CAPÍTULO 6. CELOS INFUNDADOS

Una vez que los niños salieron del comedor, Valeria enfrentó a Lucca y Alondra.

—¿Van a decirme que están ocultándome? ¿Cómo es eso que los niños vieron a su padre? —Interrogó mientras ambos se mantenían en silencio—Soy toda oídos, empiecen a hablar.

—Vos sabe como son los niños, se quedaron dormidos en la playa y soñaron que su padre había estado allí. Ellos no han superado la ausencia de su padre y ante la falta de una figura paterna, están deseosos de que su papá esté con ellos.

— ¿Y por qué ustedes se miraron complicemente? —Preguntó Valeria con el ceño fruncido sin dejar de observarlos.

—Porque precisamente, vine a contarle al señor Lucca lo que estaba pasando con los niños, pues esa situación me dejó bastante preocupada, y cuando ellos lo trajeron a colación, él se dio cuenta que lo que le había comentado era cierto.

— ¿Por qué no iba a creerte? —Insistió Valeria.

—No es que no le creyera, sino que una cosa es que te lo cuenten y otra distinta que lo escuches a viva voz de los niños —respondió con seguridad Lucca.

Valeria los observó por un instante, pero ni por un momento creyó en sus palabras, debía estar pendiente para ver que se traían ese par entre manos.

—Con permiso, voy a ver a mis nietos—expresó mientras se levantaba, pero antes de que lo hiciera completamente, Alondra la interrumpió.

—Valeria, necesito un favor tuyo—expresó mientras armaba mentalmente el argumento que le daría a su suegra—Mañana necesito adquirir unas telas para una colección que estoy preparando, vine a pedirle al señor Lucca que me preste su ayuda, porque debo cargar los rollos de telas que voy a comprar pero no puedo hacerlo sola.

« Pero tengo un pequeño problema, mis padres se encuentran de viaje y no quiero dejar a los niños con las señoras de servicio, porque ellos son demasiado inquietos y me da temor que se descuiden y pueda pasarles algo. ¿Será posible que puedan quedarse mañana contigo? —La interrogó mientras mordía su labio inferior.

—No puedo quedarme con ellos—respondió levantándose. Sentía mucho negarse a cuidar a sus niños, pero si lo hacía no podía seguir al día siguiente a Alondra y a Lucca, que estaba segura que ocultaban algo y estaba empeñada en descubrirlo.

Alondra la miró sorprendida, no podía creer que Valeria se hubiese negado a cuidar a los niños, su negativa causó una pequeña molestia en su corazón, porque a decir verdad le pareció un rechazo para ellos.

Valeria se dio cuenta de la molestia que causó su respuesta en la chica y prefirió aclarar: —Lo siento, sabes que nada me gustaría más que pasar todo un día con ellos, pero mañana tengo varias citas que son ineludibles, pero cualquier otro día estaría dispuesta a hacerlo. Espero que vengan otras oportunidades. Pero puedes decirle a Taddeo y a Camilla que se queden con ellos, sabes que sus tíos los adoran.

—No se preocupe, buscaré con quien dejarlos con permiso, ya me retiro—manifestó levantándose de la mesa. Al hacerlo Lucca se levantó con ella.

—Te acompaño hasta tu carro Alondra y con eso me despido de los niños—mencionó Lucca.

—Muchas gracias, señor Lucca—respondió ella sonriente.

El corazón de Valeria se llenó de enojo, le molestaba que su esposo se hubiese arreglado y haya salido del despacho. Cuando llegó Alondra, le irritaba la complicidad y sonrisas de amabilidad que se daban entre ellos y el veneno de los celos comenzó a hacer efecto en su interior, y aunque intentó desecharlos, no pudo porque estos empezaron a germinar como una mala hierba. Vio como él la tomó del brazo mientras se acercaba a su oído para decirle algo y ella le devolvió la sonrisa.

— ¿Qué estás pensando Valeria? —Se dijo— ¿Cómo se te ocurre pensar eso de Lucca y de Alondra? —Pero ella tenía más de seis meses que no se acercaba a Lucca, lo había dejado solo, sin atención, y aún era un hombre que a sus cincuenta y ocho años se conservaba bien, quien podría decir que no estuviera necesitado de una mujer y esa chica…interrumpió sus pensamientos y sacudió su cabeza negativamente.

Sus nietos se acercaron, la abrazaron y besaron y salieron en la búsqueda de su madre. La curiosidad la llevó a asomarse a uno de los ventanales y vio como Lucca le abrió la puerta del auto, besó a sus nietos y después ella lo abrazó colocándole sus brazos en el cuello y le besó ambas mejillas, reflejando una radiante sonrisa, cerró los ojos con miedo, “Eso no podía ser”, no permitiría que nadie le arrebatara el amor del hombre que amaba, porque si amaba a su esposo y no quería perderlo, decidió bajar la escalera sigilosamente, acercándose lo más que pudo hasta que escuchó una conversación entre ellos, que la dejó totalmente fría.

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Alondra abrazó a su suegro con una sonrisa y le estampó un beso en cada mejilla, le contentaba que estuviese de mejor ánimo, él le tomó el mentón y besó su frente.

