Corrió de vuelta a la cabaña sin importarle los llamados de Liz. Apretaba con fuerza la hoja entre sus manos mientras lágrimas caían por sus mejillas.
Su hermana.
Había encontrado una pista de su hermana y por extraño que pareciera tenía un mal presentimiento.
—Ella debe estar viva —tomo asiento en su cama repitiéndose aquella palabra una y otra vez
De pronto a su mente llego la imagen del rey y su corazón palpito con fuerza.
Un extraño sentimiento la invadía.
—Lucia ¿qué te pasa? —se puso de pie observando a Liz ingresar a la cabaña luciendo su cabellera empolvada
—Nada —negó suavemente
—¿Segura?, —Lucia agacho la cabeza— ¿podrías contarme? —y en ese instante la pequeña humana empezó a sollozar. Liz la abrazo tratando de calmar los sollozos de su compañera— Tranquila —susurro suavemente
A Lucia le dolía el corazón, no quería pensar que su hermana yacía muerta. Se negaba a creer eso. Ella tenía que estar viva. Tanto tiempo esperando para llegar al reino de los lobos y una pista destruye parte de sus esperanzas. Necesitaba encontrarla.
La tarde llego con un tono sombrío, el joven rey observaba desde su balcón el cielo y no podía evitar pensar en su compañera.
Las ganas que tenia de abrazarla, besarla y ver nuevamente su rostro.
Ese aroma envolvía sus fosas nasales. Era imposible no dejar de pensar en ella, pero no podía atreverse a lastimarla y luego morir dejándola entre el caos. Aunque su corazón pidiera a gritos que no la alejara Kant debía hacerlo.
—Por su bien —susurro observando el sol ocultarse a la lejanía, como el cielo se teñía de un suave color rojo y daba paso a la noche iluminada por la luna
Su niñez golpeo su mente con fuerza, las palabras de su padre y los cálidos abrazos de su madre. Como extrañaba esos momentos donde todos tomaban asiento en la sala y su padre narraba sus batallas, un joven Kant observaba aquello con admiración imaginándose el día que defienda su reino con aquella valentía, pero luego de tres años sus padres murieron en una batalla y como Kant era el primer hijo a los 14 años tuvo que ser coronado como rey. Fue difícil, pero se mantuvo fuerte.
Ahora poseía veintitrés años y su vida estaba acabando. Aquel veneno ingreso a su cuerpo tras recibir un ataque en manos de cazadores y su atacante yacía encerrado en las mazmorras esperando su condena.
No hablaba.
No decía cuál era el nombre de aquel veneno.
Ni la cura.
Porque el atacante posiblemente tenía conocimiento sobre la cura o simplemente escogió un veneno sin cura. Kant prefería visitar a su atacante esperando a que pronunciara alguna palabra, pero solo se mantenía con la cabeza agachada en completo silencio, hace ya menos de un año que sus gritos de auxilio disminuyeron rindiéndose por completo. En completo silencio se adentró a las mazmorras sintiendo un aroma putrefacto invadir sus fosas nasales, cubrió su nariz con su mano y observo entre la oscuridad los cabellos negros de su prisionera.
Porque era una mujer la que deseaba asesinarlo y estaba por lograrlo.
—Sería fácil si nunca me hubieras atacado —susurro fríamente el joven rey
Ella alzo su rostro, sus mejillas lucían rojas mientras que algunas manchas de barro yacían impregnadas ahí. La palidez en su rostro también se ponía notar, sus labios lucían resecos porque ella se negaba a beber agua de crueles bestias, muchas veces tenían que obligarla.
Mientras que ella siempre respondía “Aunque me mantengan con vida nunca diré la cura.”
Ante el silencio y la fulminante mirada de su prisionera el joven rey solo pudo soltar un suspiro.
