Lucia se mantenía en silencio con la mirada perdida.
El sol se posaba en lo más alto de los cielos mientras que una suave brisa cantaba con tristeza.
La mañana había llegado con tristeza para ella y solo podía quedarse en reposo ante las palabras firmes de Javiera. Pero su corazón dolía. Por inercia toco suavemente sus labios recordando cómo entre sueños sintió una suave caricia, lágrimas empezaron a surcar sus mejillas y suaves sollozos escaparon de sus temblorosos labios. Se abrazó a sí misma sintiendo un vacío en su corazón.
Solo sabía que el joven rey había partido el día anterior y las ganas de volver a verlo se impregnaban en la piel de la joven humana. Mientras Javiera observaba entusiasmada esperando que aquella gran puerta pronto se abriera dando paso a la llegada de la princesa.
Después de tantos días anhelando su llegada hoy por fin podría abrazarla y observar aquella mirada dulce de la loba, pero había alguien que lucía más perturbada.
Cayo de rodillas bruscamente. Sus cabellos enmarañados y sucios cubrían su rostro que relucía de suciedad. En su mejilla pequeñas gotas de sangre permanecían secas mientras que su labio superior lucía con un pequeño corte. Agacho la cabeza sintiendo el dolor consumir todo su cuerpo. —Cobarde —siseo Lía entre dientes Augusto soltó una corta carcajada que resonó en la estancia. —No soy cobarde, princesa. —Augusto se cruzó de brazos mientras caminaba fingiendo ofensa, observo con detenimiento a la mujer quien yacía en el suelo con las manos agarradas, sintió una mirada pesada que recorría su cuerpo con nerviosismo— ¿Qué quieres decir ahora, Santiago? El segundo príncipe alzo el rostro para observar fijamente a su hermano. —Esta no es la manera, ella es una princesa y no está acostumbrada a esos trabajos. Mírala bien Augusto, parece como si hubiera sido golpeada —los penetrantes ojos del felino observaron a su joven hermano, Santiago solo
Se detuvo bruscamente cuando sintió aquel aroma tan cerca. —¿Qué quieres? —pregunto apretando sus puños— Ya tienes a tu hija. ¡Ahora largo! Siguió su camino ignorando aquella presencia. Xavier observo al felino tomar asiento, la mirada de Augusto yacía perdida mientras en su pecho un inmenso dolor se impregnaba. Por primera sintió una extraña sensación consumir su cuerpo. Sintió vergüenza y tristeza. Ni siquiera tuvo el valor de observar a su joven hermano. ¿Qué iba a decirle? Augusto prefería guardar silencio. Seguía sintiendo una mirada sobre él, cerro sus ojos y soltó un suspiro recostándose sobre su trono. —Si piensas que iniciare alguna guerra estas equivocado —susurro con voz ronca y casi débil —Sé que no harías eso —contesto el brujo —Entonces ¿por qué sigues aquí? —los labios de Xavier formaron una perfecta línea mientras que sus manos se mantenían entrelazadas en su espalda —¿Alguna vez te dije que Liliana siempre te v
Magnolia agacho la cabeza mientras sentía aquella mirada triste. —Sé que no merezco tu perdón y no sabes cuánto lo siento —susurro con voz débil y triste Sus cabellos yacían enmarañados, sus labios resecos quemaban y su cuerpo entero temblaba ante el frio que emanaba del suelo. —¿Por qué no me dijiste la verdad? —los labios temblorosos de Mariana eran mojados por lágrimas saladas, se abrazaba a sí misma llena de temor y miedo —Porque sabía que terminarías odiándome. —el silencio se hizo presente, la joven princesa rozo con sus dedos los fríos barrotes mientras su corazón latía con fuerza — Fue difícil convertirme en la mejor cazadora de mi aldea, al principio era débil e inepta, pero mi madre siempre me observaba con alegría cuando yo alzaba la espada sin temor y seguía luchando. Demostré mucho Mariana, ya nadie se burlaba solo halagaban, —Magnolia agacho su cabeza soltando un suspiro — días antes de terminar aquí encarcelada mi madre murió y el coraz
El joven rey sintió una suave brisa acariciar su piel. Cerro sus ojos y nuevamente aquellas palabras resonaron. Hay alguien que en la oscuridad yace presente. Ese alguien no tiene buenas intenciones, es el mal encarnado. —Xavier había susurrado aquello después de que aquellos gritos y esa voz resonaran El misterio ahora era: ¿Quién era? Tan pronto el silencio volvió se encargaron de volver al reino de los lobos, dejaron perplejo y en silencio al felino quien solo asintió mientras observaba sus manos. La culpa recorría su cuerpo mientras su hermano lo abrazaba mostrándole consuelo. Algo se escondía en la oscuridad, arrastraba en su capa negra recuerdos y un odio que consumía un corazón corrompido. Sonreía sin importarle nada. Había regresado. Al fin obtendría lo que tanto deseo, al fin podría sentirse en paz. ¿Paz? Para ese alguien la paz seria encontrada cuando la muerte ronde aquellas razas. Uno a uno caerían derramando su sangre y d
AÑOS ATRÁS Sus pasos quedaban marcados en la tierra húmeda, los cielos yacían despejados mientras los árboles aún conservaban gotas que surcaban sus ramas mojando la tierra. Apretó sus puños con más fuerza y nuevamente aclaro la garganta antes de gritar aquel nombre con fuerza. —¡Liliana! —en el bosque el grito hizo eco, sus labios formaron una mueca de frustración— ¿Dónde diablos estas? A penas estés nuevamente conmigo apretare aquel delicado cuello. —apretó sus dientes cuando observo como el sol iba ocultándose lentamente— ¡Maldición! —refunfuño en voz baja Siguió con su camino sin importarle la llegada de la noche. Sus labios palpitaban adoloridos mientras aún se podía visualizar un corte que fue provocado por la joven humana antes de salir de aquella cabaña huyendo. El frio rozaba su piel desnuda, tembló unos segundos mientras frenaba bruscamente. —¿Cuánto tiempo llevo caminando? —negó lentamente y soltó un
—¿Llegaron? —pregunto una de las cocineras Los murmullos empezaron a resonar en el lugar mientras la joven humana se mantenía en silencio observando la taza humeante que yacía entre sus manos. El joven rey había llegado y Lucia quería correr para luego refugiarse en sus brazos. Su corazón palpitaba con fuerza mientras agachaba la cabeza intentando no escuchar los murmullos. Una mano se posó con delicadeza en su hombro. —¿Te encuentras bien, Lucia? —la pequeña humana asintió— Te veo decaída, ¿es por el rey? Lucia rápidamente observo a Liz. Agacho nuevamente la cabeza llena de pena y tristeza. —Ve donde esta él, ya no ocultes tu amor. —Lucia negó— ¿Por qué no? —Él no me ama —contesto con voz trémula Los labios de la loba formaron una sonrisa ladina. —En su corazón solo existes tú. —el corazón de la joven humana latió con fuerza cuando escucho aquello, apretó sus labios mientras sentía sus lágrimas descender por sus mejill
—¿Cómo te sientes ahora Kant? —pregunto Magnolia sin dejar de observar a su hermana quien yacía sobre la inmensa cama dejando sus cabellos negros extendidos sobre las finas almohadas —Sintiendo una extraña sensación en mi cuerpo. —respondió rápidamente el joven rey mientras acariciaba la mejilla de su compañera— Xavier ¿dijo algo sobre lo ocurrido con Lucia? Magnolia soltó un suspiro mientras se cruzaba de brazos. —Todavía no, sigue pasmado y débil ante lo ocurrido. Es difícil todo. —hablo entristecida, recordó el rostro de su padre y aquella mirada melancólica— Lamento haber colocado el veneno en tu cuerpo, espero que entiendas mis motivos, Kant Este se puso de pie para observar fijamente a la joven, entrelazo sus manos en su espalda y asintió con lentitud. —No te disculpes, solo deseo saber ¿por qué decidiste darme el antídoto? Magnolia agacho la cabeza, cerro sus ojos unos instantes y luego con valor nuevamente alzo el rostro.
Sintió una suave caricia sobre su mejilla. Su cuerpo entero tembló y a su mente solo llego un nombre con rapidez. Kant. Abrió sus ojos con lentitud mientras la luz de la mañana entumecía sus adormilados ojos. —Tranquila, Lucia —una suave voz resonó a su alrededor, giro su rostro captando la figura del joven rey quien la observaba con detenimiento y una sonrisa plasmada en sus labios —Su majestad —susurro débilmente Lucia, intento sentarse asustada, pero solo obtuvo que un mareo recorriera su cabeza —Te dije que tranquila. —nuevamente advirtió el joven rey, recostó con delicadeza a su amada Lucia mientras sentía como ella apartaba la mirada avergonzada. Sonrió ante aquella acción— ¿Te duele la cabeza? Lucia con lentitud respondió. —Un poco Se sintió avergonzada. Había anhelado ver el rostro del joven rey, pero ahora sentía como sus mejillas se teñían de un suave color carmesí y su corazón latía con fuerza.