Una promesa de meñique no se rompe

El timbre sonó y todos nos miramos a la vez, haciendo un cálculo mental por si faltaba alguien. Pero estábamos todos en la mesa, no quedó ningún lugar vacío.

—Yo voy —avisé, quizás era Zack que pasó en medio de la guardia para comer con nosotros.

Abrí la puerta sin mirar y el tiempo se detuvo. Lo repasé de arriba abajo, no estaba segura que mi cerebro no estuviera jugándome una mala pasada. Sus ojos… eran sus ojos y entonces solté el aire que estaba reteniendo en mis pulmones. Y las lágrimas brotaron de mis ojos sin reparo.

—Eres tú… de verdad —pregunté mientras estiraba mi mano para tocarlo y cerciorarme que realmente estuviera allí.

—Soy yo Becks. Siento haber tardado tanto en volver —su voz me pareció gloriosa y todo mi cuerpo se relajó de pronto, como si volviera a ser co

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