Capítulo 5

Brianna

A estas alturas de la semana, y luego de soportar durante cuatro días los mensajes y llamadas de Dante, ya me siento cansada. El idiota acosador con el que me casaré tiene el descaro de molestar incluso en la madrugada. Por supuesto que lo he ignorado, pero ya no soporto sus estúpidas bromas. Sé que lo hace con el único fin de fastidiarme.

Hostiga a mi secretaria todos los días a toda hora, lo mismo con Susan y por supuesto a mí. El sonido del teléfono de mi apartamento es lo primero que escucho al despertar. Pobre de Susan, aunque no parece molesta, se ve más bien encantada por hablar con él. Ahora, incluso, ha metido a mis padres en su estúpido juego, quienes me han llamado casi a diario alegando que es perentorio que hable conmigo.

En verdad lo detesto.

Me alegra finalmente estar terminando mis últimos pendientes para dejarle mi puesto a Camille. Jared ha aceptado que sea ella quien ocupe mi lugar a pesar de algunos viejos, que creen merecer el puesto por su edad y trayectoria en la empresa, y mañana ya le entregaré todo en orden. Ella ha estado trabajando a mi lado en los últimos días enterándose de lo poco que le hace falta por enterarse con últimos contratos y algunas regulaciones que debe tener en cuenta. Y Jared, por su parte, no ha parado de insistir en que me quede, que una sola palabra mía bastará para devolverme mi puesto.

Qué más quisiera yo que quedarme, pero acepté ser parte de ésta fusión y debo asumir mis responsabilidades y así mismo sus consecuencias.

Por estar molesta con ese estúpido patán, no he podido avisarles a mis padres de mi renuncia. No le he tomado demasiada importancia a ese hecho, en realidad. Además, no es que afecte en algo las decisiones que ellos ya han tomado por mí.

Tocan a la puerta y le permito el paso a mi secretaria.

—Señorita Blake, el señor Williams insiste en hablar con usted —dice Any con ese mismo sonrojo que tiene luego de hablar con él. Vaya que es un encantador de mujeres—. Hoy ha llamado cada cinco minutos.

—Ya te dije que no quiero hablar con él. —Me mira muy confundida, sé que es por mi extraña actitud, cuando se supone debería ser feliz y emocionada por hablar con “el amor de mi vida”. Vuelvo a centrarme en los documentos por terminar—. ¿Eso es todo?

Levanto la mirada cuando no contesta y veo que se muerde el labio. Me irrita ese tipo de actitudes en las personas con las que trato directamente.

—Me preguntaba —titubea y expulso el aire de mis pulmones, pidiendo un poco de paciencia—. ¿Usted sabe si me echarán? He trabajado para usted todo éste tiempo y la señorita Stevens tiene a Laura. Necesito mi trabajo, señorita —dice casi con lágrimas.

Suspiro, cansada, y reposando la cabeza en la silla la invito a tomar asiento frente a mí. Necesito hablar con Jared para asegurarle a Any su trabajo, ella no tiene por qué verse afectada con todo esto.

La puerta se abre de imprevisto y me sorprendo al ver a una muy sonriente y elegante Sophia Blake. Sólo espero que no venga a tocar el tema de Dante.

—Hola mi ángel, hola Any.

—Buenas tardes, señora Blake. Me retiro, señorita.

—Más tarde hablamos de lo que te preocupa, pero no te afanes por eso, ¿está bien?

Asiente, sale y cierra la puerta tras de sí. Miro a mi madre cuando sienta frente a mí, enarco mis cejas al ver esa, aparentemente, imborrable sonrisa.

—Como no has querido contestar nuestras llamadas, he venido a verte.

—¿Para qué? —pregunto y vuelvo a mis documentos.

—Trabajas demasiado, hija.

—¿A qué has venido, mamá?

Estos documentos ya son basura, tengo que entregárselos a Any para que los archive, quizás más adelante puedan servir de algo. Necesito terminar esto cuanto antes. El pensamiento de tener a Dante cerca de mí me perturba.

—Sólo he venido a invitarte a cenar en casa, que pasemos tiempo en familia.

Ladeo la cabeza para verla con el rabillo del ojo con la mayor de las desconfianzas.

