Ay por favor, no te rebeles ahora, noes un buen momento para que sus nauseas hicieran gala de presencia –Ali se llevó una mano al estómago, intentando contener las náuseas que amenazaban con hacerla vomitar si no comía una galleta salada rápidamente. Las náuseas matinales eran un asco y aún peor cuando duraban todo el día. Y peor todavía cuando una estaba a punto de decirle a un hombre que iba a convertirse en padre.
Ali pisó el freno y respiró profundamente, casi aliviada al descubrir que algo interrumpía su camino. La verja de hierro que separaba la mansión del resto del mundo tenía un aspecto impenetrable. Ella no sabía mucho sobre aquel hombre, el padre de su hijo. En realidad sólo sabía su nombre, pero era evidente que, al menos económicamente, no estaba a su altura.Contuvo el aliento al ver a un sujeto con gafas de sol y aspecto de guardia de seguridad frente a la verja. ¿Maximiliano Rockefort era de la mafia o algo así? ¿Quién tenía guardias de seguridad en medio de ninguna parte, en el estado de Washington? El guardia, porque tenía que serlo, salió por una puertecita lateral y se acercó al coche con expresión seria.–¿Se ha perdido, señorita? –le preguntó. Se mostraba amable, pero Ali notó que tenía una mano bajo la chaqueta.–No, vengo a ver al señor Rockefort y ésta es la dirección que me han dando.–Lo siento, el señor Rockefort no recibe visitas.–Pero... yo soy Ali Llopez y me está esperando. Al menos, creo que me está esperando.El guardia se sepao del coche y sacó un móvil del bolsillo y habló con alguien en un idioma extranjero... portugues o italiano, le pareció desde donde se encontraba, antes de volverse hacia ella de nuevo.–Entre, por favor. Y aparque frente a la casa. Las puertas de hierro forjado se abrieron y Ali volvió a arrancar, su estómago protestando seriamente. Ella no conocía a Maximiliano Rockefort y no sabía si podría hacerle daño, tal vez no lo había pensado bien al ir allí y escuchar los consejos que les dieron sus amigas Melodi y Cinthia. No, eso no era verdad. Lo había pensado muy bien, desde todos los ángulos, hasta estar segura de que debía ir a ver al padre de su hijo. Aunque le gustaría enterrar la cabeza en la arena y fingir que todo aquello no estaba pasando, esta vez no podía jugar al avestruz por mucho que quisiera hacerlo. Aunque estaba parcialmente escondida entre los árboles, la casa era enorme y la intensidad del verde que la rodeaba era casi irreal gracias a las lluvias de ese año. Nada nuevo para una persona nacida en el noroeste, pero ver una mansión tan impresionante en medio de la naturaleza era una experiencia extraña para ella. Por supuesto, todo en las últimas tres semanas había sido una experiencia extraña. Primero, el positivo de la prueba de embarazo, el control con su ginecologa de cabecera quien le confirmo su embarazo de siete semnas y luego las revelaciones que siguieron a eso...Aparcó su anciano coche frente a la casa y se dirigió al porche,esperando no vomitar. No sería precisamente la mejor manera de dar una buena impresión. El guardia de seguridad apareció como de la nada, sujetándola firmemente del brazo mientras la llevaba a la puerta.–Agradezco su ayuda, pero puedo ir sola.Sonriendo, su escolta le soltó el brazo, aunque parecía dispuesto a agarrarlade nuevo al menor movimiento extraño.–¿Señorita Lopez?La voz, ronca y varonil con cierto acento extranjero, hizo que su estómago diese un vuelco, pero esta vez no por culpa de las náuseas. Aquélla era una sensación que no reconocía y no era del todo desagradable.Pero ver al hombre que había hablado incrementó la extraña sensación. Ali lo observó mientras bajaba por la escalera, sus movimientos rápidos y masculinos. Era el hombre más guapo que había visto nunca... aunque tampoco tenía mucho tiempo para admirar a los hombres. Aquél, sin embargo, exigía admiración.Era tan masculino, tan apuesto que seguramente hombres y mujeres volverían la cabeza a su paso. Y no sólo por sus atractivas facciones y físico perfecto, sino por cierto aire de autoridad. El poder que emanaba de él resultaba cautivador.Ali lo observó, mientras intentaba recordar qué tenía que decirle: muy alto, moreno, de mandíbula cuadrada y ojos oscuros, impenetrables, rodeados por largas pestañas. Le resultaba familiar, aunque no podía imaginar por qué. Por su bufete no solían pasar hombres tan apuestos.–Sí, soy yo.–¿Es usted de la clínica?