Capitulo cuatro

Aglaia

Salgo casi corriendo del hotel, ya que no quiero volver a ver al francés como se le ocurre besarme y después disculparse. ¿Por qué es tan cobarde? ¿Y por qué me dejo besar? Dios mi cabeza es un lío, necesito hablar con alguien, mi compañera de departamento no es opción, iré a la oficina de mi hermano para hablar con Marlene.

Así que con esa determinación tomo un taxi hasta la empresa, en el transcurso del viaje no puedo evitar que lágrimas caigan por mi rostro, ¿Por qué soy tan estúpida? 

Sus labios sobre los míos fue lo mejor qué me ha pasado en mi vida, su forma posesiva de agarrar mis caderas, hubiera querido que dudara toda la vida, pero los cuentos no existen, solo en los libros el príncipe azul rescata a la princesa encantada, ¿y si tú lo rescatas a él? ¿Mi conciencia se volvió loca? ¿De qué habría que rescatar al francés? De el mismo.

—¿Señorita está bien? —el taxista me da una mirada de lástima.

—Si disculpe, ¿sucede algo? —me mira y mira para afuera del taxi, veo que hemos llegado.

—Es que llegamos. —asiento, le doy su dinero.

—Guarde él cambió. —me regala una sonrisa y asiente. 

Me bajo rápidamente, paso por la recepción, saludo a las chicas, pero no me detengo porque las ganas de llorar siguen ahí, una vez dentro del ascensor apoyo mi cabeza en el metal frío, agradezco estar sola, siento la campanilla sonar, así que salgo de la caja metálica me encuentro a Marlene se acerca a mí y nos abrazamos.

—¿Qué sucede? —me pregunta, yo niego por que no puedo ni hablar, justo en ese momento sale Leandro de su oficina hablando con la cabeza en su celular.

—Marlene vamos a almorzar, viene —no termina la frase cuando levanta la vista de su móvil, su ceño se frunce y se acerca a nosotras —¿Qué te pasó? —no digo nada, ya que no me gusta mentirle a mi hermano.

—Cosas de mujeres, entiendes? —Marlene responde y se lo agradezco.

—A si comprendo, las invito a almorzar, ¿Quieren? —ella asiente yo solo sonrío, pero cuando mi hermano habla mi sonrisa se cae un poco pero disimulo bastante. —Viene Andre, quiere hablar del hotel, y ya que estamos todos juntos podemos compartir un rato.

—Yo no tengo problema, pero si tú no te sientes bien no hay problema. —agradezco lo que Marlene dice, pero niego por que no pienso perderme de un almuerzo con mi hermano.

—Me hará bien estar con las personas que quiero, aunque esté el idiota de Andre. —en eso suena el ascensor, el hombre de mis pesadillas se hace presente, se queda en su lugar por un instante cuando me ve, pero saluda con naturalidad a cada uno, su maldita mirada me quema, se acerca y deja un beso en mi mejilla, muerdo mis labios por que recuerdos de unas horas atrás vienen a mí.

—¿Vamos? Muero de hambre. —mi amiga habla, se lo vuelvo agradecer mentalmente.

—Te gusta la comida Griega? —indaga Andre, creo que quiere romper un poco el silencio que se formó.

—Estoy acostumbrada a comer de todo, ya que por los idiomas que he estudiado, viajo bastante con mis padres, hermano o mis amigos. —veo como Marlene toma de la mano a Lean y le da un beso en la boca.

—¡Están saliendo! —dice Andre a modo de afirmación.

—Nos estamos conociendo, pero la señorita acá no quiere que nadie de la empresa sepa para qué no hablen de nosotros. —me parece que mi hermano no está conforme con eso.

—Y lo bien que hace, la gente inventa historias para perjudicar a los demás solo por envidia —digo por la escena de celo que me monto con Esteban, veo como Andre enrojece, pero no dice nada.

Salimos del ascensor ellos dos por detrás hablando de la extensión del hotel y nosotras por delante.

—Ahora me dirás que se traen ustedes dos, y no me digas nada por qué se nota la tensión que hay. —miro sobre mi hombro y asiento.

—Es largo, pero necesito hablar con alguien o me volveré loca. — susurro.

—Esta noche, haremos noche de chicas ¿Te parece en mi departamento?. Eso si estará Leyna si no te molesta hablar delante de ella. —habla mientras salimos a la calle.

—No para nada, me cae muy bien. —es la verdad esta semana que llevo en su casa Leyna ha sido una gran ayuda.

—Entonces esta noche hay noche de chicas, alcohol, comida china y mucho helado. —rio por que esta alemana esta media loca.

—¿De que ríen mágisses (brujas)? —miramos mal a Leandro por su apelativo que no para de reír con Andre.

—Que esta noche abra noches de chicas, en mi departamento. —dejan de reír de golpe.