—La última vez que fui termine comprometida en matrimonio con un idiota. ¿Qué será esta vez? ¿Quieres nietos?

—No. —Ríe con demasiado humor y entrecierro la mirada—. No te voy a negar que me encanta la idea, pero no, por lo menos hoy. —Eso sí suena más como a ella—. Te hemos presionado mucho con el tema de tu novio. Sólo queremos pasar tiempo con nuestra bebé.

Me regala una de esas tiernas sonrisas que me recuerdan por qué la amo tanto y me rindo. Con ella es imposible.

—Está bien. Sólo si el nombre de Dante no sale a colación, ni nada que tenga que ver con él o esa fastidiosa boda.

Asiente con pesar, pero confío en que lo hará.

—Ya que no quieres hablar de la boda esta noche, aprovecho para decirte que el sábado nos harán la prueba de los vestidos. He escogido diez para que te los pruebes y elijas el que más te guste.

—Por mí, iría en ropa interior.

—Y todos los invitados masculinos estarían muy complacidos con ello —dice riendo—. Nos vemos esta noche, mi ángel.

Me levanto para acompañarla y se despide de Any, junto a todo el que se encuentra a su paso, mientras camino un par de pasos tras ella. A todos les sorprendería el saber que en mi adolescencia fui igual de alegre y efusiva como mi madre, pero muchas veces las personas se confunden con nuestra manera de ser y nos hacen daño.

—¡Camille! —dice casi gritando.

—Sophia, qué sorpresa. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, querida. ¿Te llegó la invitación al matrimonio de Brianna?

Veo varias cabezas voltear hacia nosotras cual exorcista y bufo ganándome una mala mirada de mi madre.

—Claro que sí.

Me mira con, lo que creo yo es, tristeza.

—Espero no faltes.

Se despiden con un beso en la mejilla y mi madre sigue su camino con su elegante andar. Ignoro la mirada de Camille y acompaño a mamá al ascensor.

—Te espero esta noche. No faltes por favor.

Abrazo a mi empalagosa madre y me da un sonoro beso en la mejilla. Las madres sí que saben cómo avergonzar a sus hijos.

—Estoy en mi trabajo, mamá —le reprocho por lo bajo y ríe jalando mis mejillas.

A falta de un hermano a quien avergonzar, me tienen a mí para sacar todas sus frustraciones.

Que se vaya rápido antes de que peine mis cejas.

Las puertas del ascensor por fin se abren, de donde sale Jared, y saluda a mi madre con mucho cariño. Nuestros padres son amigos y prácticamente crecimos juntos, de allí su insistencia a que lo llame por su nombre de pila. Si tan sólo yo siguiera siendo la niña que él conoció.

—¿Puedo hablar contigo, nana? —dice y levanto las cejas.

—Hace mucho no me llamabas así —musito y giro sobre mis tacones para ir a mi oficina.

—Y yo sigo esperando a que vuelvas a llamarme “Jar”.

—Ya no somos niños…

—Eso tenlo por seguro, preciosa.

Y volvemos a lo mismo.

—Qué necesita, señor Patterson.

Ríe entre dientes, espera a que ocupe mi lugar y se sienta frente a mí.

—Prometo no volver a decirte preciosa, si me vuelves a tutear. —Asiento y le hago una seña para que hable—. ¿Estás segura en querer casarte? —Ladeo mi cabeza, confundida por su intromisión—. Ese sujeto parece un acosador detrás de ti, eso no es normal. Lo he visto por internet y no parece un hombre que te convenga, ha estado con muchas mujeres…

—¿Y quién sería bueno para mí, según tú? —Se levanta y camina hacia mi pequeña ventana—. Tú dormiste con mi prima ¿y tú excusa cual fue?

—Lo sé, fui un idiota. Pero es que son tan parecidas y al mismo tiempo tan diferentes —dice, arrepentido, y aprieto mis labios para no reír por esa estupidez—. ¿Te molesto eso?

—Te lo digo para darte un pequeño ejemplo sobre lo que son los hombres y lo mucho que espero de ellos. Todos son iguales.

Al fin guarda silencio. Niega y espero que esta conversación termine cuanto antes.