–Sí... no. No exactamente. No sé qué le habrá contado Melody...Melody era una de sus mejores amigas y cuando se enteró del error que habían cometido en el laboratorio se puso en contacto con ella de inmediato, tambien fueuna de las que le aconsejo que no hiciera nada y que continuara con su vida, notificar a un completo estraño que iba hacer padre, tal vez no saldria bien. –No mucho, sólo que era una cuestión urgente. Y espero que lo sea. No por primera vez, Ali estuvo a punto de darse la vuelta. Pero ésa era la salida de los cobardes y ella no creía en dejar cables sueltos. Para su desgracia fue educada de esa manera y siempre. Y, al contrario que otras personas, siempre cumplía con su deber. –¿Podemos hablar de esto en privado? –le preguntó, mirando alrededor.Claro que la idea de estar a solas con un hombre al que no conocía de nada tampoco era demasiado apetecible. Había tomado clases de autodefensa y llevaba un espray de pimienta en el bolso, pero no le apetecía mucho tener que usarlo. Especialmente, sabiendo que nada de eso sería efectivo contra Maximiliano.–No tengo mucho tiempo, señorita Lopez. ¿No tenía mucho tiempo? Como si ella tuviera todo el día, pensó Ali, enfadada. Tenía muchísimo trabajo y todos los casos que llevaba eran de vital importancia para sus representados, que no tenían a nadie que los ayudase.–Le aseguro que mi tiempo también es valioso, señor, pero tengo que hablar con usted.–Entonces, hable.–Muy bien. Estoy embarazada.Nada más decir la frase, Ali deseó poder retirarla.–¿Y yo debo felicitarla? –le preguntó él.–Es usted el padre.Los ojos de Maximiliano se oscurecieron.–Eso es totalmente imposible. Puede que usted no lleve la lista de susamantes, señorita, pero yo no soy promiscuo y nunca olvido a las mías.Ali notó que le ardían las mejillas.–Hay otras maneras de concebir un hijo, como usted sabe muy bien. También yo soy cliente de la clínica en la que trabaja Melody.La expresión del hombre cambió por completo.–Vamos a mi despacho.Ali lo siguió por un pasillo que terminaba en una pesada puerta de roble. El despacho era un sitio enorme, con techos muy altos y vigas vistas. Desde una de las paredes, enteramente de cristal, podía ver el jardín y el valle más abajo. Era precioso, pero la vista no resultaba demasiado consoladora en aquel momento.–Hubo un error en la clínica –empezó a decir, mirando las montañas a lo lejos–. No pensaban contármelo, pero una de mis amigas trabaja en el laboratorio
Tenía razón, pensó Max. Pero, sin saber por qué, se veía empujado a atacar a aquella mujer que, en unos segundos, había puesto su mundo patas arriba.Allí estaba, ofreciéndole algo que él había tenido que descartar mucho tiempo atrás. Pero lo que le ofrecía era una versión retorcida y extraña del sueño que su mujer y él habían compartido.–¿Es usted lesbiana?Ali se puso colorada.–No, no lo soy.–¿Entonces por qué no ha esperado hasta casarse para tener un hijo?–Porque no quiero casarme.Max se fijó por primera vez en su atuendo. La belleza de su rostro había hecho que no se fijara en el traje de chaqueta oscuro. Evidentemente, era una mujer profesional que seguramente tendría una niñera para cuidar de su hijo mientras ella trabajaba. ¿Por qué quería tener un hijo entonces? Como accesorio, sin duda, un símbolo de todo lo que podía conseguir sin la ayuda de un hombre.–No crea ni por un momento que va a criar al niño sin mí. Haremos una prueba de paternidad y, si es mi hijo, podría e
–Y no todos los días un hombre recibe la noticia de que va a ser padre.–Entonces, quiere el niño.–Pues claro que lo quiero. ¿Cómo no iba a querer a mi propio hijo?–Si lo que quiere es un heredero, ¿no podría encontrar a otra mujer que...?–¿Eso es lo que cree? –la interrumpió él–. ¿Cree que sería tan sencillo para mí olvidar que he traído un hijo al mundo? ¿Que podría abandonar a mi propia sangre porque haya sido un embarazo no planeado? ¿Usted podría hacerlo?–No, claro que no.–¿Entonces por qué espera que lo haga yo? Si es tan sencillo, tenga a ese niño y démelo a mí. Y luego tenga otro hijo con la contribución de otro hombre.–No tengo la menor intención de hacer eso.–Entonces no espere que lo haga yo.–Eso...–Ali se dejó caer sobre la silla de nuevo, enterrando la cara entre las manos–. Esto es imposible.–Las cosas cambian, la gente muere. Lo único que se puede hacer es seguir adelante y aprovechar lo que te ofrezca la vida.Ella lo miró, con lágrimas de frustración en los
