C3

—¿Qué?

—Eso, si estás aquí es porque vas a donar, ¿no? —se cruzó de brazos.

—Estoy segura de que esa no era la pregunta.

—De nuevo delirando, ¿tomas algún medicamento? —se burló.

—No pero deberías considerar tomarlo tú, te crees mucho —quise rodearlo pero él me tomó de la mano, su agarre era fuerte.

—Suéltame —demandé.

Estaba mirándome cada milímetro de mi cara, me sentía un poco nerviosa justo ahora.

—¿Vas a donar? —volvió a preguntar.

Lo miré fijamente y contesté:

—No.

Me zafé de su agarre y fui dentro de la universidad. Me sentía acalorada a pesar del frío que hacía.

—¡Laura! —escuché la voz de Gisela detrás de mi. Me giré a ella.

—Gisela, ¿no estabas haciendo fila para donar?

—Lo estaba. Pero te vi con el, ¿desde cuando lo conoces?

—¿Quién?

—James. James Fernsby.

—¿El chico con quien hablaba?

—Sí.

—Pues tuvimos un percance esta mañana. —caminé por el pasillo, planeaba ir a casa. La verdad había tenido suficiente el día de hoy.

—Laura, ¿sabias que James es uno de los chicos más temidos de por aquí? Ni siquiera los hombres quieren enfrentarlo. De verdad.

—¿Y eso que?

—Ellos son peligrosos. O eso es lo que se dice.

—Pues eso se nota a leguas pero yo no tengo nada que ver con el y ni tendré.

—Ya pero quizás James no piense lo mismo, si el te habló es por algo. James no suele hablarle mucho a las mujeres, al menos de día.

—Sabes, no estoy entendiendo nada de lo que me estás diciendo. En serio, James es solo un chico rudo que se sale con la suya pero la verdad yo no tengo tiempo para lidiar con el y sus cosas. De verdad. En mis planes no está James.

—Bueno, está bien. Aunque debes de admitir que está guapísimo.

Reí sin gracia.

—Supongo. Me tengo que ir, mañana te veré temprano.

—Está bien. Nos vemos.

Salí al estacionamiento y busqué mi coche. Cuando iba cerca un chico chocó con mi hombro. Auch, sí que me había dolido.

—Discúlpame, en serio —el chico ese era alto, guapo y su piel era tan pálida como la de James. Yo lo que supongo es que la falta de sol les ha afectado.

—No te preocupes—sobé mi hombro. Aunque no sabía por qué me dolía tanto si tan solo fue un roce. Dios, este chico tenía fuerza. Era como si hubiera chocado contra un hierro en llamas.

—No creo que estes bien, solo ve tu cara, estás sufriendo.

—Estoy bien, en serio.

—Te llevaré al hospital para que revisen tu brazo, no puedes quedar así.

—En serio, te dije que estoy bien —quise irme, pero él no me dejó.

—Si no quieres ir al hospital entonces vamos a la enfermería de la universidad, está cerca.

—De verdad, yo... —ya no pude hablar más. El dolor era más fuerte.

—Vamos —me tomó del brazo, sentí su toque frío pero no dije nada. Caminamos a la enfermería lo más rápido que pude hasta que llegamos.

—Hola, Blake, ¿que ha pasado? —le pregunta la chica enfermera.

—Quiero que revises el brazo de... —el chico me miró.

—Laura.

—De Laura, le he rozado y creo que su hombro se fracturó, no lo sé.

—Déjame ver.

Me quité el abrigo. La chica me revisó el hombro, palpándolo y preguntando si sentía dolor. Era obvio que si.

—Bueno, está muy golpeado, de suerte que no está desencajado. Le daré unas pastillas para el dolor. Pero también te tendré que poner un soporte para el brazo y que no lo mueva tanto sino el dolor será más.

—¿Es muy necesario? —quise saber.

—Lo es. —admitió ella— Al menos lo usaras por una semana.

Me dio las pastillas para después buscar el soporte del brazo y ponérmelo. Genial. Ahora ni podría manejar

—Gracias —le dije, poniéndome de pie.

—Lo lamento tanto —me dice Blake mientras caminábamos hacia la salida.

—Está bien, no fue tu culpa.

—Sí lo fue. Ahora tendré que llevarte a casa porque no podrás manejar.