—Gracias mi niña, has traído la alegría y esperanza en mi vida. Gracias por no dejarme derrumbar. Eres un gran tesoro Alondra, una mujer realmente maravillosa—pronunció Lucca emocionado abrazándola.

—Ya sabe lo que hablamos, por favor analice lo que le dije, me pondría muy triste si no me hiciera caso. Lo paso buscando a primera hora del día, mañana comenzamos nuestra aventura, que espero nos permita lograr lo que ambos queremos.

Al día siguiente, luego de dejar a los niños en casa de Sebastián y Anabella, Alondra hizo el trayecto a casa de sus suegros. Al llegar a la casa, Valeria fue quien abrió la puerta y la saludó efusivamente.

—Señora Valera, buen día. ¿Ya el señor Lucca está listo? —Preguntó la joven.

—Nunca pensé que fueses una mujer tan descarada—expresó con rabia.

— ¿Perdón? ¿Cuál es su problema? Dígame: ¿Qué le molesta? —La interrogó alzando su barbilla.

—Que no eres la persona que uno piensa, no te creo lo del supuesto sueño de los niños con su padre en la playa. Seguro que andabas con otro hombre, tú de adolescente siempre fuiste una buscona, dicen que las mañas viejas nunca se pierden—la enfrentó con rabia.

Lucca la escuchó y salió en defensa de Alondra — ¡Valeria! —Exclamó—¿Cómo te atreves a hablarle así a la madre de tus nietos? ¿No tenés la mínima consideración? ¿Qué te pasa? Realmente no te conozco—espetó molesto.

—No se preocupe señor Lucca, deje que Valeria destile todo el veneno que tiene, porque estoy segura que si no lo hace es capaz de intoxicarse con él. Siga señora Valeria, no se detenga, si piensa que eso la puede ayudar a superar su frustración, ¡Hágalo!

— ¿Sabes qué? Te veo y no puedo entender que más pudo ver mi hijo en ti, aparte de un cuerpo bonito, pero por lo demás no tienes más nada, eres una z…—detuvo sus insultos al ver el dolor que reflejaron los ojos de Alondra, y reaccionó por lo que estaba haciendo ¿Qué le pasaba? ¿Por qué la insultaba? No pudo contener el llanto y corrió escaleras arriba, sintiéndose como la más vil de las personas.

—Señor Lucca: ¿Cuándo piensa arreglar su situación con Valeria? Lo que dijo es porque está dolida, además creo que piensa que usted y yo tenemos algún tipo de relación ilícita—dijo tapándose la boca para evitar una risa nerviosa que iba a escapar de sus labios.

— ¿Estás diciendo que Valeria está celosa por vos? ¡No creo! Eso es lo menos que a ella le interesa, hace mucho tiempo que Valeria dejó de amarme. Estará molesta por otra cosa, pero no por mí, ni siquiera le importo—enfatizó Lucca.

—Pues esa reacción de hace un momento no indica lo que usted está diciendo. ¡Vamos! Cuando tengamos indicios claros de que Felipe está vivo, debemos contárselo, no es justo que envenene su alma al creer lo que no es, y no lo digo porque me ofenda, ya que esas cosas no me dañan y sí, tal vez no fui un ejemplo de adolescente, cometí muchos errores, pero creo que pagué muy caro lo que hice, creo que con intereses ó ¿Cree usted que aún debo seguir pagando algo? —Preguntó dejando notar un tono de voz quebrado.

—Nunca debiste pagar por nada, sólo fueron locuras de adolescentes, ¿Quién no las comete cuando tiene esa edad? Además, Valeria no debería desconfiar de nosotros, pero me imagino que así manifiesta sus propios miedos—indicó mientras caminaban hasta el vehículo.

Una vez en el auto, tomaron la autopista rumbo a las oficinas del Registro Civil, hicieron el recorrido en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, cuando llegaron, ingresaron al departamento de acta de defunciones, solicitaron en la taquilla el libro correspondiente al mes del fallecimiento de Felipe, llenaron una planilla en donde dejaron constancia del préstamo del libro mientras buscaban información con ambos nombres, pero luego de revisarlo, no encontraron ningún dato. 

Al pedir información en taquilla, les notificaron que también podían pedir información en la comuna donde residía o donde ocurrió el fallecimiento de la persona.

Se despidieron y regresaron al auto, estaban un poco abatidos por no haber encontrado información, aunque de cierta manera, también representaba algo bueno, porque si no había ningún documento, significaba que legalmente Felipe estaba vivo.  

Decidieron ir hasta la sede de la Policía Anti narcótica Italiana para poder verificar el sitio de residencia y de fallecimiento, para posteriormente visitar los registros municipales. Lucca le pidió que lo dejara conducir, ella se cambió de asiento pasándose al copiloto y él se sentó frente al volante.

Cuando salió del estacionamiento, se dio cuenta de un auto que comenzó a seguirlos, aceleró un poco, e ingresó por diferentes calles, pero el vehículo no dejaba de ir tras ellos.

—Alondra, tenemos compañía—informó Lucca.

— ¿Cómo así? —Interrogó ella.

—Un auto nos está siguiendo desde que salimos del registro. Realicé varias maniobras para cerciorarme y pude comprobar que es cierto. Voy a tratar de evadirlo.

“Ante el inminente peligro, la fortaleza es lo que cuenta”. Lucano.

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