Capítulo 4

Dante

Esta mujer me desconcierta y es irritante de muchas maneras, sobre todo con esa mirada de superioridad que lleva en todo momento. Tiene una gran capacidad para actuar como si nada le importara o como si no le afectaran las cosas.

Irritante en verdad.

Aunque mi pene no piense lo mismo que mi cerebro, me resisto a quedar encantado por esas piernas tan suaves y tentadoras que provocaba morderlas hasta marcarlas.

¿Me pregunto qué habrá comprado en Victoria Secret?

Será algo interesante para ver, así parezca un acosador por enviado a seguirla con la excusa de cuidarla, al ella no conocer muy bien la ciudad. Por más enojado que estuviera, nunca la dejaría sola a su suerte. Cómo desearía verla en uno de esos sexys conjuntos y poder recorrer libremente ese fabuloso cuerpo que tiene. Esa mujer de demasiado hermosa y caliente.

Siento un golpe en mi cabeza y me quejo. Entrecierro la mirada hacia Lina y ella ríe.

—Y aún me pregunto por qué no te he despedido.

—Estás muy distraído, niño, muévete.

—No tengo catorce años —me quejo.

Lina bufa restándole importancia a mis palabras y me levanto para irme. Hoy Brianna regresará a la costa oeste y quiero llevarla yo mismo al aeropuerto. Quiero verla irse para que no joda más mi vida. Esto de pensar en ella, en lo suave que es, en lo fría que se muestra y lo indiferente que es conmigo, me enerva.

Aún me preocupa la reacción que tuvo ayer cuando la levanté. Eso fue una completa locura. Esperaba que se molestara, pero no que se volviera loca y se pusiera a llorar como una demente recién salida de un manicomio.

[…]

Al llegar al hotel lo primero que hago es pagar su cuenta, veremos qué piensa de los hombres pagando las cuentas. Si es una feminista extrema o es simplemente independiente porque puede.

La espero afuera, justo frente a la entrada, con mi teléfono en mano revisando algunos pendientes que no quise terminar ayer. Este trabajo es tan aburrido que quisiera salir huyendo por algunas semanas. Es en momentos así cuando noto lo mucho que ha cambiado mi vida y la poca interacción social que tengo.

Que aburrido.

¿Me pregunto cómo hará James para soportar esta vida?

—Ha llegado, señor —dice Arthur.

Levanto la vista y sonrío al verla caminar hacia mí, seguramente contrariada al verme. Se contonea, como si fuera algo natural, atrayendo miradas profundas hacia ella, como una preciosa amazona, imponente e indomables.

Merezco un golpe.

Con un simple jean gris, una camiseta, una chaqueta de cuero y esos tacones altos, parece una mujer hechicera, una que vale la pena enfrentar.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin sutileza.

Que linda.

Arthur ríe con disimulo y se apura a tomar sus maletas y meterlas al carro. Ignoro esa mirada curiosa y dura que tiene, y la tomo de la cintura para pegarla a mí. Jadea, tan caliente y dulce, como si fuera una cosita inexperta. Arrugo mi entrecejo, incapaz de creer que ella no tenga experiencia en cuanto a hombres se refiere. A menos que prefiera a las de su especie.

A sus veintiséis años y con esa actitud de perra que carga, es muy extraño que tenga miedo a que la toque, o que no sepa qué hacer con sus manos temblorosas. Evita con ímpetu alejarse de mí o hacer algún desplante, como la mujer fuerte que es. Eso me gusta.

Sus ojos, casi al nivel de los míos, luchan por no apartarse de los míos. Brillan, pero no es llanto. Ella está excitada y que me lleve el infierno si yo no estoy igual.

—Serás mi esposa, nena —digo, y la aprieto un poco más, porque su calor es embriagante—. No puedo dejar que andes pasando pesares.

Al no recibir ningún tipo de réplica de su parte, me acerco para probar un poco de esa boquita voluptuosa. Suspira con ese simple roce y se aparta. Quiero soltar una sarta de improperios al verla tan tranquila, como si suprimiera todo tipo de sentimientos que sé también la carcomen.