—¿Nunca dirás nada? —ella sonrió de lado
—Me gusta verte sufrir. —susurro con alegría— ¿A qué viniste? —volvió agachar la cabeza, sus manos y sus pies yacían sostenidas por grandes cadenas de plata. Formo una mueca de dolor en sus labios al ver como su muñeca lucia roja por la opresión de la cadena
—Ya no insistiré, sé que debo morir y lo hare. Pero antes dime ¿tienes familia? —y ella con dolor apretó sus labios, un nudo se formó en su garganta y con dificultad trato de contenerlo
—¿Para qué? —pregunto bruscamente
—Tengo un trato para ti —ella al escuchar aquellas palabras alzo su rostro con curiosidad
—¿Trato?, ¿la gran bestia tiene un trato para mí? —pregunto con burla
—Sé que tienes familia, se nota en tu mirada. —ella guardo silencio fulminando al joven rey con la mirada— Mi hermana obtendrá el trono después de mi muerte y no deseo verla sufrir. Así que sales libre si entrenas a mi hermana ¿trato? —ella no contesto— Di algo
—¿Por qué debería ayudar a una asquerosa bestia? —este sonrió— No tengo ganas de ayudarte
—Entonces no veras a tu hermana —el joven rey giro su cuerpo saliendo de la celda, la prisionera lo observo asustada y enojada
—¿Qué dijiste? —pregunto con nerviosismo, el joven rey se mantenía de espaldas
—Sé que tienes una hermana, si deseas volver a verla entrena a mi hermana y enséñale a pelear. Entonces luego volverás con tu amada hermana, tú decides. —cerro la celda y espero unos segundos, pero la prisionera siguió en silencio con todo el miedo instalándose en su ser— Tienes hasta mañana al medio día, no lo olvides, Magnolia
Magnolia lo escucho alejarse y sintió como todo su mundo se derrumbaba.
Su hermana.
Esa bestia no podía tocar a su hermana.
—No pueden lastimarte, —una lágrima traicionera bajo por su mejilla— pero te extraño
Mientras muchos dormían ella sollozaba.
¿Qué decisión tomaría?
Ni ella misma lo sabía.
La princesa soltó un chillido cuando su cuerpo cayo con fuerza al suelo. Magnolia sonrió mientras colocaba la espada en su hombro. —¿Duele? —pregunto obteniendo como respuesta una mirada llena de furia por parte de la princesa Como pudo intento colocarse de pie, pero cayó al suelo adolorida. —La primera regla princesa, en batalla el dolor es normal si no puedes resistir y de un solo golpe caes ten en mente lo siguiente: Estarás muerta —susurro fríamente —¿Y de qué sirve entonces el dolor? —los labios de Magnolia formaron una sonrisa ladina— Ayúdame, escoria —¿Ayudarte? —pregunto Magnolia fingiendo ofensa, luego soltó una carcajada— Princesa en el campo de batalla nadie te ayuda ¿queda claro? Mariana se puso de pie sosteniendo su mano derecha donde se podía ver un leve corte, fulmino a su entrenadora e ignoro lo comentado. —Cuando estés peleando nadie te va a socorrer, no seas débil y lucha —Magnolia observo el cuerpo de la prin
Observo con detenimiento aquella fotografía. No podía dejar de hacerlo. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez que esa imagen se impregnaba en su mente. Ya ni llorar podía destruir aquella fría barrera que creo en su interior. En el reino de los brujos su rey se llama Xavier Dapueto y aunque era respetado muchos cuestionaban su frio comportamiento, pero nadie sabía lo que detrás de ese frio aspecto ocultaba. Porque había un pasado tan triste y doloroso para él que durante años aún le costaba olvidarlo. —Y tal vez nunca lo olvide –—susurro suavemente mientras alzaba su mano para acariciar aquel cuadro La alcoba relucía tan solitaria y melancólica, se podía ver que todo aún permanecía intacto. Como si esperara a que algún día ella volviera. Ella. ¿Quién es ella? Una mujer de mirada cálida y sonrisa tranquilizadora, pero ahora solo quedaba el recuerdo plasmado en ese cuadro. Soltó un suspiro para observar unos segundos el cuadro
Lucia se detuvo frente al rey sosteniendo entre sus manos un libro azul, sus labios formaban una tímida sonrisa con suavidad extendió el libro con sus manos. —Tome, su majestad. Este libro se ve interesante —agacho la cabeza sintiendo el miedo invadirla El joven rey seguía impregnado en ella, observando su sonrisa, sus labios y siendo envuelto por aquel dulce aroma. Como si todo hubiera desaparecido. Lucia sentía la penetrante mirada del rey, se sintió pequeña y llena de miedo, pero su corazón latía con fuerza. Alzo su rostro y ambos conectaron miradas. Involuntariamente Lucia sonrió. ¿Qué me pasa? —se preguntó la pequeña humana mentalmente El rey reacciono agachando la cabeza con rapidez y maldiciendo internamente al sentir como su lobo aullaba de alegría, pero no podía verla sufrir. —¿Qué libro elegiste? —pregunto con voz ronca sin observarla Ella tímidamente respondió. —Uno que está en su idioma natu