—En el instituto te ignoré, siempre viéndote como una niña, pero cuando te vi con Luther, me arrepentí…

Levanto un dedo para que se calle.

No hay nada que me fastidie más que recordar mi tiempo perdido con un ser que resultó ser un idiota. Pasó hace tanto tiempo, era una niña tonta que confiaba y creía en las personas. Es difícil quitarse la venda de los ojos y darte cuenta que, esa persona a quien le entregas toda tu confianza, te ha traicionado de la peor manera. Y no me refiero a una infidelidad. Existen formas de traición mucho más dolorosas.

—Tú nunca me has gustado de esa manera, Jared, lo sabes; con respecto a tu primo, todo eso ya pasó. —Asiente—. Ahora, con respecto a mi prometido, no vuelvas a hablarme de él de esa manera.

Vuelve a asentir, parece resignado a mi puntual petición e irrevocable postura. Empieza a caminar hacia la puerta y lo detengo.

—Hay algo que quiero comentarte. Es respecto a Any. Ella teme quedarse sin trabajo.

—No lo hará.  Me ocuparé de ello, vete tranquila.

—Gracias, Jar.

Sonríe y sus ojos se iluminan.

—Esa es mi nana.

[…]

El resto de tarde me ocupo terminando mi trabajo, pero algo muy extraño sucede y no es sólo el hecho de que he estado al pendiente de él; Dante no me volvió a llamar, tampoco a Any. Más que tranquilizarme, eso me asusta.

Con el deseo de regresar temprano a casa para refrescarme y llegar temprano a cenar con mis padres, guardo mi agenda y la foto de mi familia. No es mucho el trabajo que me resta, más que algunas anotaciones sin mucha urgencia. Mañana será mi último día. Al salir, encuentro a Any hablando con un repartidor que lleva en sus manos una caja, ella firma y él le entrega la caja de regalo. Se gira hacia mí y me da la caja beige que está sellada sólo con una cinta roja, haciendo un gran lazo.

Con un suspiro dejo la caja en el escritorio de Any y jalo la cinta, frunzo el ceño cuando, al levantar la tapa, me encuentro con veinticuatro tulipanes de diferentes colores. Son realmente hermosas. Tomo uno azul y suspiro al sentir su rico aroma. Any me pasa una tarjeta que estaba dentro de la caja.

*Ya extraño a mi chica borde. Cuento las horas. D*

Me veo realmente tentada a echarlas a la basura, pero sería un desperdicio tirar tan bellas flores. Muerdo mi labio pensando que hacer y noto que Any tiene una estúpida sonrisa. Niego, divertida, y una sonriente Any carcajea con algo de timidez. Sabía que no podía confiar en el silencio de ese hombre.

—Te salvas de esta traición, Any —le acuso y tomo mi caja con mis hermosas flores, dejando atrás la risa de la chica.

Nunca bromeo con Any, ni con nadie que no lleve mi sangre, pero ella es de las pocas personas que me conoce y sabe cómo soy realmente. Así que, en momentos como este, no teme bromear a costa mía. El cavernícola logró sacarme una sonrisa, otra vez. Algo me dice que fue ella quien le dijo que eran estas mis flores preferidas. Algo malo debía traer que se la pasaran hablando estos días.

Salgo con mi caja hacia el ascensor y cuando entro, Camille lo hace detrás de mí. Pronto, mi sonrisa se borra.

—Entonces mañana será tu último día —afirma

—Mhmm —contesto deseando llegar rápido al estacionamiento.

—Vi que te trajeron flores. ¿De tu novio?

—Si.

Las puertas se abren y salgo rauda hacia mi Aston Martin musitando un simple “buenas noches”.

—Me alegra verte feliz.

Me abraza antes de permitirme abrir la puerta del carro y luego de unos segundos se separa soltando un suspiro. Sonríe y va hacia su Mercedes. Tanto drama de parte de Camille y Jared es un tanto cansino. Quiero y necesito relajarme. Espero poder hacerlo en casa de mis padres.

