III. La determinación de una mujer

Decidió ese mismo día salir hacer su rutina de encuestre, caída la tarde regresa al establo, con una leve esperanza que volvería a ver aquel joven desconocido, que solo intercambiaron un par de palabras, pero esa ilusión se desvaneció, una vez cruzado el pórtico, baja como de costumbre de su yegua, en ese preciso instante recuerda aquel grito que fue interrumpido por su hermano y que le vino a la memoria tal nombre que fue repetido en dos ocasiones. Se aproximó un poco más rápido, no como de costumbre a su casillero, esperaba encontrar de nuevo la particular manera de escribir del joven. Se quedó con una pequeña certeza de que fuera él, por el recuerdo de aquel nombre que había escuchado y que coincidía con la inicial de la carta.

— ¡Buenos días señorita! Le saluda Paquita.

— ¡Buenos días! Le responde la joven.

 — Mensaje un caballero ha dejado. Dijo Paquita.

 — ¿Qué mensaje me ha dejado? Pregunta Naty.

 — No he dicho que fuera para usted mi bella dama. Dijo la mucama.

— Perdón por mi suposición. Responde angustiada Natalia.

— ¿Está esperando información? refleja usted mucha desesperación.  Le contestó la mucama.

— ¿Ante tal interrogación porque la atrevida aseveración? Replicó la doncella.

— Perdone usted a mí ahora, por mi imprudencia. Dijo Paquita.

— La razón de la irrupción no ha tenido finalización, después de esta confusión; ¿puede usted decir a qué viene?

— Si claro, un joven vino para avisarle al joven Alberto que mañana por la mañana vienen los hombres interesados por comprar caballos y que perdonaran el retraso ya que antes no habían podido llegar por problemas particulares. Le dijo la mucama.

 — Muy bien, le notificaré a mi hermano de la visita. Respondió Natalia.

 A la hora del almuerzo reunidos los tres, su padre y su hermano le informa de la visita que tendrán el día siguiente, aparte de eso Natalia pide si puede estar presente durante la plática de negocios, pero que no participará ya que son asuntos de hombres, justificando así para lograr sea concedida tal petición.

 — ¿Cuál es el interés que la mueve hermana para interesarse en estar presente? Le preguntó el hermano mayor. 

— Ninguno en particular, solo con cierto afán por saber un poco en ese menester.  Le contestó Natalia.

— Espero que ese afán suyo no sea tan profundo, motivada por la ambición, no se convierta en su perdición y termine en maldición… Ripostó el hermano.

— Más profundo es el afán del hombre por demeritar a la mujer, tan grande es la intimidación que siente ante una mujer que recurre en aseverar de forma ligera, dejándose en evidencia su plena frustración, sin darse cuenta que se pone en una franca posición de su poca diligencia de lo que presume, creyendo que somos su competencia. Respondió Natalia.

Se guardaron varios minutos de silencio, para digerir y tratar de entender aquellas palabras, poco común de una mujer.

— ¿Es más diligente la mujer acaso, si esta con sigilo y denotado fingimiento de ignorancia, pero con alevosía y ventaja, actúa y saca el mayor provecho de la poca astucia del hombre, en comparación a lo que pretende toda dama?  Le respondió su hermano un poco irritado.

— Querido hermano, Sor Juana Inés de la Cruz poetisa de origen español, a mediados del siglo XVII su mayor deseo fue ingresar a la universidad, pero no pudo, porque en aquellos tiempos solo era para los hombres  cualquier campo de estudio, fue una mujer que se pronunció de manera indirecta, luchando por la desigualdad y la injusticia que las mujeres eran sometidas en aquel tiempo, fue víctima del machismo y la discriminación femenina, no le bastó ante tanto obstáculo que se manifestó con prestancia intelectual y con elegancia en su magnánimo poema para las sociedades de todo tiempo que dice:

Hombres necios que acusáis,

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión;

de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual,

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad,

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo,

de vuestro parecer loco,

al niño que pone el coco;

y luego le tiene miedo.

Respetable hermana, no tengo objeción alguna ante tanta inspiración y la pretensión de dicha poetisa, pero “el pensamiento de una mujer es como el océano, nadie sabe que misterios esconde en su profundidad". Con el permiso de los presentes, me retiro, tengo que prepararme para la negociación, dijo Alberto, cuando en forma simultánea hace su ingreso el hermano mayor, llevaba el informe a su padre que hasta aquel momento registraba la cosecha de café. Después de sentirse ignorada, Natalia se levanta de la mesa y se dirige a su habitación.

 — ¿Cómo va la cosecha? Don Ricardo pregunta.

— Mucho mejor de lo que esperábamos. Contestó su hijo.

—Tenemos 3,425 quintales de café seco en bodega, listo para exportar, más los 1,600 quintales de café especial que saldrán de la rampa de secado, que de igual pasan a bodega, esperemos que de aquí a diciembre suba el precio, ya que la bolsa de Nueva York bajó 3.4 por ciento y la de Londres 5.2 por ciento, supongo que para ese mes mejoraran los precios. Estoy en contacto permanente con nuestro agente aduanero papá y verificando las fluctuaciones de los precios de diferentes bolsas.

 —¿No crees que la retención de café es un poco alta, hijo? Le preguntó Don Ricardo.

 — Lo he pensado, pero la vida es como en los negocios, libramos un constante riesgo y el mayor riesgo es no arriesgarse.  Le respondió su hijo.

 Natalia sale de su habitación, interroga a la primera persona que se encuentra por los pasillos de la casa, sigue a la búsqueda de Paquita hasta que la encuentra y le pregunta:

— ¿por qué no ha planchado la blusa blanca manga larga?

— Hoy por la tarde pasaré por su habitación. Fue la respuesta dada por la mucama.

 — A propósito, mi niña Naty ¿tiene algo de especial para necesitar esa blusa?

— No, he decidido acompañar a mi hermano que va atender hoy la visita de unos compradores.

—Si es la que estaba esperando, hace 25 minutos que llegaron y su hermano salió con ellos. Un torbellino de ansiedad nubla fugazmente la cabeza de la doncella, reprochándose del porque no le había dicho a Paquita que le avisara cuando llegaran. Fue para librarse de las suposiciones y de todo un cuestionario que hipotéticamente le pudo haber hecho la sirvienta por esa encomienda. Tranquila Naty, que comportamiento iluso de tu parte. Se recriminaba a sí misma, explícate del porqué de tu ensalada mental que has hecho, sin tener la certidumbre de tus pensamientos. Fue la introspección que Natalia se hizo. “Después de los hechos, no siempre lo planificado es bien librado, más lo improvisado a veces sale bien logrado”. Continuaba sin parar dándose ánimo justificado. Sacó de su ropero un pantalón blanco de mezclilla ajustado, tan ajustado que se lo entalla que lucía como cinta adherida a su piel, un par de botas negras de igual ajuste, una blusa manga larga azul royal, con una abertura frontal de 7 pulgadas, un cordón de la misma tela para el amarre de la misma y no lucir de manera tan pronunciada su bien proporcionada voluptuosidad pectoral. Imponente en su andar, firme en sus 1.67 metros de altura, su cuerpo bien moldeado y torneado, los dioses del olimpo se sentirían orgullosos si hubieran participado en esculpir aquel cuerpo; una pronunciada cola alta en su cabello que le ayudaba a ganar unos centímetros más de altura y un moderado maquillaje en su cara, del cual no necesitaba, en vez de atraer el género opuesto, los ahuyentaba, por muy atrevido que este fuera, era para darse cuenta que no estaban a la altura, su belleza sinigual era como si la hubieran hecho con la mano, opacaba cualquier intensión de uno que otro interesado.

Llega al lugar, se suma de oyente en la negociación iniciada que tenía su hermano con los comparadores:

 —caballeros les presento a mi hermana mayor.

—Un gusto conocerlos. Responden en coro los hombres.

Andrés un poco retirado, sujetaba a “Chispas” intentando subirla a la carreta diseñada para el trasporte de ese animal y este por estar embelesado en la dama, no se percata que tenía enredado el lazo de la yegua en uno de sus pies, cuando el animal es impulsado para que ingrese a la carreta, este es arrastrado y queda casi colgado por completo detrás del animal, como pudo se impulsa en forma de arco de frente a sus pies y logra zafarse, pero el brazo izquierdo sufrió severos raspones que hasta la camisa se le rasgó, el cambio de color de su camisa era evidente por la sangre emanada causada en el accidente, el único consuelo que conservaba era que todo el espectáculo que había dado, se lo habían perdido, nadie lo había observado, es por ello que no se explicaban de lo sucedido.

 El muy valiente no se quejaba ni lo más mínimo, sentía pena por lo ocurrido, por lo compradores ninguna, era por la señorita, supuso que no había presenciado la demostración un tanto acrobática, no quería que se formara un concepto de un perfecto bobo, que no tenía la destreza suficiente para lidiar con esa faena. Pero el consuelo fue efímero. Alberto y ella se aproximan donde él, ya que lo observan un poco asustado, el joven le pregunta si todo estaba bien, Andrés le replica del porqué de la presunción de lo contrario.

— Presencié un espectáculo circense que asistí cuando estaba en la universidad y los malabaristas no fingían sus acrobacias. Dice Natalia con tono irónico y una leve sonrisa un tanto fingida. Andrés se ruboriza un poco, y no sabe cómo salir bien librado de lo que supuestamente nadie lo había observado.

—Lo admito, he tenido un pequeño tropezón, pero si alguna risa he causado por tal payasada y por lo que deduzco estaba siendo observado, no todo estuvo mal al haberle sacado a usted una sonrisa, solo espero que esta no haya sido fingida. Los dejo un momento dice Alberto, aún hay algo pendiente que finiquitar con los compradores.

—Que dicha la mía de tenerla frente a mí y para mi desdicha nunca pretendí ofrecer tan penosa acrobacia. Expresó Andrés, ya un poco recuperado, pero con una temblorosa voz.

—“En la vida todo es circunstancial, nadie escoge de manera deliberada lo que desea que pase, cómo venga la enfrentamos, aprende a vivir con ella y será fructífera, si la vemos en retrospectiva comparándola con la nueva realidad resultante”. Se lo expresó Natalia.

—Ha hecho un punto y aparte con la poesía, me impresiona con su filosofía, aunque eso no lo sabía, también tengo esa manía. Continuó Andrés…

— Comparto su visión de la vida, tampoco me quejo de la mía, si podría el otro brazo me rompería, aunque sea una tontería, pero ¿por amor quien no lo haría? Le contestó Andrés.

 — Si por amor el mundo se la rompería, ¿qué tipos de seres humanos serían? A propósito, ¿y usted por quién se la rompería? Le preguntó Natalia.

— ¡Por usted alma mía! Le responde Andrés.

—Usted dijo que por amor lo haría, ¿cómo pretende decirle a alguien que siente amor, cuando no la conoce todavía? Es una pretensión fuera de toda lógica. Ripostó Natalia

— Mi intención no es contradecirla, pero existe algo más elevado que la lógica y también por encima de la razón, “es la intuición”, es el alma del corazón, cuando este es escuchado y he escuchado el mío. Le replicó Andrés.

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