Cicatrices y amargura —Luto—
Cicatrices y amargura —Luto—
Por: J. A. Yelamo
I

Finalmente llegaría, ese día que tanto había esperado finalmente había llegado. Cada vez estaba más cerca de poder estar ahí, con cada kilómetro que avanzaba por el camino en su vehículo, era un kilómetro más cerca de su destino, pronto vería a su hermana, ya había pasado un largo tiempo desde la última vez que pudo verla. Estaba ansiosa de poder reencontrarse.

El tiempo lejos de ella se sintió más largo al no verla en persona, tan solo llamando en ocasiones. Tarareando una melodía mientras observa el camino, fue interrumpida por el sonido del teléfono en su bolsillo. Sacándolo con la mano y colocando el altavoz lo dejó a un lado de ella devolviendo su mano al volante.

—Diga —habló esperando una respuesta.

—Es bueno oír tu dulce voz —se escuchó una voz masculina al otro lado de la llamada—, dime una cosa, ¿cuándo pensabas avisar que ya habías llegado?

—Deberías de ser el que más pronto se entera, eres mi agente. Aunque resaltando la redundancia en realidad lo has hecho, a nadie avisé que llegué aún.

—Supe que tu vuelo llegó apenas hace unas horas, pensé que lo primero que tendrías en mente sería dormir un poco.

—Primero quiero ver a mi hermana, ha pasado mucho desde que no la veo, solo pasé a recoger mi auto y dejar mis maletas en mi departamento en cuanto llegué.

—Típico de tí... Está bien, saluda a Haley de mi parte —respondió después de soltar un ruidoso suspiro, al parecer cansado.

—Lo haré, espero que se ponga contenta de verme. —Su voz encajaba entusiasmo ante la espera de volver a verla.

—Ah, y también. Deja de comerte la carretera con el coche, desde aquí puedo escuchar el rugido del motor.

—¿Algo que agregar? —El tono de voz ofendido de ella resultaba demasiado obvio.

—No, nada más. Adiós Sophie, descansa.

—Adiós Edward. —Ella colgó y enfocó su atención en la aguja del velocímetro que no bajaba de ciento veinte, en realidad sí iba bastante rápido. Bajó la velocidad llevándola a una marcha más prudente según su criterio.

Dejando que sus ojos recorran lo que puede ver a través del parabrisas se siente nostálgica. El bosque a su alrededor en el camino se vestía de colores de otoño y pintaban el entorno de tonos ligeramente carmesí, imitando los rayos del sol de aquél atardecer.

Sus ojos van brevemente por un segundo a una fotografía que ella tenía en el retrovisor, donde están ambas cuando eran jóvenes, con poco menos de trece años. Con el cabello cobrizo y algunas pecas, ambas gemelas eran exactamente iguales a la otra.

—Espero que estés ansiosa de verme, Haley —dice ella con una sonrisa cuando finalmente esta a pocos minutos de el lugar donde vive su hermana.

Después de que ha logrado ver la propiedad se sintió animada, una bellísima y pintoresca mansión de arquitectura imponente, con detalle tradicionalista muy similar a una casa de campo de cuento de hadas que impresionaba su mirada.

La mansión se ubicaba en un gran terreno abierto, rodeado de coloridas flores y dientes de león floreciendo aún en el frente de la valla, además de haber un extenso bosque otoñal en la parte posterior con árboles de arce y pinos jóvenes entre los frondosos troncos de robusta estructura.

—Tengo que admitirlo —dijo casi de mala gana, estupefacta del panorama—, el hombre con que te casaste tuvo un buen ojo para el lugar —habló para si misma mientras se detenía frente a la cerca de madera que bordeaba la propiedad.

En su reloj vio que eran las seis con diez de la tarde cuando bajó del auto, se dirigió por el camino de piedras que llevaba desde la valla a las escaleras del jardín frontal, pudo ver que habían dos personas en un borde de la cerca, no las detalló bien, pero pudo percibir que eran un hombre mayor plantando algunas flores y junto a él había una chica hablándole.

Llevaba un traje de servidumbre lo que le hizo notar que podía ser una mucama, sin distraerse mucho continuó hasta la puerta donde tocó el timbre, sentía un nudo en la boca del estómago, ¿cómo se pondría ella al verla? Ni siquiera sabía que ella había llegado y quería ser sorpresiva.

Cuando la puerta se abrió, dejó ver a una mujer de mediana edad ante Sophie, vestía con el mismo traje de sirvienta que la muchacha que había visto en el jardín. La mujer al verla no dijo nada, pero la miraba perpleja, había algo extraño, parecía atónita al verla.

—Hola... —habló Sophie, incómoda por el silencio. La mujer reaccionó, serenando su expresión y mostrándose tranquila.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó amablemente.

—Disculpe, pero... En realidad vengo a ver a mi hermana, Haley, ¿ella está en casa? —La mujer alzó las cejas luego las bajó con un gesto tranquilo.

—¿La señora? Sí, ella se encuentra arriba, usted debe ser la señorita Sophie, ella habla de usted todo el tiempo. —Parecía emocionada—. Disculpe mi sobresalto, es usted su viva imagen y fue un poco extraño.

