes me dejan algo mareada.

 —Debes hacer reposo Samantha.

 —No se preocupe, lo llamo para saber si podía atender la caja, así no pierdo días de trabajo.

 —No, de ninguna manera Samantha. El Señor Archibald ya me puso al tanto de todo y trajo una nota del médico con las indicaciones del reposo hasta la nueva consulta. No debes preocuparte por nada. Tu trabajo estará aquí cuando te recuperes.

 —Señor Peter, pero ¿Cómo así?

 —Anoche Archibald pasó por la cafetería y me explicó todo. Tómate el tiempo que necesites, por supuesto yo me haré cargo de los gastos médicos. Es una licencia paga Samantha. Tú sólo recupérate.

 —¿Está seguro? ¿Quién ayudará a July?

 —Ya pedí una suplente. No tienes nada de qué preocuparte.

 —De acuerdo, muchas gracias. Le avisaré lo que diga el médico.

 —Perfecto. Que te recuperes pronto Samantha. Adiós.

 —Adiós.

¡Vaya, Dorian realmente lo debe haber asustado en grande! Bueno al menos tendría unos días para ponerme bien y de paso estaría con mi madre. Mandé un mail al conservatorio avisando de mi accidente y por qué no asistiría a clases estos días. Me metí al baño, me duché como pude y fue bastante difícil evitar que el vendaje se moje, pero ingeniosamente envolví la mano entera en la gorra de baño y de esa manera estaba a salvo. Cepillé mis dientes y me cambié, un pantalón deportivo, mis pantuflas de perritos y una camiseta que guardaba del equipo de futbol de la prepa. Me metí a la habitación de mi madre.

 —Buenos días mami ¿Cómo te sientes?

 —No muy bien cielo. ¿Y tú?

 —Ahí… ¿Me llevo la bandeja?

 —Sí, por favor.

 —¿Puedo traerte algo más?

 —No cielo, gracias.

 —Bien, llámame si necesitas algo.

Me preparé un café y metí al tostador un bagel, cuando estuvo listo los dejé en la mesa y fui por el queso crema y la jalea y me senté a desayunar. Casi terminando mi primera tostada llamaron a la puerta.

Abrí creyendo que era Jason, pero me equivoqué.

 —¡Dorian! ¿Qué haces aquí? —mi ángel estaba parado justo enfrente de mí, llevaba un precioso traje azul marino con una camisa clara a rayas y corbata azul. Que resaltaba el color de sus ojos. Se veía de ensueño.

 —No supe nada de ti y estaba preocupado. ¿Puedo pasar?

 —Claro, lo siento. Entra.

 —Gracias. ¿Cómo te encuentras?

 —Ya no me duele tanto, pero los medicamentos siguen haciéndome pedazos. ¿Quieres un café?

 —Me encantaría —fui por su café y volví a la mesa.

 —Gracias pequeña. Cuéntame, qué tan idiota se ha portado el niño que llamas novio.

 —Se marchó enojado, no me dejó explicarle nada.

 —Bien, no se merece ninguna explicación.

 —Dorian por favor. No lo conoces.

 —Ni me interesa, pequeña. Es un idiota y si vuelve a tratarte de esa manera, no respondo —dijo mientras untaba queso en la tostada —¿Jalea?

 —¿La estás preparando para mí?

 —Por supuesto —sonreí fascinada. Un gesto tan sencillo y a la vez tan lindo. Este hombre sabía cómo llegar al corazón de una mujer.

 —Por favor —untó la jalea al pan y me lo entregó. Me levanté a colocar más bagel en el tostador y volví con el plato.

 —Come, lo necesitas —insistió y me llevé un bocado a la boca. Toda su persona me causaba curiosidad y me animé a preguntar.

 —Cuéntame de ti Dorian.

 —¿Qué quieres saber, pequeña?

 —Todo. ¿Tu familia?

 —Cómo te conté antes, mi padre está enfermo, sufrió un ACV —respondió con algo de nostalgia en la voz, su tono era pausado y bajo.

 —Realmente lo siento ¿Cómo se encuentra?

 —Mejora día a día. En fin, no tengo relación con él. Pero con esto que pasó, y mi madre sola, debía venir. Es lo que corresponde.

 —¿Por qué no tienes relación con él? —pregunté queriendo saber más de este hombre que me quitaba el sueño.

 —Verás pequeña, mi padre siempre estuvo decepcionado de mí, no le gusta mi forma de actuar, de chico me metía en muchos problemas, y de grande seguí haciéndolo, sólo que de diferente manera.

 —¿A qué te refieres?

 —Mi padre es un Juez de la Suprema Corte. Cuando era abogado, fue uno muy importante, su firma es una de las más prestigiosas de NY, y desde que comencé a estudiar leyes quiso que trabaje con él, como lo hacía mi hermano mayor. Pero no era lo que yo quería, a mí me entusiasmaba seguir mi propio rumbo, alejarme de su sombra. Así que eso hice, me fui a trabajar a otra firma y comencé mi propio camino. Por supuesto lo decepcioné. Hace tres años mi hermano Brody falleció en un accidente de auto, era socio de mi padre en el bufet y su hijo pródigo, el hijo que hacía todo lo que debía hacer. También era mi gran amigo, cuando murió me fui a Londres. Mi padre lo tomó como una traición a la familia, ya que no me hice cargo de su bufet, me desheredó y no volvió a hablarme.

