Capítulo 2

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Mi lobo me gruñe, tiene razón. Mi compañera está herida y debo dejarla marchar.

Mi contraparte peluda no está feliz, ¡pero vamos, no estoy feliz tampoco! Ella tiene tan mala opinión sobre sí misma, carga tanta oscuridad que lo mejor es no presionarla. Pero la necesidad de tenerla es abrumadora y ella es diminuta, realmente diminuta. Y siendo así, debería sentir que mantenerla a salvo será sencillo, pero al mismo tiempo siento que es tan frágil que me la pueden quitar en nada de tiempo. Y prueba de ello es el verla así, magullada.

Dejarla en esa pensión fue difícil, así que hablé con Guillermo y renté el apartamento de al lado. Los demás inquilinos pasaban a mi lado sin siquiera mirarme, tal y como debía ser. Aunque los humanos no sepan sobre mí, mi energía les hace sentirse atemorizados o al menos cautos.

Vivir entre humanos resultaba tedioso, porque no podían realmente estar cerca de mí, así que estoy bastante solo y siendo parte lobo, quien disfrutaba de vivir en manada, pues es algo complejo de manejar. Mi jefe, quien me asigna peleas, me vio en la calle una vez y me preguntó si había considerado dedicarme a la lucha.

Fui honesto, le dije que no. Empezó a hablar de dinero y seguí sin sentirme atraído, hasta que mencionó la fama, lo que traería de mano a cientos o miles de mujeres que irían a verme y supe que algo así, elevaría mis probabilidades de encontrarla. Ese mismo día firmamos un contrato.

Y pensar que la ciudad donde compré una casa por ubicarse cerca de la manada fue dónde la encontré, aquello fue difícil de asimilar. Ver cuantas dificultades había pasado a lo largo de su vida, eso me cabreaba.

La escuchaba respirar, dar cortas respiraciones para poder lidiar con el dolor. Compañera obstinada, eso era. Pero ella no tenía idea sobre mí, mi naturaleza y mi mundo, por eso sabía que necesitaba ser cauto. Ella ignoraba que sobre sus hombros recaía el peso de la salvación de mi gente. Marcarla, unirme a ella eso salvaría a mi gente, pero Anna tenía que estar de acuerdo.

Usé las llaves que me entregó Guillermo y entré a verla. Estaba durmiendo un sueño intranquilo y quise matar, pero no tenía idea de quien era el responsable. Me senté junto a ella y le sujeté la mano. Aparentemente soñaba con su mamá y me sentí triste por ella.

Pasé la noche colocándole paños fríos y cerca de las dos de la mañana, la fiebre empezó a remitir. Sabía que hacer lo que iba a hacer sin su permiso, era incorrecto, pero no la dejaría tener dolor, no más. Así que la besé, ella se encontró respondiendo a mis besos, su cuerpo se movía como si estuviese excitada y aunque esperé esa respuesta, no imaginé que sería tan fuerte.

—Déjame morderte.

—Si, Xander…

No sabía si era realmente consciente, pero tenía su permiso. Mis dientes encontraron el espacio en su clavícula y con delicadeza los enterré. Su orgasmo llegó de forma arrasadora, mi saliva, esa la sanaría en cuestión de horas.  Sabiéndola mejor me fui a mi apartamento a bañarme, tranquilo de que si algo pasaba podría escucharla. En sus ojos había sombras, temores arraigados y Guillermo, el los conocía. Este llamó a la puerta cerca de las cinco de la mañana, traía café para mí tal cual le pedí. Nos sentamos a charlar y me contó lo que sabía.

—Se lo dije, Lobo. Ese cura era un charlatán, pero ella está segura de que él vio algo en ella y que por eso murió. Me mostró el periódico y aunque ella me asegura que el hombre no usaba máscara, su rostro era aterrador y a mí no muchas cosas me asustan. Se que eres un cambiante, tu tamaño, tu fuerza…

—Hombre listo.

—Hace años conocí a tu papá, tienen la misma marca. Ese mismo aire de poder y quise decirte que lamenté su muerte.

—¿Cómo supiste que murió?

