Capítulo 5

Christopher​

Hoy preparé algo especial en casa, con la ayuda de Helga, para darle una nueva sorpresa a Ashlee, ésta vez, por nuestro primer mes de novios. No pudimos hacer nada antes, porque las cosas no ayudaron mucho.

Hace unas horas le solicité a Helga que nos prepare una comida típica de Alemania y que la cena se acompañe de un vino Chardonnay chileno. No he tenido la oportunidad de viajar a ese país, pero cuando probé el vino en una feria gastronómica, a la que me invitaron Héctor y Dayalis cuando la celebraron en su restaurante, sin duda, se transformó en mi favorito.

Estamos llegando al edificio y detengo el auto a pocos metros antes de la entrada al estacionamiento.

—¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes? —pregunta Ashlee, asustada.

—Tranquila, amor, no pasa nada. Tengo algo preparado.

—No entiendo —confiesa.

—Lo harás cuando lleguemos al departamento. Por lo pronto, necesito que cierres tus ojos.

Puedo ver la duda y el nerviosismo en su mirada, pero me hace caso y los cierra. Cuando ya está un poco más tranquila, saco una venda de color negro que traigo en el bolsillo de la chaqueta y con cuidado la pongo sobre sus ojos, amarrándola en su nuca.

—¿Puedes ver algo? —interrogo, a la vez que muevo la mano frente a su rostro.

—Chris, no veo nada, puedes estar seguro de eso.

—Lo sé —comento arrogante, pero riendo con su comentario—, solo quería comprobarlo.

Vuelvo a encender el motor del vehículo, entramos al edificio y estaciono en mi lugar asignado.

—De acuerdo, nena. Espero te guste la sorpresa que te tengo.

Apenas termino de hablar, abro la puerta del conductor y bajo para ayudarle a hacer lo mismo. La encamino al elevador. Una vez adentro, es inevitable reír ante lo nerviosa que está.

—Calma, cariño.

—¿Cómo quieres que me calme, si no sé qué es lo que me espera ahí arriba?

—Creo que no te queda más que confiar en mí.

—Siempre terminas teniendo la razón.

El elevador sube a su ritmo normal, pero siento como si demorara una eternidad. Y al igual que mi chica, también estoy nervioso. Por un momento pienso que con todo lo que está pasando a nuestro alrededor, es una posibilidad de que no le guste lo que tengo preparado.

Por fin suena el timbre del ascensor, indicando que hemos llegado a nuestro piso. Abrazo a mi novia por el costado y la llevo hacia nuestra puerta.

Una vez adentro, en silencio, Helga se acerca a nosotros y nos ofrece una copa de vino. Tomo las dos copas, la mía y la de Ashlee, porque ella sigue con la venda en los ojos.

—Toma, cariño, abre con cuidado la mano y ciérrala —le indico al entregarle la copa y me aseguro de que no se le caiga.

—¿Qué es? —pregunta.

—Es mi vino favorito.

—¿Cuál es?

—No, no..., tendrás que probarlo antes. Además, deberías recordarlo.

—De acuerdo —dice derrotada—. ¿Puedo sacarme la venda ya? Por favor…

—Ya casi. Acompáñame.

Le tomo el brazo con cuidado y la llevo al comedor. Dejo nuestras copas sobre la mesa y le ayudo a sentarse. A continuación, comienzo a quitarle la venda, no sin antes advertirle que no puede abrir los ojos hasta que yo me siente frente a ella.

—Puedes abrirlos ya.

Con cuidado los abre y su expresión es de tal sorpresa, que está claro que no esperaba algo así.

Gracias a la ayuda de Helga, la mesa está adornada con rosas rojas y calas blancas, que son las flores favoritas de mi chica. Toda decorada con velas blancas, que hacen resaltar, lo hermosa que es realmente Ashlee.

La luz es apagada por Helga, mientras caminamos hacia el comedor. Luego de ello, se va a la cocina a terminar de arreglar la cena. Esa mujer es muy eficiente y cariñosa. Junto a Ash le tomamos un gran aprecio, que hasta hace que extrañemos a nuestras propias madres. Creo que es tiempo de organizar una cena con toda la familia. Me encantaría que mis padres conocieran a Ashlee y vean lo maravillosa que es. Estoy seguro que la adorarán, al igual que lo hago yo. Prometimos ir antes, pero lo sucedido con Melissa atrasó un poco los planes.

—¿Qué es todo esto, cariño?

—Mi sorpresa para ti. Feliz mes aniversario.

—Todo está hermoso, no debiste.

—Por supuesto que sí, eres mi chica, y junto a ti y por ti, no olvidaré jamás algo que tenga que ver con nosotros.

—Gracias, Chris. Todo está hermoso.

—Por nosotros, mi amor. —Alzo mi copa para hacer un brindis.

—Por nosotros —repite Ashlee.

—¿Y qué comeremos?

—Una especialidad alemana preparada por nuestra adorada Helga.

—Desde aquí ya se siente el olor y seguro sabe delicioso.

—¡Helga! —Llamo a nuestra ama de llaves, alzando un poco mi voz, pero sin gritar del todo.

—¡Enseguida, señor! —responde desde la cocina.

Al cabo de un minuto, se acerca a nosotros.

—Dígame, ¿qué necesita? Buenas noches, Ashlee.

—Buenas noches, Helga.

—Helga, ¿ya tienes listo todo?

—Sí, señor. Todo listo para su cena.

—Perfecto, no se diga más.

—De inmediato —comenta, a la vez que comienza a retirarse de la mesa.

—¿Helga? —Interrumpo su andar. Se da vuelta para escuchar lo que tengo que decirle.

—¿Qué acaso se te olvida que también te pedí que no me trates de señor? Ya estamos en confianza y no quiero parecer el jefe pesado.

—Lo siento, señ... —se interrumpe sola—, digo, Christopher.

—Así está bien, puedes retirarte.

—Con permiso.

—Creo que aunque le trates de manera más cordial, todavía te tiene respeto.

—Eso creo, pero quiero que vea que no soy tan duro como lo parezco. Siempre soy cariñoso con los que me rodean.

—Eso ya lo sé y de muy buena fuente.

—Disfrutemos de esta noche solo para nosotros.

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