 —¿Y tu madre?

 —Mi madre es una socialité Sam, vive para eventos y pavadas así. No le hizo ninguna gracia todo esto, hablamos, pero no es igual.

 —¿No tienes más hermanos?

 —No, sólo la viuda de mi hermano, Kara y es la hija que mi madre siempre deseó. Cuando Brody murió se mudó con ellos, mi sobrina Isabel era una bebé y necesitaba muchos cuidados.

 —¿Qué edad tiene?

 —Cuatro años y es el amor de mi vida —sus ojos brillaron al nombrarla

 —Lo imagino.

 —¿Y ahora qué volviste nada cambió?

 —No pequeña, pero, aun así, debo estar acá.

 —Por supuesto.

 —Si algo le pasara y yo estuviera lejos, no podría perdonármelo. Pero sigo sin trabajar en su bufet. Los socios se encargan y yo sigo buscando qué hacer conmigo.

 —Seguro lo conseguirás.

 —Eso espero —la puerta sonó y me levanté a atender.

 —¡Jason! —diablos, el peor momento de todos pensé apenas lo vi.

 —Amor, debemos hablar, lamento mucho lo de anoche… —dijo mientras entraba. Cerré los ojos, ya me veía venir una nueva escena de celos.

 —Jason…

 —¡Esto tiene que ser una maldita broma! Yo vengo aquí a pedirte perdón y resulta que tu nuevo amante a dormido aquí y disfrutan de un desayuno como si nada. ¿Tengo mucha cara de idiota Samantha?

 —Jason, no es lo que parece… —traté de explicarme, pero él no tenía la mínima intensión de escucharme, ya había sacado sus propias conclusiones. Tiró el ramo de flores que traía en la mano y los pétalos cayeron dispersos por todos lados.

 —¡Y tú imbécil! Me debes una —le espetó a Dorian.

 —Cuando quieras niño. Me muero por enseñarte un poco de educación —contestó mi ángel poniéndose de pie.

 —¡Dorian por favor! —supliqué y me interpuse entre ambos.

 —¡Eres una maldita zorra, no puedo creer que me tomaras el pelo durante tanto tiempo! —me gritó en la cara.

 —Ya me cansé de tus insultos Jason. Será mejor que te vayas.

 —No me iré a ningún lado. Que se vaya él.

 —¡Se van los dos y punto! —grité cansada de tanto drama.

 —Tranquila Sam. No haré una escena en tu casa. Me marcho. Te llamaré luego —respondió Dorian, portándose como un caballero educado.

 —Gracias Dorian.

 —Tú y yo arreglaremos cuentas. Te lo prometo niño —le dijo a Jason poniéndose muy cerca suyo, éste intento darle un empujón, pero Dorian era dos veces más grande que él y no se movió un centímetro, se sacudió el saco y se marchó.

 —¿Cómo pudiste hacerme esto?

 —No te he hecho nada Jason. Estás imaginando cosas.

 —¿Encima crees que soy estúpido?

 —Estás actuando como uno.

 —Mira zorra, a mí me respetas ¿Quién diablos te crees? ¿O acaso porqué ahora te revuelcas con tipos ricos te crees mejor?

 —¡Ya cállate imbécil!

 —No olvides que eres una maldita escoria del Bronx. Sólo una zorra barata —no aguanté más y le di un cachetazo. Su rostro se transformó, sus pupilas se dilataron, me tomó por los brazos y me estampó contra el librero.

 —¡Suéltame Jason! ¡Me haces daño!

—Espero que esa m****a de tipo que te conseguiste te use y luego te abandone como la maldita que eres —tomó mi cuello con una mano e intenté librarme de él y luchar, pero no pude. Se me estaba acabando el aire.

 —S-suéltame… —alcancé a balbucear. Soltó mi garganta y caí al suelo. Se alejó un metro de mí, pero volvió, se agachó y me dio un puñetazo en la cara, mis lágrimas saltaron de mis ojos, sentí un enorme dolor esparcirse por mi rostro, pero él sintió que no era suficiente. En eso vi que mi madre salía de la habitación gritando, pero no alcanzaba a oír lo que decía. Tomó el bastón y le dio un golpe a Jason que seguía gritándome cosas. Se tomó la cabeza, discutió algo con mi madre y ella lo echó de la casa. La boca me sabía a metal y me dolía como un infierno tratar de abrirla.

 —¡Sami por favor! —oí decir a mi madre, cuando el zumbido cesó.

 —Estoy bien, lo siento tanto mami —hablar me dolía mucho, pero quería tranquilizarla.

 —Necesitas ir al médico Sami.

 —No, estaré bien, sólo me recostaré un minuto —me tiré en el sofá y cerré los ojos, para intentar calmar el dolor. O al menos que mi madre no lo notara.

 —Debes denunciarlo Sami, para que jamás vuelva a intentar algo así.

 —No lo perdonaré mami. Se terminó.

 —Ya lo creo que no lo perdonarás, pero tampoco debe hacérselo a alguien más.

 —Tienes razón en eso. Olvidémonos de Jason. Vuelve a la cama, descansa. Estaré bien

 —Llámame si me necesitas.

 —Claro.

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