—Dejó de venir a verme. Muchos años antes de que nacieras, cuando era yo un joven de no más de quince años, fui con papá a tu pueblo, al parecer mis antepasados eran cercanos a tu familia, ellos tenían grandes almacenes y surtían a tu manada, pero con la muerte de tu abueno, papá cerró la tienda y me llevó lejos, a esta ciudad para ser exactos.

—¿Por qué?

—Había algo mal con los lobos, entendió que uno de ellos mató a tu abuelo y se lo dijo a tu padre. Por miedo a que me asesinaran por descubrirlos nos marchamos de allá. Entonces un día,  tu papá nos encontró y nos visitaba una vez al año y cuando no volvió, lo supe.

—Desde que él no está, nuestro pueblo está maldito, los lobos no controlan el cambio.

—Solo nacen hombres. Ya ese problema venía desde aquellos años, tu hermana fue la última hembra.

—Si, y como para encontrar a sus compañeras deben salir, y relacionarse con humanas, no lo hacen. Quedan mujeres, sí, pero no nacen mujeres.

—Pues asumo entonces que esa chiquilla que duerme un sueño intranquilo es tu Luna.

—Lo es, pero no quiero que se asuste. No es solo lo de mi pueblo y me siento mal de usarla. Es que algo en mi se agita y no puedo evitar querer marcarla. Me quedaré aquí hasta que despierte y me iré a encargarme de algunos asuntos. Regresare en la noche, cuidala por favor.

—Así lo haré.

Cuando regresé a revisarla horas más tarde me di cuenta de que no estaba en la habitación. Y casi me volví loco, ella era mi todo. Puede parecer extraño, pero en nuestro mundo las cosas son así, en solo segundos puede reconocerla como mi Luna, mi mate…la madre de mis hijos. Ella es mi todo, mi otra mitad.

Me preocupa que trate de escapar, aún está herida. ¿Lo peor? Soy el único lobo en esta pensión, no tengo guardias que puedan detectar si escapa debido a su aroma. Sigo su rastro y llega a la cocina, después desaparece. Guillermo me mira con miedo y mi lado humano, ese que ahora está en segundo plano debido a que mi lobo está dominando—o tratando al menos—ese no puede hacer nada contra el enojo de la bestia.

—¿Cómo?

—Entré al baño, es el único momento en que la dejé sin vigilancia.

Pero varias horas pasan y ella no aparece, ¿se iría a otra parte? Ni siquiera sé nada sobre su vida, ni siquiera sé si tiene un techo seguro para protegerse pues ahora invado la que es su casa. Recuerdo entonces las palabras de Guillermo, la historia de la iglesia y siento más impotencia y frustración, mi pequeña compañera solo tiene esta pensión, este lugar es donde finalmente tenía algo y se lo quité, impuse mi presencia y la dejé sin casa.

Salgo, camino, la busco sin éxito. La lluvia, inclemente, se lleva el rastro, lava su esencia de las calles y sé que ahora estoy total y completamente fregado. No me gusta sentirme así, ni mi poder ni mi fuerza me sirven en este momento.

De pronto entra una llamada por cobrar a la pensión, ella avisa al dueño que se va lejos. Mi lobo aúlla, su compañera está perdida y no parece que pueda hacer nada para traerla. ¿Tanto miedo le doy?

—Dime a dónde vas, chiquilla. —dice mirando en mi dirección, hombre listo—

Aún no lo sé. Necesito alejarme o acabaré volviéndome loca.

—No tienes dinero. Vuelve aquí y te ayudaré. Es mejor que estés en un lugar seguro, recuerda que como Lobo te hizo su protegida, nadie con medio gramo de inteligencia va a venir a molestarte.

—Le temo a los sujetos que me atacaron… quieren llegar a Lobo, no sé por qué me atacaron, pero temo llevarle esos problemas. No se ven buenas personas, por venir a salvarme va a acabar herido. Él es bueno, vea lo que hizo por su pensión, cómo me cuidó anoche...

Y ahí supe que estaba total y completamente enamorado de ella. No huía porque no me quería cerca, lo hacía para protegerme. Una cosita diminuta como ella y trataba de cuidarme, eso esa lo que hace un compañero y me gusta que su instinto la lleva a querer encargarse de mi.

—Chiquilla, a Lobo no debes protegerlo. ¿Has visto al hombre, por Dios?

—Debo irme. Debo alejarme.

—Él te va a proteger. Quienes te atacaron son gente peligrosa cariño y sola no sobrevivirás. Lobo está aquí y va a ir por ti, solo dinos dónde estás.

—De acuerdo, estoy… ¡Dios ellos están aquí!

—Chiquilla…

—Los borrachos del bar, esos me están siguiendo…

— ¿Dónde estás?

—En una cabina telefónica cerca de la estación del bus que está a ocho cuadras de la pensión…

Cuando terminó de decirlo me fui, no hice cambio a lobo porque en la ciudad eso sería suicidio. Pero corrí tan a prisa que estuve ahí en siete minutos. Mi Luna estaba luchando por mantener cerrada la cabina. Los sujetos al verme empezaron a huir. Ya me encargaría de ellos.

—Anna…

—No sé ni tu nombre… ¿Por qué me usarían para llegar a ti?

—Hay mucho que explicar. Mi nombre es Alexander.

—No entiendo nada.

— ¿Eres de mente abierta? ¿Crees en criaturas distintas a los humanos?

—Cómo lobos y vampiros…

—Si.

—Sí, mi mamá ella siempre dijo que ella era distinta. Había huido de Rusia con sus padres cuando era niña.  Se refería a mis abuelos como Clan, de niña no entendía nada.

— ¿Te dijo el nombre de su Clan?

—No se hablar Ruso así que ignoro si lo pronuncio bien, creo recordar que se llamaba Krasnodar.

—Dios…por eso somos compatibles.

—No entiendo.

—Vamos a casa. Mi familia pertenece a un clan también, mis hermanos y yo somos los últimos que quedan y tú, eres la última de los Krasnodar. Una princesa entre los nuestros.

— ¿Una princesa? Seguro estás equivocado.

—No lo estoy. ¿Recuerdas el mordisco?

—Si.

—Por eso estás mejor, has sanado por completo.

Salimos del lugar y de pronto se puso pálida, se detuvo y señaló hacia delante. Un hombre le apuntaba a ella y sin pensarlo me puse en frente. La bala, esa me dio en el pecho—lo que significaba, debido al tamaño de mi mate, que el disparo iba a su cabeza— mi lobo se asomó y el hombre le vio, se alejó corriendo y estaba bien, aquel disparo dolía como la mierda y no me sentía capaz de enfrentarme a él.

Empecé a perder el conocimiento por segundos, ella seguía llorando.

—Anna, saca de mi bolsillo mi celular. Llamarás a Guillermo, él vendrá por nosotros.

—Debemos ir al hospital.

—Mi lobo sanará en casa, mi médico nos ayudará. Cerraré un poco los ojos, solo un momento…

Sus llantos desgarradores me partían el alma, esperaba que la ayuda llegara pronto. La siguiente vez que abrí los ojos, mi médico me miraba con calma. Era el único que sabía sobre mí, era un aliado importante.

— ¿Anna? —Dije gimiendo mientras me trataba de sentar lo que fue una pésima, pésima idea—

—Está dormida y Guillermo la acompaña. Revisé sus heridas y le di un pequeño sedante. Estaba tan asustada que me costó mucho lograr tranquilizarla. Me marcho a casa, recuerda comer bien, esa bala tenía plata y mercurio. Fuiste afortunado, ese mercurio estaba modificado de cierta forma, parecía estar vivo, lo he notado al mirarlo en el microscopio, era como ver diminutas hormigas avanzando. Como no pegó con hueso la bata no se fragmento, y el mercurio no se expandió por todo el cuerpo. En resumidas cuentas…

—Soy un bastardo con suerte. Pero quien lo hizo no vivirá más tiempo. Dices que no se fragmentó, pero siento como bichos en todo el cuerpo.

—Sí, algo estaba por fuera de la bala, pero no soy cantidades significativas. Come bien, bebe bastante agua y descansa.

