Señor Cavalli (#2 Serie Gentleman)
Señor Cavalli (#2 Serie Gentleman)
Por: Magali Weaver
Prefacio

Apolo 

Cinco años antes…

Noté un nudo en la garganta.

Todo era absolutamente perfecto, nada estaba fuera de lugar.

No había ni una nube en el cielo, y los diez arcos estaban cubiertos por completo por rosas blancas, presentando una imagen elegantísima sobre el césped. Los largos vestidos de las damas de honor, las bandejas con champán, las brillantes lámparas de araña más allá… En el momento en que el señor Abruzzo y Geraldine salieron por el pasillo, sentí que me temblaban las manos. 

La señorita Ferrara buscó un pañuelo de papel en el bolsillo y se secó los ojos con él.

—Usted no puede llorar, Señor Cavalli … Respire hondo varias veces y todo irá bien… —dijo la coordinadora de bodas acercándose un poco. Esperó a que siguiera sus instrucciones—. Casi es la hora…

 —Por favor, recibamos a la novia… —dijo una voz profunda, y se oyó el crujido de las sillas.

Cuando comenzaron a sonar las primeras notas de los violines, el corazón casi me explotó.

Di un paso adelante y me quedé paralizado.

«Respira, Apolo… Respira…».

Estaba temblando, me sentía demasiado nervioso. 

Cuando la canción llegó a la mitad, todavía la novia no había dado un paso más.

—¿Señorita Romano? ¿Por qué la novia no avanza? —La coordinadora abrió mucho los ojos—.¿Señorita Romano?

—No puedo respirar… —murmure muy despacio. 

 Le vi decir unas palabras en el micro que llevaba oculto en la manga, y la música se desvaneció de repente. Mi tío me puso las manos en los hombros y me miró a los ojos.

—Tranquilo, Apolo. Todo va a estar bien, este va a ser el día más feliz de su vida.

—Eso ya lo sé… 

— Te vas a casar con la mujer de tus sueños… La hija del hombre que defendiste cuando apenas eras un niño. Es tu destino. Y el destino no es otra cosa que el anhelo oculto del alma. 

Solté una sonrisa nervioso.

—Puede hacerlo…díselo —La coordinadora bajó la voz— Y será mejor que empiece a andar, porque él me ha dicho que va a ir hasta allí a buscarla si tarda más de tres minutos en verla al final del pasillo.

No pude reprimir la risa. Era verdad, sabía que estaba muy nerviosa, pero eso no iba a impedir que ese día se convirtiera en mi esposa. 

—Preparadas…Es momento—dijo de nuevo a su manga.

Los violines comenzó a sonar una vez más, y la mujer que estaba detrás de ella le dio un leve empujón.

Tragué saliva al tiempo que Geraldine daba varios pasos inestables hacia delante, traté de concentrarme en la melodía de los violines. Cuando comencé a oír los coros, ya estaba cerca del último arco de flores, y pude ver a los invitados de pie. Mi corazón bombeaba con desesperación. 

Respiré profundamente una última vez y ella recorrió los últimos pasos hasta el principio del pasillo, donde cientos de pétalos de color blanco y rojo tapizaban el piso. 

Mientras avanzaba la mujer más hermosa que había visto nunca, percibí diferentes murmullos de la multitud:

«Un ángel…», «Preciosa…», y clavé la vista en ella, en la mujer que amaba desde que tenía apenas quince años. Luego me puse a contar los pasos que le faltaban para llegar a mí, uno, dos, tres, cuatro, pero cuando mis ojos se encontraron con los de Geraldine , no me importó nada más. Nada era relevante.

Después de mirarme a los ojos, bajó la vista y  recorrió el pasillo con la mirada vidriosa.  Hubiera jurado que le leí en los labios «No puedo hacerlo…». Sin embargo me sonrió y de inmediato culpé a mi imaginación, simplemente una mala jugada, producto de los nervios. 

Entonces, bajé un escalón de la glorieta como para salir a su encuentro en el pasillo, pero mi tío me sujetó por el hombro para detenerme.