—¿Esta tu hermano aún? —creo que alguien está celoso, no es el único, busco con la mirada al francés y tiene sus manos en puños.

—Tranquilo mi hermano y Gavrel —Leandro hace una mueca de disgusto una vez en el auto del francés —Se fueron ayer, no sé que sucedió, pero tuvo unos problemas, parece que alguien está robando en la empresa, tuvo que volver como Gavrel es el jefe de seguridad de la familia y de la empresa fue con él.

—Por que siento que lo conozco de algún lado al ruso —dice Andre.

—¿Necesitan algo? Puedo darles el número de un detective amigo que tengo. —Leandro le habla a su novia, yo me pierdo en mis pensamientos. 

—Tortolos llegamos —avisa Andre, bajan ellos primero, me apresuro a bajar dejando al francés parado al lado de mi puerta.

Entramos y vamos a un reservado, pedimos el almuerzo, ellos piden vino, por mi lado me pido una gaseosa por que odio el alcohol.

—¿Cómo descubrieron el robo? —pregunto mientras tomo de mi soda.

—La verdad ni idea, hace años que no trabajo en la empresa, mis padres repartieron todos sus bienes y acciones en vida, se dedican a viajar y conocer el mundo, Gavrel desconfía de la secretaría de mi hermano, pero hay un problema ellos tienen una relación por eso está investigando.

—Es muy bueno tu “amiguito” —como Marlene aguanta los celos de Leandro?.

—No tienes remedio Leandro —habla exasperada —Si es bueno Gavrel Morózov es bueno. —Andre se ahoga con su copa de vino.

—Espera ¿Dijiste Morózov? —mi cuñada y amiga asiente —¿Su padre no es Dimitri Morózov? —vuelve asentir, pero de donde  el francés conoce al ruso?. —Mierda ya sé quien es.

—¿De qué hablas? —pregunto curiosa.

—Se dice que es un mafioso muy temido en Rusia, se casó una sola vez y tuvo un solo hijo, ya sé por qué me era conocido, mi padre tuvo negocios legales con él, ya que tiene empresas para lavar su dinero sucio, pero cuando supo la verdad rompió todo trato con Morózov. Yo era muy chico tendría unos 5 años, tu amigo era más grande por dos o tres años, pero no se llevaba muy bien con su padre o algo así. —mi amiga asiente a todo lo que dijo Andre.

—Ósea ¿Qué el ruso es un mafioso? —pregunto y niega. —¿Entonces? —vuelvo a preguntar.

—Es verdad lo de su padre, es un mafioso, Gavrel es huérfano de madre ella murió dando a luz a su hermana. —todos la miramos y a mí me da pena el ruso, no sé que haría sin mi madre.

—¿Espera tiene hermana?, creí que era hijo único. —Andre parece bastante interesado en el tema.

—No, no lo es, pero nadie lo sabe, o lo sabía porque su padre quiere que ella tome el lugar de él en él negoció, pero Gavrel no lo permitirá, antes se sacrificará el mismo. Es un ex soldado condecorado, y un gran hacker. Por eso Dimitri usa a su hija como señuelo, para llegar a su hijo. —pobre ruso tocarle un padre así.

—Es un hombre despreciable, obligar a su hijo, no habla muy bien de él. —digo sin pensar, Andre me mira, pero no dice nada.

—Lo es, pero ya no hablemos de él. 

—Tienes razón, cuñada. —enrojece al instante Leandro ríe, la acerca a él y le da un beso que dura de más, así que decidió interceder 

—Diuuuu busquen un motel —Marlene ríe bajito.

—Esa era la idea hermanita, pero tendré que esperar hasta mañana porque hoy tendrán su “noche de chicas”. —mi hermano habla haciendo comillas.

—¿Podríamos juntarnos a beber esta noche? —le propone Andre —Ya que hoy llego Cecilio.

—Me parece perfecto, —Leandro bebe de su copa de vino. —Ese anda raro. 

—El amor lo tiene idiota —comenta el francés.

—¿Tiene novia? No lo sabía. —mi hermano pregunta curioso.

—Dice que no, pero esta que babea por esa mujer. Pero es muy orgulloso.

—O muy cobarde. —suelto mordaz, Andre me da una mirada indescifrable, pero no dice nada más.

El almuerzo transcurre tranquilo, hasta que cada uno debe seguir con sus obligaciones Andre nos lleva a todos, deja a mi hermano y a Marlene en la oficina, se ofrece a llevarme a la universidad me niego, pero como era de esperarse no acepto un no por respuesta, así que para no seguir discutiendo acepte, reconoce que te morías por seguir en el auto con él, maldita conciencia que no me deja en paz. Veo que Andre toma otro caminó.

—¿Dónde vamos? —pregunto. —Este no es él caminó a la universidad.

