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Luego de un rato, me senté sobre el delgado e incómodo colchón de la cama y volví a pensar...

¿Por cuánto tiempo estaría encerrada acá?  Mi lado racional, me repetía que no podía ser para siempre, porque el crimen que había cometido, no era tan grave. En realidad ¡No había hecho nada! 

Okey, tal vez había trabajado en un club siendo menor de edad. Pero en realidad eso era responsabilidad de los que me habían contratado sabiéndolo.

Pero, otra parte en mi interior, me hacía fantasear con estar aquí muchos años. 

Dios, estaba aterrada y quería llorar, pero ya me había cansado de hacerlo.

No tenía a nadie que me pudiera ayudar. Sólo a Cindy y estaba en la misma posición que yo. 

No le mentía al policía, cuando le había dicho que estaba sola en el mundo.

Suspiré e intenté pensar un poco menos fatalista. 

Tal vez podría buscar alguna forma de escapar... 

Sonreí al instante. Si, claro. Como si fuera tan fácil.

Quizá ya me estaba volviendo loca... Aunque sólo llevaba unas pocas horas aquí. 

Los gritos de un hombre se oyeron de pronto, haciendo que me alertara.

-¡Ya verán! ¡Los mataré a todos! ¡Malditos!- 

Me puse de pie y me acerqué con prisa a la puerta de la celda. 

Un hombre, completamente fuera de sí, era arrastrado por dos policías hacia aquí. Se resistía con furia a seguir caminando.

Por un momento, temí que lo trajeran donde estaba yo, pero por fortuna siguieron de largo. 

Joder. No estaba lista para vivir en prisión. No iba a durar ni dos años con vida.

¿Qué pasaba con mis sueños? ¿Dónde quedaban? 

Durante estos últimos meses, había superado tantas dificultades, que hasta empecé a fantasear con la idea de estudiar y poder salir adelante... 

Qué lejos veía eso ahora. ¿Quién me iba a querer contratar con un antecedente penal? 

Seamos honestos. Ingresan a las personas a la cárcel, para que cumplan con una pena, y luego los liberan, para re insertarse en la sociedad. 

Pero eso no sucede. Nadie se quiere acercar cuando salen. 

De pronto, sentí que me mareaba y la presión me bajaba. Todo me daba vueltas. Me tambaleé unos pasos y comencé a vomitar en una esquina de la celda. 

No podía detener mis arcadas, y un guardia se acercó dudoso a mí, luego de observarme unos instantes.

-¿Necesitas ayuda?- preguntó desde lejos. 

No, te parece. Pensé. 

Qué idiota.

Todo mi cuerpo estaba débil y sentí como mis piernas se aflojaban. 

-Médico...- murmuré y recibí otra arcada. 

Lo siguiente que recuerdo, es todo negro.

Desperté en una habitación desconocida. Sus paredes eran blancas y la luz me golpeaba el rostro, haciendo que frunciera el ceño. Un pitido intermitente se oía a lo lejos. 

¿Dónde estaba? ¿Qué me había pasado?

Sentí un fuerte dolor de cabeza, y llevé mi mano a ésta.

-Tranquila, ya te atendió el médico y vas a estar bien. Estás en la enfermería- reconocí su voz y me tensé. 

Abrí los ojos y lo encontré de pie, a un costado del cuarto. Estaba con sus brazos cruzados, descansando su peso contra la pared. Se encontraba sin su típico uniforme azul, sólo con una camisa color bordo y unos pantalones negros. 

M****a, m****a y más m****a. Supongo que al final, sí podía ser más sexy.

-¿Qué me pasó?- murmuré con voz raposa y aún confundida. 

-Según dijo el guardia- respondió y caminó hacia mí despacio -Comenzaste a vomitar, te bajo la presión y te desmayaste. El doctor dijo que podía ser por esta situación...- su voz se fue apagando. Pude reconocer un poco de... ¿tristeza? 

No, seguro sea lástima. Y yo no necesitaba eso ahora.

-Bien- contesté seca y cerré los ojos intentando descansar. 

Sentía una gran presión en mi cabeza, como si alguien la apretara con fuerza. Y apenas podía mover mis músculos que estaban cansados.

Joder, cómo extrañaba ver algún rostro conocido.

De pronto, recordé a Cindy. Desde que había llegado aquí, no la había visto más. 

-¿Dónde está mi amiga?- le pregunté. 

Él me observó confundido. 

-La muchacha que estaba conmigo en el club...- le recordé. 

-Oh, está en otra celda, aquí. También estamos esperando corroborar su historia.-

-¿Por qué no podemos estar en la misma celda?- cuestioné.

-Son las normas del lugar.- respondió simplemente, sin darme explicaciones. 

-Estúpidas normas- murmuré. -Por favor, déjen que se vaya. Ella trabaja solamente para poder pagar los gastos de su hermana. Es más pequeña, y está enferma...-

-Tranquila, Señorita- me interrumpió al ver que no dejaba de hablar -Ya nos contó todo, y probablemente, salga en libertad mañana-

-Oh, que suerte- sonreí con tranquilidad y reposé mi cabeza sobre la almohada. 

Me alegraba tanto de que, por lo menos Cindy, pudiera salir. Nadie más que ella lo merecía. 

Tenía una hermana de seis años que padecía una enfermedad en sus riñones y ella trabajaba para pagar los remedios y los tratamientos. Ambas estaban solas ya que su madre las había abandonado. 

Dios, el mundo era un lugar espantoso.

-Descanse, señorita Johnson- habló finalmente el policía y abandonó la habitación. 

Al fin se había ido. Todo en mí se alborotaba cuando él estaba cerca, y eso me molestaba mucho. 

Además, ¿Qué había venido a hacer aquí? 

Porque claramente no lo habían enviado. Ya no llevaba puesto su uniforme. 

Y tampoco podía creer que se preocupara por mi... 

Él era muy extraño.

Sintiendo mi cuerpo frágil y cansado, decidí dejar de pensar. 

Con un largo suspiro me entregué al sueño. 

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