—Yo... puedo hacerlo con una mano, no te preocupes.

—De verdad, todo esto fue mi culpa y lo menos que puedo hacer es llevarte...

—¿Llevarla a donde? —una voz molesta se escuchó detrás nuestro. Nos volteamos solo para ver a James ahí. No parecía feliz. Justo ahora no tenía cabeza para lidiar con sus arrogancias

—¿Qué quieres, James? —espetó Blake. Parece que no le caía bien. Y solo por eso Blake me cayó bien a mi.

—¿Qué le hiciste? —le pregunto mirándome.

—Nada. Fue un accidente.

—No puedes manejar así, te llevaré a casa —dice James de repente. Lo miré sin entender. ¿Y a este qué le pasaba?

—¿Qué? Estas loco. —le dije.

—Ven, dame ese bolso —James tomó mi bolso antes de que me diera tiempo de no dárselo.

—James, ¿qué te pasa? —Blake se acercó a él. Hubo como guerras de miradas entre ellos, no se qué pasó pero Blake pareció ceder.

—Como quieras. —ahora se giró a mi— Lo siento, Laura. Te veré mañana por aquí.

Pareció medio triste el chico y entonces odié más a James, no lo conocía pero desde la mañana ha sido tan grosero y malo.

—Yo me voy sola —salí de la universidad a pasos rápidos. James se adelantó y abrió la puerta del piloto de mi auto. —¡James!

—Dices que no eres una niña y pataleas como una —se burló.

¡Ash!

Rodeé mi coche y me subí al asiento copiloto sin decir nada más. Sabía que este chico era difícil y cuando él decía algo se tenía que hacer odiar sí. Qué estrés.

—Eso me gusta, que seas obediente. —arrancó el coche.

—¿Si quiera sabes dónde vivo?

—No, tendrás que decirme o sino daré vueltas y vueltas por el pueblo. Tendrás que pasar más tiempo conmigo.

—Mi casa está frente al lago, siguiendo el camino que da al bosque.

—Entonces somos vecinos.

—¿Qué? —lo miré.

—Por ahí vivo yo también.

—Qué pesadilla.

James se rió.

—Lo sé.

Tomó el camino que le dije.

—¿Qué te trae por aquí? —inquirió.

¿Me estaba haciendo plática?

—Trabajo. Nuevas oportunidades.

—¿Nuevas oportunidades en este pueblo? No lo creo.

—Es la verdad.

El coche se estacionó frente a mi casa. El lago estaba frente a nosotros. Me pareció tan bonito. Y aún caían gotas de lluvia.

—¿Aquí siempre es invierno? —quise saber.

—Casi siempre.

Nos bajamos del coche. James escogió una de las llaves de mi llavero y se adelantó a mi puerta.

—Oye, gracias por ser tan amable de traerme pero ya te puedes ir.

—¿Podrías dejar el sarcasmo de un lado por un momento? En realidad estoy siendo amable contigo.

—No entiendo por qué —llegué a su lado.

—Yo tampoco —respondió viéndome. Y lo dijo tan serio que parecía que decía la verdad o que quizás hasta él no entendía el por qué actuaba así conmigo.

Abrió la puerta y entró.

Lo seguí, cerrando detrás de mi.

—¿Me ofrecerás algo de tomar o...?

—No he hecho compras, lo siento.

—¿Vives sola?

—No, con mi hermanita. Se llama Lana y tiene trece años. Ella ahorita está en clases.

—Ya. Veremos qué tienes en la nevera.

Lo seguí a la cocina.

—Te dije que no he hecho compras. Apenas ayer por la noche vinimos a este pueblo. Había un vaso de vidrio en la mesa, cuando giré con mi brazo malo accidentalmente lo tiré al piso, haciéndose añicos.

—Mierda —me arrodillé, pero no me fijé muy bien y un vidrio me pinchó, saliendo sangre de inmediato. —No puede ser.

James se arrodilló frente a mi y observó mi dedo, tomó mi mano, llevándose el dedo a la boca y chupándolo.

Dios mío. Su mirada estaba en la mía, parecía sediento, deseoso... sentía excitación.

Pero lo que más me sorprendió es que James lamió mi sangre y tal parecía que le fascinaba.

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