85. ALMA DESGARRADA

Capítulo ochenta y cinco: Con el alma desgarrada

Heather ya no era una niña. Ni era como esas actrices melodramáticas de telenovela que optaban por quedarse calladas y enrabietadas, o por dejar pasar el tiempo para luego hacerse las víctimas.

Por eso, antes incluso de que Giselle se hubiera ido, tuvo muy claro que iba a preguntarle a Andrew por lo que le había dicho. Tenía que darle un voto de confianza.

Llamaron a la puerta. Era un botones del hotel.

—El señor Stanford me ha pedido que le diga que un asunto lo ha retrasado y que la acompañe a la galería, donde se reunirá con usted en cuanto pueda.

«Dale un voto de confianza. Dale un voto de confianza…».

—Ah, comprendo. Pero no hace falta que me acompañe; sé dónde está la galería.

El botones frunció el ceño.

—¿Está segura?

Heather esbozó una sonrisa forzada.

—Sí, claro —murmuró—. Pero gracias.

Cuando el chico se hubo marchado, fue por su bolso y salió de la suite, pero una media hora después de que llegara a la galería Andrew aún no
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