CAPÍTULO UNO: TENEMOS QUE HABLAR

Capítulo uno: Tememos que hablar

*Seis años después*

Doy un sorbo a mi copa de vino, me tomo mi tiempo degustando el sabor. Luego, le ofrezco una suspicaz sonrisa y procedo a realizar mi jugada—. Verá, señor Stallon; no negaré que tenerle a usted como cliente supone un gran crecimiento para el bufete. Sin embargo, no he venido a convencerle, mucho menos a rogarle que firme con nosotros —el sujeto enarca una ceja y me escruta con la mirada al mismo tiempo—. Si ha tomado su decisión, adelante. Valley & Asociados es una buena firma; aunque Bratter&Price es mejor. ¿Sabe que en el último año nos hemos hecho con la mitad de sus clientes? Y puedo asegurarle que no ha sido por robo. 

— Lo sé perfectamente, señorita Price, así como usted sabe que tanto Richard como Clinton son mis amigos. Ambos trabajaban juntos —interviene mi potencial cliente.

— Así es —confirmo—. Y cuando decidió independizarse, sus clientes fieles decidieron seguirle. El señor Bratter es muy bueno en lo que hace.

— ¿Qué hay de usted? —inquiere el hombre.

— Hago lo que puedo —ladeo la cabeza sin abandonar mi sonrisa—. El punto es que usted está metido en un serio problema, necesita actuar con rapidez y cautela.

El hombre da un trago a su vino y suspira—. ¿En verdad cree que puedo perder mi empresa? —la preocupación en su expresión resulta evidente.

— Con un buen asesoramiento, no —señalo.

— ¿Y usted cree poder brindármelo? 

— No le voy a mentir, señor Stallon; el caso es complicado —admito—. Desafortunadamente, no contamos con algún respaldo legal a parte de su testimonio. Es su palabra contra la de su ex esposa. Tendremos que buscar evidencias por nuestros propios medios, trazar una muy buena estrategia…, pero mi socio y yo estamos dispuestos a asumir el reto. ¿Qué hay de usted?

Trenton Stallon vuelve a suspirar. Puedo notar que no lo está pasando bien. ¿Quién lo diría? El famoso dueño de la Naviera más grande de los Estados Unidos, arruinado por su ex mujer. 

— Me tomaré la libertad de darle un consejo, señorita Price; espero que no lo rechace. Tenga cuidado en quién deposita su confianza. Por desgracia, nunca terminamos de conocer a las personas. Me agrada, señorita Price y me ha convencido. Además, confío en Clint.

Mi diosa interna grita eufórica sin dejar de aplaudir mientras mi cuerpo intenta permanecer quieto en su asiento y no unirse a la fiesta. 

— Le puedo asegurar que haré todo lo posible por que salga airoso de esta situación, señor Stallon. Usted también me agrada.

El hombre emite la primera sonrisa desde que nos conocimos esta mañana—. Es bueno saberlo. ¿Dónde debo firmar?

Momentos como estos me hacen reafirmar la decisión que tomé hace seis años. 

***

— Dime que lo conseguiste —mi secretaria apenas me deja colgar el abrigo y adentrarme en la oficina.

— Sí, Megs. Ahora puedes explayarte con tu habitual entusiasmo —ella ignora mi sarcasmo y comienza saltar de un lado a otro sin dejar de repetir frases como <<Eres una crack>>, <<Chúpate esa, Richard Valley>>, o <<Somos la leche>>. Muy típico de Lady Megan Davis.

— ¿Qué sucede? —Clinton se asoma en la puerta de mi oficina con gesto alarmado. 

— ¡Lo hemos conseguido! —mi asistente responde por mí—. Es decir, Blair lo ha conseguido. 

— ¿Trenton firmó? 

Asiento en respuesta.

Él me regala una de sus hermosas sonrisas que podría calentarte el alma en la noche más fría de invierno en el acto—. Sabía que podías —no duda en acercarse y besar mi mejilla.

<< ¿Cómo no voy a amar a este hombre? >>

— Pues sí —repongo—. Como es habitual, confías más en mí que yo misma.

— De nada, princesa —añade sin perder la sonrisa—. Enhorabuena.

— Tú eres bueno en casos perdidos y yo en clientes imposibles; hacemos un buen equipo.

— El mejor. 

— Esto hay que celebrarlo —anuncia la asistente.

Minutos después, Clinton llama a su secretaria Cleo y juntos descorchamos una botella de champán. 

Mi mejor amiga se acerca a mí con sigilo para murmurar—: ¿Se lo dirás esta noche? 

Engullo mi copa de un sorbo antes de absorber una gran bocanada de aire. Luego exhalo decidida—: Sí. Sucederá esta noche, Megs —creo que el comentario va más para mí misma que para ella.

— Ya era hora —me giro de forma automática para mirarle con reproche—. ¿Qué? No me mires así, llevas coladita por él más de veinte años y cabe destacar que solo tienes veinticuatro. 

Voy a replicar, pero me detengo a medio camino. Tiene toda la razón. Muchas veces intenté convencerme de que era solo un tonto enamoramiento infantil. Sin embargo, con el paso del tiempo y a pesar de nuestra próspera amistad, los sentimientos no han hecho más que crecer. Puede ser que Clinton no me corresponda, pero no puedo seguir ignorando lo que siento; he llegado a un punto donde la frustración me consume y quiero explotar. Sí, estoy segura de que ha llegado la hora.

— ¿Qué sería de mí sin ti, Lady Megan Davis? —cuestiono abrazándola—. Me salvas la vida tanto en el trabajo como en casa.

