Mi vida antes de conocer a Mork PT I

La música retumbaba en mis oídos en aquel espacio cerrado dónde estaba. Ahí estaba yo, un día antes de comenzar las clases, antes de iniciar un nuevo comienzo. Me encontraba en esos sitios dónde el alcohol y la música era un mismo corazón, dónde las personas que estaban pegadas no hacían más que restregarse porqué según ellos, eso era el baile moderno hoy en día. Miré a mi amigo, Win estaba sentado a mi lado moviendo su cabellera rubia.

No sé si era yo. O era el alcohol que había estado ingresando en estas últimas horas, pero sentía aquella adrenalina recorrer por todo mi cuerpo, dónde pedía más acción que palabra. Soy, así era yo, un chico de veintiún años perdido de la vida, pero disfrutando de aquellos cuerpos que me ponían a mi merced. Tomé la mano del contrario, haciendo que este me mirara asesinamente. ¿Por qué Win era tan aburrido?

—¿Qué? —pregunté absorbiendo la última gota de mi vaso, con una sonrisa de oreja a oreja—, estamos en la última noche de verano, Win. Déjate llevar.

—Me he metido en muchos problemas por haberme dejado llevar, Arthit —sentenció firme con su voz. Aunque la música era ruidosa, podía notar su mal humor en ese momento—, así que haz lo que te dé la gana.

—Siempre lo hago, ¿no? —le guiñé el ojo, desviando la mirada hacía la pista.

Aquello era una discoteca gay. La música retro que sonaba en esos momentos era más adrenalina que pudor. Algunos de los chicos que estaban en la pista, tenía un hermoso perfil griego, con su cabello azabache, y sus ojitos bien perfilados. Esos ojitos que sin duda me hacían enloquecer. Su camiseta estaba pegada al pecho, y sus movimientos que hacía al otro chico que bailaba con él seductivamente me hacían estremecer. Miré a Win que observaba la escena.

—Mejor me voy—anunció el rubio, lo detuve con el brazo cuando él se levantó.

—No, ¿por qué estás tan molesto? Además, estoy ebrio y borracho. Tú deber como amigo es llevarme bien a casa. Lo prometiste a mis padres —lo amenacé. Este se quejó.

—Si, pero en ese acuerdo no venía escrito que tenía que aguantarme tus fechorías—comentó su hermoso tono de voz.

—Eres un imbécil, como si nunca lo hubieras hecho. Además, ¿no ves que me está mirando provocativamente? —acomodé mi cabello largo que lo tenía amarrado con una coleta, con una sonrisita, poniéndole este sobre la palma de su mano—, voy a conocerlo.

—Arthit—me agarró la mano, me detuve antes de caminar, viendo sus ojos con preocupación. Estaba tan concentrado en el alcohol, que lo que le estaba pasando por su mente la verdad, era lo menos que me importaba—, por favor, no lo hagas. No sabes quiénes son. No sabes que enfermedad pueden tener. ¿En serio lo vas arriesgar todo?

—Claro que sí—le sonreí—, no tengo absolutamente nada que perder. Tú porqué eres el tipo correcto que siempre tiene su futuro hecho, realizado, con esperanza de vida. ¿Pero yo? Simplemente soy el pelele de una familia que está en la cima —sigo manteniendo la sonrisa, aunque las palabras que escupía, cada vez me lastimaban más, eran peor que la sangre hirviendo con el alcohol mezclado—, así que sí me permites, déjame disfrutar esta noche de verano por última vez. Porqué nunca sé que pasará mañana, si lo puedo dejar para hoy.

Hubo un momento de silencio entre Win y yo. Las luces de la discoteca, empezaron a cambiar de azul a rojo y viceversa, haciendo más intenso el momento. Odiaba ponerlo en esta situación, pero una vez que me provocaban, no había marcha atrás. Él lo sabía. Por eso, asintió con la cabeza sin decir nada dándome la espalda. Cuando hacía aquello, era por qué no quería seguir hablando. Honestamente, a estas alturas de mi vida me daba igual.

Me retiré la chaqueta. Me desabotoné un poco la camisa que traía en ese momento mostrando mi pecho al caminar hacía ambos chicos. Ambos tenían el pelo oscuro, solo que al más alto se le hacía más atractivo. Me dieron paso en el medio. El que estaba delante de mí, colocó sus manos pesadas y grandes sobre mi cuello comenzando a bailar, mientras que el más pequeño, se pegó a mí, sintiendo como restregaba su miembro al ritmo en que bailaba. En estos momentos, no me importaba absolutamente nada, podía ser la mejor noche de mi vida, que equivocado estaba.

