Un plan

—No sé de dónde saco esa bella joya señor Spencer, pero créame que todos los caballeros presentes nos encontramos envidiándolo — menciona uno de los hombres a su lado al ver desaparecer a su acompañante entre la multitud, donde se dirige como todas las damas al tocador.

—Es única…— murmura al llevarse la copa de champán a los labios.

—Si eso veo, ¿no cree que podrá dejarnos compartir la pista de baile con ella? — pregunta otro hombre de casi su misma edad tal vez un año mayor que él y eso es que él tiene veintiocho años.

—Tal vez en otra ocasión — responde sonriente pero cortésmente.

—Amigo tienes que compartirla en algún momento de la noche — escucha como alguien llama su atención con esas palabras desviando su mirada al lugar donde se encuentra la mayoría de los hombres.

—Si me permiten caballeros, creo que iré salvar a mi pareja — anuncia con esa sonrisa entre sus labios al caminar hacia el grupo pequeño de hombres que se encuentran rodeando a cierta mujer que quito el aliento a cualquier hombre desde su entrada en el salón a su lado.

—¿Por qué no bailar conmigo? — escucha la propuesta de uno de los caballeros que rodean a Cristina.

—Por qué se encuentra conmigo — responde él en lugar de su acompañante que alza sus ojos marrones hacia él.

—Cristina…— la llama de una forma que ella misma se siente hipnotizada a caer a toda petición o exigencia de Dante, lo cual le da su mano como respuesta que bien Dante la sujeta.

—¿baila? — pregunta sonriente al atraerla hasta sus brazos, ambos ignorando las miradas de envidias.

Se mueve al ritmo que marca la música y el propio Dante, que posa su mano en su cintura y la otra se encuentra sosteniendo una de sus manos.

—Déjame decirte que esta noche te encuentras exquisita — la elogia al ver que de nuevo ha traído ese rubor a las mejillas de su compañera sintiéndose… ¿orgulloso?, de él mismo haber provocado esa reacción.

—Gracias…— murmura sonrojada sin apartar su mirada marrón de la dorada.

—Lástima que la vela deba de concluir tan pronto — menciona con pesar al seguir bailando al ritmo de la música lenta.

Y así mismo siente ella, una lástima…

Aunque uno quisiera la burbuja no puede durar tanto…

Al terminar la velada.

—Muchas gracias…— agradece Cristina en un susurro al salir del auto con ayuda de su jefe.

—El placer esta noche fue todo mío, permíteme acompañarte hasta la puerta — responde Dante con una sonrisa.

—No camine más, puedo yo entrar sola— responde Cristina al querer ignorar el ultimo comentario de su jefe, no desea ilusionarse.

Y cenicienta ha vuelto a la realidad…

—Le prometí a Libi que te entregaría completa — se lo recuerda al caminar con ella hasta los escalones que dan hacia el departamento de su amiga.

Sube las escaleras en silencio sin saber que decir, la velada estuvo demasiado maravillosa que no desearía que acabara, pero como todo tiene un principio siempre hay un fin.

—Creo que…— la voz de su jefe la saca de sus pensamientos de nuevo llamándole la atención.

—¿si? — pregunta al no haber continuación de la frase.

—Hay algo que he deseado toda la noche — comienza a decir Dante al detenerse en el inicio del pasillo a la puerta de Libi.

—¿Qué cosa? — pregunta confundida al posarse enfrente de él.

No responde a la pregunta de Cristina, simplemente toma su rostro entre sus manos, ambas amoldándose a la suave textura de aquel rostro femenino paralizándola de cualquier rechazo que pueda haber, poco a poco comienza a inclinar su rostro para rozar sus labios con los de la chica, primero suave al soltar un suspiro mientras cierra sus ojos, dejándose embriagar por la suave textura de aquellos labios y el sabor de ellos.

Escucha un pequeño jadeo y a si mismo sus fosas nasales se llenan de ese aire embriagador, sus labios envuelven los de Cristina, bajando una de sus manos al cuello de la chica y atraerla por completo hacia él, moviendo sus labios con suavidad absoluta queriendo saborear como el mas de los exquisitos mangares poco a poco embriagándose de su sabor lentamente.

Apenas es consciente que corresponde el beso, su mente se encuentra en blanco y su cuerpo esta hipnotizado por aquella fragancia masculina que el cuerpo de su jefe desprende, dejando que Dante haga lo que quiera con ella.

En su departamento, Dante abre de golpe de nuevo sus ojos, los cuales automáticamente se acostumbran a la falta de luz y todo por culpa de cierta mujer no ha podido pegar el ojo desde que llego.

Cristina…piensa en ella casi como si fuese un susurro.

Desde que probó sus labios, no ha hecho otra cosa que pensar en ella y en el saber dulce y exquisito que tienen.

Al separarse de ellos, sostuvo el poco tiempo por completo el peso de Cristina entre sus brazos, al tiempo que la abrazaba y hundía su rostro en el cuello blanco de ella para aspirar ese aroma que lo vuelve loco.

Dante…

Su nombre siendo entonado por la voz de Cristina en esos momentos sonó como el más dulce de los instrumentos que sus oídos pudieron escuchar.

¡demonios!... ¡demonios!...

No volvería a ver a esa mujer…

Aunque…

Mañana…

Se levanta como si fuera un resorte que acaba de ser comprimido a y al mismo tiempo soltado.

El pago…

Sonríe maliciosamente al recordar aquel detalle y una idea que su mente comienza a formular.

Vaya… vaya…entonces, no esta todo perdido.

Medita en silencio mientras sigue formulando aquella idea en su mente, la idea que pondria a esa candente mujer en sus brazos por todo el tiempo en que el considerará necesario. 

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