Capítulo 5

GRIS

—¿Está seguro doctor? —la voz me tiembla.

—Sí, es necesario que ya comencemos con las quimioterapias, pero por desgracia este es un hospital comunitario, necesitará trasladarse a uno en el que tenga todo lo que se requiere.

Mis manos siguen en puños cerrados, no tengo dinero, me han corrido de ambos trabajos, no me siento bien y no cuento con el apoyo de mi familia, solo de Prim.

—Su hijo necesita de todo su apoyo —finaliza el doctor.

No logro escuchar más las palabras que brotan de su boca, ya que mi mente está en lo que me queda por hacer, la única salida que tenemos Oliver y yo.

—¿Señora Watson? —la voz del doctor me saca de mi ensimismamiento—. ¿Se encuentra bien?

Alzo la mirada y me trago el nudo que amenaza con desatar el nuevo llanto, me pongo de pie y agarro con fuerza mi bolso.

—Sí, muchas gracias, doctor.

Giro sobre mis talones, pero al salir termino chocando contra Milo Rivers.

—Señora Watson —se afloja la garganta—. ¿Tiene un minuto?

Una pequeña chispa de esperanza me abarga y asiento.

—¿Lo mandó Hans? —inquiero con voz trémula.

—Sí.

—¿Quiere ver a Oliver? ¿Por fin? ¿Me va a ayudar? —pregunto incapaz de detener mi vómito verbal.

Milo carraspea y se afloja la garganta con nerviosismo, noto contrariedad en sus ojos y dejo caer mis hombros, rendida ante lo que imagino está a punto de decir y que al hombre le cuesta tanto.

—No es nada de eso ¿cierto?

—El señor Hans quiere hacer una prueba de ADN para asegurarse de que el niño es suyo, solo así accederá a ayudarle con los gastos —me explica.

El que no confíe en mí duele, pero el que luego de un mes viviendo nuestro sueño y que luego me diera la patada en el culo, duele menos que el que no quiera reconocer a Oliver.

—Entiendo —sonrío débilmente.

—El niño tiene leucemia —sigue—. Si me permite hacerle una prueba…

—Puede hacer lo que quiera —le interrumpo—. Si me disculpa, mi hijo me necesita.

—Por supuesto, gracias, me pondré en contacto con usted.

«Pero no Hans»

Me trago el dolor que siento en el pecho y asiento, no tenía tiempo para esto, necesitaba actuar, mi hijo me necesitaba y claramente estaba sola sin una mano amiga, pedirle más favores a Prim, no, ya había hecho suficiente. Cuando entro a la habitación de mi pequeño, casi me caigo de bruces al ver a la madre de Hans, quien observa a mi hijo mientras una enfermera le saca sangre.

—Ah, eres tú —me mira con desprecio.

Mi pequeño me mira con el ceño fruncido, le duele el pinchazo pero no dice nada, le sonrío para tranquilizarlo y me regala una tenue sonrisa.

—Cindy —miro a la que es mi suegra.

—Es para una prueba de ADN —mueve la mano con desdén restando importancia—. Espero no te moleste.

—No.

—¿Estás contenta? —me pregunta con un filo venenoso en su voz.

—No sé a que te refieres —cierro los puños.

—Planeaste todo esto para retener a mi hijo por más tiempo, pero de nada te va a servir ¿entiendes? No le sacarás nada.

La enfermera termina y la madre de Hans sale detrás de ella, no sin antes detenerse bajo el umbral de la puerta.

—Eres una zorra cazafortunas, pero ya me he encargado de todo —me mira por encima del hombro y luego observa a mi hijo con desprecio—. Vas a pagar por querer obligar a mi hijo a quedarte contigo, su mayor error fue conocerte, el segundo, tener a esa cosa contigo, bueno… eso está por verse…

Se gira para encararme.

—Si alguien va a ser esposa de Hans, es Ashley, ella a diferencia de ti si es una mujer, hermosa, profesional, empoderada, en cambio tú —me mira de arriba abajo—. Mírate, acabada, con ropa desgastada, despeinada, eres un asco, y sé que ese maldito niño no es de mi hijo, esa cosa de ahí…

No lo puedo resistir más, a mí me pueden decir lo que quieran, el mundo me puede dar la patada, pero a mi hijo nadie lo toca, lo insulta o lo hace sentir mal, pese a tener solo tres años, entiende perfecto, por lo que la palma de mi mano golpea su rostro con tanta fuerza, que lo giro y pierde el equilibrio.