—Me siento aliviado que hayas captado mis señales —sonrió aquel joven, curveando sus labios rojizos, tomando mi rostro—, ¿te gusta lo que hace mi primo?

Esto era lo más excitante que había hecho. Si, el tipo podía ser todo lo perturbador que podía ser, pero los tres estábamos ebrios. Tenía un don cuando alguien estaba mintiendo, solo me pude divertir, no quise arruinar su fantasía. Presioné su cabello contra mi mano hacía mi boca, viendo sus ojos con ferocidad.

—Tus feromonas me olían a kilómetros.

Sentencié. Y fue entonces cuando uní mis labios con los de aquel hombre. Él, comenzó a tocar mi cuerpo con mucha ansiedad como si nunca hubiera tocado a alguien. Luego, empezó a devorar mi cuello dejando suaves marcas en él, mordiéndolos, al ritmo de su amigo. Lo miré a ambos cuando empezaron a besarse, juntando así sus cabezas al poner las manos sobre ambos sobre su cuello. Sonreí excitado, empecé a sentir como algo en mi entrepierna crecía.

—Vámonos.

Miré a Win antes de irme. Él me miraba seriamente desde el asiento. Sabía que cuando esto pasara, estaría ahí. Suspiré saliendo por la puerta trasera del local, estando en un tipo de basurero sin salida. Los dos jóvenes, me pegaron contra la pared. Uno, atacó mis labios mientras que el otro empezaba a quitar mi camisa, desabotonando los botones de este, mostrando así me ejercitado abdomen.

Sonreí satisfecho cuando soltaron suaves gemidos, cuando el más chico, comenzó a andar por mis abdominales hasta quedar a la altura de mi entrepierna. Empezó a tocar mi miembro erecto sobre mi pantalón, mientras que mis manos tocaban los suaves glúteos del más grande que besaba mi beso, y mi cuello. Al parecer era su zona favorita.

—Esto es lo más excitante que he hecho.

Admití. Los dos tipos se rieron. Al final, terminó de rodillas junto al menor. Me bajaron los pantalones, quedando así en bóxer. Ambos, comenzaron a devorar mi bulto sobre la tela de este. Mis gemidos lograron escapar de mis labios, colocando ambas manos en cada cabeza, pidiendo más, exigiéndoles más. En el sexo carnal siempre era más atrevido que en esto del amor, siempre me había ido mejor desde que descubrí este mundo oscuro lleno de placer y sin sentimientos.

Sonreí cuando bajaron mi prenda. Ellos, devoraban mi miembro desnudo sobre su boca, disfrutando de aquella longitud que estaba sobre su boca. Antes, cuando era más chico podía considerar que hacer esto con desconocidos me daría terror. Pero gracias a una terrible experiencia del pasado, pude comprender de mala forma que a veces, tener sexo con desconocidos podía satisfacer el dolor que sentías por dentro, junto a las decepciones que la vida te da.

Los chicos estuvieron así por unos minutos. Comiendo mi miembro y mis testículos. Y yo no podía estar más excitado. Así que jalé ambas cabezas desafiantes, viendo su sed de deseo sobre sus ojos. Los obligué a besarse nuevamente, cosa que obedecieron fielmente cuando escuché como uno quería que lo follara. Sin pensarlo, lo levanté rápidamente. Lo puse de espalda, dejando suaves golpes en esa al ritmo de que este gemía, se veía que le gustaba las cosas rudas.

Cuando me puse el preservativo para entrar en él sin necesidad de prepararlo, la puerta por dónde habíamos salido se abrió. Win, estaba ahí, con mi chaqueta sobre sus hombros. Escupí agresivamente, furioso, odiaba que me interrumpiera en los momentos del clímax.

—¿Qué quieres? —me tapé mi miembro, aunque se podía ver perfectamente a través de la luz. Win se rio.

—Tus padres ya salieron de la premier —me contó—, me dijo mi guardia. Así que es mejor irnos, antes de que te formen la tercera guerra mundial.