Subo a mi auto y conduzco con calma hacia mi destino.  De camino, llamo al jardín de Max para avisar que esta noche se quedará. Al llegar a mi apartamento lo primero que hago es meter los tulipanes en jarrones, dejo en la entrada y el otro en mi habitación.

Tomo las llaves de mi Bugatti y en media hora llego a casa de mis padres. Me reciben como siempre, con besos y abrazos exagerados. Sé que mamá está haciendo un esfuerzo sobrehumano para no hablarme, por lo menos, de la boda y los “importantes” adelantos que ha hecho.

—¿Para qué me querían aquí? Estoy segura de que no es sólo una visita social —me dirijo a mi padre.

—Sólo queríamos verte mi ángel. —La sonrisa de mi padre no es sincera, me cruzo de brazos y sonríe, rendido—. Está bien, está bien. Hemos invitado a un futuro socio a cenar.

—Papá, por lo menos me hubieran avisado. ¿No ves como vengo vestida?

Mamá ríe, pero no me causa gracia el presentarme de esta manera tan informal cuando intentan impresionar a algún inversionista o cliente.

—A mí me parece que te ves hermosa así.

Esa voz a mis espaldas me deja helada. Doy vuelta lentamente para encontrarme con esos ojos verdes que tanto me sacan de mis cabales.

—Dije que no quería saber nada de éste.

Señalo al patán mirando acusadoramente a mi dulce y embaucadora madre.

—Dijiste que no que querías hablar de él, no que no querías verlo.

—Lindo juego de palabras, mamá —espeto.

Me levanto y salgo de la casa a paso apresurado, tratando de alejarme de ese odioso sujeto. Escucho a mis padres llamarme, pero no me detengo. ¿Acaso no entienden lo difícil que es esto para mí?

Qué más quisiera que poder tener relaciones normales, pero esto es lo que me tocó. Aunque, no he dejado de pensar en lo extraño que es que con Dante no me sienta de esa manera, lo único que percibo es rabia. Es un sentimiento diferente, como dice mi padre.

—Brianna, espera.

Dante agarra mi brazo y me detengo.

—¿Qué haces aquí?

Giro para encararlo y sonríe apenado. Después de tenerlo días detrás de mí fastidiando, ahora está apenado. Idiota.

—Para verte —dice suavemente, acariciando mi brazo y frunzo el ceño antes apartarme—, para arreglar las cosas entre nosotros y para hacerte una pregunta muy importante para mí, por la que he estado llamándote desde hace cuatro días.

Siento que mi boca se hace agua cuando vuelve a acariciar mi brazo con el dorso de sus dedos. Esta es la parte que detesto de todo esto. La debilidad y lo estúpida que me siento cerca de él.

Ladeo mi cabeza al notar su vestimenta tan formal. Incluso con ese corbatín se ve increíble.

—Te escucho —digo, levanto mi vista hacia sus ojos y bufo al ver esa sonrisa tonta que siempre lleva.

—¿Aquí? —pregunta enarcando las cejas. 

Cedo y asiento, con mi dedo índice le indico que me siga de vuelta a la casa. Alaba mi auto antes de empezar a caminar y sonrío con orgullo. Mis queridos progenitores nos miran sonrientes, pero no dicen nada mientras entramos. Lo único que me molesta es cuando veo a papá guiñar un ojo al patán que es mi supuesto prometido.

Entra detrás de mí, caminando con esa calma que lo caracteriza y sus manos en los bolsillos de sus pantalones, cierro la puerta estudio donde podremos hablar tranquilamente. Me siento en una de las orillas del escritorio y él se sienta frente a mí en una de las sillas.

—Habla.

El idiota sonríe y eso me enerva.

—¿Te gustaron los tulipanes? Yo mismo los escogí —dice con suficiencia, lo que provoca que ruede los ojos.

—Estoy segura de que no es de eso de lo que quieres hablar.

—Odio cuando adquieres esa actitud tan fría y controlada.

—Ya te dije que es lo que hay. Si no dices a qué has venido, me iré.

Levanta las manos en señal de rendición y finalmente llega al tema.

—Siento lo que pasó el lunes y todos estos días.

—¿Te refieres a acosarme, llamar a mi jefe, no dejarme trabajar en paz y fastidiar a las personas a mi alrededor?