Será un hueso duro de roer.

[…]

El camino es silencioso, como era de esperarse, sus manos sobre puestas una encima de la otra y su mirada perdida en las calles que recorremos hacia el J. F. Kennedy. La acompaño, aún sin soltarla, a que se registre. Me mira incrédula y expectante, mientras no dejo de divertirme a la espera de en qué momento saltará y reclamará mi actitud.

Voy con ella a la sala, aún faltan media hora para pasar a la sala de espera y se deshaga de mí. Tomo mi celular e intercambio mensajes con mis amigos. Los idiotas están preocupados por mi inesperada relación con Brianna y más por la manera tan abrupta en la que han tenido conocimiento del matrimonio. Soy igual de receloso que ellos, pero no esperaba que fuera tan divertido estar a su lado, sobre todo al sentir su mano sudar un poco.

Christopher, como buen abogado, no deja de recordarme sobre la importancia de un acuerdo prenupcial, James, como todo un idiota, dice que la investigue, porque nunca nada es tan bueno. Si supieran. Los demás se abstienen de comentar, pero ya me han hecho saber su inconformidad por todo.

No soy hombre de citas, nunca he llevado a una mujer, que no sean simplemente amigas, a mi apartamento, nadie más que este lindo cuerpo a tocado mi colchón; todo para evitarme los líos que acarrean las mujeres. Sé que presienten que algo sucede.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta, muy irritada.

Al fin una emoción para explotar.

—¿De qué hablas?

Sonrío, encantado, simulando inocencia.

—¿Por qué no me sueltas? —pregunta y se rinde al instante al verme sonreír.

—Estamos en público. ¿No debemos parecer una perfecta pareja enamorada?

Me acerco y la vuelvo a besar.

—Suéltame —sisea, evidentemente molesta.

—No —me burlo.

—Necesito ir al baño. ¿O también pretendes acompañarme hasta allí?

—No me molestaría.

Cada cosa que hago o digo parece molestarla más. Qué mujer tan dura.

En verdad tendrá suerte por ser mi esposa. Soy un ser especial y ningún otro hombre sería capaz de soportar un genio como el suyo. Debería besarme los pies.

—Idiota.

Tira de su mano con disimulo y la suelto sin problemas, aunque la idea de acompañarla no me desagrada.

—¿Llevas algo de Victoria Secret? —pregunto realmente interesado.

Me mira irritada por tan valiosa información que poseo, ahora sabe que no estuvo del todo sola en su paseo de ayer. Levanta su dedo medio, nada elegante de su parte, si me preguntan, y le lanza un beso. Niego al verla alejarse hacia los letreros que señalan el baño y espero.

A su regreso se ve un poco más calmada, así que le hago conversación en algo que le gustará.

—A Sunny le ha gustado mucho tu idea de contratar nuestra propia fábrica de insumos —digo.

Esa idea no es que no la hayamos tenido en cuenta con anterioridad, pero no le veía la viabilidad teniendo en cuenta los costes de transportes que nos acarrearían. No pasó a ser una idea a considerar en un futuro. Me empresa hasta ahora está empezando a tener popularidad y el que no creamos insumos para el usuario final nos hace unos completos desconocidos para la humanidad.

—¿Quién es Sunny?

Toma una revista, mostrando una indiferencia que ya no le creo, y empieza a hojearla.

—Mi socio y mejor amigo. —Esa es una manera sencilla de describirlo. Puso su fe y confianza en este proyecto y ha sido duro tambalearme en esta aventura, pero con el apoyo de Sunny ha sido un alivio no sentirme solo—. ¿Tú tienes amigos?

—Uno.

¿Uno?

Eso parece demasiado para una mujer como ella.

—¿Cómo se llama? —Resopla, ya me divierte ver esas reacciones exageradas. Creo que a esta mujer nadie se atreve a contradecirla, de allí que se sienta tan presionada por tonterías como estas—. No me digas que es tu madre —me burlo.

—Ya deja de fingir interesarte en mí y sigue tu vida, ¿sí?