—¡Joder! ¡Se suponía que la premier iba a durar toda la noche! —empujé al chico con rapidez, subiéndome la ropa interior, y después la el jean. Busqué mi camiseta que estaba a mi lado, viendo a los dos chicos que estaban furiosos—, lo siento chicos, pero el deber me llama.

—¡Eres un imbécil! ¿En serio nos vas a dejar así? —sentenció el más pequeño.

—Sí—le guiñé el ojo—, cualquier queja, puedes dejarla con este ser que está a mi lado. Ahora, si me permites.

Los dos chicos se vistieron. Y cuando estuve a punto de llegar hacía el rubio, uno de ellos me detuvo. El más chico, golpeó mi rostro mientras que el más grande golpeó fuertemente mi estómago. Gemí furioso de la rabia que sentía en esos momentos, así que lo sujeté por la cadera tumbándolo al suelo, intentando quitarme de encima, al contrario, que sujetaba mi espalda mientras golpeaba con ferocidad, el rostro de su amigo.

Win sostuvo al que me sujetaba, lo patee, viendo como este se quejaba del dolor sobre el suelo. Sonreí satisfactorio, robándole la cartera. Me la quedé, guardándola en uno de mis bolsillos trasero a medida que el otro chico corría hacía su amante.

—Si me vuelves a pegar a traición, te juro, que la próxima estará muerto —el más chico me miró furioso—, si, ya sé, tengo miles de enemigos por usar este método, pero, no tengo la culpa de que ustedes hayan comenzado primero. ¿O sí? —hice un ademán entrando al local escuchando las maldiciones de ambos. Miré a Win que me observaba serio—, ¿y ahora qué?

—¿Y la cartera? ¿Ahora eres mafioso? —preguntó entre risas.

Suspiré. No. No era mafioso. Tampoco era un tipo malo. Simplemente si me provocaban, yo sabía como defenderme. Después de todo, era mi única arma de defensa. Cuando salimos del local, vi la billetera del chico que había robado. Tenían mucho dinero. Me dio lástima. Antes de entrar a la limosina, le pregunté al chofer, si tenía alguna notita. Revisó en la guantera del carro, entregándomela junto a un marcador.

“No tocar. A excepción del dueño”; puse en el post it. Me encogí del hombro, tirándola al aire viendo como caía un poco más cerca de la puerta. Le di las gracias al chófer, entrando en el carro. Miré a Win, que me empezó a curar algunos golpes que me había hecho aquel tipejo musculoso que casi me iba a follar esta noche.

—Un día vas a terminar muerto, si sigues así—solté un suave gemido de dolor, al sentir como su paño tocaba suavemente mis heridas—, en serio Arthit. Tienes veintiún años. ¿Vas a hacer esto toda tú vida?

—Win, padre para echarme la charla ya tengo—bufé rodando los ojos, soltando otro quejido—, además, pensé que te habías acostumbrado a mis andadas.

—Sí, me he acostumbrado a eso —admitió el rubio—, pero no sé hasta cuando podré aguantar esto. Cada día veo la vida más diferente.

—Culpa a Flex —él se rio.

—Ese imbécil te hizo mucho daño, ya lo sé—contestó Win, soltando un suave bufido—, pero… ¿No crees que ya es suficiente? Digo, dentro de poco nos vamos a graduar. Tenemos que comportarnos. Y quién sabe, quizá este año te llegue el amor.

—¿A mí? —me reí, era lo más divertido que me había dicho en todo este tiempo—, oh vamos, ¿de verdad piensas que un tipo como yo, se puede enamorar dos veces seguidas? No lo creo. Yo ya perdí la esperanza, no soy como tú, que si cree aún en esto del amor y sus ñoñerías.

—Está bien, luego no me culpes si alguien más te llega a tú vida —me apretó con suavidad aquel moretón que me había hecho, solté un gemido dándole un golpe en su mano apartándola con agresividad—¸ llorica.

—Y con mucha honra —rodeé los ojos, agarrando el paño para pegarme a este en la herida. Puse mis ojos en la ventana, él se quedó en silencio—, cuando me dejes —le dije al chofer—, por favor, llévalo a su casa.

—Pero…—levanté la mano para que se callara, viendo a Win, que suspiró.

—No me importa que orden te ha dado padre o madre. Haz lo que te digo—el chofer asintió. Win no dijo nada, así que seguí viendo por la ventana.

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