Ali agradeció la oportunidad de salir de palacio esa tarde. La reunión con las personas con las que estaba organizando la fundación había ido bien y, además, había sido una distracción. Estaba angustiada por el resultado de la prueba y por la soledad de vivir rodeada de gente que no le dirigía la palabra.Pero, sobre todo, necesitaba olvidarse de aquella revelación. Ella no amaba a Max, no podía ser. Tenía que guardar su amor para su hijo. No quería ser como sus padres, no quería convertirse en una persona amargada como su madre. ¿Cómo había dejado que Max se convirtiera en alguien tan importante para ella?Ali suspiró. No quería hacer la lista de virtudes de Max porque tenía demasiadas. Incluso ahora, enfadada con él, lo deseaba, no podía negarlo.–Perdone, señorita.Ella se volvió, sorprendida, y el fogonazo de un flash la obligó a cerrar los ojos. Nerviosa, bajó la cabeza y siguió caminando a toda velocidad. No iba a dejarse intimidar por un paparazzi y tampoco iba a detenerse para
Emocionado como no lo había estado nunca, la miró a los ojos y el brillloo de felicidad, que vio en ellos lo afectó demasiado. Eso lo asusto demasiado, como principe y futuro rey no debia dejar que las emciones lo dominaran a el, ni permitir que las emociones de nadie a su alrededor le afectaran de tal manera que afectaran su juicio y razon, se dio la vuelta para apartarse de esos sentimientos, pero cuando ella giró su cabeza para mirarlo a los ojos... y se quedó sin aliento y casi hace que la cordura saltara po una ventana, uso la unica escusa que sabia seria valida en estos momentos aunque pareciera que esta utilizandola para salir del paso y no con tinuar la conversacion.–Tengo que trabajar –dijo, levantándose. Quería quedarse allí, con ella, pero no podía hacerlo. No podía permitirse ser débil y ceder a los sentimientos y emociones que ella despertaba en el como hombre–. Trabajaré hasta muy tarde esta noche, así que tal vez deberías dormir en tu habitación.La expresión dolid
La princesita Mariana y el principito Marcelo llegó al mundo con el pelo de su madre y los pulmones de su padre. Al menos, eso fue lo que dijo Ali.–Es preciosa, igual que su mamá –murmuró él, inclinándose para besar a lasdos mujeres de su vida. Acunado a su hijo en brazos – y este pequeño causara estragos cuando sea grandeSólo llevaba un par de horas siendo padre, pero habían sido las horas más fabulosas de su vida. Su amor por Ali había aumentado durante los últimos meses y verla ahora sujetando a su hija mientras lo miraba sujetar a su pequeño hijo, hacía que se sintiera a punto de explotar de felicidad.–Tiene hambre –murmuró Ali, apartando la bata del hospital paraayudar a su hija a agarrarse al pecho, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.– Pronto sera el turno tambien de el..Max no había visto nunca nada tan maravilloso.–Quiero que tengamos muchos hijos –anunció, fascinado por el milagro queestaba presenciando.Ella lo fulminó con la mirada.–Espera hasta
Ay por favor, no te rebeles ahora, noes un buen momento para que sus nauseas hicieran gala de presencia –Ali se llevó una mano al estómago, intentando contener las náuseas que amenazaban con hacerla vomitar si no comía una galleta salada rápidamente. Las náuseas matinales eran un asco y aún peor cuando duraban todo el día. Y peor todavía cuando una estaba a punto de decirle a un hombre que iba a convertirse en padre.Ali pisó el freno y respiró profundamente, casi aliviada al descubrir que algo interrumpía su camino. La verja de hierro que separaba la mansión del resto del mundo tenía un aspecto impenetrable. Ella no sabía mucho sobre aquel hombre, el padre de su hijo. En realidad sólo sabía su nombre, pero era evidente que, al menos económicamente, no estaba a su altura.Contuvo el aliento al ver a un sujeto con gafas de sol y aspecto de guardia de seguridad frente a la verja. ¿Maximiliano Rockefort era de la mafia o algo así? ¿Quién tenía guardias de seguridad en medio de ninguna pa