—Compartiremos una vida juntos, o por lo menos una parte de ella... Quiero conocerte, nena.

—Pues yo no y ya te dije que no soy “nena”. Lo único que quiero es poner todo un país entre nosotros.

—No te servirá de mucho, realmente. En una semana estaré allá, y en otra más nos casamos. Triste, ¿no?

—Siempre puedes viajar un día antes de la boda y regresas aquí solo.

¿Por qué clase de esposo me toma esta mujer?

—No —contesto, mordiendo una carcajada.

Se levanta de un salto cuando se escucha el primer llamado y la sigo. Sujeto su cintura y la pego a mí, con esos apetitosos pechos apretándose con fuerza contra el mío. Vuelve a sonrojarse, todo su rostro y su pecho se ponen rojos. Con curiosidad, rozo la piel de su cuello y bajo hasta su pecho. Nunca había visto un sonrojo tan extremo y divertido. Golpea mi mano antes de siquiera llegar a su clavícula y rio.

—Nos vemos en una semana, hermosa chica borde.

Le doy un suave beso en ese cuello colorado, me separo al instante cuando mi pecho da un extraño salto que me hace fruncir el ceño. Ella también baja la mirada, extrañada y más confundida que yo.

¿Qué mierda ha sido eso?

Rasco mi cabeza y me alejo, todo para huir de ella y lo que sea que pasó en ese segundo.

—Dante —me llama y me tomo un segundo para mirarla.

Se ve como siempre, imperturbable. Levanto mi teléfono y le tomo una foto sin que lo espere, enfocando sólo su cara bonita y seria. Rueda los ojos y me permito sonreír una vez más. Por extraño que parezca, me siento cómodo a su alrededor, crispándole los nervios o haciéndola sonreír por tonterías.

—Dime, preciosa.

Tomo mi cintura, esta vez no dice nada ni intenta evitarlo, como si hubiera levantando una altísima pared que me impedirá verla como es y lo que intenta guardar para sí misma. Me mira, sin emoción alguna, aparentemente, y me divierto con ello. Beso la comisura de sus labios y sonrío antes de dejar otro en su mandíbula. Se contiene, pero soy persistente.

—¿Puedes dejar de hacer eso, por favor?

Intenta apartarme, pero la aprieto más a mí.

—No. ¿Para qué me llamaste, preciosa? —digo dejando otro beso cerca de su oído.

—Gracias por pagar el hotel —susurra, con deje de debilidad que me complace.

—¿Para qué son los esposos, preciosa?

Niega y le doy un último beso, uno rápido e inocente, en esa linda boca que me provoca irrumpir con tanta fuerza que me abruma. Me alejo, sintiendo mis manos picar y la boca de mi estómago arder.

La deseo y eso no es bueno.

[…]

Suelto un fuerte jadeo cuando Alisa salta sobre mí, sacando todo el aire de mi estómago. Esta pequeña revoltosa es un peligro para mi salud. La pequeña ríe y vuelve a saltar sobre mí antes de correr a los brazos de su madre. Miro por enésima vez contando el tiempo en que Brianna debía llegar a L. A. Si no estoy mal, ya debería estar en su casa. Han pasado unas siete horas, tiempo suficiente para llegar a su casa e incluso dormir.

—¿Por qué estás tan tranquilo? —pregunta Jade.

Me encojo de hombros y conservo mi posición, acostado en el piso con mis pies sobre el costoso sofá de Christopher.

—¿No debería?

—Aún no nos dice de donde apareció esa mujer —dice Samantha, con sospecha.

—Seguro la embarazó —dice ahora Christopher.

—O lo embrujaron —se les une Joseph.

—Cualquier mujer que acepte casarse contigo, está definitivamente loca —concluye James.

—Se les agradece el voto de confianza —me quejo—. Aunque reconozco que Brianna es un tipo especial de mujer.

—Así que se llama Brianna —dice Samantha y saca su teléfono. Ella es experta en sistemas, fue un hacker en su adolescencia, ahora tiene una empresa de seguridad informática que es muy exitosa—. ¿Apellido?