Mi paciencia llega a su límite cuando suelta una carcajada. Sabía que lo hacía sólo para fastidiarme. Reprimo un gruñido y, junto a él, unas enormes ganas de golpearlo. Me levanto para salir, pero me detiene abrazándome por la espalda y tratando de calmar su risa.

—Si, por todo eso —me habla con sus labios recorriendo mi cuello y aprieto mis manos para controlar el nerviosismo. Este hombre me afecta más de lo que debería.

—No pareces muy arrepentido —murmuro controlando mi voz.

—Lo siento. —Siento que su cuerpo se estremece tratando de controlar su risa y tomo aire para controlar la mía también. Su risa es muy contagiosa—. Para mí es muy importante lo que te tengo que preguntar.

Trato de soltarme, pero me aprieta más a su cuerpo y me da un suave beso en el cuello. Tenso mi cuerpo, pero no por miedo, sino para que mis piernas no fallen y el estúpido cosquilleo en mi estómago se calme.

—Suéltame para que hablemos. —Niega y vuelve a darme otro beso y reprimo un gemido estúpido—. Ya basta.

—¿Irás a vivir a N.Y.?

¿Esto es enserio?

Volteo mi cabeza, pero parece un gran error porque aprovecha para unir nuestros labios con un beso que aparenta ser inocente, por un tiempo demasiado prolongado. Aprieto sus manos, que siguen firmes en mi cintura, cuando su lengua acaricia mi labio inferior, con tanta calma que me siento derretir.

—Ya deja de besarme —digo, con un vano intento de mostrarme firme.

Muerde mi labio sin hacerme daño, es un leve escozor que hace doler mi estómago, me estremece y me hace sentir que desfalleceré si me suelta.

—Maldición, Brianna —susurra apretando mi cuerpo contra el suyo y me suelta, me hace tambalear y dudo que mi equilibrio haya quedado intacto.

Me tomo mi tiempo para volver a mirarlo, me confunde. Cierro los ojos y cuento hasta diez, escuchando sus murmuraciones ininteligibles. Lo miró y levanta la cabeza levemente, observándome bajo sus pestañas, tan oscuras y tupidas. Aprieta sus labios entre sus dedos, y relamo los míos sintiendo el cosquilleo que ocasionaron sus dientes. Conoce su encanto.

—No puedo creer que me hayas fastidiado sólo por esa tontería.

—Lo siento, nena, pero eso para mí no es una tontería. —Intenta acercarse, pero lo detengo y sonríe. Siempre sonríe—. Yo no puedo venir a vivir aquí. Quería que habláramos para llegar a algún acuerdo, sé que ese trabajo es muy importante para ti.

¿Por qué le preocupa eso, si se trata solo de negocios?

—¿Por qué?

—Por los socios. Para no crear desconfianza ante los inversionistas. Por eso lo de las apariencias y por eso la fusión se hará un año después de la boda. —Toma mi mano y me lleva hacia el sofá, junto a él—. Piénsalo. Me quedaré aquí hasta la boda.

Ríe al ver mi notable desagrado.

—El lunes pasé mi carta de renuncia, así que trabajo hasta mañana.

Entrecierra los ojos y me mira con reproche.

—¿Si sabes que me pude haber ahorrado este viaje si me hubieras contestado el puto celular?

—Me vas a decir que estas aquí para hacerme esa estúpida pregunta y no para buscar otras maneras de fastidiarme?

Y ahí está otra vez el idiota riéndose a carcajadas. Cuando al fin se calma, toma mi rostro en sus manos un poco ásperas y sus divertidos ojos verdes como la menta, se tornan serios haciendo sonar todas esas alarmas dentro de mi cabeza. Si ese beso no fue suficiente. Siento la necesidad de alejarme, pero, al mismo tiempo, deseo lo que me ofrece.

—Eres hermosa. —Me vuelve a dar otro beso rápido y se levanta, dejándome atontada, con los ojos cerrados y mi corazón revoloteando con fuerza—. Ahora ve a cambiarte que vamos a salir.

—¿Perdón? —digo, al salir de mi atontado estado.

Este sujeto está muy mal de la cabeza si cree que voy a hacer lo que él quiera.

