Capítulo 2

Después de acabar en su muslo derecho y fumarnos un cigarro comenzaron a acudir las preguntas; típico en mí eso de volverse altamente reflexivo después de eyacular.

¿Por qué me sentía tan miserable e indigno?

Primero empeze a alojar en su pieza porque ella me lo había pedido y como por culpa de la pandemia el trabajo en la calle se había echado a perder, acepté quedarme ahí por un tiempo. Jare me prohibió acercarme a nuestro hijo mientras durará la cuarentena y entonces ahí tomé la decisión de irme a vivir definitivamente con Mika a su minúscula y céntrica pieza de caserón antiguo en pleno centro de la capital. Ella había sido mí novia años atrás y por razones que no van al caso lo estábamos intentando nuevamente, haciendo lo posible por llevar un estilo de vida de pareja más o menos convencional, pese a nuestros respectivos oficios que nada tenían que ver con convencionalidades.

— Debajo de la cama, mí amor— Dijo Mika.

Y ahí estábamos viviendo juntos por primera vez, siete años después de haber terminado nuestra relación. Yo estaba pasando la escoba y ella doblando la ropa.

— ¿Hasta cuándo piensas salir a trabajar mí amor?

— Creo que no voy a poder dejar de ir. No quiero dejar de pagar la renta allá. Una vez que pueda pienso volver.

— Pero mí amor, olvídate de eso. Esto es una crisis mundial. ¿Cómo lo vas a hacer para juntar tanta plata si la calle está mala? Quédate acá conmigo. Después vemos eso. Mientras tanto yo te puedo pasar dinero para que le envíes al pequeño Mak.

— No me vas a hacer cambiar de opinión.

— ¿Pero que tiene? Podemos vivir encerrados  tranquilamente unos meses. No seas orgulloso.

— No es un tema de orgullo.

— ¿Entonces que es? ¿Ya no me quieres?

— No digas tonteras.

— ¿Ya no te gusto entonces?

Mika puso una cara de ardillita triste que me debilitaba completamente mientras se pasaba la lengua por la parte superior del labio. Por supuesto que me encantaba. Jamás había logrado dejar de mirar ni su culo ni sus piernas ni sus hombros con un enorme deseo. Era morena y de estatura baja aunque ni tanto. Sus grandes ojos y sus largas y movedizas pestañas simplemente me habían hechizado desde la primera vez que la vi.

Se acercó y me tomó de la cintura. Luego me beso con pasión y lentitud.

—  Mí amor. Es súper peligroso que salgas a la calle.

— No pienso morirme de un virus —Dije—. Además de que no puedo dejar de trabajar.

— Pero podrías trabajar acá en la casa.

— ¿En qué podría trabajar acá en la casa si se puede saber?

— En tu novela. Te juro que no te voy a molestar mientras escribes.

En tiempos pasados solía evitar que Mika pasara tanto tiempo conmigo debido a esos antiguos y literarios sueños de grandeza. Y es más, ella disfrutaba interrumpirme mientras trabajaba echado en la cama con el computador en mis rodillas; procedía a echarlo a un lado con el fin de proporcionarme una prolongada e irrechazable dosis de sexo oral.

— Ya no escribí —Dije—. Nunca tuve el don.

— A mí si me gusta como escribes.

— ¿Por qué no terminamos de hacer aseo luego mejor? Tengo hambre.

Me quitó la escoba y comenzó a barrer ella misma puesto que yo lo hacía horrible. Mientras tanto yo recogía la b****a con la mano y la echaba a una bolsa grande. No fue suficiente. Tuve que ocupar otra para ir depositando botellas de cerveza y envases de comida para llevar que de vez en cuando ocupábamos como ceniceros.

¿Mañana vas a trabajar? —Preguntó—. Es sábado.

— ¿Y que tiene que sea sábado?                                 

— Hay poca gente en la calle. 

— Igual se tiene que trabajar 

— ¿Y no preferirías que ahora en vez de cocinar bajará a comprar sushi y unas botellas de vino? Podríamos ver una película. Mañana dormiríamos hasta tarde y follaríamos todo el día.

— No me tientes por favor.

— Y el lunes voy al banco y aprovecho yo misma de depositarle a la mamá de tu hijo. Tu sales a trabajar mañana por última vez y cuando llegues pasamos al supermercado. Ahí tendríamos que dejar de comprar comida hecha, porque no sabemos hasta cuándo va a durar la pandemia y hay que gastar lo menos posible. Lo tengo todo pensado.

Miré al techo que estaba muy alto. Luego recogí aire por la nariz y lo boté por la boca. Era lo típico que hacía cuando andaba a la búsqueda de las palabras precisas para comunicarme:

— Olvídalo, Mika.

— ¿Pero por qué? ¿Que tiene que una mujer te mantenga? Va a ser solo hasta que esto se acabe.

— Eso es grave. Más si tengo un hijo que no es tuyo.

— ¿O te molesta el origen de la plata que tengo? Prefiero que me digas la verdad y así no te insisto más.

— Ya hablamos de eso. Yo no estaba contigo cuando hiciste eso, por lo tanto no es asunto mío.

— ¿Entonces por qué estás siendo tan machista? 

— No se trata de machismo tampoco. Me duele no poder ir a ver a mí hijo y mínimo que haga algo por el con mis propias manos.

— Pero ya no puedes, mí amor. Cada vez ganas menos dinero. Te estás exponiendo en vano.

— Da igual. No voy a dejar de trabajar.

— Estoy segura de que todo esto es por el origen de mí plata.

— Da lo mismo si me crees o no me crees. Mí respuesta es no.

Sonó el teléfono de Mika y salió a contestar al pasillo. Mí alma y mí cuerpo se encontraban divorciados de toda clase de dignidad. Ella  le podía gustar a cualquier otro hombre mucho mejor que yo pero ahí estaba, conmigo y con la mediocre existencia que llevaba en .i vida hasta ese momento. 

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