Me fui a dar una ducha y regresé con Anna. Aún me dolía el pecho, pero no era nada que no pudiese manejar. Mi mate abrió los ojos y me miró asustada, se levantó un poco temblorosa y tocó mi pecho. Mi lobo ronroneaba con satisfacción.

Guillermo se levantó y estaba dispuesto a irse.

—Estás bajo mi protección ahora. Quédate aquí en casa.

—Te lo agradezco, pero la pensión es mi vida.

—Estaré aquí, Guillermo. Si me necesitas búscame.

Anna se mantenía entre mis brazos, llorando sin poder controlarse.

—Había tanta sangre…pensé que de nuevo alguien se iba a morir por mi culpa. Atraigo la muerte…

—Lamento que vieras eso.

—La bala era para mí, tu no debiste atravesarte.

—Es mi deber cuidarte, Anna y el responsable pagará. Mi lobo está furioso, pero nunca te dañaría.

—No te tengo miedo, de alguna forma se siente correcto.

—Somos mates Anna, estamos destinados a estar juntos.

—Nada de esto tiene sentido, y no sé por qué me afecta tanto el que hayas sido herido por mi culpa.

Anna lloraba entre mis brazos, sentía sus estremecimientos y supe que los responsables recibirían un castigo sangriento y largo, muy largo.

—Tranquila, cariño —traté de consolarla—. Sé que esto es muy difícil para ti, pero poco a poco todo cobrará sentido.

Empecé a besarla y ella respondió con intensidad.

—Temo lastimarte Anna, soy muy grande.

—Lo he pensado—dijo sonrojándose—no sé cómo funcionaría. Pienso que la naturaleza es sabia sin embargo…

—Vamos a ir poco a poco. Por ahora solo te necesito entre mis brazos, solo eso.

 —Te deseo, Xander. Me asusta la fuerza de mis emociones…

—Vamos a tratar algo entonces.

La acosté en la cama y la besé, con delicadeza y cuidado introduje mi mano entre sus piernas. Sentí la barrera, y con cuidado empecé a jugar con ella.

—Vamos a quitar esto Anna, porque cuando entre en ti, no quiero dolor. ¿Confías en mí?

—Lo hago.

Me coloqué a los pies de la cama atrayéndola hacia mí. Mi lengua hacía movimientos rítmicos mientras mis dedos derribaban la barrera que me hacia ser su primer hombre. Sentí su dolor, pero el placer, ese la ayudó y entre sus muslos sentí su liberación y cediendo a la Bestia, la mordí.

Pensé que se quejaría, que se asustaría, pero sus manos sostenían mi cabeza, me atraía más a su centro, retorciéndose ante mi reclamo.

—Muérdeme de nuevo, más fuerte…

—Anna…

—Por favor…

Anna cayó dormida, la liberación, mi saliva, todo había sido demasiado y dormía, increíblemente saciada y mi lobo, ese ronroneaba feliz.

Estaba descansando cuando sentí su manos, esta me tocaba y no supe si moverme. Entendía que ella aun se acostumbraba a mí, así que me mantuve quieto, dejándola explorar. ¡Y vaya que lo estaba disfrutando!

En dos segundos estaba totalmente listo para ella, la escuché conteniendo el aliento.

—Sé que estás despierto.

—Anna. Por Dios, deja eso que no sabes cuán difícil me resulta controlarme.

—Quiero tocarte, eres inmenso Xander.

—Y muero por hacerte mía, pero te lastimaré.

Se inclinó sobre mí y empezó a probarme, esta mujer iba a volverme loco.

—Pequeña…

—Xander…

Su boca…esa estaba haciendo magia, era sencillamente perfecta y era mía. Su cabeza bajaba con rítmicos movimientos y antes de poder siquiera procesarlo, explote en mil pedazos y ella, nunca dejó de succionar.

Cayó a mi lado sonriendo pícara y acurrucada entre mis brazos, cerró los ojos.

¡HIJA DE PUTA! Mi mujer había tragado cada gota sin siquiera protestar.

¡Hola!

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Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente capítulo❗

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