El joven rey sonreía perdido en sus pensamientos mientras sus ministros comentaban totalmente preocupados y esperando una respuesta de su rey, pero Kant solo pensaba en su compañera. Solo en ella. Mientras que la princesa refunfuñaba tratando de amarrar la cinta y cubrir sus pechos, pero no lograba nada. Maldijo internamente sintiéndose inútil. Odiaba ese lugar, odiaba vestir así, odiaba no tener a sus doncellas y dormir entre sábanas que enrojecían su piel. Dejo caer al suelo la cinta sin importarle que se vieran las curvas de sus pechos, se cruzó de brazos y formo una perfecta línea en sus labios enojada. —Odio todo esto —susurro entre dientes Magnolia arqueo una ceja entrando en completo silencio a la alcoba. —¿Qué dijiste mocosa?, —Mariana se sobresaltó y giro bruscamente su cuerpo— ¿odias todo esto? La princesa no dijo nada solo se mantuvo en silencio sin observar a la mujer frente suyo. Magnolia bajo la mirada hasta llegar al esc
El aroma alcohol yacía presente en la gran mesa. El general observaba la copa de vino totalmente perdido mientras que sus guerreros celebraban una victoria. Habían obtenido tierras nuevas y ganado respeto. Maximus era uno de los licántropos más respetados del reino, poseía una mirada fría y un corazón triste. Desde muy niño su interés hacia las peleas fue grande, entrenaba con lobos mayores y siempre terminaba venciéndolos. Fue aquello una de las causas porque el antiguo rey lo nombro general no solo por su gran forma de pelear sino por la lealtad que mostraba hacia su gente. Al combatir lo hacía con todas sus fuerzas y era aplaudido al volver triunfante de sus batallas. Sonrió cuando un aroma conocido invadió sus fosas nasales, se puso de pie y el bullicio freno. Los guerreros se pusieron de pie mientras reverenciaban. Al lugar Javiera entraba del brazo del joven rey. Maximus con una sonrisa reverencio también. —Su majestad es un gusto verlo nuevamen
Las muchachas se sentían más tranquilas a la mañana siguiente. Los guerreros entrenaban, algunos adoloridos y otros simplemente dando lo mejor de sí olvidando las consecuencias del alcohol. Maximus se alistaba junto a un par de guerreros para partir al medio día hacia la aldea humana donde solía vivir Magnolia. Aún se sentía algo desencajado y no podía evitar soltar algunos suspiros. No podía olvidar las palabras que el día anterior su rey pronuncio. Solo puedo amarla en silencio. Eso era algo tan triste para un licántropo, amar a su propia compañera en silencio y sentir como tu corazón muere día tras día. ¿Podría el joven rey aguantar aquel dolor? —Pero yo hago lo mismo —susurro con tristeza Javiera observo a su hijo mientras ingresaba a la alcoba, él admiraba desde su balcón el paisaje. —¿Qué piensas? —Cosas, madre —respondió suavemente —¿Sobre la compañera de Kant? —giro su rostro sorprendido al escu
Sus incandescentes ojos observaron a Javiera totalmente confundidos. —¿Crees que sea verdad? —ella asintió, el joven rey soltó un suspiro —Tal vez deberíamos confirmarlo. —susurro el general cruzándose de brazos, Kant asintió para que su general continuara hablando— Deberíamos preguntarle a la muchacha y si es verdad hay que encarcelarla —Maximus… —intervino Javiera más su hijo la corto bruscamente —Esa asesina podría atacar a la princesa, si esa humana es su hermana tendremos algo con que amenazarla y así beneficiarnos su majestad —¿Hablas de lastimarla? —pregunto fríamente Kant, Maximus se mantuvo en silencio— No tocaras a Lucia ¿entendido? —No entiendo, su majestad. ¿Qué ocurre? —con voz nerviosa pregunto el general —Nana dile —Kant se puso de pie y camino hasta su balcón manteniendo su porte firme —Lucia es compañera de Kant —Maximus abrió los ojos sorprendido —Ahora ¿lo entiendes? —pregunto Kant sin girar s
¿Por qué su corazón se sentía tan extraño? Simplemente no podía descifrar aquel sentimiento que embargaba su corazón. Luego de llorar en los brazos de Liz ambas continuaron con sus labores, Lucia había entrado a la alcoba del general junto a su compañera y segundos después ambas desaparecían de aquella alcoba. Una emoción recorrió su cuerpo cuando escucho la voz del joven rey. Sus manos temblaron lentamente y las ganas de verlo se hicieron presentes en la pequeña humana. Quería escuchar otra leyenda, escuchar como la suave y cálida voz del rey la hacía soñar, pero ella debía continuar con sus quehaceres. Las muchachas murmuraban ante el repentino llamado de Liz. Lucia sentía el medio embargar su corazón. ¿Qué pasa?, ¿por qué la llamo? —se preguntó mentalmente la pequeña humana mientras limpiaba con suavidad algunas frutas Minutos antes Javiera había entrado a la cocina con una sonrisa cálida en sus labios, las muchachas guardando resp