Casada con el Rey
Casada con el Rey
Por: Monn Star
Capitulo 1

Ay por favor, no te rebeles ahora, noes un buen momento para que sus nauseas hicieran gala de presencia –Ali se llevó una mano al estómago, intentando contener las náuseas que amenazaban con hacerla vomitar si no comía una galleta salada rápidamente. Las náuseas matinales eran un asco y aún peor cuando duraban todo el día. Y peor todavía cuando una estaba a punto de decirle a un hombre que iba a convertirse en padre.

Ali pisó el freno y respiró profundamente, casi aliviada al descubrir que algo interrumpía su camino. La verja de hierro que separaba la mansión del resto del mundo tenía un aspecto impenetrable. Ella no sabía mucho sobre aquel hombre, el padre de su hijo. En realidad sólo sabía su nombre, pero era evidente que, al menos económicamente, no estaba a su altura.

Contuvo el aliento al ver a un sujeto con gafas de sol y aspecto de guardia de seguridad frente a la verja. ¿Maximiliano Rockefort era de la mafia o algo así? ¿Quién tenía guardias de seguridad en medio de ninguna parte, en el estado de Washington? El guardia, porque tenía que serlo, salió por una puertecita lateral y se acercó al coche con expresión seria.

–¿Se ha perdido, señorita? –le preguntó. Se mostraba amable, pero Ali notó que tenía una mano bajo la chaqueta.

–No, vengo a ver al señor Rockefort y ésta es la dirección que me han dando.

–Lo siento, el señor Rockefort no recibe visitas.

–Pero... yo soy Ali Llopez  y me está esperando. Al menos, creo que me está esperando.

El guardia se sepao del coche y  sacó un móvil del bolsillo y habló con alguien en un idioma extranjero... portugues o italiano, le pareció desde donde se encontraba, antes de volverse hacia ella de nuevo.

–Entre, por favor. Y aparque frente a la casa. 

Las puertas de hierro forjado se abrieron y Ali volvió a arrancar, su estómago protestando seriamente. Ella no conocía a Maximiliano Rockefort y no sabía si podría hacerle daño, tal vez no lo había pensado bien al ir allí y escuchar los consejos que les dieron sus amigas Melodi y Cinthia. No, eso no era verdad. 

Lo había pensado muy bien, desde todos los ángulos, hasta estar segura de que debía ir a ver al padre de su hijo. Aunque le gustaría enterrar la cabeza en la arena y fingir que todo aquello no estaba pasando, esta vez no podía jugar al avestruz por mucho que quisiera hacerlo. Aunque estaba parcialmente escondida entre los árboles, la casa era enorme y la intensidad del verde que la rodeaba era casi irreal gracias a las lluvias de ese año. 

Nada nuevo para una persona nacida en el noroeste, pero ver una mansión tan impresionante en medio de la naturaleza era una experiencia extraña para ella. Por supuesto, todo en las últimas tres semanas había sido una experiencia extraña. Primero, el positivo de la prueba de embarazo, el control con su ginecologa de cabecera quien le confirmo su embarazo de siete semnas y luego las revelaciones que siguieron a eso...

Aparcó su anciano coche frente a la casa y se dirigió al porche,esperando no vomitar. No sería precisamente la mejor manera de dar una buena impresión. El guardia de seguridad apareció como de la nada, sujetándola firmemente del brazo mientras la llevaba a la puerta.

–Agradezco su ayuda, pero puedo ir sola.

Sonriendo, su escolta le soltó el brazo, aunque parecía dispuesto a agarrarla

de nuevo al menor movimiento extraño.

–¿Señorita Lopez?

La voz, ronca y varonil con cierto acento extranjero, hizo que su estómago diese un vuelco, pero esta vez no por culpa de las náuseas. Aquélla era una sensación que no reconocía y no era del todo desagradable.

Pero ver al hombre que había hablado incrementó la extraña sensación. Ali lo observó mientras bajaba por la escalera, sus movimientos rápidos y masculinos. Era el hombre más guapo que había visto nunca... aunque tampoco tenía mucho tiempo para admirar a los hombres. Aquél, sin embargo, exigía admiración.

Era tan masculino, tan apuesto que seguramente hombres y mujeres volverían la cabeza a su paso. Y no sólo por sus atractivas facciones y físico perfecto, sino por cierto aire de autoridad. El poder que emanaba de él resultaba cautivador.

Ali lo observó, mientras intentaba recordar qué tenía que decirle: muy alto, moreno, de mandíbula cuadrada y ojos oscuros, impenetrables, rodeados por largas pestañas. Le resultaba familiar, aunque no podía imaginar por qué. Por su bufete no solían pasar hombres tan apuestos.

–Sí, soy yo.

–¿Es usted de la clínica?

–Sí... no. No exactamente. No sé qué le habrá contado Melody...

Melody era una de sus mejores amigas y cuando se enteró del error que habían cometido en el laboratorio se puso en contacto con ella de inmediato, tambien fueuna de las que le aconsejo que no hiciera nada y que continuara con su vida, notificar a un completo estraño que iba hacer padre, tal vez no saldria bien. 

–No mucho, sólo que era una cuestión urgente. Y espero que lo sea. No por primera vez, Ali estuvo a punto de darse la vuelta. Pero ésa era la salida de los cobardes y ella no creía en dejar cables sueltos. Para su desgracia fue educada de esa manera y siempre. Y, al contrario que otras personas, siempre cumplía con su deber. 

–¿Podemos hablar de esto en privado? –le preguntó, mirando alrededor.

Claro que la idea de estar a solas con un hombre al que no conocía de nada tampoco era demasiado apetecible. Había tomado clases de autodefensa y llevaba un espray de pimienta en el bolso, pero no le apetecía mucho tener que usarlo. Especialmente, sabiendo que nada de eso sería efectivo contra Maximiliano.

–No tengo mucho tiempo, señorita Lopez. 

¿No tenía mucho tiempo? Como si ella tuviera todo el día, pensó Ali, enfadada. Tenía muchísimo trabajo y todos los casos que llevaba eran de vital importancia para sus representados, que no tenían a nadie que los ayudase.

–Le aseguro que mi tiempo también es valioso, señor, pero tengo que hablar con usted.

–Entonces, hable.

–Muy bien. Estoy embarazada.

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