—Perdonada —dice con burla y sale sin más.

[…]

Camino apurada cuando por fin logro reponer mi cabeza de su cercanía, sus besos y sus palabras. Lo encuentro hablando animadamente con mi padre y trato de calmar mi ira.

—Tu madre está esperándote en tu habitación, hija —se limita a decir mi padre y sigue en su emocionante conversación con el patán. Cuando intento replicar, mi padre levanta la mano para callarme—. Ve con tu madre, ahora.

Mi padre autoritario es un tanto tenebroso. Bufo y me alejo con la sangre bullendo con furia. Antes de alejarme lo suficiente alcanza a escuchar un odioso comentario de Dante.

—Ese tono que acabas de usar me va a servir mucho para controlarla.

Y odio a mi padre por reír por ese comentario tan machista. Mi padre no es así y me intriga que se comporte tan complaciente con Dante. Enojada, subo a la que fue mi habitación. Encuentro a mi madre preparándome el baño junto a Vilma.

—Qué bien que subiste. Date prisa o llegarán tarde.

—¿Tarde a dónde?

Me acuesto en la cama realmente agotada. No puedo creer que soportar a Dante sea tan agotador y quiera salir huyendo de él. Ésta será una larga noche.

—Hace un par de semanas te comenté de la gala de beneficencia que organizan los Richardson. Es su oportunidad para empezar a dejarse ver como pareja. —Suspira derrotada cuando ve que sigo molesta y sienta a mi lado—. Brianna, esto es parte de lo que tienen que hacer. Sé que Dante te descontrola y eso es algo nuevo para ti. Pero eres mi hija y te enseñé bien, no dejes que tenga un poder sobre ti que no quieres que tenga.

Miro a mi madre y sonrío al ver esa malicia en su mirada. Tiene razón. Todo éste tiempo él ha estado jugando conmigo y creo que dos pueden jugar en esto. Mamá parece satisfecha con el cambio en mi actitud, me da un beso en la cabeza y sale, no sin antes decirme que tengo una hora para estar lista y mis vestidos están en el armario.

Con una convicción renovada, me desvisto y me doy un relajante baño de veinte minutos. Lo necesitaba demasiado.

Una vez he terminado mi baño, voy a mi balcón y empiezo a secarme. Amo la vista al océano que hay desde mi habitación, me tranquiliza sentir la brisa fresca y el olor del mar que trae consigo. Después de tantas rabietas, estar aquí es muy relajante.

Veo a Dante desde mi balcón paseando por el jardín y trato de pensar en qué hacer con éste hombre. Reconozco que se ve muy bien con ese smoking, por lo menos no me casaré con un viejo senil. Me cruzo de brazo, distraída, observando cada uno de sus movimientos, incluso cuando ríe y escribe en su teléfono. Esto no es lo que esperaba vivir y presiento que será un desastre si no tomo el control desde este momento.

Al fin guarda su teléfono y levanta la mirada al cielo, como si disfrutara de un momento apacible, observa todo hasta que me ve, su sonrisa se borra y me giro para terminar de prepararme.

Busco mi ropa interior, sólo unas diminutas bragas negras de encaje y unas medias del mismo color de mi piel. He optado por un sencillo vestido negro sin tirante de organza del diseñador preferido de Camelia, Zac Posen, con una delicada forma triangular sobre mis pechos, ceñido arriba y suelto abajo permitiendo ver mis zapatos de tacón rojo y con una pequeña cola que llega a arrastrarse. Es sencillo y hermoso. Came me lo envió hace meses como si tuviera ocasiones o lugares donde usarlo. Parece que mi madre se ha dado un paseo por mi apartamento esta tarde.

Me maquillo dejando mis ojos con un estilo ahumado, labios camel y peino mi larga cabellera castaña, casi rubia, hacia a un lado, pendientes de diamante en forma de lágrimas, mis hermosos Louboutin rojos y un sobre negro para llevar lo necesario, celular, un poco de dinero y una tarjeta de crédito.

Al bajar, los encuentro a los tres en la sala. Dante me mira de pies a cabeza y arrugo mi entrecejo al ver esa extraña mirada.

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