Uno de sus guardaespaldas se acercó entonces y Maximiliano le hizo un gesto para que lo siguiera. Ali, con la cabeza inclinada, salió a la pista y se dirigió alavión privado, cuyo interior parecía más un lujoso apartamento que un modo de transporte. Pero había estado en la casa de Max y había visto el estilo de vida al que estaba acostumbrado. Al fin y al cabo, era el príncipe de un país que se había convertido en un destino de vacaciones que rivalizaba con Mónaco. El guardaespaldas salió sin decir nada y, diez minutos después, Max se reunió con ella.–Había un fotógrafo en la pista, pero como no hemos subido juntos esperoque te haya tomado por un miembro de mi equipo.–Eso espero yo también. ¿Vamos a viajar solos?–Con el piloto y la tripulación.–Pero es un avión muy grande para dos personas solas. Me parece unaexageración.–Scusi?–Podríamos haber ido en un avión comercial, esto es malgastar combustible.Max sonrió, mostrando unos dientes perfectos. La sonrisa transformabasu ro
Cuando vio el paisaje que mostraba Turin desde el cielo, Ali se quedó sin aliento. La isla, con sus playas de arena blanca, era una joya en medio del Mar Mediterráneo. Y, situado sobre una colina rodeada de grandes arboles con un acantilado al fondo , había un enorme edificio de piedra que parecía dorado a la luz de la tarde.–Es precioso.Precioso y salvaje, pensó. Como su dueño. A pesar de la sofisticación de Maximiliano, en él había algo crudo y casi primitivo que la atraía a un nivel primario. Algo que no había sentido nunca hasta que lo vio bajando la escalera de su casa.El vuelo había sido tenso, al menos para ella. No porque no le gustasen los hombres o no hubiera sentido deseo sexual alguna vez, claro que sí. Sencillamente, no lo había llevado a la práctica. La idea la hacía sentir como si estuviera al borde de un ataque de ansiedad. La intimidad sexual, abrirse a alguien de esa manera, exponerse y posiblemente perder el control, la aterraba. Y, sin embargo, algo enMax de
Ali no apartó las manos de su cara para disimular que se había puesto colorada. Como si ella fuera a dejar que un hombre la atase para hacerle lo que quisiera...Curiosamente, imaginar a Maximiliano como ese hombre la hizo sentir un cosquilleo extraño en el estómago. Totalmente sorprendida por la dirección de sus pensamientos, abrió la puerta del coche sin esperar a que lo hiciera alguno de los guardias.Max llegó a su lado en dos zancadas.–¿Qué te pasa?Ali siguió adelante, intentando no dejarse afectar por su presencia y suscomentarios. Pero cuando tiró de su mano, su corazón empezó a latir con tal fuerza que estaba segura de que podría oírlo. Estando tan cerca podía notar el calor de su cuerpo, respirar el aroma de su colonia masculina que era cien por cien hombre. Cien por cien Max.¿Desde cuándo notaba ella cómo olía un hombre? A menos que fuera en el gimnasio, y con connotaciones negativas, nunca le había pasado. Entonces, ¿por qué el olor de Max hacía que su pulso se aceleras
Tu esposa?–Ali, aún mareada del beso, estaba segura de haber oído mal.–Sí, lo he pensado mucho y es la única solución –asintió Max, encantadoconsigo mismo.–No voy a casarme contigo –replicó Ali.Si pensaba hablar de algo tan absurdo con la misma calma con la que hablaría del tiempo, ella haría lo mismo. No iba a darle la satisfacción de perder el control.–Mira, sé que eres una mujer inteligente y, dado el trabajo que haces, también una persona compasiva. Con esas dos cualidades, no entiendo que no hayas llegado a la misma conclusión que yo.–No entiendo por qué la inteligencia y la compasión iban a hacerme concluirque tú y yo deberíamos casarnos.Aunque hacía que su corazón latiese con más fuerza. Y, si era sinceraconsigo misma, la idea de estar casada con un hombre como Maximiliano no le resultaba del todo desagradable.–No podremos compartir la custodia si tú vives en Estados Unidos y yoaquí. Además, un hijo ilegítimo no tendría derecho al trono o a reclamar suherencia. Es
Cuando entró en la habitación se quedó boquiabierta. Era la habitación de ensueño, desde la moqueta de color crema a las paredes pintadas en tono malva, el edredón de seda o los metros de gasa que cubrían el dosel de la cama.Aquella habitación era una fantasía femenina y Ali no pudo dejar de preguntarse para quién se habría creado tal fantasía. ¿Para las amantes del príncipe? Estaba segura de que un hombre como él no podría estar sin compañía mucho tiempo.Sin permiso, su mente empezó a crear una imagen de cómo podría ser. Podía verlo claramente, las manos de Max acariciando los pechos de una mujer, besando la blanca columna de su cuello y... cuando vio una melena rubia extendida por la almohada parpadeó para borrar la imagen, sintiendo que le ardían las mejillas. Era absurdo, ella no iba a ser la amante del padre biologico de su bebe. Aparte de que no tenía el menor deseo de serlo, estaba segura de que él no querría llevarse a una virgen de veintiocho años a la cama. Sabía que a a