Sonriendo, la vi dar los últimos pasos hasta el altar. En cuanto la tuve a mi alcance, la tomé de las manos y la ayudé a subir a la glorieta.

Durante los siguientes segundos, desapareció todo lo que se encontraba a nuestro alrededor y me sentí como si fuéramos solo ella y yo. 

Quería susurrarle «Te amo o eres la mujer de mi vida», pero me di cuenta de que eso no expresaría todo lo que sentía, así que la miré a los ojos, dejando que el silencio hablara por mí.

—Pueden sentarse. —La voz del sacerdote nos sacó del hechizo. El párroco de la iglesia de la cosca de los Abruzzo esperó un par de minutos antes de volver a hablar—. Queridos hermanos… 

Le pasé un brazo alrededor de la cintura para acercarme a ella y besarla hasta dejarla sin sentido. Ella me devolvió el beso tímidamente y sonreí contra sus labios. 

El sacerdote se aclaró la garganta y me dio un toque en el hombro.

—¿Señor Cavalli …? —Los invitados se rieron—. Todavía no hemos llegado a esa parte…

 —Me importa poco —susurré contra su boca, pero ella no sonrió, se alejó poco a poco, y me tomó las manos con dedos temblorosos. 

—Vamos a intentarlo nuevamente… —bromeó el cura—. Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para ser testigos de… 

Yo no escuchaba ni una sola palabra de lo que estaba diciendo. Lo cierto era que estaba demasiado perdido en los increíbles ojos verdes de Geraldine, que parecía reprimirse con todas sus fuerzas y evitaba voltearse a mirarme. 

De repente, Adrián me dio un leve golpe en la espalda y lo miré por encima del hombro.

—El anillo… —Me lo entregó y me di la vuelta.

El pastor nos dio instrucciones para que intercambiáramos los anillos y luego me pidió  que repitiera sus palabras.

—Yo, Apolo Cavalli —dije sin dejar de mirarla—, te tomó a ti, Geraldine Abruzzo, como esposa para amarte y respetarte desde hoy en adelante…

 —… en lo bueno y en lo malo —siguió el sacerdote , en la riqueza y en la pobreza… 

—… en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en los lujos…—dije tratando de hacerla reír, sin embargo ella continuaba con la mirada fija en el anillo. 

 El cura puso los ojos en blanco y yo le devolví una sonrisa. 

—… para amarte y cuidarte…

—...para amarte y cuidarte...

Se secó la frente

—Apolo Cavalli, ¿quieres a Geraldine Abruzzo como tu legítima esposa?

—Sí, quiero.

Los hermanos de Geraldine aplaudieron. 

Cuando fue mi turno de escucharla repetir las palabras, vi que unas cuantas lágrimas resbalaban por sus mejilla. Me incliné hacia delante y me las sequé, mirándola fijamente mientras ella repetía los votos.

—Geraldine Abruzzo, ¿quieres a Apolo Cavalli como tu legítimo esposo?

Miré a Geraldine directamente, y me di cuenta de que parecía nerviosa, y de pronto como si hubiese tenido una gran revelación, la idea de que diría: no, apareció frente a mí. 

Geraldine, me miró con los ojos llorosos. 

—Geraldine Abruzzo, ¿quieres a Apolo Cavalli como tu legítimo esposo? —Repitió el sacerdote como si fuese posible que no hubiese escuchado. Sin embargo, ella se limitó a mirar nuevamente el anillo. 

Ella no respondió y la tomé de las manos con ternura, tiré de ella suavemente para obligarla a mirarme. 

—No. No puedo. Lo siento Apolo —.Dijo con voz temblorosa y tomó la falda de su vestido para darse la vuelta y correr sobre sus pasos por el pasillo. 

Entonces me quedé allí paralizado, mientras el mundo a mi alrededor se convertía en un completo caos. 

Mi tío sacó un arma de debajo de la chaqueta de su smockin, pero yo coloqué la mía sobre la de él para detenerlo. 

No quería ver sangre de los Abruzzo, nada en el mundo me haría sentir mejor. Nada podría devolverme los latidos, porque cuando ella dijo: no, lo que aún queda puro de mi alma fue destruido para siempre. 

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