— Yo me pregunto lo mismo cada día —me sigue el juego y lo mejora—. Solo agradece que sea tu secretaria, tu vecina e ignore el hecho de que me has llamado Lady.

— Créeme, lo hago y así te llamas. 

— Príncipe caliente a la vista —anuncia para cambiar el tema. Odia que la llamen por su primer nombre, de niña la molestaban mucho por eso. Creo que se le quedó el trauma. Aunque es comprensible, ¿a quién se le ocurre ponerle Lady a una niña? Pues la respuesta es simple; a la misma persona que se le ocurrió ponernos Queen y Princess a mi hermana y a mí: mi madre. Queen pasa, es un nombre muy popular, pero los otros dos ya se salen de la raya—. Aprovecha que está solo.

Hago caso a su consejo y me dirijo hacia él con una sonrisa en mis labios. Clinton me llama <<princesa>> desde pequeña. Entonces, mi amiga lo bautizó como <<príncipe caliente>> cuando ambas cumplimos quince. Los padres de Megan trabajan en casa de mis padres desde que tengo uso de razón —Vicky en la cocina y Paul como jefe de seguridad—, ella y yo nos criamos juntas. Tenemos la misma edad, fuimos a los mismos colegios de pequeñas e incluso lleva el nombre de mi madre. Al cumplir dieciocho decidí estudiar Derecho, mientras ella solo pasó un curso de Secretaría y Asesoría administrativa. Siempre dijo que la universidad no se hizo para ella y hoy en día mantiene el mismo criterio.

— Tengo a la mejor socia del mundo —alega Clinton frente a mí.

— No lo creo, pero por hoy te dejaré hacerme cumplidos.

— ¿Estamos de buenas? —inquiere.

— Bueno, podría decirse que sí —respiro una vez más, nerviosa por mis siguientes palabras—. Necesito hablar contigo…

— De hecho —me corta, algo muy impropio de él—, también tengo algo importante que decirte.

— ¿En serio? —él asiente con demasiada seriedad.

<< ¿Podría ser que…? >>

— Es muy importante, Blair y en realidad espero que te sientas igual de feliz que yo.

<< ¡Oh, Dios mío! >>, como sea lo que me estoy imaginando me da un patatús en el acto.

— ¿Nos vemos en The Palace a las cuatro? —propongo, pero él niega de inmediato. 

— Debo decirlo delante de todos —argumenta—. Nuestras madres han organizado una cena improvisada con nuestras familias en casa de tus padres.

— ¿Por qué no sabía nada de esto? —indago cada vez más perturbada.

— Como he dicho, ha sido improvisado. La familia debe saberlo, Blair.

Juro que me muero. Mi cara debe ser todo un poema. 

 — Además —continúa sus explicaciones, sin saber que apenas puedo escucharle—, Crystal ha dicho que…

— ¿Mi hermana lo sabe? —pregunto y él asiente en el acto. Ahora si debo sentarme o podría desplomarme en el suelo y pasar la vergüenza de mi vida—. ¿Qué quieres decirme, Clinton?

— Te lo diré en la cena.

— ¿Piensas matarme? 

A él le hace gracia mi actitud—. A esto se refería tu hermana, eres demasiado impaciente. 

— ¿No puedes decírmelo ahora? —insisto.

— Tendrás que esperar a las ocho, princesa.

— Pues se me hará eterno —resoplo exasperada.

— Entonces, es una suerte que tengamos mucho trabajo, así el tiempo se te pasará volando. Debemos terminar de armar el caso Peter Wood, comenzar con el de Trenton Stallon y a las dos tenemos el almuerzo con Lisa Hunter.

— Día movidito —el mismo cuento de todos los días.

Agradezco que nos vaya tan bien con el bufete. Al principio no estaba muy convencida, me había acabado de graduar, la situación con mis padres era demasiado tensa. En el segundo semestre de la carrera busqué un trabajo de medio tiempo como becaria y decidí independizarme. Sabía que ni Megan ni Roman Price —mis padres— estaban de acuerdo con mis decisiones, pero esta vez no pusieron objeciones; como buenos padres me dejaron seguir mi camino. Sé que no tengo el futuro que ellos esperaban para mí; sin embargo, lo han aceptado y soy consciente del orgullo que sienten por cada uno de mis logros. 

Mis padres se criaron de una forma diferente a como lo hicieron con Crystal y conmigo. No ven el mundo de la misma forma y para ellos el imperio Price es más que un legado familiar. Por eso no concebían que yo aspirase algo diferente, no lo entendían. A ciencia cierta, yo tampoco lo entiendo; nací y crecí rodeada de telas, costuras, pasarelas… y a pesar de todo, nunca me sentí parte de ese mundo.

En fin, Bratter&Price tiene mucho éxito y con solo dos años de fundado, ha dado mucho de qué hablar. Con mucho trabajo, hemos logrado hacernos un hueco en el campo de las Leyes. 

Aún recuerdo aquel artículo del Times:

<< (…) Los Bratter lideran el mundo del espectáculo y los Price el de la moda. Han sido apodados por muchos como la Alta Realeza de Long Beach. Pues, para <<coronar>> su estatus, esta vez se han unido con el objetivo de reinar sobre el contradictorio y complicado mundo de las Leyes; y no tengáis dudas, señoras y señores, de que van a por todas (…) >>

Causó furor y un revuelo tremendo; pero nuestras familias no pudieron sentirse más orgullosas. 

Con el cuerpo repleto de sentimientos encontrados y muerta de ansiedad, me siento en mi escritorio para continuar mi labor. Hemos celebrado con champán, pero para seguir cultivando éxitos, debemos trabajar.

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