—Lo sé. —gira el volante a la derecha. —Necesito hablar contigo.

—No otra vez. —niego. —Ya entendí que fue un error, que soy la hermana de tu amigo, que soy una niña… —me hace callar.

—Cierra la boca Aglaia. —su mirada recorre mi cuerpo, siento calor. —No iba a decirte nada de eso, solo necesito un favor tuyo.

—¿Mío? —pregunto incrédula. —¿Qué puedes tú querer de mí?

—Todo, quiero todo, pero sigo siendo un maldito cobarde. —me quedo perpleja ante su confesión. —Pero eso lo hablaremos después. —es la primera vez que quedo sin palabras.

Me pierdo en mis pensamientos de nuevo, se te da muy a menudo, mi conciencia tiene razón. Todavía recuerdo ese beso, por instinto llevo mi mano a mis labios acarició la zona donde el francés me beso y Dios lo que daría por que lo volviera hacer. Siento que gruñe me giro muy lento para ver que tiene su vista en mí, automáticamente saco mi mano de mis labios.

—¿Qué sucede? —pregunto ya que su mirada me quema.

—Nada. —mira hacia afuera del auto, hago lo mismo y veo que está estacionado. —Hemos llegado. —asiento, me bajo antes de que se le ocurra ser un caballero de nuevo.

Me guía a la entrada del edificio, una vez que ingresamos saluda al encargado con amabilidad, eso fue lo que me gustaba de Andre jamás se creyó superior a nadie, siempre fue un chico muy humilde.

—¿Entramos? —señala el ascensor.

—Si disculpa, estaba distraída. —asiente.

Estamos los dos solos en esta caja metálica, pero me alejo lo que más puedo de él, no quiero estar muy cerca de este hombre, ¿y dime que haces yendo con a su departamento? Carajo tiene razón, es una mala idea. Una vez que llegamos me hace una seña para que salga de la caja metálica pero niego.

—¿Qué sucede? —se acerca a mí.

—Andre esto es una pésima idea. —trato de alejarme. —Hablamos en otro momento.

—Y el cobarde soy yo después. —maldito francés. —Aglaia no te haré nada que tú no quieras. —susurra.

—Ese es el problema. —respondo de la misma forma.

Junto valor y salgo estamos en el último piso, así que vive en el penthouse. ¿Ya se imaginan como es el departamento de un hombre soltero? Aquí no hay grises y negros, tampoco hay sillones modernos, ni una cocina moderna.

—¿Vives aquí? —pregunto incrédula.

—Es reciente. —abre un ventanal hermoso.

—¿Qué tan reciente? —no me mira. —Andre aquí no hay nada. —es verdad solo hay un par de cajas y después es un desierto no hay nada.

—Te dije que necesitaba tu ayuda. —¿se volvió loco?

—Estás loco. —doy media vuelta por que no pienso decorar su departamento. —Adiós.

Me toma por sorpresa cuando tira de mí y estampo mi cara en su pecho duro, maldito francés me saca como dos cabezas, trato de alejarme, pero es imposible no me lo permite.

—Por favor, no tengo a nadie más. —susurra en mi oído.

—Conoces muchos decoradores, —trato de convencerlo. —Pídeles a ellos y déjame en paz a mí.

—No confío en nadie como en ti. —me suelta un poco y puedo ver sus hermosos ojos verdes. 

—¿Por qué yo? —pregunto más para mí que para él.

—Por que a nadie le confiaría algo tan importante como decorar mi casa. —me quedo de piedra cuando anuncia que se mudara aquí.

—¿Vivirás aquí? —pregunto incrédula.

—¿Sí que tiene de malo? —que se volvió loco.

—Nada solo que no te gusta vivir en un lugar estable. —mierda habla de más. —Lo siento no debí inmiscuirme.

—No te disculpes, no es un secreto que le tengo miedo a una vida normal. —me alejo un poco de él.

—No creo eso Andre, —miro el atardecer. —Todos tenemos miedos, es normal.

—¿Por qué eres así? —me giro, está muy cerca de mí de nuevo.

—¿Así cómo? —pregunto ya que no entiendo a que se refiere.

—Buena, dulce, —acaricia mi mejilla y ese acto me hace debilitar. —Siempre estas con una sonrisa, por más rota que estés. —trago el nudo que tengo en la garganta. —Lo siento.

—A que te refie…—no termino la frase cuando vuelve a estampar sus labios en mí, su lengua pide permiso para entrar, se lo doy encantada, me toma por los muslos y hace que enrede mis piernas en su cuerpo, me apoya contra la pared mientras besa mi cuello y da pequeños mordiscos, soy solo gemidos este hombre va a destruirme, se aleja de mí su mirada denota culpa.

—Aglaia no puedo … —lo corto antes de que se vuelva a disculpar.

