Capitulo 6. Negocios

Héctor observó a su secretaria mortalmente serio, una vez más la detallo de pies a cabeza, pero en esa oportunidad con una idea en su cabeza.

—Puede irse, señorita Jones.

—Buenas noches —Ella se despide y abandona la oficina rápidamente.

Riley niega y luego regresa la mirada hacia su hermano para seguir conversando sobre el loco tema del matrimonio. Cuando de pronto, observa algo muy peculiar en los ojos de Héctor. Era ese tipo de mirada que no le solía agradar, Riley frunce el ceño porque intuía lo que estaba por venir.

—¡0h, no!, por supuesto que no, Héctor Couper —Se da la vuelta para empezar a caminar de un lado para el otro —. Ni se te ocurra, porque bien sabes que es una completa locura.

—Es perfecta, ¿No lo crees así?

—No, no lo es… No me casaré con tu secretaria, Héctor.

—Gala es el tipo de mujer que el abuelo aprobaría en cuestión de segundos, es la ideal para este trabajo.

—Es tu secretaria por el amor de dios, ¿crees que ella se querrá casar solo porque se lo pidas?, lo más probable es que nos pida dinero o nos mande al demonio, y si el abuelo se entera de que le hemos ofrecido dinero “en caso de que acepte tu absurda propuesta”, de nada servirá tu irracional plan de emparejarme con ella.

—Todo es cuestión de saber negociar con una mujer, mi querido hermano. Y de eso tú no tienes ni la más mínima idea —Contesta, con arrogancia.

El menor de los hermanos se cruza de brazos por el insulto tan elegante de su hermano, él no era malo con las mujeres, simplemente se iba al grano con ellas. Pero la secretaria de Héctor era bastante diferente a las demás, dudaba muchísimo que aquello funcionara.

—¿Y qué es lo que piensas hacer? No sabes nada de esa mujer, si está casada, o tiene mil gatos en su casa. ¿Ya pillaste como se viste?, estás demente Héctor. El abuelo jamás se creerá que esa mujer y yo nos llevamos bien.

—No te preocupes por eso, yo me encargaré de hablar con ella.

—¡Ah, claro! ¿Harás negocios con la secretaria? —Interroga de manera sarcástica —. Esto es el colmo, no me puedo creer que quieras que me case con esa chica desaliñada. ¿Sabes que salgo con chicas atractivas? Nadie se creerá ese cuento de que me he prendado de la secretaria de mi hermano —Culmina por sentarse en el sofá.

Héctor se sienta en su silla mirando a su hermano con recelo y algo de molestia. Intentaba buscar la solución para su problema y el suyo propio, y el muy idiota no colaboraba.

—Vas a tener que ponerle más empeño a esto, Riley. Te recuerdo que tienes mucho en tus manos, y no estoy dispuesto a perderlo solo porque tienes un berrinche estúpido. Si mi secretaria acepta los términos, te casaras con ella y…

—Vamos Héctor, no me hagas esto.

—Y… Dejarás de ser un maldito ligón. Serás fiel a tu matrimonio.

—¿Insinúas que me tengo que acostar con ella?

El CEO analiza la pregunta de su hermano, ¿acostarse? Eso podría llegar a ser un problema con la señorita Jones, era posible que ella aceptara casarse, pero llegar al punto de intimar con el idiota de Riley. No estaba muy seguro de ello, ya que ella sabía perfectamente que su hermano era un ligón.

—Creo que esa parte del trato sería un inconveniente, no estoy seguro de que ella acepte meterse contigo en la cama.

—¿Inconveniente, dices? —Riley pregunta estupefacto —. Es un problema mayor, muy mayor… pierdes el tiempo pensando en esa chica, es obvio que no aceptara —El castaño masaje el puente de su nariz —. Esto es una m*****a locura.

—Tendrás que aguantarte, y hacer lo que ordena el abuelo.

Más frustrado que nunca Riley se pone en pie, su vida estaba completamente arruinada. Tenía opciones, claro que las tenía, pero implicaría dejar en la calle a su hermano, y Héctor había trabajado mucho por esa compañía por tantos años que no se merecía que le hiciera un desplante. Tendría que casarse.

—Está bien, si crees que la secretaria acepte este estúpido juego, entonces me casaré con ella.

—Y le serás fiel.

—Sí, prometo serle fiel —Aunque no quisiera, lo sería, por su hermano.

—Mañana hablaré con ella, le pondré las cartas sobre la mesa. Y le haré una oferta que no podrá resistir.

—¿Qué hay de ese atuendo? Joder Héctor, parece una monja. Al abuelo no le gustará —Pasa ambas manos por su cara.

—No es tan mal, es una mujer recatada. Pero de todas maneras, yo me encargaré de eso.

—Como quieras. Será mejor que vayamos por un trago, la verdad es que lo necesito con urgencia.

—Está bien —Contesta el mayor poniéndose en pie.

[…]

Que suerte tuvo el no haber interrumpido nada importante, se hubiera muerto de la angustia si su jefe la regañaba por haber entrado sin pedir permiso. Al salir del edificio, la pelirroja tomó un taxi directo hasta su apartamento. Estaba tan cansada, se recostó del asiento del coche pensando que iba sobre la hora.

—Necesito dormir —Musita cerrando los ojos por un momento.

Para cuando los abrió de golpe, el chófer le estaba hablando, informándole de que habían llegado a su residencia. Ella se despabiló pensando que llegaron muy rápido, o es que el taxista iba corriendo como un loco, saco unos billetes y pago la cuenta… al ingresar en la recepción, la joven divisa que tenía correo en el casillero que le pertenecía a ella.

Saca los sobres del mismo, y uno en especial llama su atención. En letras rojas y grandes decía que estaba atrasada con el pago.

—Bueno, uno de tantos, dios mío, como demonios voy a pagar a tiempo… —Suspira, guardando los documentos en su bolso —. Observa las escaleras mentalizándose que debía subir 7 pisos, ya que el bendito ascensor estaba sin servicio —. Con un condominio tan costoso y no reparan este maldito aparato.

[…]

Mentalizado, con una propuesta bien formulada y el mejor discurso de toda su vida, Héctor se preparaba para confrontar a su secretaria esa mañana y proponerle el mejor negocio de la existencia. Era beneficioso para los tres involucrados, así que dudaba que se negara aceptar. Y si lo hacía, intentaría persuadirla para que accediera.

Al ingresar en la recepción en donde ella debería estar, resulto que no estaba. Eso sí le pareció muy extraño, ella siempre era puntual. Miró la hora de su reloj, estaba llegando unos minutos después, ¿Dónde estaba?

Camina hacia su oficina, abrió la puerta y se encuentra con la señorita Jones organizando su oficina.

—Buenos días, señor Couper.

—Creí que no había llegado.

—He venido a organizar su escritorio, ¿algún problema, señor? —Su puntualidad y organización era un punto a su favor, justo lo que Riley necesitaba.

—Necesito conversar con usted —Le dice de manera seria conduciendo sus pasos hasta su escritorio —. Siéntese por favor.

Con los nervios a millón, Gala toma asiento. Junta sobre su regazo con mucha fuerza, el miedo se estaba apoderando de ella. No recordaba haber hecho algo malo con su trabajo como para que su jefe la sentara y le hablara de esa manera.

—¿He hecho algo malo, señor Couper?

—No, no ha hecho nada —Héctor cruza sus manos —. Es un asunto personal el que deseo tratar con usted.

—¿Personal? —Ella agranda la horma de sus ojos.

—¿Usted, está casada?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo