Rostro de Ángel

Lo desconocido es más interesante que lo conocido… Royner no tenía muchos argumentos para derrumbar semejante argumento.

—Tienes una lógica bastante… interesante —una sonrisa landina se instaló en los labios del rubio demostrando que la persona frente a él definitivamente había captado su interés—. ¿Quién eres?

—Ah, a ver, ¿qué parte de que lo desconocido es más interesante no terminaste de comprender? —fue entonces cuando el chico captó lo que aquel sujeto que ahora compartía mesa con él le quería decir—. Es cierto que has captado mi atención, pero creo que será interesante mantenernos en el anonimato —un guiño que rápidamente consiguió que las mejillas de Roy se ruborizaran.

Era verdad que se consideraba a sí mismo como un hueso duro de roer en lo que respectaba a las conquistas, pero aquel sujeto de nombre desconocido se había abierto paso en cada una de sus defensas y justo ahora parecía tener el control de la situación. Se levantó ya que su nombre había sido llamado en vista de que su pedido estaba listo y fue en ese momento cuando Royner consiguió apreciar mucho más que su rostro tallado por los ángeles.

Se trataba de un sujeto de complexión fornida, aunque para nada en exceso. Podía decirse que se encontraba en un punto adecuado e incluso tenía más de lo que él mismo pedía en un chico. Traía puesta una camiseta blanca bastante ajustada, la cual marcaba cada uno de sus músculos pectorales y abdominales muy bien trabajados, cubierta con una chaqueta de cuero que le daba una apariencia de chico malo. Definitivamente con tan solo mirarlo el rubio sentía que se hacía agua su boca y cada parte de su cuerpo podría responder a una orden dada por este.

Claro, sumado a eso le había dejado semejante metáfora respecto a lo desconocido lo cual convertía a aquella escultura griega en todo un chico listo. En definitiva la persona que estaba frente a él era algo que en ningún momento se imaginó llegar a conocer. ¿De verdad podría seguir su ideal de sostener un control absoluto sobre cada una de las cosas que ocurrían frente a él?

El sujeto volvió con un platico repleto de galletas de chocolate y una taza de café con leche. ¿De verdad alguien con la apariencia de él se sentaría a comer galletas y café? Un suceso completamente inesperado, pero definitivamente uno que le hacía gracia a Royner. ¿Realmente era posible que alguien como él apareciera para capturar su deseo?

Esta vez el desconocido no se había sentado frente a él, sino que había tomado la osadía de colocarse a su lado, permitiéndole al rubio sentir el aroma que le distinguía. Era lo suficientemente fuerte como para ser identificado con facilidad, pero no llegaba al punto de asquear el olfato del chico. Demostraba su virilidad con el olor, su aspecto y la manera en la cual vestía. ¿De dónde había salido aquel chico?

—No deberías beber chocolate sin galletas para acompañarlo —una afirmación que en definitiva hizo que Royner dejara salir un bufido bastante audible. ¿Desde cuándo las cosas tenían una regla como esa?—. Las he comprado para compartir. Siéntete libre de tomar algunas.

—Lo siento, pero no soy alguien que siga las reglas —ni siquiera sabía si aquello era una regla, pero el rubio solía hacer exactamente lo contrario a lo que le decían—. Y te puedo garantizar que si intentas conseguir algo conmigo… unas galletas no te bastarán.

—¿Quién dijo que tenía ese tipo de intenciones con mis galletas? —entonces Leblanc lo sintió. Allí estaba el tacto de su enorme mano palpando su muslo. Su cuerpo reaccionó incluso más rápido que su razón dando un pequeño salto ante este. ¿Qué clase de intenciones tenía aquel chico? Si lo que deseaba era una sesión de sexo para obtener placer podía bastarle con pagar y reservar una cita. No necesitaba montar todo ese asunto de las galletas. En definitiva no tenía aspecto de ser un chico a quien le faltara el dinero… entonces ¿por qué hacía eso? Las dudas cada vez se incrementaban más, pero su organismo definitivamente le soltaba a gritos que no le detuviera—. Tengo mis encantos, príncipe.

¿Príncipe? Una palabra que había escuchado muchas veces pero en definitiva el contexto con el cual era usada esta vez resultaba muy diferente. ¿Por qué un desconocido le estaba llamando príncipe?

—Me pregunto si realmente esos encantos serán suficientes para capturar a la fiera que intentas despertar —colocó su mano sobre la contraria y ¡vaya que la diferencia de tamaños era notoria! Sin embargo no tenía pensado caer de una manera tan sencilla—. Tal y como has dicho lo desconocido genera emoción, pero también te hace cometer errores. ¿No crees que me estás subestimando, niño bonito?

—No subestimo a nadie. De hecho suelo creer en el potencial de todos por igual… y es la razón por la que estoy aquí —el castaño tomó una galleta y la llevó a la boca del chico quien decidió aceptarla y permitirse comerla, aunque no se imaginó que junto al sabor de esta obtendría el de los dedos índice y medio de quien le daba de comer—. Pero considero que tú tampoco deberías subestimarme.

La respiración de Royner se agitó ligeramente. ¿Qué estaba pasando? Su tranquila mañana se estaba viendo atacada por una persona a quien nunca antes había visto. No, definitivamente aquello no era para nada normal. Se trataban de una cantidad de contactos que no esperó y los cuales le tomaron por completo con la guardia baja. Sentía algo similar a un deja vu, como si en algún momento previo hubiese visto a aquel chico, pero de ser el caso posiblemente hubiese sido cuando su cordura se encontraba fuera de él y sabía que no tenía caso intentar recordar algo que no llegaría.

—Eres coqueto, ¿no? —bufó el más joven negando con la cabeza antes de sacar los dedos del contrario de su boca—. ¿Qué te hace pensar que estás a mi altura? O mejor aún, ¿por qué crees que aceptaré tus deseos sin oponer resistencia?

—Príncipe, ¿te gustan los viajes en motocicleta? —Roy alzó una ceja. ¿Siquiera aquel sujeto le estaba prestando atención? Por lo visto no lo hacía, pero no podía negar que su osadía y el altísimo nivel de seguridad que tenía para con sí mismo le generaban una cantidad de atracción difícil de ocultar y controlar—. ¿Te gustaría dar un paseo conmigo? Conozco un lugar en lo más alto de la colina que definitivamente te gustará.

—Agh, realmente eres como un pequeño mocoso que no escucha a sus mayores —lo que se mantenía en un completo secreto era lo ardiente que hacía sentir aquel desconocido a Royner, aunque, a decir verdad, su cuerpo no podía ocultar su manera de sentirse—. Vale, demos un paseo.

¿Lo ves? Les dije que sería complicado no admirar la joya que se mostraba frente a Royner. Sí, te hablo a ti, querido lector. ¿Quieres saber algo? También llegué a enamorarme del sujeto castaño. Quizás a su manera, pero ese no es un asunto que te interese. Sea como fuera no tienes la menor idea de lo que se aproxima para el futuro de Royner. Por cierto, me agradas. Creo que podremos llevarnos bien.

En fin, volviendo al asunto, ambos decidieron movilizarse de aquel café que se convertiría en una historia para las memorias de ambos. El rubio se cruzó de brazos soltando un silbido al ver el sorprendente vehículo que presumía el chico que le intentaba impresionar. Tenía puntos por un físico sorprendente, una actitud simplemente enloquecedora y ahora demostraba que sus tarjetas tenían fondos realmente fuertes. ¿Podía existir una persona más perfecta? ¡Ah, claro! El efecto del misterio que creaba al decidir no presentarse otorgaba un punto extra.

—Esta es mi pequeña niña —se trataba de una motocicleta de último modelo con un nivel de comandos que ni siquiera el mismo Royner conseguía comprender. Incluso parecía fabricada por alguien amante a la robótica en vista de las pantallas y la cantidad de botones—. Es capaz de viajar a grandes velocidades.

—Hey, yo valoro mi vida, ¿vale? No permitiré que vayamos a una velocidad donde ambos podríamos perder la respiración —el castaño no dudó en soltar una carcajada—. ¿Qué? Es normal querer vivir. ¿O no?

Por fin el menor aceptó a subir junto con el castaño, y es que había una intención adicional a la que podía generarle subir en una motocicleta con un sujeto de apariencia malvada. Si subía allí podría saciar su sed por palpar lo que aquella camiseta ajustada ocultaba. Claro, no se trataba de alguien que esperara por tener una excusa para hacerlo pero Royner se sentía especialmente casto hoy. Quizá era el efecto secundario de haber sufrido una sobredosis la noche anterior, pero sea como sea se sentía satisfecho por conseguir una oportunidad para saciar una pizca de su lujuria. Claro, en el fondo sabía perfectamente que hacer aquello solo le llevaría a incrementar su deseo y no acabaría hasta obtener todo lo que deseaba.

—Sujétate bien. No me gustaría que alguien tan popular como tú se viera afectado por un viaje junto a mí —popular… así que sí le conocía. Royner dejó salir un bufido y hubiese deseado realizar una pregunta de no ser porque escuchó el motor de vehículo rugir con fuerza—. Ah, ¿aún no te sujetas? Permíteme ayudarte.

Un pequeño instante en el que sintió aquellas amplias manos envolver las suyas y guiarlas hasta el lugar que realmente anhelaba palpar. ¿Por qué seguía quedando tieso cuando sentía el contacto de aquel sujeto? Ah, definitivamente Royner no conseguía un equilibrio mientras estaba frente al chico desconocido y aquello podría jugarle en contra no una sino muchas veces a partir de ahora, porque sí, incluso sin conocerlo completamente sabía que era alguien con quien querría divertirse las veces que fueran necesarias a partir de ahora.

Por fin el viaje comenzó y junto con el viento que golpeaba su rostro podía percibir el aroma de la persona delante de él. Desde donde se encontraba era capaz de apreciar su amplia espalda y algunos cabellos castaños escaparse por debajo del casco de este. ¿A quién le importaba el camino cuando un dios griego había bajado del olimpo y ahora se encontraba llevándole a quien sabe dónde? Cada segundo que pasaba traía consigo una mayor lujuria que se manifestaba en deseos. Las ganas de conocer el nombre y la identidad de aquel chico también incrementan y, junto a eso, la peculiar y pasajera idea de haberle visto antes e incluso haber tenido algún tipo de contacto con este.

Sumido en sus pensamientos y completamente abrazado al chico que viajaba con él, así había transcurrido aquel viajes que estaba a punto de convertirse en uno que no olvidaría, reposando su cabeza en la espalda contraria y escuchando desde allí los latidos del corazón ajeno. ¿Por qué el suyo estaba latiendo tan rápido? ¿Se trataba de la adrenalina? Royner se encontraba confundido, teniendo sensaciones peculiares, pero sobre todo un altísimo nivel de imaginaciones bastante subidas de tono. Porque eso era lo que se anidaba en la cabeza de la estrella sensual que se presentaba en los clubes más costosos de la ciudad… simplemente el placer del acto sexual.

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