4. Un libro

Cuando al fin logró hacer que funcionara el aparato, la rubia mira a su jefe que la observaba como bobalicón. Lentamente se levantó de la silla y fue cuando pudo dedicarle una sonrisa tenue a Callan.

—¡Esta lista!

—¿Ah, sí? Eso fue bastante rápido — Éste se cruza de brazos.

—Si bueno, no era tan grave después de todo.

—¡Eres muy buena!

Ella sonríe apenada. Luego muerde la carne interna de sus labios, y mira hacia otro lado… en eso ella siente como Callan avanza hacia su persona, mientras que sus nervios destrozan su interior. Así que se arma de valor llevando la vista hasta su jefe, pero entonces pilla al sujeto pasar a un lado de ella para sentarse en su escritorio.

Abby queda como la perfecta idiota pensando que algo iba a pasar entre ellos dos y resulto que su jefe era un maldito desgraciado que no tenía la más mínima intención de hacerle nada. ¿Por qué? ¿Por qué no la deseaba? Era un mujer como cualquier otra.

—¡Quedo excelente Abby! Te felicito.

Esta se da la vuelta para encararlo de una vez por todas, pero las palabras se le quedaron trabadas en cuando miró esos ojos y esa radiante sonrisa en sus labios. ¿Por qué le sonreía de ese modo?

—Señor Meison… yo… — Pero justo fue interrumpida por unos toques en la puerta de la oficina de Callan, Susan fue quien abrió la puerta quien se quedó estupefacta bajo el marco mirando a la pareja.

—Susan, ¿Qué se te ofrece? — Dice el jefe muy tranquilo.

—He traído los documentos que me pediste para la reunión de esta tarde — Responde mirando a la rubia.

—Pasa, ya mi ordenador revivió. Abby ha hecho un buen trabajo aquí, muchas gracias.

—De nada —  Responde la rubia.

—¡Vaya! — Expresa la morena con desprecio.

—Pasa Susan, Abby ¿querías decirme algo?

La morena fulmina a la rubia con ojos asesinos, Abby estaba segura que si decía una palabra esa tía sería capaz de arrancarle la cabeza en segundos.

—No señor Meison, con su permiso.

—Bueno, entonces muchas gracias.

Esta asiente rápidamente para girar sobre sus talones. Abandono la oficina tan rápido que pensó que se caería a mitad de camino por los nervios y bueno, también es que llevaba unos inmensos tacones. Volvió a su cubículo metiéndose en su laptop pero por dentro se reprochaba que no hubiera podido decirle una sola palabra a Callan. Era tan cobarde, tuvo la oportunidad y no la aprovecho. Y para colmo la entrometida de Susan los había interrumpido.

Más bien creía que se había ganado un buen lio con esa mujer. Estaba más loca que una cabra, no tardaría en aparecer para hacer de su día un completo infierno.

—Es que si existieran los demonios, esa tía sería uno de ellos — Dijo en voz baja.

Para sorpresa de la rubia, ese día no había tenido problemas con su supervisora. Ya era hora de su salida, así que recogía su bolso y algunas carpetas cuando alguien hala su cabello violentamente echándola hacia atrás.

—¡Ahhh! — Abby pega un grito.

—¿Qué carajos crees que estás haciendo? — La vos de Susan sonó sobre su oído.

—Susan, ¿te has vuelto loca? Suéltame.

—Eres una lagartona, hueles a zorra… una que se está metiendo en terrenos prohibidos.

—¿De qué carajos me estás hablando? — La morena aun la tenía cogida del cabello.

—Eres una mosca muerta, se lo que estas intentando hacer. Quieres seducir a Callan solo para que te preste atención. Mira que venir maquillada, ¡ja! Es ridículo. Jamás se fijara en ti, ¿Y sabes porque? Porque eres una mojigata. Y porque él será mío.

—Has perdido la razón, yo no hice nada. Solo arregle su ordenador.

—Solo aprovechas los momentos que tienes a solas con él para lanzarte sobre una perra. ¡Maldita p**a! Como te vuelva a ver intentar ligar con mi hombre te juro que te dejo sin cabello, desgraciada. ¿Te quedo claro?

Abby se suelta de las garras afiladas de su supervisora para encararla. Ya estaba harta de ser maltratada por esa idiota, podía ser su jefa pero no iba a permitir que la tratara como un perro.

—No vuelvas a ponerme un dedo encima, ¿Quién te crees? — Paf…

Una bofetada recibió la rubia en la mejilla. El golpe había sido tan fuerte que el rostro de la mujer giro. Sus ojos se aguaron un poco, sentía mucha rabia e impotencia. Apretó con fuerza su bolso para salir corriendo de la oficina.

—Te lo advierto Abby…—  la rubia oye gritar a Susan.

Pero esta la ignoro por completo hasta que llego al ascensor y se cerraron las puertas. Unos segundos después, enormes gotas de lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Era una tonta, cuando iba aprender a defenderse. Susan se merecía que le dieran una lección, y ella… ella solo salía corriendo mientras lloraba como chiquilla.

Al salir al exterior un aguacero cayó sobre ella repentinamente, mezclando sus lágrimas con el agua de lluvia para empeorar su día. Subió al taxi que la esperaba para dirigirse hasta su casa… Al cruzar la puerta de su edificio, su amiga Denise bajaba las escaleras con un montón de cajas en las manos. Al mirarla esta le sonríe.

—¡Abby!

—¿A dónde vas con ese montón de cajas?

—Son de mi novio, bueno… — pone los ojos en blanco — Ex novio, estoy sacando sus m@lditas cosas de mi casa. Se lo merece por gilipollas.

—Supongo — Esta se ríe negando. 

—¡Oye! Espérame…

Abby vio a su amiga dejar las cajas en la entrada del edificio, las cuales empezaban a mojarse con la lluvia.

—¿Vas a dejar eso allí?

—Sí, no me importa. Ven, tengo un regalo para ti.

—¿Un regalo? — Pregunta curiosa.

La vecina hala su brazo escaleras arriba, Abby la sigue sin éxito de poder zafarse de ella,  la lleva hasta la puerta de su casa en donde la hace esperar unos segundos mientras ella entra a por su supuesto regalo. Luego la joven sale con algo en las manos, ¿Qué era?

—Toma — Le tiende un libro muy extraño.

—¡Y esto! ¿Qué es?

—La solución a tu problema, querida amiga — Esta le sonríe de manera sádica.

Abby no se imaginó que se traía entre manos su loca vecina, pero dudaba que la solución a todos sus problemas fuese un libro bastante curioso y viejo.

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