—A mi hijo no, ¿entiendes? —espeto con dureza—. ¡Largo!

Sus ojos se convierten en dos filosas dagas y tomando su bolso, me sonríe malévola.

—Esto lo vas a pagar caro, Griselda, muy caro, tú y tu bastardo lo van a pasar mal, y de eso me encargo yo.

—¡Dije, largo, m*****a arpía venenosa!

Cindy me lanza una última mirada amenazante, y luego sale dando un enorme portazo, solo entonces me derrumbo y mis ojos se llenan de lágrimas, la rabia me consume y las pocas fuerzas que me quedan las guardo.

—¿Mami?

Me limpio el rostro con el dorso de las manos.

—Si, mi amor —me acerco a Oliver y le lleno el rostro de besos.

—La abuela… ¿ella me odia? —me pregunta.

—No, lo que pasa es que está pasando por un mal momento, pero ella te ama mucho, cariño —miento.

—¿Soy una cosa? ¿Un error?

Frunzo el ceño.

—¿Por qué preguntas eso?

—Porque ella me dijo eso antes de que llegaras —musita con palabras torpes—. Dijo que era una escoria, pero no sé que significa eso…

Lo pego a mi pecho y el dolor que siento es tan inmenso, que me duele el alma.

—Quiero que me escuches bien —levanto su rostro y lo hago mirarme, sus ojos son de un azul tan idéntico a los de su padre—. Quiero que creas en lo más profundo de tu corazón, aquí.

Toco su pecho y él sigue mirándome como si fuera lo más maravilloso del mundo.

—Que eres capaz de lograr cualquier cosa que te propongas, nunca perderás, no importa lo que la gente te diga, sigue firme a tus sentimientos y apunta al cielo —beso sus manitas—. Que mamá siempre va a estar contigo. Nadie puede hacerte daño o hacerte sentir mal sin tu consentimiento ¿vale?

—¿Y papá?

Me quiebro.

—Papá está pasando por un momento malo, pero te ama, por ahora, mamá te dará amor por los dos ¿qué te parece? —sonrío.

—¿Y helado?

—También —lo abrazo.

—¿Por qué lloras, mami?

—Porque estoy orgullosa de ti, eres el bebé más valiente del mundo. Y cuando crezcas vas a ser el hombre más maravilloso.

Que le falte todo, menos confianza en sí mismo, hace tiempo le pedí a la vida una persona que me amara incondicional, alguien a quien llenar de besos, abrazos y me dio a Oliver. Solo por esa razón no puedo odiar a Hans, me dio un hijo, y así, todo lo bueno que la vida había guardado para mí, llegó con él.

—¿Vamos a casa?

—Sí, vamos a casa…

Para cuando está listo, salimos del Hospital comunitario, necesitaba conseguir medicinas, también un nuevo empleo y hacer lo que sea para pagar las quimioterapias. Estoy a punto de cruzar la avenida con mi hijo en brazos, cuando se cruza frente a mí, un auto negro blindado. Agarro con fuerza a mi hijo y bajan la ventanilla.

—Tanto tiempo sin vernos, Gris —me dice un hombre mayor con voz ronca y ojos azules.

Los recuerdos del pasado me golpean con fuerza y solo puedo decir:

—Alexander.

—El mismo en persona, y ese de ahí —señala a mi hijo—. Debe ser mi nieto.

—No…

—Vamos, no hace falta que haga una prueba para que sepa que es hijo del parásito de Dylan, tiene sus ojos, es su viva imagen.

Mi pecho se comprime, Alexander Hans, abuelo de Oliver, es un hombre con mucho poder, un hombre que lleva alejado de su familia hace muchos años y que solo conocí una vez, cuando Dylan y yo nos casamos en secreto, al día siguiente fue y hablamos. Esa fue la última vez que lo vi, hasta ahora.

—Gris, necesitamos hablar.

—¿Por qué? Quiero decir… yo…

Alexander sonríe.

—Porque estoy muriendo, y antes de marcharme, quiero patearle el culo a mi hijo, ya es momento de que aprenda la lección, que la vida no son mujeres bonitas, alcohol, dinero y viajes.

Sus ojos van directo a mi pequeño, quien se aferra a mí con sus bracitos.

—Es tiempo de hacer de Hans, un verdadero hombre, y no un maldito monigote como lo ha hecho su madre.

Entonces abre la puerta del carro.

—Andando.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados