Capítulo ochenta y seis: El centro de mi mundoCuando oyó la voz de Andrew llamándola, Heather creyó que estaba soñando, pero una mano la zarandeó por el hombro, haciendo que se despertase del todo. Se dio la vuelta y en la penumbra vio la silueta de Andrew, de pie junto a la cama, recortada contra la luz del cuarto de baño. Por la rendija entre las cortinas del balcón se filtraba ya la luz del sol.Se incorporó, rogando por que no se le notase que había estado llorando antes de quedarse dormida.—¿Quieres algo? —le preguntó, con la voz ronca por el sueño.—Anoche te fuiste de la exposición sin decirme nada.—Estabas… ocupado —contestó ella—. ¡No! —exclamó cuando él fue a inclinarse para encender la luz de la mesilla de noche.Andrew se irguió.—Son las nueve de la mañana. ¿Prefieres que hablemos en la penumbra por alguna razón?—Me… me duele un poco la cabeza —murmuró ella. «Y también el corazón…»—. ¿Qué quieres?—¿Acaso no puedo venir a darle los buenos días a mi mujer?—Seguro
Epílogo: El mejor regalo de cumpleaños Ocho meses después Desde que naciera su hijo Vincent, Andrew no podía dejar de hacerle fotos con Heather, y aunque solo había pretendido que formaran parte del álbum familiar, eran tan artísticas que acabó haciendo reproducciones de las mismas en esculturas. El hobby había pasado a un segundo nivel e incluso, había hecho una exposición en uno de los eventos de la fundación de arquitectura y arte. Era bien sabido que Andrew Stanford lo hacía todo bien y ninguna tarea le quedaba demasiado grande, ni siquiera la de cuidar o sostener al bebé mientras su mujer daba un pequeño recital de piano en los teatros de Londres, o cuando daba clases en el Conservatorio de Londres. Heather se había convertido en profesora, pianista y compositora local reconocía y su marido no podía sentirse más orgulloso. Las fotografías que Andrew hacía en las que se veía a su mujer dando el pecho a Vincent, bañándolo, o simplemente echándose una siesta con él, pero
Capítulo uno: Nos vamos a ParísHeather bajó deprisa los escalones que daban al bar y entró. Estaba oscuro y lleno de bebedores que aprovechaban la hora del almuerzo para tomar un trago. No veía a Dylan; puesto que no era lo suficientemente alta como para divisarlo entre las cabezas de hombres de negocios trajeados que tenía a su alrededor. Mientras se abría camino entre los cliente, sintió un estremecimiento. La idea de que la vieran allí, de que la reconocieran la aterraba. Por ello fue un alivio distinguir entre la multitud en el extremo opuesto del local la cabellera castaña rojiza de Dylan. Dylan, alto, sofisticado y atractivo, se puso de pie al verla aproximarse a él. Heather se sintió orgullosa.—Llegas tarde —se quejó él.—Lo siento, no pude escaparme antes —explicó ella jadeando, al mismo tiempo que se dejaba caer en el asiento y echaba otra ojeada al lugar, temerosa de encontrar alguna cara conocida.—No sigas. Estás en otra parte de la ciudad.Heather bajó la cabeza, escondi
Capítulo dos: Extorsionado—¿A París? —preguntó Heather como un eco, más que sorprendida.Pero Andrew ya había abierto la puerta y le decía impaciente:—Vamos.—¿Quieres que vaya contigo a París? ¿Yo? ¿Ahora mismo?—Sí.—¿Pero por qué?—Un asunto relacionado con la herencia de tu padre.Heather estaba más que sorprendida ya que no se imaginaba que pudiera haber algo pendiente con relación a la herencia de su padre.A pesar de que Andrew no se había molestado en ir al funeral de su padre, había asumido con arrogancia la responsabilidad de dar instrucciones a sus abogados para liquidar sus propiedades. Mientras Heather lloraba la muerte de su padre, sumida en la gran pérdida que significaba para ella, e incapaz de ocuparse en ese momento de cuestiones materiales, Andrew había vendido todos los bienes que tenía su padre, absolutamente todos.Su hermosa casa, sus inversiones, sus exquisitos muebles y efectos personales habían sido convertidos en dinero en efectivo siguiendo las instruccio