—Tranquila —contestó evitando reír, desde jóvenes ambas podían confundirse con la otra debido al parentesco.

—Si gusta pasar —le dijo abriendo la puerta—, en brevedad avisaré a la señora que usted ha llegado, por favor sígame. ¿Le ofrezco algo de tomar?

—No. Está bien, gracias... Perdona, ¿cómo te llamas?

—Mi nombre es Rose.

—Rose, mucho gusto. Pareces alguien agradable. —Le estrechó una mano. Después de soltarla siguió caminando por el pasillo.

—Gracias por el cumplido. La llevaré de inmediato con la señora, estará emocionada de verla —decía Rose, mientras Sophie iba intrigada por la estoica decoración arcaica de el interior, al fondo pudo ver que se hallaban otras personas con ropa de servidumbre.

Al ir subiendo las escaleras, en el segundo piso puede ver en una de las puertas abiertas una habitación con varios cuadros y muchas pinturas incompletas, a su hermana le gustaba la pintura, pero desde que se había enfermado meses atrás había dejado de pintar.

Cuando llegan a la habitación de su hermana puede oír las voces de dos personas que se hallaban dentro, no podía entender qué decían ya que no hablaban muy fuerte.

Una era la voz de ella, su hermana. La inconfundible voz de su gemela era fácil de reconocer. Elevaba su ánimo poder escucharla de nuevo.

La otra era una voz masculina, profunda y ronca, hablaba serenamente mientras parece que estaban conversando algo entre ellos, indudablemente ése solo podía ser el esposo de su hermana. Un nudo se le formó en la boca del estómago y frunció el ceño. Le tenía cierto rencor al marido de Haley.

—Es a quien menos quería ver —susurró mirando a la puerta cerrada que la separaba del cuarto de su hermana. A su criterio el sujeto que se casó con su hermana era un antisocial con el que siempre había mantenido la distancia y crecían sus asperezas.

—Espere un momento por favor señorita, parece que el amo esta hablando con la señora —le dijo Rose, mientras que esperan en la puerta hasta que terminen de hablar.

—Sí, me he dado de cuenta. —Ocultaba el disgusto en su tono de voz, la enemistad que había entre ella y su cuñado era casi bíblica. Ninguno de los dos se hablaba muy cercanamente, apenas si mantenían una poca cordialidad si se veían obligados a mantener dos palabras entre ellos.

"Distante", "poco conversador" y "lacónico" eran las únicas formas que tenía para referirse al enigmático y poco amistoso hombre que era la pareja de su gemela, poco sabía de él y tampoco le interesaba saber más.

—Parece que ya han terminado de hablar —dijo Rose interrumpiendo sus pensamientos—, por favor espere aquí —le dijo dirigiéndose a la puerta a tocar antes de abrir y asomarse a la habitación, avisando que Sophie estaba allí.

Rose se apartó de la puerta y unos segundos después la puerta se abrió dejando ver al esposo de su hermana ante ella, no dijo palabra alguna al ver a Sophie, tenía ojos fríos y penetrantes, cerró la puerta tras de él antes de volver a observarla, ella lo miró tan callado y poco amigable igual que siempre.

Sus ojos eran de apagado color cobre aunque en la zona del centro tenían un leve brillo intenso de color más vivido. Era como ver una pizca de carbón con una brasa ardiente en el centro.

Alto y esbelto, de hombros anchos con el cabello de longitud media y color marrón oscuro, Sophie se sintió un poco intimidada por la mirada gélida que ese hombre poseía, de cierta forma le daban un aspecto imponente y un poco intimidante.

Esa mirada no había cambiado para nada con el tiempo, ninguno había cambiado mucho, y él seguía tan reservado como el día que se vieron. El porqué su hermana se había enamorado de él era aún un misterio para ella, nunca conoció algún aspecto favorable que considerar de él.

Para ella él tan solo era alguien atractivo e indescifrable de pocos amigos que su hermana conoció en algún momento de su juventud, aún a esas alturas no sabe qué pudo ver Haley en ese sujeto de fríos ojos cobre, pero debía admitir que eran muy llamativos.

No cruzaron ni dos segundos de vista entre ellos antes de que Sophie endureciera el gesto y él pasara de largo ignorándola por completo.

—Rose, estaré en el estudio, atiende a nuestra invitada con lo que necesite —dijo antes de marcharse y desaparecer por el pasillo.

—Como usted ordene señor —dijo antes de dirigir a la gemela por la puerta para entrar a la habitación de su hermana. Cuando Sophie entró a la habitación vio a su hermana sentada en la cama, la cual la recibe con una sonrisa.

—Haley —dijo al verla mientras se dirige a donde está ella para rodearla con sus brazos—, ha pasado tanto, hace mucho que no te veo.

—Lo mismo digo, han pasado un par de años desde que te vi en persona. —Parecía algo cansada—. Pero nada más mírate, estás hecha una mujer muy guapa. —Le dedicó una sonrisa de satisfacción—. Mi hermana, ahora una famosa artista, una cantante y compositora que regresa de su gira, que gran honor.