—Bájame idiota. —niega, se acerca más a mí, trata de besarme pero lo esquivó. —Bájame Andre, por favor. —mis ojos pican por las ganas de llorar.

—No llores, no por mí, no lo valgo. —me abraza y correspondo a su abrazo. —Solo te quería decir que ahora no puedo tenerte como quiero.

—¿Qué es lo que quieres? —susurro, temeraria a su respuesta.

—Luchar contra mis principios Aglaia, solo dame tiempo. —asiento no muy convencida.

—Bájame. —niega. —Solo quiero ir al tocador.

—Está bien. —me baja, pero antes de soltarme deposita un beso en mis labios, me voy alejando, pero su confesión me hace detenerme de golpe. —No te hago mía aquí mismo solo por que no hay una cama Aglaia.

—Idiota. —una sonrisa se forme en mis labios, suelta una carcajada.

Una vez que salí del baño, no volvimos a tocar el tema del beso.

Se dedicó a mostrarme la casa, es bastante amplia, dos dormitorios, sala, cocina amplia, un estudió, un balcón. Es muy linda, pero la quiere en tres semanas.

—Imposible. —me hace un puchero. —Andre puedo tener listo los dormitorios los demás me llevará tiempo, trabajo y estudió. —levanta una ceja a modo de interrogación.

—¿De qué trabajas? —frunce su ceño. —¿Tu hermano sabe?

—Decoro el departamento de Marlene, me sirve de experiencia. —respondo algo avergonzada. —Es algo reciente, pero lo considero trabajo, aunque capas no se vea así. —asiente y me regala una sonrisa. —Y contestando a tu pregunta, no tengo que decirle todo lo que haga a Leandro.

—Lo sé, disculpa. Es que… —niega. —Nada no me hagas caso.

—Ya se me ves como una niña. —digo con cansancio y desilusión.

—Para mí lo eras —acaricia mi rostro, niego. —Pero sé que para Leandro serás toda su vida una niña.

—Leandro es como tú un posesivo. —niega mientras vemos que ya es de noche.

—Con lo que queremos. —giro mi cara para ver la de él, su mirada esta perdida en el horizonte.

—¿Me quieres? —pregunto algo perpleja, me mira y asiente. —¿Desde cuándo?

—Desde que te conozco, siempre te he querido. —mis ilusiones se rompen, solo puedo asentir. —Pero ese cariño creo que se convirtió en amor. —se acerca y me da un tierno beso. —Solo pido tiempo, ¿Podrás con eso?

—Creo que sí. —suelto un suspiro mirando mi reloj pulsera y recuerdo la cena con las chicas. —Debo irme. —niega. —Tengo noche de chicas y tú quedaste con mi hermano.

—Cierto lo había olvidado. —toma mi mano y nos hace entrar. —¿Entonces me ayudaras?

—De acuerdo. —aplaude emocionado. —Igual no prometo mucho, vendré después de la universidad será tarde ¿No te molesta? 

—Para nada, te daré una copia de la llave. —asiento. —Viviré en el hotel hasta que los dormitorios estén listos.

—De acuerdo, empezaré con esos y trabajaré los findes de semana. —vamos saliendo de su apartamento.

—Por mí no hay problema. —dice una vez en el ascensor. —¿Tu hermano sabrá?

—No. —hago una pausa. —Pediste tiempo y te lo daré Andre. —me toma por los hombros y me abraza. —Solo espero no estar cometiendo un error.

—No te arrepentirás. —me da un besito. —¿Te llevo a tu apartamento?

—Por favor, así me cambio de ropa, después tomaré un taxi. —niega.

—Te puedo dejar de la alemana. —salimos del ascensor y nos dirigimos a la salida del edificio.

—No gracias, —hace una mueca de disgusto. —Andre entiende que mi hermano y Marlene tienen una relación capas este ahí y si nos ven, ¿Qué le diremos?

—Tienes razón. —me abre la puerta del copiloto.

—Siempre la tengo. —suelto una carcajada, por su cara.

El viaje fue corto porque no vivimos muy lejos a unos 10 minutos nada más.

—Gracias por traerme, mañana mismo comenzaré. —le voy a dar un beso en su mejilla, pero corre la cara y se lo doy en la boca.

—No me prives de tus labios. —susurra en mi boca. —Son el cielo y el infierno. —vuelve a besarme. —Gracias por darme tiempo.

—De nada. —me iba a bajar, pero algo picaba en mí. —¿Me dejarás entrar? —me mira sin comprender.

—¿A dónde? —pregunta.

—A tu vida, ¿Me dejarás entrar a tu vida?

Su mirada me confirma lo que ya sabía, así que me bajo sin una respuesta, igual sé cuál será, pero aún no la quiero oír. Solo espero no estar cometiendo un error.

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