UNA INVITACIÓN

Reiko

No podía despegar mi vista de su dulce rostro, me incliné un poco hacia ella, extendí mi mano y alcancé la manta que estaba casi en sus rodillas, la alcé y la cubrí hasta los hombros. En su rostro se dibujó una suave mueca de placer.

Verla dormir así de tranquila, me llenaba el corazón.

Alcé mi celular y miré la hora, aún quedaban 120 minutos más de vuelvo para llegar a Nueva York. Acomodé mi espalda en mi asiento y volví a examinarla con detención, podría llevarme horas en eso y no me aburriría ni una pizca.

Cuando mi vista llegó hacia la mesita de la comida, mi ceñó se frunció. Allí yacía un vaso vacío. Aquel que hace un par de horas había estado lleno de whisky, estaba reposado tranquilamente sobre la mesa.

Teníamos que hacer algo al respecto, pensé. Estaba decidido a sacarla de eso, y estaba seguro que lo íbamos a lograr.

Llevé mi mano hacia su cabeza y la acaricié: - Por que yo estoy aquí para ti, para hacerte feliz- le dije.

Volvimos a nuestras vidas, a nuestros trabajos
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