Capítulo tres: Crueles revelacionesAndrew había pronunciado por fin la palabra.«Extorsionado». No podía ser cierto. Su padre no podía haberle hecho un chantaje. Heather estaba a punto de desfallecer. —Siempre me he preguntado por qué lo había hecho así... que tú tuvieras que ser mi castigo de por vida —soltó Andrew como pensando en voz alta—. Sin embargo, te diré una cosa, preciosa. Prefiero ir a la cárcel por estrangularte antes que cumplir esta otra sentencia.Aterrada, Heather miraba la cara de Andrew y por fin, de manera misericordiosa, dejó de verla, al mismo tiempo que Heather se desvaneció.Heather recobró la conciencia en la limusina. Andrew estaba inclinado sobre ella como cuando ella se había desmayado. En un movimiento brusco del coche, Heather se apartó hacia el lado opuesto del asiento.—¡Aléjate de mí! —le gritó presa del pánico.—¿Eres una criatura muy delicada, no te parece? De pronto te has vuelto un manojo de nervios —Andrew la miraba con satisfacción perversa; pa
Capítulo cuatro: SuciaAterrada, Heather entró en el edificio frente a ellos y se metió en el ascensor.—Recuerdos... —dijo Andrew, como si pudiera ver lo que ella estaba pensando.Heather sabía que aún no había salido del estado de shock. No decía nada, sabía que no estaba en condiciones de desafiarlo. Andrew estaba preparado. Había estado esperando el momento de la venganza. Del mismo modo que habría esperado la muerte de su padre para liberarse de ella.—Hay muchas cosas que puedo hacer por orden de otra persona, pero compartir la cama contigo no es una de ellas. Tu padre podía obligarme a casarme contigo pero no podía seguirme al dormitorio y forzarme a...—¡Cállate! —le gritó ella histérica.—¿Por qué no le contaste nunca la verdad de nuestro matrimonio?Heather se tapó la cara en un intento de no oír más.—Por favor, más no... —murmuró y no le importó rogarlo.Sin embargo, él le sujetó por los hombros con firmeza y le dijo:—¿Por qué aceptaste la triste realidad de tu cama matrim
Capítulo cinco: ConfusaHeather no podía creer lo que oía. Sin embargo, Andrew esperaba que su orden fuese cumplida. Lo demostraba en su gesto expectante.Heather sintió que se le secaban los labios, que sus pulmones se quedaban sin aire, que un calor asfixiante se apoderaba de su cuerpo entero. Sus pech0s de pronto se volvieron pesados, sus pez0nes se irguieron volviéndose más sensibles.—Eres tan pequeña, pero guardas unas proporciones tan perfectas... —musitó él en el denso silencio.Heather no podía creer lo que oía de la boca de Andrew. Éste era un Andrew que ella jamás había conocido, pero que de algún modo siempre había sospechado que podía existir. Era un hombre que despedía una vigorosa sexualidad. Había algo fascinante de manera peligrosa en la corriente sexual que emanaba de él, algo atávico y elemental. Daba la sensación de ser depredador como él mismo se había nombrado alguna vez con candor. Y lo era, ahora ella lo podía comprobar.—¿Me disculpas? Voy a vestirme, si no te
Capítulo seis: Un Perfecto Marido Recordaba lo que le había dicho momentos antes: que su padre no había podido obligarlo a compartir la cama con ella. Y, sin embargo, cuando afloraban sus instintos, parecía que cualquier mujer le venía bien.Lo que estaba claro era que Andrew tenía que demostrar que era un macho. Plantearle el divorcio en esas circunstancias hubiese sido contraproducente, porque lo hubiese llevado aún más lejos en sus intentos de intimar con ella.No era el mejor momento de hablar de Dylan.Heather recogió sus prendas de nuevo.La cuestión era que su marido se había dado cuenta de que existía, aunque solo fuera de la forma que para él contaba una mujer: para el sexo.No obstante, estaba indignada. No entendía cómo se había atrevido a tocarla. No tenía derecho. Y además, de seguro le era infiel a alguna mujer. Y por descontado se hubiera aprovechado de su deseo, en caso de que hubiese existido. Él era así. Estaba acostumbrado a tomar, no a dar.Andrew había trabajado d