Nada más decir la frase, Ali deseó poder retirarla.–¿Y yo debo felicitarla? –le preguntó él.–Es usted el padre.Los ojos de Maximiliano se oscurecieron.–Eso es totalmente imposible. Puede que usted no lleve la lista de susamantes, señorita, pero yo no soy promiscuo y nunca olvido a las mías.Ali notó que le ardían las mejillas.–Hay otras maneras de concebir un hijo, como usted sabe muy bien. También yo soy cliente de la clínica en la que trabaja Melody.La expresión del hombre cambió por completo.–Vamos a mi despacho.Ali lo siguió por un pasillo que terminaba en una pesada puerta de roble. El despacho era un sitio enorme, con techos muy altos y vigas vistas. Desde una de las paredes, enteramente de cristal, podía ver el jardín y el valle más abajo. Era precioso, pero la vista no resultaba demasiado consoladora en aquel momento.–Hubo un error en la clínica –empezó a decir, mirando las montañas a lo lejos–. No pensaban contármelo, pero una de mis amigas trabaja en el laboratorio
Tenía razón, pensó Max. Pero, sin saber por qué, se veía empujado a atacar a aquella mujer que, en unos segundos, había puesto su mundo patas arriba.Allí estaba, ofreciéndole algo que él había tenido que descartar mucho tiempo atrás. Pero lo que le ofrecía era una versión retorcida y extraña del sueño que su mujer y él habían compartido.–¿Es usted lesbiana?Ali se puso colorada.–No, no lo soy.–¿Entonces por qué no ha esperado hasta casarse para tener un hijo?–Porque no quiero casarme.Max se fijó por primera vez en su atuendo. La belleza de su rostro había hecho que no se fijara en el traje de chaqueta oscuro. Evidentemente, era una mujer profesional que seguramente tendría una niñera para cuidar de su hijo mientras ella trabajaba. ¿Por qué quería tener un hijo entonces? Como accesorio, sin duda, un símbolo de todo lo que podía conseguir sin la ayuda de un hombre.–No crea ni por un momento que va a criar al niño sin mí. Haremos una prueba de paternidad y, si es mi hijo, podría e
–Y no todos los días un hombre recibe la noticia de que va a ser padre.–Entonces, quiere el niño.–Pues claro que lo quiero. ¿Cómo no iba a querer a mi propio hijo?–Si lo que quiere es un heredero, ¿no podría encontrar a otra mujer que...?–¿Eso es lo que cree? –la interrumpió él–. ¿Cree que sería tan sencillo para mí olvidar que he traído un hijo al mundo? ¿Que podría abandonar a mi propia sangre porque haya sido un embarazo no planeado? ¿Usted podría hacerlo?–No, claro que no.–¿Entonces por qué espera que lo haga yo? Si es tan sencillo, tenga a ese niño y démelo a mí. Y luego tenga otro hijo con la contribución de otro hombre.–No tengo la menor intención de hacer eso.–Entonces no espere que lo haga yo.–Eso...–Ali se dejó caer sobre la silla de nuevo, enterrando la cara entre las manos–. Esto es imposible.–Las cosas cambian, la gente muere. Lo único que se puede hacer es seguir adelante y aprovechar lo que te ofrezca la vida.Ella lo miró, con lágrimas de frustración en los
Uno de sus guardaespaldas se acercó entonces y Maximiliano le hizo un gesto para que lo siguiera. Ali, con la cabeza inclinada, salió a la pista y se dirigió alavión privado, cuyo interior parecía más un lujoso apartamento que un modo de transporte. Pero había estado en la casa de Max y había visto el estilo de vida al que estaba acostumbrado. Al fin y al cabo, era el príncipe de un país que se había convertido en un destino de vacaciones que rivalizaba con Mónaco. El guardaespaldas salió sin decir nada y, diez minutos después, Max se reunió con ella.–Había un fotógrafo en la pista, pero como no hemos subido juntos esperoque te haya tomado por un miembro de mi equipo.–Eso espero yo también. ¿Vamos a viajar solos?–Con el piloto y la tripulación.–Pero es un avión muy grande para dos personas solas. Me parece unaexageración.–Scusi?–Podríamos haber ido en un avión comercial, esto es malgastar combustible.Max sonrió, mostrando unos dientes perfectos. La sonrisa transformabasu ro