—No la encontrarás en internet. No es una persona muy sociable y prefiere su vida tranquila.

Todos me miran impactados y me encojo de hombros. Luego de conocerla no me sorprende lo poco o nada que hay de ella.

—Con mayor razón creo que la has embarazado. Pobre mujer.

—Hey. Que no soy mal partido.

—Brianna Blake, veintiséis años, de California, abogada egresada de Oxford, hija única… Oh, es bonita.

Me levanto para ver la imagen que ha conseguido. Los chicos se acercan a las dos mujeres y es Christopher quien le arrebata el teléfono a la morena.

—Deja de meterte en mi teléfono —me quejo al ver que la foto que tiene es la que le tomé a Brianna esta mañana. Saco mi teléfono y arrugo mis cejas hacia la mujer. Agradezco que seamos amigos—. Así es como tienes controlado a Mathias.

Rueda los ojos y se concentra en algo que su hija le ha dicho. Sammy tienes veintiséis años, igual que Brianna, la casaron a los dieciocho años y poco tiempo después nació Alisa, el motivo del matrimonio. Pero no es feliz.

—Hermosa —dice Joshua y les arrebato el teléfono.

Borro la imagen y le entrego el teléfono a la mujer entrometida.

—¿Estás celoso? —pregunta Jade, inquisitiva.

Bufo. ¿Celoso yo?

Primero se congela en infierno.

—Sí, está celoso —se burla Chris.

—¿Irán a la boda? —pregunta Sammy.

Todos se excusa con sus ocupaciones. Sé que es verdad, ninguno lleva vidas normales. Sunny está en Alemania, Chris dice tener un par de audiencias en esos días, James debe viajar a Francia, Jade dice tener que acompañar a su abuelo a una de las excavaciones en África, Joshua viajará esta noche para conocer a sus futuros suegros en Croacia y Sammy dice que simplemente no puede. Tampoco es como si me importara, ya suficientes mentiras he dicho y no quiero que esta farsa me haga doler la cabeza.

Lo último de mi rato con mis amigos es escucharlos burlarse al ver una foto que ha salido en una revista en línea. La de anoche en el bar del hotel.

[…]

Antes de acostarme tomo mi teléfono y le marco. En L. A. aún es temprano.

—¿Qué quieres? —pregunta a modo de saludo mi tierna prometida.

—Preciosa, esa no es manera de hablarle a tu prometido —digo y cubro mi risa.

—¿Qué. Quieres.?

—Sólo saber si llegaste bien, nena. Ni siquiera tienes la delicadeza de llamar a tu adorado novio para decirle cómo llegaste. Estaba muy preocupado por ti, ¿sabes?

—No eres mi novio, Dante. Ya déjame en paz. ¿si?

Qué mujer tan volátil.

—No puedo —me quejo, porque no logro dejar de pensar en ella—. Nos casaremos en menos de dos semanas, viviremos y dormiremos juntos, te abrazaré y te...

Rio al notar el vacío en la línea.

[…]

*Buenos días, chica borde.  Ya te extraño. D*

Meto un trozo de carne a la mi boca y espero su respuesta. Algo me dice que no contestará. Ya me la imagino rodando los ojos, irritada y deseando cortarme la cabeza. Mi madre me ha hecho una pregunta que se supone debí hablar con Brianna, pero mi cabeza se desconectó de todo lo importante que hay alrededor de esta unión. Las obligaciones.

¿Tendremos sexo?

Eso es un tema muy importante para tocar, el celibato no va conmigo, y su comportamiento descarado no me da para pensar muy bien de ella.

Le envío tres mensajes más, ninguno con contestación.

Llamo a mi madre y ella, como toda una mujer responsable por la felicidad de sus hijos, me consigue el teléfono de los padres de Brianna. Un buen lugar para empezar mi acoso nivel experto.

—Dante, muchacho, que placer conocerte —dice el padre de mi prometida—. Así sea por teléfono.

—Las circunstancias no han estado de mi parte, en realidad.

—Es el mundo en el que vivimos, muchacho, y lo sabes. No somos libres de decidir si tenemos obligaciones más grandes.

