SEGUNDA PARTE: EL DIARIO

SEGUNDA PARTE: EL DIARIO

Después de todo lo que ocurrió, me hice una pregunta: ¿qué es la realidad?

Los seres humanos estamos saturados de etiquetas mentales, juicios y conceptos que condicionan el sistema de cosas donde nos desenvolvemos y al cual denominamos “realidad”.

Lo invito a hacer un ejercicio mental: imagine que esas etiquetas, conceptos y juicios desaparecieran de la mente colectiva de la humanidad de un momento a otro, ¿Qué quedaría? ¿A qué llamaríamos realidad?

Desde el mismo minuto en que nacemos empezamos a adquirir los paradigmas implantados en los habitantes del planeta a lo largo del tiempo. Nuestros padres, consciente o inconscientemente, son los primeros en enseñarnos su forma de ver el mundo; luego, es la sociedad quien toma la antorcha.

Estos paradigmas se amoldan a las diferentes épocas a través de los filtros mentales de cada persona, y de esta forma son modificados según el modo de interpretación individual o colectiva de los individuos, tanto del comportamiento humano como de las situaciones de vida y acontecimientos. Es así como han nacido las diferentes religiones, los sistemas políticos y sociales y, sobre todo, la separación y las diferencias que, ahora lo sé, son sólo un sueño de la humanidad, una niebla espesa que oculta a la verdadera Realidad.

Esta Realidad, a la cual me refiero, trasciende infinitamente a la mente humana que, en último término, es la responsable directa de la estructura conceptual del sistema.

Cuando comenzó el proceso que transformó la manera en que entiendo la realidad de las formas, mi percepción de los acontecimientos se volvió… como decirlo… “extensa”. Los pensamientos compulsivos han desaparecido dejando un espacio de silencio entre un estímulo y otro. La vida ha tomado una simplicidad impresionante que me regala, en cada tiempo presente, una paz enigmática que dirige todos mis movimientos y no me abandona desde entonces.

Las palabras que dan vida a esta historia, son sólo un indicador que apunta a esa vasta dimensión de paz que la inmensa mayoría de la humanidad ha olvidado; porque de ahí somos; porque de allí venimos y, algún día, retornaremos.

Le contaré cómo comenzó este proceso (el cual tengo la certeza que nunca acabará).

Sucedió en medio de una historia de amor. Sentí todas las “fracciones de las realidades” (como ahora las llamo) que se presentaron de una forma muy intensa.

Pude tocar los objetos, oler las fragancias y experimentar sentimientos de una forma, que resulta difícil juzgar que era un sueño o no; incluso, lo que pensaba que era un sueño en determinada “fracción de realidad”, lo percibía aun con mayor intensidad.

A pesar que en ocasiones sentí la ausencia de Jazmín, ella nunca se separó de mí en ninguna de las realidades. Mi compañera sólo recuerda una de ellas pero me dice que, en los sueños, tuvo vestigios de lo que ahora me dispongo a relatarles.

Esta experiencia, enriquecedora, significó para mí el desprendimiento de las ilusiones del mundo material.

Fue el destello de una Realidad de la cual no estamos exentos, pero que pocos se atreven a mirarla de frente sin que su luz los atemorice y hagan que retrocedan. Aunque esa Realidad es inofensiva y pacífica, muchos prefieren las ilusiones de un mundo azotado por el miedo. Y es ese temor a lo desconocido lo que no permite la transición; así pues, se convierte en un círculo vicioso: el miedo se alimenta del miedo.

Los invito a desprenderse de sus ataduras mentales.

Más allá de la mente, hay un nuevo mundo, una nueva tierra, un lugar de paz sin precedentes; más allá de la mente, está el cielo, el hogar de reposo de la verdadera realidad.


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