83. TODO LO QUE PODÍA DESEAR

Capítulo ochenta y tres: Todo lo que podía desear

Cuando Heather se despertó ya estaban a medio camino, sobrevolando el Mediterráneo. Andrew, que estaba sentado en un sillón junto a la cama del amplio camarote en que la había acostado, la observó mientras se incorporaba y se apartaba la sedosa melena del rostro.

—¿Has dormido bien? —le preguntó.

Ella asintió, bajó la cabeza, y al ver que estaba en combinación, le preguntó con recelo:

—¿Me has quitado tú la ropa?

—Sí, me pareció que con el vestido estarías incómoda.

Heather asintió, aún sin mirarlo. Andrew se inclinó hacia delante en su asiento, apoyando los brazos en los muslos, e inspiró profundamente.

—Heather, tenemos que hablar.

Los hombros de ella se tensaron, y retorció entre los dedos una esquina de la colcha. Tragó saliva.

—Habla —lo instó.

Aquello era una locura. A lo largo de todos esos años se había enfrentado a negociaciones muy difíciles como empresario, pero nunca se había sentido tan nervioso como en ese mome
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