Capitulo 4. Mandato

—Bueno, lo que pasa es que…

—Lo que acontece aquí es que ya estoy cansado de tu comportamiento tan inmaduro, Riley. No puedo entender cómo es que le dejas toda la responsabilidad a tu hermano, aun sabiendo que esta compañía es de ambos.

—Abuelo…

—No digas nada, porque ya no te quiero oír más. Y tu Héctor, me tienes muy decepcionado —El CEO levanta la mirada —. Le encubres las vagabunderías a tu hermano, y le permites que deje toda la responsabilidad de la empresa sobre tus hombros. Eso es decepcionante de ti, siendo el mayor de ambos, es cuando debes poner en el camino correcto a tu hermano. Pero no tapándole las marramuncias que hace a diario, si crees que es lo correcto estás muy equivocado muchacho.

Héctor mantiene la mirada fija en su abuelo. Aunque le costará mucho admitirlo, el viejo tenía mucha razón. Le tapaba las fallas a su hermano, en vez de corregirlas, no lo hacía. Ahora estaba pagando por su error. Decepcionar a su abuelo no era lo que precisamente quería que pasase. Desde luego que Riley le daba igual si lo desilusionada o no, pero para él, era importante tener la aprobación de su abuelo.

Jacob era más que un abuelo para él, era como un padre. Su abuelo hizo el trabajo que no hizo su papá, todo el cariño de su padre era para Riley. Y por esa razón, su hermano era como era. Simplemente, siguió el camino de su padre, por esa razón, su madre abandono a ambos chicos cuando eran unos niños pequeños. Las infidelidades de su padre eran tan abrumadoras que su madre no lo soporto, pero en vez de llevarse a sus hijos, ella optó por dejarlos a su suerte.

—No me voy a excusar abuelo, pero Riley ya es mayor de edad. No puedo estar detrás de él cada dos por tres para hacerlo entrar en razón. Recuerda que yo también tengo mi propia vida.

—Eso puedo entenderlo perfectamente, y es por esa razón que he venido el día de hoy.

Los hermanos fruncieron el ceño al mismo tiempo, ya ellos estaban al tanto de que cuando su abuelo asistía a las juntas era porque les daría ciertas órdenes que nadie el mundo podría hacerlo cambiar de parecer.

—¿Qué es lo que quieres hacer, abuelo? —Interroga el mayor severamente intrigado.

—Será algo muy fácil, no será beneficioso para ninguno de los dos. ¡Claro! Si logran conseguirlo, entonces, nadie saldrá perdiendo aquí —El viejo sonríe.

—¿Qué tramas, abuelo? —En esa oportunidad fue Riley quien preguntó.

Jacob empuñó la punta de su bastón al mirar a sus nietos, eran unos hombres hechos y derechos. Exitosos y tiburones para los negocios, bueno, al menos Héctor lo era. Pero lo que era Riley no le gustaba, el chico no agarraba escarmiento y todo gracias a su hijo. Había dañado terriblemente a su nieto, pero él pensaba solucionar ese asunto.

Contaba con que su método sirviera de algo, si esa presión que les impondría a ambos hermanos no funcionaba, entonces ya no sabía que otra cosa podría hacer.

—Riley, tienes que casarte —Suelta de la nada, lo que provoca que el CEO abriera los ojos más de la cuenta.

—¡¿Qué?!

—Lo que has escuchado, te casaras.

—Abuelo, ¿Qué estás diciendo? —Fue Héctor quien intervino por su hermano que parecía estar en trance.

—Bueno, he pensado seriamente que lo que le falta a este muchacho es una esposa que lo haga entrar en razón. Que lo ayude a sentar cabeza, de esa manera dejara esas parrandas  con mujeres distintas cada noche.

Riley no asumía lo que estaba escuchando, quizás era producto de tantas fiestas a las que había asistido. Así que, no soporto la agonía de saber si era un sueño o realidad y termino por ponerse en pie.

—¿Qué sandeces estás diciendo abuelo? ¿Cómo que casarme?

—¡Riley! —Héctor también se puso en pie.

—No, no, no me digas absolutamente nada. Él tiene que explicar que es lo que está diciendo, no comprendo que es todo este show del matrimonio —Espeta furioso.

—No estoy jugando, tú te casaras, y sentaras cabeza —Exige el viejo.

—No me puedes obligar a casarme con una mujer que no deseo, abuelo. Hagas lo que hagas, no conseguirás que me case.

—¡Oh, claro que sí! —Añade muy seguro el viejo.

Esa era la parte que a Héctor no le agradaba, la amenaza escondida entre las palabras amables de su abuelo. Riley no lo conocía tanto como él, estaba completamente seguro que eso no era todo lo que Jacob quería de ellos. Y por lo que podía intuir, él estaba hasta el fondo en aquel problema.

—No veo como —El CEO, se cruza de brazos demostrando dominación en la conversación.

—Si no te casas dentro de un mes con una buena mujer, desheredaré a tu hermano. Le quitaré el mandato que tiene en la empresa, ya no será el presidente y desde luego que, tú tampoco lo serás. Ambos se quedarán sin nada, y vivirán de sus propios negocios, creo que sería buena noticia para las revistas a las que tanto posas. Estoy seguro de que cuando ellos se enteren de que llevaste a la ruina a tu propio hermano, serás muy famoso mi querido nieto.

Riley, palideció al instante, esa sí que era una buena jugada por parte del viejo…

De inmediato Héctor apretó los puños. Eso sí que no se lo esperaba, ahora su futuro y la compañía estaban en las manos de su idiota hermano. El castaño de ojos verdes observa a Riley con detenimiento, tanto Jacob como él mismo esperaban una respuesta. Él contaba con que no respondiera con una estupidez, porque juraba que le iba a partir la cara.

—Está bien, abuelo. Tú ganas, me casaré en un mes —Pensando en buscar a cualquier mujer a la que le pudiera pagar para que hiciera de esposa fiel, de igual forma seguiría en sus andanzas.

—No, no, pero eso no es así tan fácil muchacho.

—¿Y ahora qué? —Lo observa furioso.

Héctor, presto atención a lo que tenía que agregar su abuelo.

—No creas que puedes conseguir cualquier chica que soporte, que le pongas los cuernos solo porque la vas a poner en un pedestal y darle una vida de reina. No, mi querido nieto, sé cómo piensa esa cabeza tuya, es igual a la de tu difunto padre.

—Yo no pensé en…

—Sí, si lo pensaste. Pero no será así —El viejo CEO se pone en pie con algo de dificultad —. La mujer será aprobada por mí, tiene que ser una buena muchacha, con buenos principios, que te ayuden a encaminarte por el buen camino. No de esas con las que sueles salir todas las noches. Tampoco le pagaras un centavo, tienes que ganártela, y una vez que se casen, te olvidaras de ser un hombre infiel.

< ¿Y dónde m****a iba a encontrar a una mujer a la que no le tuviera que pagar para que se casara con él?>

—Abuelo, eso es imposible. Ninguna mujer se querrá casar conmigo sin que le ofrezca algo a cambio.

—Le ofrecerás algo bueno y duradero. Le propinarás estabilidad, una posición económica, y posiblemente una familia.

—¿Familia?

Las cosas iban de mal en peor, Jacob quería una relación de verdad. Héctor, enderezo el cuerpo. Ahora, si estaban en serios problemas, si su hermano no encontraba a esa mujer que su abuelo solicitaba, podría ir despidiéndose de la compañía.

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