—Por supuesto. Como obligar a su hija a casarse con un desconocido para incrementar su fortuna.

El hombre ríe con descaro.

—Mi hija es fuerte y sabe lo que es importante. Sólo aspiro a que la respetes y la cuides el tiempo que esto dure.

No sé cómo contestar a eso.

—Eso lo trataré directamente con Brianna. Así que espero que no se inmiscuyan y nos dejen tomar las decisiones sin tenerlos presionando alrededor de nosotros.

—Me parece sensato, pero es mi hija.

—Creería mejor su punto si no la estuviera vendiendo.

El hombre guarda silencio. Aprovecho el momento para que me dé algún número o medio de contacto para contactarla, me da el número personal de su secretaria, el de su oficina y el de su apartamento. No hace ningún comentario más sobre yo siendo bueno con ella. No creo a ninguno de nuestros padres con la moral suficiente como para reprocharme algo.

[…]

Hablo durante diez largos minutos con la secretaria de Brianna, una linda chica dulce y paciente. Si me puede soportar todo este tiempo sin rechistar, puede soportar la indiferencia de mi futura esposa. La niña sólo habla cosas buenas de Brianna, siempre a nivel profesional.

—Algún compañero de trabajo por quien deba preocuparme? —pregunto, para seguir molestando a la chica.

No, no. La señorita no se relaciona con nadie de la empresa a nivel personal. Es muy profesional.

Siempre es señorita. Demasiado respeto.

—¿Puedo hablar ya con ella, bonita?

La chica, llamada Any, suelta una risita inocente. Niego, porque siempre funciona. Me pide esperarla un momento, lo que se me hacen tres minutos eternos. Subo mis pies al escritorio y me acomodo para lanzar un papel a la canasta de la basura.

—Dante —me llama la señora Hope, quien me mira con la ceja alzada al ver mi postura. Le guiño un ojo y espero a que hable—. Stone e hijos piden hablar contigo.

—Estoy ocupado —contesto lanzando otra bola de papel.

Festejo cuando encesto.

—Eres un malcriado —refunfuña mi secretaria y rio.

—Estoy intentando comunicarme con mi futura esposa, ¿no crees que eso es mucho más importante?

—Lo creeré el día que te cases y dejen de llegar llamadas o “señoritas” solicitando tus servicios de gigoló.

—Cierto. Ahora tengo que pensionarme.

La mujer ríe y se va cerrando tras ella.

Un momento, señor Williams —susurra la secretaria de Brianna, llamando mi atención. Intento aguzar el oído, pero todos hablan en otro idioma, asiático, si no estoy mal. Todos guardan silencio y nada más, hasta que vuelve a hablar la dulce niña en un tono muy preocupado—. Lo siento, señor. Pero aún no termina la reunión.

—No te preocupes, preciosa, ten un lindo día. Espero conocerte pronto —digo, bajando la voz, y ella ríe.

Bien. Esto requerirá subir un poco más de nivel. Llamo a Sammy, ella se divierte al escuchar lo que necesito, pero no me lo niega. Es una mujer malvada y si se trata de invadir la intimidad de alguien, ella está más que dispuesta a ayudar. La amistad vale más que la cárcel. Me da el número privado del jefe de Brianna y llamo enseguida.

Una mujer contesta, diciendo que es su secretaria. Vaya, debe ser una reunión de altos estándares si están así de incomunicados. Me pide esperar, luego de endulzar su oído haciendo énfasis en esa seductora voz que tiene.

—¿Quién habla? —pregunta el sujeto con seriedad, irritado más bien. Parece que es un requisito para trabajar allí.

—Mi nombre es Dante Williams, el prometido de Brianna. Siento interrumpir su agenda, pero es trascendental que hable con ella.

—¡¿Qué?! —espeta el hombre. Aprieto mi puño a la boca para no soltar una carcajada—. Brianna. Dile a tu novio que mi teléfono personal no lo tengo para que sus parejas llamen a mis empleados.

No tarda cinco segundos cuando la tengo gritando a mi oído.