—Basta, no digas eso... Me harás sonrojar —le contestó con una risa incómoda—, ¿y tú? No me lo creo, la señora de una casa tan enorme como la de los abuelos.

—Nos mudamos aquí hace un año. A Lucyan le pareció que sería un buen lugar, dijo que le gustaría lo apartado que está de todo el bullicio.

—Ah, sí, él. —Sophie torció los labios al escuchar su nombre—. Bueno siempre te gustaron mucho los lugares como este, rodeados de bosque y mucho espacio abierto, ¿recuerdas el campamento al que íbamos cada año? Eras la primera en salir del auto para correr a una cabaña.

—Cuéntame de tu recorrido, ¿viste algo bueno tras estar por toda Europa? Me preocupaba que no tuvieras tiempo para venir a verme.

—Bromeas, ¿verdad? —Le sonrió—. Era lo primero en mi lista, pero no te lo negaré. He estado ocupada, mi trabajo es absorbente.

—He escuchado algunas de tus canciones, son todas muy...

—Ay no —dijo Sophie—, oh no.

—¿Qué ocurre? —preguntó extrañada.

—Aquí viene, disculpa. —Se cubrió la cara con las manos—. Es que me pongo muy nerviosa si me preguntas de eso, me da pena hablar de mí. —Su hermana se reía mientras ella estaba ruborizada—. Es que a veces me da algo de vergüenza. —Reía incómoda.

—¿Harás algo más por lo pronto?

—Creo que no. Recientemente me establecí en el pueblo vecino cerca de aquí, estaré grabando algo nuevo en un estudio, después de mi descanso claro está. —Se sentó a un lado de ella en la cama, pasando una mano en el cabello de su hermana—. Hace mucho he querido ver a mi hermanita, esta es una buena oportunidad de estar cerca.

—Siempre hablábamos por llamada, no te he dejado tan sola.

—No es lo mismo, cambiando a otro tema, he oído que te has sentido un poco mal, ¿cómo estás? —Al preguntar su hermana dio un suspiro.

—Estoy mejor, fueron un par de semanas difíciles ya sabes cómo es siempre así para mi, pero al final siempre hay mejora. Estoy bien —le contesta tomando las manos de su gemela—, no hay necesidad de preocuparse.

—Eso espero —comentó mientras que se sentía un poco insegura de la respuesta de su hermana, ella era una persona frágil y siempre era común verla enferma, era cierto que fuera la situación que fuera siempre mejoraba, pero no sabía por qué ésta vez parecía que le ocultaba algo que no le quería decir.

—De verdad espero que te mejores, no me gusta que después de años de no ver a mi única hermana, nuestro reencuentro sea en estas condiciones. —Su hermana parecía estar más tranquila—. Y lo que menos me gusta es la presencia incómoda de tu lúgubre marido, rondando por ahí cerca, es seco y antipático —decía en tono casi burlón y a su gemela se le escapó una risita.

Su hermana no había cambiado y le alegraba un poco ver que era la misma de años atrás, aunque aún tenga una guerra bíblica contra su esposo.

—Él no es antipático —le respondió aun sonriendo con la voz serena.

—¿De qué otra forma puedo llamarlo? Nunca me agradó, tampoco que se mudaron lejos hasta ahora, sabes lo sola que me sentí sin tí porque no te vi en muchos años.

—Lo lamento. Sé que no te va a gustar que te diga esto ya que no se llevan bien, pero, he sido feliz con él todos estos años y Lucyan ha sido desde siempre un buen esposo.

—¿Un buen esposo?, ¿él?, lo creeré cuando lo vea. En lo personal pienso que se casaron muy pronto y desde que lo conozco no ha cambiado mi opinión de él para nada, tu carcelero es un amargado —le respondió Sophie a su hermana. Haley solo esbozó una sonrisa mirando a su idéntico reflejo en ella.

—Él no es mi carcelero —respondió reprimiendo una risa.

—Pues eso es lo que me parece —contestó Sophie.

—Como desearía que pudieras ver lo equivocada que estás respecto a él, es una persona amable y generosa, si sólo pudieras ver que en realidad es muy atento. —Ella miraba al anillo en su dedo—. Si solo le dieras una oportunidad. Seguro se llevarían bien.

—No lo creo, es un taciturno amargado —repuso sin dudarlo.

—Míralo con otros ojos, él solo se siente un poco inseguro de mostrarse, no le gusta abrirse a nuevas personas porque es un poco tímido para demostrar debilidad.

—Haley... —trató de decir y suspiró, guiando sus ojos por la ventana hacia el jardín—, es una bonita tarde —decía mirando al sol ponerse.

—¿Quieres ver el atardecer conmigo? Podemos ir afuera. —Ella se levantó y Sophie trató de sujetarla algo alarmada—. Tranquila, puedo caminar por mi cuenta, no estoy tan mal. —Continuó caminando hasta la puerta para salir, afuera en el pasillo, siguió poco a poco junto a su hermana mientras se sujetaba a su abrigo cobijándose.

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