Como mierda tengo que explicarte que estoy ocupada. Odio que me interrumpan mientras trabajo. Y no me vuelvas a llamar al teléfono de mi jefe.

Sin poder aguantarlo más, la risa se me escapa en una carcajada como jamás hubiera imaginado. Después de todo no será un matrimonio tan aburrido si la hago saltar con cualquier tontería.

Sin dejar de reír, vuelvo a marcar. La secretaria contesta una vez más.

—Teléfono del señor Patterson —dice con cierto tono coqueto.

—Lisa, ¿cierto? —la chica ríe—. Creo que la llamada se cortó, podría por favor comunicarme con…

—No lo puedo comunicar, señor Williams.

—Ella está allí —Hace un sonido afirmando, pero sé que Brianna no tomará la llamada, aunque el mundo se acabara y fuera yo su última salvación—. ¿Sabes a qué hora termina?

—No sabría decirle, señor.

—¿Puedes al menos decirle que me llame, que la adoro con toda mi alma, que no puedo vivir sin ella y que es urgente que se comunique conmigo?

—Con mucho gusto le paso su recado a la señorita Blake.

—Muchas gracias, hermosa.

—Que tenga un buen día igualmente, señor.

Vuelvo a reír con todas mis ganas al punto del llanto. Ni la entrada de mi secretaria para decirme que me ha adjudicado una cita con los Stone, baja mi ánimo. Esta mujer me divierte demasiado, pero lo que debo hablar con ella sí es importante. Al menos me he podido enterar de un par de cosas de mi querida futura esposa. No puedo creer que Brianna sea así de fría y borde con todos, creí que solo lo era conmigo.

[…]

Luego de una hora marcándole mientras intento concentrarme en mi trabajo, la muy… no contesta. Ni siquiera un puto texto. Odio que me deje en visto.

Mi teléfono suena y le contesto inmediatamente a mi amigo.

—Hey, hermano —saludo poniendo el altavoz.

¿Qué mierda? ¿De dónde viene tanta alegría? —dice asombrado por mi extraña efusividad.

—Nada... Esta mañana hablamos, ¿qué hay de nuevo?

Quería saber si hablaste con tu novia. Sabes que es importante y un delicado tema.

Su sola mención me hace reír. A mi amigo todavía se le hace extraño que haya llegado con una noticia tan de repente, pero sabe que soy muy reservado en ese tipo de cosas, así los demás piensen lo contrario.

—No me quiere contestar. He llamado toda la mañana a su teléfono, a su secretaría, a la secretaria de su jefe, incluso a su mismísimo jefe y no quiere…

¿Cómo que llamaste a su jefe? ¿Se acuesta con su jefe? Dan, esa mujer…

—Estaba en una reunión y no me contestaba, así que lo llamé.

Joder, Dante. ¿Y te preguntas por qué no quiere hablar contigo? Espera a que los chicos se enteren.

Rio con fuerza cuando me vuelve a llegar a la mente su voz molesta. Chris se va a divertir como nadie y ya me imagino a James reprochándome, más por no avisarles de mi supuesta novia y mi apresurado compromiso. Sé que Ethan, Joshua y Oliver sólo reirán.

La señora Hope entra pareciendo preocupada y eso llama mi atención inmediatamente.

—¿Qué sucede? —pregunto y mi sonrisa desaparece.

—La señorita Blake ha llamado.

—¿Por qué no me llamó a mi directamente? —Niego divertido—. ¿Por qué no la comunicaste?

—Solo dijo que le diera una razón. —Le hago una seña para que prosiga—. Dijo: “Dígale a Dante que se vaya a la mierda. La próxima vez que quiera escuchar su voz que sea sólo para que diga el sí en el altar y que luego se desaparezca de mi vida haciendo de cuenta que no existo”. Eso fue todo señor.

La señora Hope termina de hablar con su rostro encendido en vergüenza por la “duras” palabras de mi ardiente y pesada prometida. Mi risa no se hace esperar y escucho la risa de Sunny al fondo.

Esta mujer es única.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo